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Alfonso Larrea: de agente “David” a la vanguardia de las mipymes

Alfonso Larrea Barroso
Alfonso Larrea Barroso (Ilustración: CubaNet)
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CDMX, México. – El 26 de septiembre de 2023 un grupo de 70 representantes de mipymes cubanas (micro, pequeñas y medianas empresas) aterrizaron en Florida, Estados Unidos para reunirse con empresarios, políticos y funcionarios estadounidenses. Al frente de ese grupo estuvo un hombre corpulento y canoso, de unos 60 años, que vestía siempre camisas de manga larga o guayaberas. Su nombre es Alfonso Valentín Larrea Barroso y no es la primera vez que acapara reflectores. 

Ocho años atrás, cuando la silla presidencial estadounidense la ocupaba Barack Obama, Alfonso fue presentado también como un exitoso empresario privado y una de las voces más activas por pedir confianza en los emprendedores cubanos. Ahora regresa en un rol semejante.

Es lo que podríamos llamar el rostro oficial del sector privado en Cuba. Como administrador único de la mipyme Evexcon, Larrea ha organizado viajes de negocios al extranjero donde participan representantes de otras mipymes que él elige. También, cada semana dirige reuniones de networking para que los empresarios se conozcan entre sí y dialoguen. De igual modo, en las redes de su empresa, promociona las actividades de destacados comerciantes, que si bien no residen en la Isla, hacen negocios con el Estado cubano, como Hugo Cancio o John Felder.

Si los mipymeros cubanos tuviesen un líder oficial, ese papel lo ocuparía Larrea. Y no extraña, pues la razón de ser de su negocio es precisamente esa: promocionar el sector privado cubano. Es por eso que, en artículos, eventos y espacios informales ―donde quiera que se hable de mipymes― el nombre de Alfonso Larrea sale a relucir.

Sin confrontar directamente al régimen, se centra en sostener que, pese a todas las sospechas y críticas, el sector privado cubano es real y no un espejismo construido por el Gobierno. En cada entrevista, insiste en negar que el emergente espacio esté cooptado por la cúpula. Esto sería, ha dicho él, “temores infantiles”, “el cuento del hombre del saco”.

Sin embargo, él mismo tiene una historia de lazos estrechos con la dictadura cubana. Según antiguos miembros de la Seguridad del Estado y un opositor que fue su víctima directa (todos consultados por CubaNet), Larrea trabajaba como agente de la Policía e infiltró la oposición a finales del siglo pasado. Además, un hermano suyo aún ocupa un alto cargo en la Seguridad del Estado.

Dos de estas fuentes confirman que Larrea continuó su vida laboral en cargos comerciales de empresas estatales sin perder el contacto con la Policía política.

Después, cuando dieron luz verde a las primeras cooperativas de servicios en 2013, de inmediato registró Scenius para prestar servicios de contabilidad mayormente a sociedades del Gobierno.

Ahora, con el auge de las mipymes, Larrea regresa y de nuevo cuenta con apoyo de los medios estatales de difusión y se vincula a empresarios privados que viven en el extranjero, pero que tienen relaciones estrechas con el Estado.

Públicamente realiza un cabildeo centrado en defender los intereses de los mipymeros, con un discurso que coincide con el oficial. No cuestiona al régimen por las limitaciones que sigue imponiendo sobre el sector privado, sino que centra la mayoría de sus críticas en las sanciones de Estados Unidos.

Niega, además, cualquier relación de las mipymes con el Estado, a pesar de que algunas son de propiedad estatal o han surgido de empresas que anteriormente lo eran.

El historial de Larrea no contribuye a disipar las dudas que ya de por sí generan los emergentes empresarios privados cubanos, un sector atrapado entre los obstáculos que les plantea el régimen y las críticas de muchos opositores y exiliados. 

El agente “David”

Alfonso Larrea, el hombre que hoy se presenta como líder del sector privado cubano, testificó en el juicio contra el disidente Francisco Chaviano, según confirmaron a CubaNet el propio Chaviano y un exagente de la Seguridad del Estado que estuvo presente durante el proceso penal.

Chaviano fue detenido el 7 de mayo de 1994 y acusado de revelar secretos de la Seguridad del Estado y falsificar documentos. El opositor presidía un grupo de derechos humanos no autorizado ―el Consejo de Derechos Civiles de Cuba― y fue condenado por un tribunal militar de La Habana en abril de 1995.

El juicio fue a puerta cerrada y pocas personas pudieron estar presentes. En ese proceso, el régimen presentó una lista de seis agentes de la Policía política que estaban infiltrados en movimientos opositores o en actividades diplomáticas, a los que Chaviano había delatado ante funcionarios de la Sección de Intereses de los EE.UU. en Cuba (SINA)

“Se presentó con su nombre completo y el alias que usaba como miembro de la Policía política y dijo que había sentido temor, y que su vida peligraba porque yo lo delaté”, rememora Chaviano, hoy en el exilio.

Chaviano nunca antes había visto a Larrea, pero un contacto suyo dentro de la Seguridad del Estado le había compartido los datos del agente y revelado que su tarea era infiltrarse en la oposición; y esa misma información la compartió con la SINA.

“De la lista solo Larrea fue llevado a testificar por la Fiscalía, declarando él que operaba como ‘David’”, confirmó a CubaNet el exagente que participó en el juicio.

La defensa de Chaviano respondió que entre varios opositores la actividad de Larrea como agente infiltrado era conocida; que sabían de su relación con el oficial de la Seguridad del Estado Winston Jordan Calzadilla, célebre represor de la disidencia. Y que por tanto Chaviano se había limitado a revelar algo que no estaba tan oculto.

Pero la declaración de Larrea fue determinante para culpar al activista por “revelación de secretos”; y en abril de 1995, Chaviano fue condenado a 15 años de cárcel. Cumplió 13 años y tres meses en prisión. En este tiempo sufrió tortura y malos tratos, según relató.

“Una de las que más recuerdo fue cuando un coronel, el segundo del Combinado del Este, me ordenó arbitrariamente quitarme la ropa en un pasillo frente a los demás presos. Al yo negarme a hacerlo, me dieron una paliza entre varios carceleros y me arrancaron toda la ropa frente a los demás. Desnudo, me arrastraron hasta la celda de castigo, que estaba lejos. Allí, me dieron otra paliza que me desbarataron”, narra Chaviano, quien también responsabiliza a Larrea por el tiempo que estuvo en prisión y las vejaciones a las que fue sometido.

“Según el testimonio de Larrea en el juicio, entre otras misiones, infiltró un grupo de la oposición nombrado Comité de Unidad Nacional, dirigido por José Antonio Fornaris, con vínculos estrechos en el exterior con la Fundación Nacional Cubano Americana”, confirma el exagente, quien pidió anonimato por temor a su seguridad.

Esta fuente y Chaviano coinciden en que Larrea declaró en el juicio que otro de los objetivos de sus misiones era la SINA, a cuya sede asistía con frecuencia para entrar a la biblioteca y participar en talleres y cursos. “En varias ocasiones también sostuvo entrevistas, solicitadas por él con funcionarios de la representación”, dijo en el estrado, según rememora el exagente consultado.

Aunque no es común que el Gobierno cubano exponga la identidad de sus agentes infiltrados en procesos judiciales, el de Larrea no sería un caso aislado. En 2003 Odilia Collazo, una oficial infiltrada, testificó junto a otros siete agentes en los procesos contra 75 disidentes y periodistas. Odilia había sido contactada en 1988 por la Seguridad del Estado para infiltrarse en la oposición como la agente “Tania” y llegó a convertirse en una de “las opositoras” más prestigiosas de esa época.

Otras dos fuentes, que no desean revelar su identidad (una de ellas asegura haber coincidido con Larrea como agente de la Policía política y la otra conoce personalmente a este y su familia), confirmaron a este medio que Larrea no es el único miembro de su familia que ha formado parte del órgano represivo. Su hermano, Lázaro Romualdo Larrea Barroso, dijeron estas fuentes, es teniente coronel de la División de Inteligencia del Ministerio del Interior y graduado del Instituto Superior de Relaciones Internacionales en 1989.

Estos testimonios sobre la actividad de Larrea como agente infiltrado son congruentes con el relato ofrecido por otros opositores que militaron junto a “David” en movimientos disidentes. Antes de que Larrea revelara su verdadera identidad en el juicio contra Chaviano, algunos opositores ya sospechaban que fuese un agente infiltrado.

Larrea, “el opositor”

Entre finales de los años 80 e inicios de la siguiente década, Larrea, entonces, de poco más de 20 años, trabajaba como estibador en un almacén de Nuevo Vedado asociado a una empresa extranjera y al Ministerio de Transporte, según los dos exagentes de Contrainteligencia consultados que lo conocieron. A la par, estudiaba la licenciatura en Derecho en el Curso para Trabajadores.

Fue en esa etapa, relataron las fuentes, cuando Larrea comenzó a acercarse a opositores. Lo hizo a través de su suegro, Humberto Hechevarría, quien tenía entre sus amistades al activista anticastristra Mario Viera. De la mano de Viera, Larrea ingresó al Comité de Unidad Nacional (CUN), un movimiento opositor, que en ese entonces era el grupo de la Isla más cercano a la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA).

Hablamos de la última etapa del siglo pasado, cuando Jorge Mas Canosa, al frente de la FNCA, era uno de los pilares del exilio. Mas Canosa fue uno de los arquitectos del denominado lobby cubano; y su postura y determinación de acabar con el comunismo en la Isla e influyeron en la política de Estados Unidos hacia Cuba.

Para la Policía política, infiltrar el CUN y a José Antonio Fornaris, su líder, era, por tanto, una de las vías para afectar la labor de Mas Canosa y la poderosa FNCA.

“Desde que Alfonso llegó al Comité lo vi interesado en aproximarse a mí por mi relación con Mas Canosa. Incluso él visitaba a mi mamá por su cuenta como manera de ganar mi aprecio”, relata Fornaris, exiliado hoy en Costa Rica.

En ese entonces, quien después se presentaría como el agente “David” era un muchacho simpático que caía bien. Le gustaba hacer chistes y de cualquier tema inventaba un comentario ocurrente. No pasaba desapercibido y era agradable, según los opositores que lo conocieron; aunque, aclaran, pronto levantó sospechas, al igual que otros militantes del CUN, como Fausto Adolfo Martí y Héctor Castañeda, quienes también se revelarían como agentes infiltrados.

“Los tres [Martí, Castañeda y Larrea] coincidían en que intentaban influenciar para que cambiáramos los propósitos de nuestra organización. Crearon divisiones y problemas internos”, rememora Fornaris, y agrega que la Seguridad del Estado siempre estaba un paso por delante de sus actividades.

La desconfianza se incrementó cuando Larrea transmitió información sobre un hecho que nunca ocurrió: una supuesta renuncia masiva de militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). Al parecer, “su objetivo era que el CUN difundiera esto y quedara en evidencia por mentir”, comenta Fornaris.

Esta es una táctica habitual a la que la Seguridad del Estado recurre para mostrar cómo la oposición no es confiable.

Irse del país, el consejo constante

Las sospechas contra Larrea aumentaron porque era muy insistente en su afán de estimular a otros opositores a que abandonaran el país. Tanto Fornaris como Mario Viera aseguran que Larrea les recalcaba sin cesar que la mejor opción era dejar Cuba. A Viera, la persona que lo presentó en la oposición, llegó a proponerle el siguiente plan:

“Me habló de un grupo de militares que iban a desertar con papeles muy importantes y que se irían en una lancha para Miami. Alfonso [Larrea] supuestamente los iba ayudar robándose un motor del almacén donde trabajaba. Me invitó a sumarme a ellos. La verdad es que entonces pensé que era una ingenuidad de él”.

Viera tenía una causa pendiente por intento de salida ilegal del país. Si lo atrapaban reincidiendo sería enviado a prisión de inmediato. Además, como la propuesta le pareció algo disparatado, declinó el ofrecimiento de Larrea.

“Estuve un año preso en el 91 y cuando salí, Alfonso había ganado renombre dentro de la oposición. No salía de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana. Incluso me llevó con él una vez y pude ver lo cercano que era a algunos funcionarios americanos y cómo lo escuchaban”, recuerda Viera.

Este opositor, exiliado en Estados Unidos actualmente, narra que decidió alejarse de Larrea cuando confirmó que este, a la par de militar en el CUN también lo hacía en la UJC y además no había perdido su trabajo asociado a una empresa extranjera, un puesto especialmente atractivo. “¿A qué opositor que se codea con la Oficina de Intereses le permiten en Cuba trabajar y menos en algo importante?”, reflexiona Viera.

Es común que en la Isla se despida a simples empleados si critican abiertamente al Gobierno y que se impida a los opositores acceder a muchos empleos.

En cuanto a la contratación en empresas extranjeras, esta se hace a través del Estado, que filtra quién recibe el empleo. Un disidente que visitaba la SINA y militaba en el CUN no sería idóneo para ganarse el empleo que tenía Larrea. A menos que no fuera realmente un opositor.

En la Isla, las personas que ayudan o forman parte de la Seguridad del Estado pueden dividirse en tres categorías fundamentales: los agentes propiamente dichos; los colaboradores que actúan por convicción ideológica, también llamados “personas de confianza”; y los colaboradores que lo hacen por algún tipo de interés personal, material, miedo o chantaje.

Los trabajos de mayor relevancia, como penetrar a movimientos opositores, usualmente, son responsabilidad de los primeros, los agentes.

“Un agente es una persona reclutada, con un expediente, con preparación oficial para hacer este tipo de trabajos. Es un oficial encubierto”, explica un extrabajador de Contrainteligencia consultado.

La fuente, que conoce a Larrea, lo describe como “un agente ideológico” que “actuaba por convicción”.

Después del juicio contra Chaviano, los opositores consultados perdieron el rastro del agente “David”. Larrea, según las fuentes entrevistadas, no solo dejó de visitar la sede diplomática estadounidense, también cambió de empleo.

De agente a empresario

Ya con su título de abogado en mano, Larrea pasó por una variedad de ocupaciones, mayormente en ministerios en posiciones de asesor comercial, según detalla su perfil de LinkedIn.

Primero estuvo en la agencia de noticias Prensa Latina, donde permaneció hasta 1998. De ahí aterrizó como especialista comercial en la Zona Franca del Wajay. Luego de unos cinco años, pasó al Ministerio de la Industria Pesquera. Y en 2007 fue nombrado especialista en la Oficina del Programa Martiano, perteneciente al Consejo de Estado, órgano superior cubano. Su último empleo fue en el Ministerio de Cultura.

Esta información, publicada por el propio Larrea, no pudo ser contrastada exhaustivamente con los agentes entrevistados que lo conocieron. Pero estos sí aseguran que se mantuvo en centros de trabajo estatales, sin romper sus vínculos con la Seguridad del Estado.

Esto no es extraño que suceda. Algunos agentes son asignados a instituciones ajenas a los órganos de Seguridad, pero desde sus nuevos puestos siguen colaborando con la Policía política.

La vida pública de Larrea como empresario privado comienza cuando se acerca el restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, durante el segundo mandato del presidente Barack Obama, al comienzo de la década pasada.

Un tenue apoyo a la iniciativa privada era la muestra de buena voluntad que la administración de Raúl Castro podía exhibir como señal de apertura. Como ocurre hoy con la presidencia de Joe Biden, el sector privado era la carta que llevaba Cuba a la mesa para convencer a los estadounidenses de que el país estaba realmente cambiando.

Y en efecto, se vieron algunas transformaciones: en las principales ciudades del país se abrieron restaurantes, bares, tiendas de regalo, emprendimientos tecnológicos… Cuba se puso de moda en el exterior y se aliviaron restricciones para el turismo estadounidense, que empezó a llegar.

Esto, en parte, fue posible debido a que el régimen legalizó las primeras formas de empresa privada: las llamadas cooperativas no agropecuarias, que fueron aprobadas a finales de 2012. En estos espacios, personas particulares, los conocidos como cuentapropistas, podían unirse y ofertar servicios conjuntos.

Una de esas cooperativas, probablemente la más conocida, fue Scenius, que se enfocó en prestar servicios de asesoría contable.

En enero de 2015, meses después de que Raúl Castro anunciara en televisión que la “Guerra Fría” había acabado, Scenius cobró vida y no paró de crecer.

Sus servicios incluían realizar estados financieros, registros contables, control de inventarios o asesoría en materia tributaria a empresas.

En todas partes se hablaba de la cooperativa de particulares que estaba siendo exitosa dentro de la limitada y maltrecha economía estatal cubana. La prensa internacional la catalogó como “líder” en este sector y además de la capital se extendieron a Matanzas y Camagüey. Habían logrado lo impensable. Se les elogiaba por lo lejos que habían llegado.

Una iniciativa de tres socios con 300 dólares de capital inicial logró facturar más de dos millones de dólares y emplear a unos 300 trabajadores, según le explicó a la prensa el propio Larrea.

Sin embargo, detrás de esta historia de éxito había una paradoja. La cooperativa no prosperó brindando servicios para el sector privado. Scenius no se enfocó en los sectores que emergieron con el deshielo y que atrajeron a los cuentapropistas: el turismo o la restauración. La mayoría de los clientes a los que Scenius proporcionaba servicios contables, alrededor del 90 por ciento, eran empresas estatales, según detalló el propio Larrea.

Lo que nunca explicó fue cómo obtuvieron una cartera tan amplia de clientes dependientes del Gobierno, siendo ellos una empresa privada tan joven que nadie conocía.

A medida que la cooperativa se convertía en un referente, dos de sus fundadores cobraron cierta fama. El presidente de Scenius, Luis Alberto Dueñas, era un ingeniero de profesión que había trabajado como marino mercante y que armó junto a Larrea el emprendimiento.

Aunque no llegó a tener la visibilidad de Larrea, Dueñas también dio entrevistas a la prensa foránea. En una de ellas alertó a los empresarios extranjeros con intereses en Cuba que la apertura económica no iba a significar “llenar de McDonald’s” el país. Dueñas dejó claro que los emprendedores como él, trabajaban bajo las reglas del socialismo y eran “graduados de la Revolución”. Por tanto, no dejarían que extranjeros les impusieran intereses políticos ajenos. También calificó el desempeño del Gobierno de la Isla ante el deshielo como “rápido”, pero “cauteloso” y “eficiente”.

A la par de Dueñas, Larrea también era una voz muy citada al respecto. Era objeto de notas tanto en la prensa independiente como en la oficial, dictaba talleres, prestaba asesorías, incluso viajó a Estados Unidos. Sin duda, era uno de los hombres del momento para el sector privado.

El fin de Scenius

Todo en Scenius parecía marchar bien, hasta que el contexto cambió radicalmente. El deshielo se ralentizó tras los ataques de origen desconocido que sufrió el personal de la embajada estadounidense en La Habana a partir de 2016. Para entonces, el régimen ya estaba obstaculizando el desarrollo del cuentapropismo y las cooperativas; como resultado de estas medidas unas 80.000 personas renunciaron a sus licencias de trabajo por cuenta propia.

A esto se sumó la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en 2017. El expresidente republicano dio un giro a la política hacia Cuba: restringió los viajes a la Isla, endureció las sanciones y puso en el punto de mira al grupo empresarial más importante del país, propiedad del Ejército cubano, GAESA.

Fue en ese contexto en que las autoridades cubanas decidieron ponerle freno a Scenius, acabar con el cuento de hadas.

El 7 de agosto de 2017, el portal estatal Cubadebate anunció oficialmente que Scenius había sido extinguida por supuestas violaciones cometidas por la cooperativa. Según explicaron, Scenius había prestado servicios no contemplados en su licencia. Por ejemplo, elaboraban para sus clientes fichas de costo, algo que es un servicio contable, pero no estaba contemplado en la licencia.

Hasta hoy, no sabemos por qué cayó en desgracia Scenius, ni por qué se detuvo el proceso de reformas económicas. Para algunos observadores, estos cambios dejaron de interesar al régimen cuando ya no fueron útiles para obtener concesiones de Estados Unidos. Para otros, el cierre de Scenius y, en general, el freno a la iniciativa privada, fueron el síntoma de las disputas internas existentes dentro del régimen entre sectores más reformistas y otros más ortodoxos.

En esta línea, el economista Emilio Morales, quien ha investigado por años el sector privado, opina que el deshielo y la apertura económica produjeron temor a una pérdida de control entre algunos poderosos militares. “Al general (Luis Alberto Rodríguez) López-Calleja, entonces CEO de GAESA, no le convenía un movimiento arrollador de empresarios independientes, con mayor poder empresarial y mayor autonomía financiera, pues impediría la supremacía del conglomerado del Ejército y cortaría sus multimillonarios ingresos en dólares”, opina Morales.

Sobre el cierre de su negocio, el propio Larrea escribió una carta pública criticando la decisión y defendiendo que los supuestos incumplimientos cometidos eran falsos. Incluso dio a entender que se trataba de una represalia. Dijo que los motivos reales para cerrar la empresa eran otros y que los iba a explicar. Aunque nunca lo hizo.

Después del cierre de Scenius, el empresario generó más interés público y ocupó titulares que lo presentaban como una especie de “reformista” que el régimen, o al menos una parte de él, había querido sacar del juego.

Ese mismo 7 de agosto de 2017 en que se anunció el cierre de Scenius, Larrea publicó el primero de seis textos en el medio independiente El Toque sobre cómo las cooperativas eran vistas como enemigas del sector estatal.

Pero el cierre de Scenius aumentó su presencia no solo en los medios, sino también en las recepciones realizadas en la representación diplomática estadounidense en Cuba. Había pasado de ser uno de los emprendedores del momento, a una víctima de la represión del régimen.

“Después del explote de la cooperativa, Larrea se hizo más famoso y asistía a todo lo que se hacía en la Embajada. Lo invitaban con más frecuencia, supongo que por la notoriedad que tuvo. Se convirtió en un mártir del cuentapropismo”, comenta un periodista independiente que en esas fechas coincidió con él en muchos eventos de la sede diplomática de Estados Unidos.

En 2019, el empresario firmó el último de sus artículos en El Toque, pidiendo que dejaran a las cooperativas trabajar. Esa sería una de sus últimas apariciones públicas hasta ahora.

El regreso como “mipymero”

El 20 de enero de 2021, Biden se convirtió en presidente de Estados Unidos y con él retornó el Partido Demócrata a la Casa Blanca. Que Trump no lograra reelegirse fue una buena noticia para la dictadura de La Habana, que había visto cómo el ahora exmandatario prometía más mano dura contra el castrismo si obtenía un segundo mandato.

En cambio, con Biden, quien había formado parte del deshielo como vicepresidente de Obama, el panorama era más alentador. Y el régimen necesitaba sí o sí un respiro.

Cuba atravesaba una gravísima crisis económica, empeorada por la pandemia de COVID-19. El colapso del turismo, la principal industria del país, había provocado que se implementaran una serie de medidas impopulares dirigidas a dolarizar la economía y sanear las finanzas. Y, en parte como respuesta a estas medidas, el 11 de julio de 2021, por primera vez desde 1959, personas de todo el país salieron a protestar a las calles, lo que, a su vez, desató una ola de represión histórica.

Así, necesitado de impulsar la economía, mejorar su imagen y con un nuevo inquilino en la Casa Blanca, el régimen comenzó a dar señales de apertura económica.

Meses después de la llegada al poder de Biden, las autoridades cubanas presentaron una forma jurídica que permitía a personas particulares crear una empresa privada. Esta vez no se habló de cooperativas como durante el deshielo de Obama, sino de mipymes.

Estados Unidos ha demandado el empoderamiento del sector privado cubano y tratado de que sus sanciones sean más selectivas para afectar a las empresas estatales, pero no a los negocios privados.

Las mipymes, de esta forma, además de ser un guiño al enemigo histórico, fueron también una respuesta a las protestas populares del 11 de julio de 2021; como la apertura de los 90, lo fue al Maleconazo de 1994.

“Las aperturas en Cuba comienzan con crisis internas, cuando el agua le sube a la nariz. Después esas reformas las empacan en una campaña de propaganda que promete cambios y las venden al exterior. Es una manera de buscarle beneficios adicionales a algo que tuviste que hacer porque tus actores internos te obligaron”, opina el historiador y analista cubano Juan Antonio Blanco.

Así fue cómo regresó Larrea con un nuevo negocio. Aunque las autoridades le hubiesen cerrado arbitrariamente su emprendimiento anterior, él no dudó en volver a lanzarse a crear una empresa privada en Cuba.

Evexcon, el nuevo negocio de Larrea, es la empresa número 72 del listado oficial de mipymes. Y como sucedió con Scenius, Evexcon, de nuevo, ha tenido el acompañamiento constante de medios de comunicación oficiales, que han resaltado su gestión como organizadora de eventos para mipymes.

Por ejemplo, en noviembre de 2021, la página web de Radio Taíno dedicó una nota a promocionar el primer taller de Evexcon, cuando apenas había transcurrido un mes del anuncio de la creación de las primeras mipymes. Un año después, la agencia Prensa Latina dedicó un par de notas a promocionar dicha empresa y sus eventos en República Dominicana, intentando conectar el sector privado cubano con empresas internacionales.

Precisamente, el modelo de negocios de Larrea es ese que destacan los medios oficiales. Evexcon existe para colocar a miembros del sector privado cubano a conversar en espacios comunes e incentivar alianzas y posibles negocios.

La empresa de Larrea organiza encuentros de networking en el bar habanero 2.45, propiedad del famoso atleta Javier Sotomayor. Los interesados pagan apenas 200 pesos cubanos (menos de un dólar) y tienen acceso al evento.

2.45 es un local que otros empresarios cercanos al régimen han usado para fines similares, entre ellos Hugo Cancio para promover Katapulk y su nueva marca de alimentos.

Otro de los propósitos de Evexcon es coordinar eventos internacionales que visibilicen el emergente sector privado cubano y que le permitan aprender de otros contextos. Antes de aterrizar en Florida en 2023, la mipyme de Larrea ya había conseguido llevar a un grupo de emprendedores a República Dominicana e Isla Margarita, en Venezuela. En Dominicana, incluso, fueron a programas de televisión para promocionar sus negocios.

Otro objetivo en la mira de Larrea parecen ser las sedes diplomáticas afianzadas en La Habana y que históricamente han apoyado a la sociedad civil. A inicios de febrero de 2024, Evexcon publicó en sus redes que Jiří Kozák, viceministro de Exteriores de la República Checa, había acudido a una reunión con mipymeros cubanos junto al embajador de ese país. El encuentro fue gestionado por Evexcon.

Larrea, por tanto, se dedica a prestar servicios a otras empresas privadas, un sector incipiente y diverso, pero en general frágil y con muchos obstáculos, por lo que no está muy claro cómo logra sostener su actividad Exvecon: los viajes o talleres que organiza.

Larrea fue contactado por CubaNet para indagar sobre este y otros temas, como su paso por la Seguridad del Estado, pero se negó a responder cualquier pregunta. Otros clientes de Evexcon tampoco accedieron a ser entrevistados.

Las mipymes como tabla de salvación

Pero entre las funciones Larrea no solo están los asuntos relacionados con los negocios. Su misión también es política: generar un discurso público centrado en mostrar cómo en Cuba está aflorando la iniciativa privada y cómo esta puede ser una salida a la crisis económica que asfixia al país.

Su discurso no es el habitual entre los cuadros comunistas. Es, aunque sin tocar los problemas sistémicos o las violaciones de derechos humanos, más aterrizado. Larrea no pide resistir la miseria con “creatividad”, como ha hecho el gobernante Miguel Díaz -Canel. El empresario presenta a la empresa privada como tabla de salvación para que la gente progrese y solicita medidas concretas para fomentar los emprendimientos.

Larrea, por ejemplo, pide que se permita a las mipymes importar directamente bienes, sin necesidad de recurrir a intermediarios estatales, como sucede en la actualidad.

También reclama al gobierno de Estados Unidos que dé acceso a los particulares cubanos al sistema bancario de ese país. Ambas son reclamaciones recurrentes de los cuentapropistas.

Para él, la posibilidad real de cambiar el panorama cubano recae en el sector privado, no en la oposición política. “Si de transformar, cambiar el panorama cubano se trata, el sector privado cubano ha hecho más en unos años que la llamada oposición en 60 años”, se puede leer en uno de sus artículos de LinkedIn.

Y en esa fórmula de éxito para Cuba ha enfocado su discurso, recalcando que las mipymes son realmente independientes. Larrea reitera esta idea como respuesta a una de las principales críticas que recibe la “nueva” forma de propiedad.

Pero sus detractores señalan la debilidad de este discurso. Para muchos opositores y analistas, las mipymes no son ajenas al régimen, sino una estrategia de este, entre otras cosas, para burlar las sanciones estadounidenses.

Para demostrarlo, argumentan que varias de las nuevas mipymes son directamente de propiedad estatal o surgieron de empresas que eran estatales hasta 2021. También cuestionan que parte de los nuevos negocios son propiedad de testaferros o familiares de personas conectadas a la cúpula del régimen o a agentes de la Seguridad del Estado.

Evexcon, de hecho, tiene entre sus clientes a mipymes, en teoría privadas, que encajan en una o varias de estas categorías.

Aterrizando en Miami

En septiembre de 2023, Larrea llegó a Miami al frente de una delegación de decenas de empresarios cubanos. Durante la administración de Obama, se habían otorgado visas e invitaciones a los emprendedores del momento, Larrea entre ellos, pero nunca la delegación cubana había sido tan numerosa como ahora.

Antes de volar, Larrea debió tramitar su visado, para lo que es obligatorio llenar la planilla DS 160. En este formulario, se pregunta casi al final: “¿Alguna vez ha cometido, ordenado, incitado, ayudado, o de otra manera ha participado en tortura?”. 

Además, en la entrevista posterior con un funcionario estadounidense, es frecuente que este pregunte si la persona que solicita el visado ha trabajado para el régimen directamente.

Dado que Larrea obtuvo su permiso para viajar a Estados Unidos, podemos adivinar que, en sus respuestas a estas preguntas, el antiguo agente “David” no mencionó su paso por un órgano represivo o su contribución a que un opositor como Chaviano fuera torturado en prisión.

Aunque sí otorgaron las visas, “la expedición”, como la llamaron, fue un viaje privado en cuya organización no participó Estados Unidos, por lo que no está muy claro cómo se financió.

Interrogada al respecto, la representación del país norteamericano en La Habana puntualizó a CubaNet que “los representantes del Gobierno estadounidense asistieron a algunos talleres para explicar las normativas vigentes que regulan las transacciones comerciales, pero no desempeñaron ningún papel en la coordinación o en la gestión del programa”. 

Quien sí tuvo un importante rol fue Larrea, que no solo viajó como líder del grupo; sino que seleccionó personalmente a los participantes. En varias entrevistas, ha asegurado que fue Evexcon la encargada de conformar el listado.

“Contrario a lo que piensan muchos en Estados Unidos, de que nosotros somos unos enviados del Gobierno cubano, no es así. Ni los que aquí vinimos fuimos seleccionados por una convocatoria del Estado”, declaró Larrea a OnCuba.

“Los empresarios cubanos que viajaron a Miami son los que confiaron desde un inicio en nosotros, en Evexcon, como empresa privada que ha organizado eventos”, precisó.

Que fue, al menos públicamente, el antiguo agente “David” quién dirigió el viaje a Florida, también ha sido confirmado por Oniel Díaz, socio y gerente general de la compañía de AUGE, otra de las caras principales del sector privado cubano.

Con Larrea organizando desde La Habana, la otra parte del evento fue resuelta por el excongresista floridano Joe García. Este político demócrata es un conocido simpatizante de la normalización de las relaciones entre ambos países y se ha posicionado a favor de las mipymes.

Junto a García, también participó en el encuentro la firma de abogados de Miami Akerman. Este bufete ha asesorado por 20 años a empresarios interesados en hacer negocios en Cuba. Una de sus especialidades es cómo operar en la Isla sin violar el embargo.

Con estos tres pilares: Larrea desde Cuba, y García y Akerman desde Miami, aterrizaron los empresarios cubanos en la capital del exilio para tener intensas jornadas de visitas y reuniones.

¿Quiénes viajaron a Miami?

Durante los primeros días, el programa consistió en paneles y presentaciones. Posteriormente, los cubanos visitaron las oficinas de posibles proveedores y socios comerciales.

El primer negocio que conocieron fue la compañía Crowley, una naviera asentada en Fort Lauderdale que envía carga a la Isla y que también tiene una tienda en línea en la que vende alimentos, que luego envía a Cuba. De ahí pasaron a una constructora, un museo y, finalmente como era esperado, los “mipymeros” se encontraron con Hugo Cancio.

El empresario cubanoamericano insignia del deshielo los recibió en la oficina de la compañía Fuego Enterprises, a la que pertenece su conocida tienda online Katapulk.

La lista de quienes participaron en estas visitas nunca fue publicada. Solo a través de algunos reportes de prensa trascendió que allí estuvieron textileras como Los Hilos de Ariadna, Confecciones Ramos o Zory; una empresa de productos de belleza llamada D’Cabellos; varios emprendimientos tecnológicos; y algunas productoras de alimentos como Conservas El Roble, Media Luna, La Ceiba o Reina Victoria.

Varias de ellas son negocios estrechamente vinculados a la economía estatal. Media Luna, por ejemplo, es la primera mipyme aprobada en Ciego de Ávila y en el pasado reciente fue una empresa alimentaria estatal que luego fue transformada en un “proyecto de desarrollo local” (una forma de empresa público-privada) y que, finalmente, evolucionó a mipyme.

Este peculiar negocio “no estatal” comparte frecuentemente en sus publicaciones en redes sociales discursos de Fidel Castro; rememora con tristeza su muerte y celebra episodios de la Revolución como el aniversario del asalto al cuartel Moncada.

Ya sea por elección, conveniencia o costumbre, lo que proyecta en sus redes sociales es exactamente lo que se esperaría de una empresa controlada por el régimen cubano. Pero Media Luna se presenta como un negocio privado.

Media Luna vende carne y unos 60 productos alimenticios diferentes. Entre ellos están los de frutas procesadas de la línea Tuaba. Dicha marca vende a través de Supermarket23, un negocio previamente investigado por CubaNet, y que es administrado por personas vinculadas a la familia del comandante Guillermo García Frías.

Media Luna no es la única mipyme de la delegación que recientemente era una empresa estatal.

Una historia similar de conversión a mipyme también la protagonizó la Agroindustrial La Ceiba. Este negocio se dedicaba a la exportación de carbón vegetal, una de las actividades tradicionalmente controladas por la poderosa familia García Frías, pero ahora también procesa frutas mayormente destinadas al turismo y la exportación.

Como Media Luna, La Ceiba vende sus mercancías en plataformas online que son mayormente controladas directamente por el régimen o sus testaferros. La Ceiba también es muy activa en redes difundiendo propaganda política y loas a la dictadura cubana.

CubaNet también pudo comprobar, al revisar el programa de actividades de la delegación, que representantes de al menos otras dos mipymes con probados nexos con el régimen cubano viajaron a Miami. Se trata de 25MN SRL y TL38 SRL, dos negocios, vinculados entre sí, que se dedican a la comercialización de alimentos por internet.

El primero de estos negocios fue registrado por Juan Alejandro Quevedo Ponce, hijo de Aníbal Quevedo, testaferro investigado por este medio. El segundo está a nombre de Yureibys Pérez Blanco, quien es cercana a Quevedo padre.

Los dos Quevedos, padre e hijo, así como Pérez Blanco, han representado a empresas creadas en EspañaPanamá y Reino Unido para exportar el carbón vegetal de Alcona, una de las empresas estatales controladas por la familia García Frías. Este grupo también se ha dedicado a manejar páginas de comercio electrónico, entre ellas, Supermarket23.

Estos “mipymeros” no tuvieron que viajar a Estados Unidos porque ya residen allí. Sin embargo, de manera oportuna, decidieron no tener protagonismo en la gira y fueron otros representantes de sus empresas los que hablaron ante el público, como consta en la programación del viaje.

A Miami, junto a estas empresas, también llegaron los representantes de Dofleini, una compañía de software que trabaja para múltiples empresas estatales y que, de hecho, gestiona para el Gobierno el registro de las mipymes. Uno de sus fundadores es actualmente parte de la Asamblea Nacional de Cuba.

Estos ejemplos ponen de relieve una de las críticas que con más frecuencia se han hecho a las mipymes: que crear una no está al alcance de cualquiera. Este parece ser un privilegio, sobre todo si hablamos de grandes negocios, de personas que abiertamente apoyan al régimen y han desarrollado su carrera en altos cargos de empresas estatales. Personas como el propio Larrea.

Larrea regresa a Cuba, pero deja oficina en Miami

A inicios de octubre la delegación de “mipymeros” regresó a la Isla con, que sepamos, un resultado concreto: disponen ahora de una oficina en Miami “de apoyo y coordinación para facilitar las relaciones”. No dieron muchos más detalles al respecto, excepto que es un espacio compartido con una agencia de viajes, en Miami-Dade.

El resto de lo que prometía la visita ha quedado en un escenario dudoso, como la posibilidad de que los empresarios cubanos tengan cuentas de banco en Estados Unidos o pueden operar con dólares en el mercado internacional. Estas son dos reclamaciones básicas de las mipymes, hasta el momento, muy difíciles de lograr porque las sanciones de Estados Unidos impiden que se concreten.

De hecho, que se permita a cubanos usar dólares para comerciar en el exterior, además de una reclamación del nuevo sector privado, también ha sido un viejo anhelo del régimen de La Habana. Para evadir esta prohibición, el sector estatal ha registrado empresas opacas en paraísos fiscales, e, incluso, lo ha hecho en Estados Unidos a través de testaferros.

El académico Juan Antonio Blanco, quien actualmente preside el Laboratorio de Ideas Cuba Siglo 21, opina que con más de 10.000 mipymes aprobadas hasta el momento, no parece sensato asegurar que todas sean controladas y gestionadas por el Gobierno. En ese grupo probablemente converjan el negocio de un cubano común y el de un testaferro, teniendo el segundo mayores posibilidades de éxito. Pero quien difícilmente logre registrar en Cuba una mipyme es la persona que disienta del régimen.

Este uno de los conflictos centrales que rodea el crecimiento del sector privado en Cuba: la discriminación política que acompaña el proceso.

“Un sector verdaderamente privado e independiente en Cuba es una falacia, pues no existen libertades básicas para la propiedad privada, ni un Estado de derecho que las respalde. Lo primero es que necesitas autorización del Gobierno para registrar la mipyme con todo el proceso de filtración que eso lleva, que va desde la base al ministro”, explica el experto, quien resalta que parte de esas revisiones responden a criterios puramente ideológicos.

“Si otro país promoviera una ley de mipymes que vetara a personas negras, LGBTIQ+, mujeres, inmigrantes ya regularizados, Estados Unidos no la apoyaría porque es claramente discriminatoria. Eso es lo que pasa en Cuba, donde se segrega por razones políticas. El proceso de selección liquida las oportunidades de quienes disienten”, asevera Blanco.

A diferencia de lo ocurre en la mayoría de los países, en los que el registro de una empresa consiste en un simple trámite administrativo en el que el Estado solo vela porque se cumplan unos requisitos legales, en Cuba, el proceso está orientado a servir de filtro. Diferentes instituciones del Estado pueden vetar o dar luz verde a un negocio, con independencia de que este cumpla o no con las condiciones establecidas en la ley, algo que el propio Larrea pudo comprobar con el cierre de Scenius, pero que ahora parece obviar.

“Hay que recordar que para que un ciudadano tenga una mipyme debe pasar diferentes filtros de aprobación: el Poder Popular local, el Partido Comunista de Cuba, la Contrainteligencia militar y el Ministerio de Economía y Planificación”, añade el economista Emilio Morales.

El pasado que oculta Larrea

La discriminación incluso alcanza a los simples empleados de un negocio privado. A inicios del pasado enero, el exprisionero político José Antonio Pompa López fue despedido del restaurante Pizzas Pachi, ubicado en calle 17, en El Vedado, La Habana. Pompa contó a este medio que tras presiones de la Seguridad del Estado, el dueño del establecimiento le pidió que no fuera más por haber denunciado a la prensa independiente la falta de atención médica a su hijo pequeño.

Y Pompa no ha sido el único. En febrero el medio ADN América publicó que el artista cubano Álvaro Hernández había sido despedido de la mipyme MadWoman, una agencia de marketing con sede en La Habana. El motivo fue que Álvaro escribió “¡Abajo la dictadura!” en la red social X.

Pero estas son el tipo de cuestiones que Larrea prefiere no abordar en su afán por defender al sector privado cubano.

Poco después de su retorno a La Habana, en una entrevista que concedió al youtuber Guennady Rodríguez, conocido por su apoyo al Partido Demócrata, el fin de las sanciones y el respaldo a los emprendedores cubanos, el agente “David” dio su punto de vista sobre el viaje.

Larrea reiteró lo necesario que sería poder tener cuentas bancarias en Estados Unidos para no verse forzados a volar con efectivo en el bolsillo. También pidió al exilio que compartieran sus experiencias de “trabajo duro” con el sector privado dentro de la Isla. Ellos, según dijo, no veían a los cubanos del exterior solo como fuentes de financiamiento, sino también de conocimiento. Más allá de diferencias políticas, Larrea aseguró, el camino es el entendimiento para cambiar Cuba por vías nuevas.

En ese espacio, también lamentó las críticas y la oposición que han tenido que enfrentar las mipymes. “Estamos recibiendo más rechazo dentro de Cuba que de Estados Unidos”. Después, negó que hubiese infiltrados del Gobierno o del Ministerio del Interior en el grupo. Incluso sostuvo: “Nos acusan de ser privilegiados, de que somos partes del gobierno, pero eso no es así. Sabemos que con el tiempo se esclarecerá.”

Lo que Larrea no abordó en esta o en otras entrevistas o en sus propios artículos, es lo que múltiples fuentes contaron a CubaNet: cómo el agente “David” infiltró a la oposición, cómo visitaba la SINA presentándose como disidente, cómo ayudó a que condenaran a un opositor a 15 años de cárcel.

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Claudia Padrón Cueto

Periodista. Egresada por la universidad de La Habana en 2015 y como máster en Comunicación en 2021 por la Universidad Iberoamericana de México. Ha trabajado como periodista para diferentes medios independientes cubanos y se ha especializado en cobertura a grupos vulnerables y periodismo de investigación.

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