PINAR DEL RÍO, Cuba, septiembre (173.203.82.38) – La primera amiga que tuve fue mi abuela materna. Ella me crió y sus enseñanzas todavía me acompañan. Una noche, en el año 1965, nos dirigíamos abuela y yo al cine de la ciudad. Cuando llegamos escuchamos una algarabía detrás de nosotros. Puertas de autos abriéndose, cerrándose, chirriar de neumáticos y algunos gritos.
Los hombres que bajaron de los autos, y se encaminaron en plan de ataque a un grupo de jóvenes que conversaba en una esquina. Los hombres llevaban en sus manos tijeras y garrotes. Varios transeúntes observaban la escena junto a nosotros. Sentí miedo y apreté fuerte la mano de abuela. Los miedos de la infancia no se olvidan fácilmente.
-¡Vamos a pelar a estos delincuentes contrarrevolucionarios! –gritó una mujer tijera en mano.
Los hombres se abalanzaron contra los muchachos. Todo fue rápido. Algunos de los que miraban apoyaban la acción y se unieron al coro de voces ofensivas. Otros, temerosos, en voz baja, la criticaban.
Subieron a los jóvenes en los autos y en unos minutos el lugar quedó desierto.
-Seguro los llevan para la Estación de Policía –comentó una mujer que caminaba junto a nosotros.
No fuimos al cine, y de regreso a casa, abuela no habló. Su mano apretaba la mía. A la mañana siguiente la escuché conversando con mi abuelo, su compañero hasta la muerte.
-Fue un abuso lo que hicieron. Los muchachos no estaban haciendo nada, sólo conversaban. Nadie sabe adónde irá a parar este país. Esto no anda bien si suceden estas cosas, sólo porque unos jóvenes tienen el pelo largo.
Los abuelos no se habían percatado de mi presencia en la sala. Pregunté:
-¿Por qué hicieron eso, abuela?
Respondió, sentenciosa:
-Nunca apoyes cosas como la que viste anoche. Eso se llama abuso. Un día esos jóvenes tendrán la justicia que merecen. Tal vez yo no la vea, pero llegará, la justicia siempre llega.
Pasó el tiempo. Un día, con un grupo de amigos de la escuela, nos reunimos en un salón, durante el receso, a escuchar un disco de los Beatles. De repente irrumpieron en la habitación dos profesores; nos llevaron a la dirección y mandaron a buscar a nuestros padres. Por aquellos años la música de los Beatles estaba prohibida en Cuba
-La música se compone para escucharla y bailar, no para prohibirla –dijo mi abuela, y a los dos días me cambió de escuela.
Estas cosas, y muchas otras, sucedieron y continúan sucediendo en Cuba. La justicia aún está por llegar. Mis abuelos murieron sin verla. Ya tengo cincuenta y cinco años y pienso que tal vez tampoco yo llegue a conocerla, pero leeré este texto a mi nieto. Es muy posible que él si alcance a verle el rostro a la justicia.