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Madre cubana denuncia maltratos de una maestra a su hija de 12 años

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Foto referencial (Granma)

MIAMI, Estados Unidos.- Una madre cubana buscó apoyo en la plataforma Yo Sí Te Creo en Cuba para denunciar los abusos de los que su hija de 12 años es víctima en una escuela primaria de la provincia de Cienfuegos, y que tienen como principal responsable a su maestra.

En una publicación en la red social de Facebook, la plataforma hizo pública la preocupación de Kenia Muñoz Romero por el estado físico y mental de su hija adolescente.

La madre de la menor recurrió a Yo Sí Te Creo en Cuba, diseñada para exponer hechos de violencia de género contra las féminas cubanas, porque su pequeña “desde los 10 años, ha venido sufriendo abusos y violencias psicológicas repetidas de parte de la maestra Clara Berena Austin León, de la Escuela Primaria Guerrillero Heroico, en Cienfuegos”.

“El efecto del maltrato infantil en la salud física y emocional de Samanda resultan visibles. Ha debutado desde entonces, con una hipertensión arterial y se ha desencadenado un trastorno psicótico”, reza la denuncia.

Ambos padecimientos, agregan, “acentúan su vulnerabilidad biopsicosocial y han exigido tratamientos médicos inminentes ante su cronicidad. La situación de violencia vivida por esta familia y de forma especial por la adolescente, ha sido una de los estresores esenciales que ha impactado de forma perjudicial su estado de salud”.

Muñoz Romero ha buscado apoyo institucional en Educación municipal y provincial en su lugar de residencia; en la Fiscalía General de la República de Cuba; en la Fiscalía Provincial y Municipal; la PNR; el Gobierno y los órganos del PCC de su localidad; en la Oficina de Protección a Menores del MININT, sin embargo, no ha recibido una respuesta satisfactoria de ninguna de esas instituciones estatales.

“Solicitamos desde #YoSíTeCreoEnCuba, a todas las instancias comprometidas con garantizar protección y atención legal pertinente en este caso, desplieguen todas las acciones encaminadas a salvaguardar la integridad física y mental de esta menor”, reza la publicación.

Así mismo, exigen que Kenia, Samanda y familia encuentren la justicia que necesitan en correspondencia con los daños psicológicos, físicos y morales sufridos.

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El gobierno que busca el exterminio de sus opositores

Lamberto Hernández Planas (Archivo)

LA HABANA, Cuba.- Lamberto Hernández Planas continúa preso. Hace más de veinticinco años que vive tras las rejas y desde allí continúa su empeño en conseguir la libertad de todos en la isla. Una de las formas que encontró para desafiar a la dictadura es la huelga de hambre, que ya son muchas en esos veinticinco años de encierro y que son un peligro para su sanidad.

Esa es la manera que ha encontrado para desafiar a quienes lo mantienen encerrado. Ahora mismo recuerdo la última de sus huelgas de hambre, esa que le provocó enormes sangramientos rectales. El mismo me daba los detalles en las conversaciones telefónicas que mantuvimos. Para presionarlo lo trasladaron de la prisión de Guamajal, en las afueras de la ciudad de Santa Clara, a la prisión de Manacas, lugar en el que ahora está, y desde el que comprueba cómo se va deteriorando su salud. Lamberto continúa padeciendo los mismos sangramientos, y las autoridades del penal le niegan la asistencia médica que precisa.

Los padres de Lamberto, ya muy ancianos, no pueden visitarlo en la prisión. La última visita que pudo recibir fue la mía, hace ya un año, y luego le comunicaron que no me permitirían volver porque yo no tenía ninguna relación familiar con él; desde entonces no recibe visitas. Sin dudas no quieren que se encuentre con quienes luego puedan denunciar las vejaciones que allí recibe este valiente. Sin visitas nadie podrá recoger sus testimonios, nadie podrá denunciar los horrores que se cometen en ese sitio con los condenados.

De esa manera lo castigan, de esa forma lo acercan a una muerte lenta y despiadada. Su vida corre grandes peligros, y si ocurriera lo peor, entonces un médico escribirá, gustoso, en un papel blanco, que la causa del deceso fue la más natural de todas las posibles.

Lo cierto es que desde que comenzó su condena, Lamberto se ha pronunciado con más fuerza denunciando los horrores que se cometen en las cárceles y con los presos políticos. Él no ha dejado de enfrentarlos ni un minuto en estos años que lleva encerrado. Hace unos días consiguió que yo me enterara de que las autoridades del penal lo tenían encerrado en una celda de castigo, y aislado del resto de esos reclusos a quienes, como suponen las autoridades de la prisión, él podría influir políticamente. Ayer Lamberto consiguió llamarme, y me espantó el tono de su voz, cada vez más apagada, más frágil, y temblorosa. “No tendré otra opción que plantarme otra vez para exigir atención médica”, así me dijo, y se cortó la comunicación.

Hoy recibí la llamada de otro recluso que me contó que Lamberto está muy débil. Sin dudas, a sus carceleros, a esos esbirros, les están saliendo bien las cosas, y es posible que consigan aniquilar, progresivamente, a Lamberto. Tengo la certeza, porque bien los conozco, de que si lo peor sucede ellos se mostrarán felices. Nosotros, los que no estamos tras las rejas, debíamos levantar la voz, gritar muy alto contra esa dictadura, exigir por la vida de ese cubano valiente que corre tanto peligro. Ojalá a sus carceleros no le salgan bien las cosas, pero ellos son empecinados, son malévolos. Ellos son porfiados asesinos, y harán todo lo que puedan para conseguir lo que quieren, que es la aniquilación de este buen hombre. Lamberto corre un gran peligro, y ojalá no nos llegue, a través de una llamada telefónica, la noticia de su muerte. Cuba es también de, y para, esos presos valientes, y levantando la voz, denunciando, podemos ayudar a Lamberto, conseguir para él la libertad que se merece, y ojalá que sus días transcurran, alguna vez, en una Cuba libre.




Estafada por oficiales del MININT

Estafada 3- Foto Leon Padron
Rosa Magdalena Avilés Carballo. Foto León Padrón

La denuncia fue presentada en San Antonio de los Baños. Según la denunciante, la ex militar le prometio un contrato de trabajo por tres años en México, por el que le fue cobrando varias sumas, que redondearon  2500 CUC para los supuestos trámites.  El contrato resultó  un total engaño.

El timo comenzó cuando Rosa era peluquera en un Instituto de belleza en Camagüey, una de sus clientas logró ilusionarla con la idea de trabajar en otro país  y la  puso en contacto con Enodia Domínguez, jurándole que era de toda confianza.

En el primer encuentro con Enoida, fue en su casa de la calle 70,  2102 A,  entre 21 y 23,  San Antonio de los Baños.   “La ex oficial me explicó –cuenta Rosa– que aunque estaba retirada del MININT y ya no laboraba como funcionaria de Inmigración, mantenía relaciones con una amiga en México, y  que por favores que le debía,  le conseguiría un contrato de trabajo para tres personas, incluyéndose ella. O sea, Oneida viajaria a México conmigo.

“Aseguró que que el trabajo para mí  sería como dependiente en un  mercado de la playa del Carmen, en Quintana Roo. Yo, solo tendría que pagar por el contrato 2500 CUC,  más los gastos de visa y pasaje”.

“La explicación  fue más que creíble, debido a la presencia en el encuentro Rodolfo Cordero Delgado, teniente coronel del MININT  y esposo de Enodia. La presencia de este alto oficial del Ministerio del Interior, me hicieron creer que todo era legal. Volví a  Camagüey  y  vendí mi casa  para pagar las fotocopias de carné de identidad, inscripción de nacimiento, pasaporte y el pago de la cita en la embajada de México”.

“Finalmente el 6 de junio del pasado año,  se dio la cita en la embajada de México. Ahí descubrí  que la señora Domínguez no podía viajar al extranjero por ser una retirada del MININT,  que las citas  para la embajada  de México, no se cobran  y lo peor,  el documento NUT,  o sea, el supuesto contrato de trabajo, que debía estar en poder de Oneida o en el consulado, no existía”.

Mientras relata su historia, Rosa no para de llorar, dice que el cónsul mexicano le dio 10 días para presentar el  contrato de trabajo,  que jamás pudo conseguir.

Días después, Rosa comprobó que nunca existió la supuesta amiga que enviaría el contrato de trabajo  desde México, como tampoco existía el supermercado en Playa del Carmen, donde se suponía iría a trabajar.

Antes de hacer la denuncia a la policía de San Antonio, lugar donde ocurrió la estafa, pidió a Enodia Domínguez, le devolviera el adelanto de 1700 CUC entregado para los trámites. Oneida se desentendió. Y Rosa presentó la demanda.

Producto de esta estafa, Rosa  se ha quedado  sin vivienda,  y  ahora vive  alquilada con su pequeña hija  en lugares transitorios en La  Habana. En la denuncia que interpuso en la estación de policía de San Antonio de los Baños, contó con lujos de detalle esta historia,  pero la respuesta que recibió de parte del capitán Roberto Rodríguez Cruz, en un documento titulado Notificación al denunciante, con fecha 28 de octubre de 2013, se le informa que teniendo en cuenta lo previsto en el artículo 334, inciso 1, 2, 3, 4 y 5, del Código penal vigente, se determinó que estaban ante un hecho que no es constitutivo de delito.

Rosa quiere denunciar esta estafa a la prensa independiente, porque  teme por su vida, después de   haberse quejado a la PNR, a la Fiscalía Militar, al departamento de  Atención a la ciudadanía del MININT y al Consejo de Estado, y solo ha recibido maltratos y atropellos, que  la han convertido en una persona sin derechos civiles, ni sociales, perdió su casa, su trabajo, y la escuela de su hija, que ha resultado  la mayor perjudicada.

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El infierno de ser mujer y opositora

LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -Los medios de información oficiales de Cuba han dedicado en estos días espacios al tema del abuso contra la mujer. En particular, el periódico Granma publicó, el 15 de febrero, un artículo bajo el título “Cuando ser mujer es un infierno”, en el que indica las agresiones que sufren las féminas en diferentes países del mundo, tales como Reino Unido, Estados Unidos, Dinamarca, Rusia, España, Japón, Etiopía, Bosnia, Australia.

Entre los decálogos de riesgo citados por Granma, aparece uno dedicado a las víctimas del conflicto, según el cual: “ellas son agredidas como estrategia de guerra para humillar al oponente, aterrorizar a las poblaciones y destruir sociedades”.

Esto pudiera aplicarse a lo que sucede en nuestro país con las mujeres que piensan diferente y que, por ello, son agredidas de disímiles formas y a plena luz pública. Muchas tienen dramáticas historias que contar, muy en particular las Damas de Blanco.

El 14 de febrero, “Día del Amor y la Amistad”, mientras los medios oficiales dedicaban espacio al abuso contra las mujeres en el extranjero, en Cuba fueron maltratadas 29 activistas de esta organización, quienes solo cometieron el “delito” de venir a La Habana para recordar la fecha en que una de sus líderes, Laura Pollán –asesinada por la dictadura-, hubiera cumplido 65 años de edad.

Cincuenta mujeres se reunieron en la sede de su organización, en la calle Neptuno, en el municipio de Centro Habana. Pudieron ser más, pero 34 fueron arrestadas cuando trataban de acceder al lugar, cercado por la policía, y algunas resultaron detenidas dos y tres en la misma fecha.

Una vez terminada la actividad, las Damas de Blanco que viven en el interior del país se dirigieron a la Terminal de Ómnibus, con el objetivo de regresar a sus hogares. Un total de 28 mujeres –casi todas de la zona oriental- fueron increpadas por hombres que les dijeron que no podrían viajar porque no había transporte.

Ante el hostigamiento, estas mujeres llamaron a su líder, Bertha Soler, la cual acudió al lugar sobre las 10 de la noche, acompañada por su esposo, Ángel Moya (exprisionero político del grupo de los 75). Las mujeres salieron dos veces a la calle gritando las consignas “Transporte para el pueblo”, y “Laura Pollán vive”, y entonando una canción dedicada a Laura.

La segunda vez que caminaron por las afueras de la Terminal –sobre las dos de la madrugada del día 14-, fueron apresadas violentamente, les dieron golpes, las arrastraron hasta los vehículos donde las conducirían al lugar del arresto, e incluso, aunque aún no se conocen todas las consecuencias, se sabe que a una mujer de Santa Clara le pasaron por encima, pisoteándolas, y a dos de Holguín les produjeron fracturas en los pie y la cara.

En tanto, Bertha Soler fue arrestada y conducida al centro de detención conocido como el Vivac, en compañía de su esposo. En el momento de ser apresada, fue maltratada por militares vestidos de verde olivo, los que trataron de arrebatarle el teléfono celular de la mano, para lo cual le daban golpes e incluso la impactaron contra el cristal del vehículo en que era conducida, arrancándole los aretes que tenía en los lóbulos de las orejas. Una vez apresados, los mantuvieron sin ningún contacto hasta las 8 de la noche, cuando finalmente los dejaron marcharse, pero el servicio en sus teléfonos celulares fur suspendido hasta la tarde del día 15.

De igual forma, en Santa Clara, provincia de Villa Clara, durante un incidente con la policía, fueron golpeados y apresados dos disidentes de la Coalición Central Opositora. Otros opositores pacíficos decidieron ir a apoyarlos a la Unidad de Instrucción Policial. En este grupo iban cinco mujeres, que fueron molidas a trompadas por militares de la policía y la Seguridad del Estado. Las que mayores maltratos recibieron fueron tres mujeres de raza negra, ya que en varias ocasiones los oficiales de la policía política les han hecho saber que no conciben ni perdonan que sean negras y miembros de la oposición.

Ante esto, podemos decir que al régimen se le puede aplicar el refrán callejero que reza: “Dime de qué alardeas y te diré de qué careces”.




Reclusos en uniforme azul

LA HABANA, Cuba, noviembre, 173.203.82.38 -Quien recorre las carreteras o caminos fuera de las zonas urbanas en Cuba, todavía puede apreciar las edificaciones que formaron parte de ese gran engendro castrista denominado “Plan de becas en el campo”. Estas edificaciones consistían en dos estructuras, la de los dormitorios y la de las aulas docentes, conectados entre sí por una especie de puente que, a su vez, servía como techo a un tipo de pasillo denominado “central”.

Durante los años setenta, del pasado siglo, en los más disímiles puntos de las zonas rurales fueron erigidos estos centros, cuyo objetivo declarado consistía en formar a los estudiantes bajo el principio de combinar estudio y trabajo. Se ofrecía una imagen edulcorada y pulcra de estas escuelas. La prensa publicaba fotos de los denominados pasillos centrales con sus pisos de granito pulido, casi marmóreos, limpios y brillantes. Los dormitorios- albergues, bien acondicionados, por cubículos, con las camas- literas acolchonadas y confortables. Los baños impecables. Las aulas equipadas, y el claustro de profesores eficiente y preparado.

Todavía algunos recordarán aquel documental realizado por el ICAIC, a inicios de los setenta, y el tema musical que le servía de título. Cantaban Silvio Rodríguez y el Grupo de Experimentación Sonora: “Esta es la nueva escuela, esta es la nueva casa, casa y escuela nueva, como cuna de nueva raza…”.

Hasta hace muy poco, estas escuelas fueron casi la única opción para la mayoría de los jóvenes que pretendían alcanzar con sus estudios el grado de Bachiller. Pero puertas adentro las cosas distaban mucho de ser tan idílicas como nos quiso mostrar la propaganda oficial.

Solía y suele decirse que hay tres lugares donde resulta casi inevitable adoptar el hábito de fumar. El primero, es la prisión; el segundo, es el Servicio Militar; y el tercero, la beca. Como sistemas, la prisión y la beca siempre tuvieron puntos de contacto. La diferencia consistió, en el caso de las becas, en la ausencia de guardias armados y rejas. Sin embargo, las normas de convivencia y supervivencia eran semejantes.
En todas las becas existía el denominado Jefe de disciplina y de vida interna, llamado por los educandos simplemente “el vida interna”. Esta persona era la encargada de mantener el orden en el área de dormitorios, y designaba a los alumnos que serían los jefes de estas áreas. Tales alumnos gozaban de determinadas consideraciones y eran elegidos según su capacidad de amedrentar al resto. Ellos, a su vez, nombraban a los jefes de cubículo o segmento de camas, dentro del dormitorio, con ese mismo criterio.

Generalmente, los “alumnos- jefes” tenían la tendencia a imponerse a los demás sobre la base del abuso de poder. El propio “vida interna” les conminaba a ejercer la autoridad de esa manera.

Las violaciones a los derechos humanos, cometidas por adolescentes en contra de otros adolescentes, en estos centros de educación en el campo, forman parte de la historia terrible, oscura y oculta de más de una generación de cubanos.

Los eslabones más débiles eran aquellos muchachos que, por inadaptación o falta de carácter, no lograban imponer una coraza de respeto. Como resultado, eran sometidos a las más diversas clases de humillaciones por parte de los envilecidos jefecillos o sus acólitos. Su situación era semejante a la de los denominados “intocables” en el sistema de castas hindú, y no exagero.

En diversas ocasiones, estos mismos jefecillos cometían robos de mayor o menor envergadura dentro del dormitorio. El castigo para todos los alumnos podía consistir en permanecer parados en filas en el área de formación hasta altas horas de la madrugada. Este método también se aplicaba en contra de las brigadas que incumplían la norma de rendimiento del trabajo en el campo. También, tal y como quien esto escribe lo presenció en la ESBEC “Camilo Cienfuegos”(Ceiba 3) durante el curso 83-84, se obligaba a los estudiantes a largas sesiones de ejercicios físicos, como castigo, que tenían lugar en el área deportiva, después del horario de silencio y hasta la madrugada.

Un código de ocultación, basado en una combinación de terror psicológico y ciertos conceptos de supuesto “honor” y “hombría”, amordazaba a los alumnos y ofrecía un manto de impunidad a estos esbirros con título de profesores.

Desde hace un tiempo, el uniforme azul identifica a buena parte de los alumnos de bachillerato en la Isla, ahora ubicados en centros de enseñanza urbanos. Los edificios de las Escuelas Secundarias Básicas en el Campo (ESBEC), y de los Institutos Pre-Universitarios en el Campo (IPUEC), son hoy ruinas decadentes o refugios para damnificados por huracanes. Sus paredes guardan los ecos de miles de historias alegres o tristes. Son historias de quienes fueron, por la fuerza mayor de las circunstancias, y quizás sin saberlo, reclusos en uniforme azul.




La prisión inmutable

LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -La cárcel de Guantánamo se mantiene congelada en el tiempo. Lo sé por un breve reporte noticioso publicado en Cubanet, el 7 de octubre último.

No hay variación alguna. La fiesta del pavor sigue vigente en cada tramo de esa prisión que alberga a cientos de prisioneros.

Es muy posible que en el instante que se lea este comentario, algún reo esté cortándose las venas del antebrazo, inyectándose excremento debajo de la piel o con el abdomen abierto, después de pasarse la hoja afilada de un cuchillo confeccionado con un pedazo de hierro extraído de una de las literas de tres niveles.

Es fácil presumir las ocurrencias de esos actos suicidas. El valor para mutilarse crece en la medida que se reproducen los demonios del hambre, el hacinamiento, la falta de la debida atención médica, entre otros factores que desvalorizan la condición humana.

No hay sobredimensionamientos en la nota informativa firmada por la periodista Ana Aguililla. Las especificaciones del reo Walfrido Rodríguez Piloto, pasan por encima de cualquier duda.

Es cierto que el agua que sale de los grifos, hospeda un sinnúmero de parásitos y bacterias. De un río cercano, llega espesa y turbia para impedir un baño mínimamente digno.

La sed hace olvidar la tonalidad que anuncia una sucesión de eventos que van desde el insomnio a causa de los terribles dolores abdominales hasta el ingreso en la enfermería por una avanzada deshidratación.

Unos beben con frenesí, otros hacen una mueca de asco, sin pensar mucho en la añadidura de otros infortunios a su precaria existencia en ese mundo de rejas y candados.

El hecho de que no se citen otras adversidades en la noticia, no quiere decir que la vida dentro del Combinado Provincial de Guantánamo sea menos traumática que hace un tiempo atrás.

Basta con saber que las características del agua son las mismas y que prosiguen los intentos de suicidios como métodos para poner fin a un ciclo interminable de vicisitudes.

Walfrido Rodríguez Piloto, reside en Ciudad Habana y fue sancionado, en junio de este año, por lanzar panfletos con consignas antigubernamentales en la céntrica Plaza de la Revolución junto a dos personas más, también privadas de libertad.

A él le ha tocado un castigo adicional al ser enviado a una prisión situada a más de 900 kilómetros de su casa.

En su estancia será espectador de otras tragedias que quedarán grabadas, para siempre, en su memoria.

Ojalá no sean más catastróficas que las que a menudo transitan por mis recuerdos. Más de un año estuve en cubículos y calabozos de esa parcela del infierno.

No lancé volantes en la vía pública, simplemente me decidí a ejercer el periodismo sin hacer concesiones al poder. Por despojarme de la máscara y decir mi verdad, me trataron como un criminal de la peor ralea.

En esa prisión se extinguió parte de mi vida, pero sobreviví para contar los pormenores de un destino marcado por el espanto.

Espero que Walfrido tenga la misma suerte.

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Regreso a la inocencia

PINAR DEL RÍO, Cuba, septiembre (173.203.82.38) –  La primera amiga que tuve fue mi abuela materna. Ella me crió y sus enseñanzas todavía me acompañan. Una noche, en el año 1965, nos dirigíamos abuela y yo al cine de la ciudad. Cuando llegamos escuchamos una algarabía detrás de nosotros. Puertas de autos abriéndose, cerrándose, chirriar de neumáticos y algunos gritos.

Los hombres que bajaron de los autos, y se encaminaron en plan de ataque a un grupo de jóvenes que conversaba en una esquina. Los hombres llevaban en sus manos tijeras y garrotes. Varios transeúntes observaban la escena junto a nosotros. Sentí miedo y apreté fuerte la mano de abuela. Los miedos de la infancia no se olvidan fácilmente.

-¡Vamos a pelar a estos delincuentes contrarrevolucionarios! –gritó una mujer tijera en mano.

Los hombres se abalanzaron contra los muchachos. Todo fue rápido. Algunos de los que miraban apoyaban la acción y se unieron al coro de voces ofensivas. Otros, temerosos, en voz baja, la criticaban.

Subieron a los jóvenes en los autos y en unos minutos el lugar quedó desierto.

-Seguro los llevan para la Estación de Policía –comentó una mujer que caminaba junto a nosotros.

No fuimos al cine, y de regreso a casa, abuela no habló. Su mano apretaba la mía. A la mañana siguiente la escuché conversando con mi abuelo, su compañero hasta la muerte.

-Fue un abuso lo que hicieron. Los muchachos no estaban haciendo nada, sólo conversaban. Nadie sabe adónde irá a parar este país. Esto no anda bien si suceden estas cosas, sólo porque unos jóvenes tienen el pelo largo.

Los abuelos no se habían percatado de mi presencia en la sala. Pregunté:

-¿Por qué hicieron eso, abuela?

Respondió, sentenciosa:

-Nunca apoyes cosas como la que viste anoche. Eso se llama abuso. Un día esos jóvenes tendrán la justicia que merecen. Tal vez yo no la vea, pero llegará, la justicia siempre llega.

Pasó el tiempo. Un día, con un grupo de amigos de la escuela, nos reunimos en un salón, durante el receso, a escuchar un disco de los Beatles. De repente irrumpieron en la habitación dos profesores; nos llevaron a la dirección y mandaron a buscar a nuestros padres. Por aquellos años la música de los Beatles estaba prohibida en Cuba

-La música se compone para escucharla y bailar, no para prohibirla –dijo mi abuela, y a los dos días me cambió  de escuela.

Estas cosas, y muchas otras, sucedieron y continúan sucediendo en Cuba. La justicia aún está  por llegar. Mis abuelos murieron sin verla. Ya tengo cincuenta y cinco años y pienso que tal vez tampoco yo llegue a conocerla, pero leeré este texto a mi nieto. Es muy posible que él si alcance a verle el rostro a la justicia.




Violencia contra niños

ARTEMISA, Cuba, julio, 173.203.82.38 – El llanto y los gritos del niño de cinco años llamaron la atención de los transeúntes hacia el balcón donde una mujer, presumiblemente la madre, le golpeaba brutalmente. El hecho sucedió en la calle Soledad, en Centro Habana, el pasado 5 de julio.

Alejandro Sánchez presenció en una pizzería de Cabañas, provincia Artemisa, la paliza que una madre propinó a su hija, de cuatro años, el pasado 12 de junio. Un hombre intervino, pero la mujer le respondió: “No se meta, que para eso soy la madre”.

Estos dos casos son botones de muestra de los cada vez más frecuentes casos de violencia de adultos contra menores en lugares públicos, casas, calles y hasta en las escuelas, según refieren muchos consultados al respecto, en la capital y en el interior de la isla.

Un psicólogo con quien hablé sobre el asunto, me dijo que, entre otros condicionantes de este fenómeno, se debe en muchos casos a que los padres reproducen en sus hijos los métodos violentos de que fueron víctimas en su infancia.

Considera el profesional que también contribuye la frustración de muchos padres, su inmadurez, sobre todo en los casos de padres muy jóvenes, y las difíciles condiciones de vida que exacerban la ira, especialmente entre las capas más desfavorecidas de la sociedad.

A pesar de la existencia de un Código de la Familia y la Niñez en el país, las instituciones, en particular los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), que existen en todos los rincones del país, no incluyen en su quehacer diario el control, la vigilancia y la intervención, en estos casos.

Si estas organizaciones, que funcionan a nivel de cuadra, dedicadas enteramente a la vigilancia, el control y hasta el ejercicio de la violencia contra los opositores pacíficos al régimen y a espiar la vida privada de cada vecino, invirtieran un poco de su energía en vigilar, controlar y obligar a los padres abusadores a insertarse en programas de reeducación, e incluso si acusaran y llevaran a juicio a los casos incorregibles, la violencia contra menores podría disminuir. Pero, hasta el momento, eso no está entre sus funciones.

Sería una forma de dar vida a lo que ahora es letra muerta y de hacer que el Código de la Familia y la Niñez, deje de ser un elemento decorativo en la vitrina de los supuestos logros de la revolución.

La idea podría además redimir, al menos parcialmente, a esas desprestigiadas organizaciones, consagradas a la vigilancia, el hostigamiento y la delación entre vecinos, desde hace tantas décadas.

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Dificultades a granel

LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – Las autoridades cubanas me informaron el viernes 14 del corriente,  haberme retenido y confiscado los haberes privados que poseía, desde hace varios años, bajo un riguroso contrato con una filial cubana de la agencia canadiense Transcard,  dedicada a realizar operaciones bancarias en el país.

De acuerdo con los términos del contrato acordado entre la referida entidad financiera y yo, esa sucursal se comprometía a garantizar el monto de mi cuenta, incorporar a la misma los intereses anuales acumulados y observar absoluta discreción, tanto en lo referente a los movimientos bancarios realizados por sus clientes como en sus relaciones con estos ante terceros, gubernamentales o no.

Con el transcurso de los años, Transcard  dejó  encargada de sus operaciones, debido a decisiones entre ella y el Estado cubano, a otra entidad similar cubana, conocida por Fincimex, una empresa gubernamental nacional que, según informes no oficiales, es una sucursal de la mega corporación CIMEX, creada por el  gobierno  de los  hermanos Castro. Esta última seguramente debió asumir los compromisos financieros que tenía su antecesora.

No fue hasta el viernes mencionado que pude presentarme ante los funcionarios de la entidad heredera de Transcard,  para reclamar que me actualizaran sobre el estado de mi cuenta y me la liquidaran,  con los intereses acumulados durante los ocho años transcurridos, cuyo monto total ascendía  a  130 dólares 60 centavos ($130.60).

Fui atendido cortésmente por una empleada, quien me  sugirió mantuviera el contrato. Con la misma cortesía decliné su oferta e insistí  en que me fuera liquidada la cuenta en esos momentos. Entonces comenzaron las consultas bidireccionales, sin ningún resultado y un rebote casi deportivo entre los funcionarios de Fincimex. Transcurrió una hora y media sin que se aclarar el asunto y, como yo tenía esa  misma mañana  otro compromiso ineludible que debía cumplimentar, les informé que debía retirarme, aclarándoles que más tarde regresaría para concluir lo iniciado.  Así lo hice.

Me recibió en esta ocasión un alto funcionario y me planteó que tenía instrucciones precisas de la fiscalía  -provincial o de la República-  de retener el saldo de mi cuenta. Ignoraba las razones de tales medidas y me sugirió que, si abrigaba alguna duda al respecto, me dirigiera a ese organismo encargado del  cumplimiento  de la legalidad  en la nación. Reprimiendo mi enojo, lo escuché con toda la parsimonia que me exigía la situación. Al concluir su intervención, le respondí:

-Yo no tengo nada que ver con la fiscalía provincial o de la República. Tampoco con la empresa que Ud. representa, pero como son Uds. los que en Cuba están a cargo de los intereses,  compromisos y obligaciones  adquiridos con anterioridad  por Transcard,  estoy  precisado a tratar  estos temas con ustedes. Quiero dejar  constancia que no tengo que, ni quiero, ventilar esta situación financiera con la fiscalía, pues es un asunto que debe ser tratado entre la entidad canadiense y ustedes, y resolverse favorablemente para el cliente. Desconozco quien es el culpable de este enredo. Por mi parte le informo que me comunicaré a la mayor brevedad con la casa matriz de Transcard en Canadá, para exigirle solucione el  asunto con ustedes y, en caso contrario, demandaré a Transcard por violar las cláusulas del contrato, así como por daños y perjuicios durante varios años en que no pude disponer de mi dinero, a pesar de que mi esposa vino en dos ocasiones a verlos a ustedes, a petición mía, para operar  mi cuenta, con un poder hecho por mí, legalizado en un bufete estatal. Ustedes se negaron a ello, argumentándole que aunque yo estuviera veinte años en prisión mi dinero se respetaría, pero tenía que ser yo en persona quien lo  reclamara. Seguí las indicaciones que le transmitieron a mi esposa en el año 2005 y por esa razón estoy hoy aquí, ante usted.

También le exigí al alto funcionario le transmitiera a la persona de la fiscalía que le ofreció  las  “nuevas orientaciones” cuáles serían mis próximos pasos y le garanticé que, de no resolverse la situación a mi favor, como lo reclaman los términos del contrato y mis derechos, el escándalo será mayúsculo.

Debo señalar que no es esta la primera vez en que se cometen arbitrariedades con algunos de los doce prisioneros de la Primavera Negra  que decidimos quedarnos en Cuba, desde que se produjo nuestra excarcelación en febrero de este año. La primera tuvo lugar cuando varios de nosotros fuimos a solicitar se nos extendiera un duplicado del carné de identidad pues el anterior nos fue ocupado por la policía política cuando fuimos detenidos en marzo de 2003. En mi caso surgieron dificultades debido a datos alterados en mi dirección particular, a pesar de que la policía política me arrestó en la misma dirección en la que resido hace más de 14 años; información  que ellos dominan perfectamente. Ese error fue cometido por las autoridades carcelarias, y para solucionarlo tuvo que intervenir la alta oficialidad  del  Departamento de Seguridad del Estado (DSE), que controlaba mi caso y el de mis hermanos de causa.

La segunda ocurrió -y aún está pendiente de solución- cuando fui a la Sección de Tránsito a renovar mi licencia de conducción. Se había vencido desde el año 2005. Me exigieron realizara sendos exámenes teórico y práctico y, si los aprobaba,  entonces se me entregaría el nuevo permiso de conducción. Estuve en prisión entre los años 2003-2011. Es decir, mi permiso de conducción estaba vigente cuando fui privado de mi libertad. Jamás, durante ese período, estuve fuera de una institución penitenciaria, razón por la cual me resultó imposible renovar el documento antes de su vencimiento. No fue mi culpa la no actualización  del mismo en tiempo y forma. El derecho y las leyes me asisten.

Me negué a realizar las pruebas, pues el incumplimiento no era imputable a mí sino a las autoridades penitenciarias. Cuando el ex Presidente de Estados Unidos, James Carter, visitó Cuba, nos recibió a los doce prisioneros de la Primavera Negra que nos quedamos en el país en un encuentro privado que tuvo lugar la mañana del 30 de marzo.  En el mismo se trataron varios temas de interés.

Aprovechamos la oportunidad para plantearle los problemas que se nos presentaban  en la obtención de documentos oficiales y los obstáculos que nos imponían las autoridades cubanas para su obtención. Quedó el Sr. Carter en planteárselo al general Raúl Castro en un contacto que tendrían ambos ese mismo día. Así lo hizo y en la conferencia de prensa que posteriormente ofreció aclaró que se lo comunicó al militar cubano, y éste se comprometió a informarse y solucionarlo.

Al menos yo, todavía espero sentado la solución del caso.




Tranquilidad letal

LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – El reo Pablo Montano León, alias el Ruso, quien se encuentra en huelga de hambre, ingresado en la sala  de terapia del hospital  de reclusos del Combinado del Este, nos hizo llegar este testimonio donde  describe lo que vivió en la prisión para jóvenes de la provincia Villa Clara, conocida como el Pre.

“Las celdas están una al lado de la otra, en tres pasillos separados a los que  se accede a través de tres puertas de seguridad. También  al soleador, que está en las antesalas de cada pasillo.

Las celdas son personales, de 3 por 1.5 metros, sin ventilación y con poca luz, con una cama, una pequeña mesa, y un banquito, todo de concreto. El servicio sanitario es un pequeño turco, sin privacidad. Los guardias vigilan a los presos cuando se  bañan”

A la 5:30 am, se da el de pie. Está prohibido dormir durante el día, así como sentarse en la cama o en el piso, solo en el banco de concreto. Hay que estar todo el día correctamente vestido y a la vista del guardia. La alimentación es pésima. El agua no es potable; la ponen unos minutos una vez al día. A veces demoran hasta tres en ponerla. Los castigos son golpizas a quienes  gritan, o se les sorprende conversando con otro recluso.

Las visitas son cada cuatro meses; el pabellón conyugal cada cinco, aunque se puede suspender por motivos tan sencillos como no estar correctamente vestido o no estar a la vista de los guardias cuando pasan frente a las celdas de castigo. Hay presos que han pasado hasta cuatro meses sin salir de las celdas de castigo.  Cuando los sacan, no saben si van al médico, a la visita o a que los golpeen. Los reclusos que se encuentran en la primera fase no disponen de teléfono ni televisión. La correspondencia es revisada y es común que se pierdan las cartas.

Las provocaciones de los guardias son constantes. A veces  dejan caer  alguna cuchilla o un pedazo de cuerda frente a la celda de cualquier recluso, y al otro día cuando llega el oficial de turno que lo descubre, dice que quieren atentar contra la autoridad, y ahí viene la golpiza, que puede terminar con lesiones graves.

De todas las muertes que vi en el Pre, la que más me deprimió fue la de un muchacho de 23 años al que apodaban cebolla, que fue sancionado a 30 años porque le robó unas cebollas a un campesino. El tribunal revisó su caso y le disminuyeron la sanción a tres años. Pero  ya era tarde. Estaba enfermo de los nervios, había intentado suicidarse en varias ocasiones y cada vez que era sorprendido por los guardias tratando de quitarse la vida, lo golpeaban. La última vez intentó cortarse las venas en el puesto médico y el primer teniente Febles lo golpeó. Esa noche, como burla lo llevó a comer cocos y a que viera el pequeño zoológico del penal. Después que lo encerraron en la celda de castigo, se ahorcó. Fue el 12 de junio del año 2006.

Otro recluso que intentó suicidarse varias veces fue Nulgani, de Cienfuegos, que estaba enfermo de los nervios. Un día que una delegación encabezada por la fiscal Fidelina visitó el Pre. Un recluso se atrevió a gritar la prisión parecía un campo de concentración. El mayor  Vladimir, le respondió: Gracias a los muertos del área hoy la prisión está tranquila”.

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