Cuba, la Llave del Golfo: una ubicación geográfica privilegiada
written by CubaNet | miércoles, 24 de mayo, 2023 3:00 am
LA HABANA, Cuba.- El 24 de mayo de 1624 Cuba fue declarada “Llave del Golfo”, no solo por su favorable ubicación a la entrada del Golfo de México, sino también porque desde mediados del siglo XVI se había convertido en un puerto imprescindible para el abastecimiento de las naves que se dirigían lo mismo hacia el norte que hacia el sur.
Por su posición geográfica, que propiciaba un tráfico constante en sus puertos y el control del comercio entre el área del Caribe y el continente, la Isla sufrió frecuentes ataques de corsarios y piratas, hechos que obligaron a su fortificación para evitar las cuantiosas pérdidas que aquellas incursiones generaban.
Eventualmente, la Isla llamó la atención de grandes potencias como Estados Unidos, cuyo secretario de Estado y luego presidente, John Quincy Adams, reconoció su trascendental importancia para los intereses económicos y comerciales de la Unión Americana.
El hábil político subrayó la posición dominante de Cuba en el Golfo y el Mar de las Antillas, a medio camino entre la costa meridional norteña y la isla de Santo Domingo. Ponderó igualmente la importancia del puerto de La Habana, a través del cual se articulaba la mayor parte del comercio entre el Nuevo Mundo y Europa.
Adams estaba convencido de que la coincidencia de vínculos e intereses geográficos entre la Isla y Estados Unidos se había producido por voluntad de la naturaleza. En fecha tan temprana como 1823, vaticinó que los próximos cincuenta años serían decisivos para consolidar un plan de anexión en virtud de salvaguardar la integridad territorial del gigante norteño, con la incorporación de Cuba y Puerto Rico.
Los políticos de la gran Unión se inquietaron ante la ola independentista que sacudió al continente americano en el siglo XIX, y reforzó su vigilancia sobre Cuba, a la que prefería bajo el dominio de España hasta que los Estados Unidos fueran lo suficientemente fuertes y estables como nación para anexarla.
Sin embargo, la condición de Llave del Golfo ha sido también una maldición para el territorio cubano desde 1959. Una vez rotas las relaciones con Estados Unidos, otras potencias buscaron servirse de su proximidad al gigante del norte para ejercer presión política. La Crisis de los Misiles, en octubre de 1962, ha sido hasta hoy el mejor ejemplo de cómo, y en servicio de qué intereses tan peligrosos, puede utilizarse la posición geográfica de Cuba, incluso en perjuicio de la nación y sus habitantes.
Para Rudolph Anderson y los que sobrevivimos hace 60 años, un roble blanco
written by Alberto Méndez Castelló | miércoles, 24 de mayo, 2023 3:00 am
LAS TUNAS, Cuba. — “Usted está exactamente en el sitio donde él cayó”, me dijo Ramón Cirilo Mora Morales, entonces un anciano de 86 años, vecino de Veguita 3 (Banes, Holguín), testigo presencial de la caída del mayor Rudolph Anderson, piloto del avión U-2 derribado por un cohete tierra-aire el 27 de octubre de 1962, día en que el mundo estuvo muy cerca de una guerra nuclear.
El mayor Anderson fue la única baja mortal durante la Crisis de los Misiles, cuando la instalación de armas nucleares soviéticas en Cuba, apuntando a las principales ciudades de Estados Unidos, pudieron incendiar a toda la humanidad con el fuego termonuclear en la tercera y quizás última guerra mundial, si Nikita Jruschov hubiera aceptado la sugerencia de Fidel Castro de ser los “primeros en asestar el golpe nuclear”.
Pensando en aquel cataclismo universal, me agaché en el cañaveral escuálido para tomar y guardar en mi mochila un puñado de tierra húmeda del lugar en que el viejo me dijo: “ahí mismo cayó, yo estaba al otro lado de la línea (ferrocarril), en la tienda de Arturo Jiménez, pagándole 25 pesos que le debía”.
Ese puñado de tierra de Veguita 3 —que hasta hoy no tenía un destino definido y ha permanecido empacado entre mis libros— lo tomé en mis manos el 27 de octubre de 2012, coincidentemente un sábado nublado, como el día del suceso, a las 10:17 de la mañana. Justo a esa hora había caído el piloto estadounidense, cincuenta años atrás, en aquel sitio de la otrora provincia de Oriente adonde fui para escribir una serie de artículos que CubaNet publicó por el medio siglo de la Crisis de los Misiles.
La vida nos depara acontecimientos misteriosos y en mi profesión este fue uno de ellos. Así lo sentí aquel día, hace diez años, cuando me relató la historia la misma persona que entonces llamé “señor López”, y que suturaría heridas recibidas por un accidente de tránsito a uno de los artilleros rusos que derribó el U-2, y luego también cosería las desgarraduras en el cadáver del piloto estadounidense.
Esta mañana experimenté una luz como aquel día, cuando fui al cuarto donde murió mi madre y agonizó mi padre, y donde entre libros y periódicos viejos, todos estos años, permaneció la tierra de Veguita 3 sobre la que cayó el cadáver de Rudolph Anderson, atado a la silla del U-2, del que no pudo catapultarse porque, según los expertos, murió instantáneamente, sin oxígeno, a más de 20 kilómetros de altura, cuando una esquirla de la metralla debió rasgar su traje reglamentario.
La luz que vi, imaginé o sentí abrasadora cuando esta mañana otra vez tuve en las manos el envoltorio de tierra, me llevó a la pregunta: ¿qué hubiera sucedido si tras el derribo del U-2 y la muerte del piloto Anderson, Estados Unidos hubiera respondido del mismo modo, con fuego contra Cuba? Recordarán los lectores que, durante todos esos días, los estadounidenses mantuvieron desde sus bases en Florida decenas de misiles (algunos con cargas nucleares) preparados para interceptar los cohetes soviéticos si eran disparados desde Cuba. En el espacio aéreo permanecieron bombarderos con armas nucleares, protegidos por cazas.
El señor López me aseguró que durante todo el tiempo que ellos estuvieron suturando y aplicando formol al cadáver del mayor Anderson, en la preparación inicial antes de enviarlo a Santiago de Cuba para su traslado a La Habana, le impresionó que, mientras ellos hacían el trabajo necrológico, todos los jefes militares cubanos que allí se encontraban, entraban, miraban y salían, viéndoseles muy preocupados, porque era como si con aquel americano muerto “hubiera comenzado la guerra termonuclear”, dijo.
En aquella oportunidad, López también diría que el día del derribo del U-2, los oficiales soviéticos con los que tenía relaciones amistosas y se encontraban destacados en La Anita, un barrio rural relativamente próximo a Banes, luego vinieron a su casa, donde acostumbraban a pasar ratos bebiendo. De allí fueron al lugar en que cayó el avión, donde el jefe político de la batería, Nicolai Grechanik, bromeando le chapurreó: “Gavana gavarit (Habana habló). Anderson dormir, soldat cubano”. Era algo impensable que un jefe militar en la Isla hubiera ordenado derribar el avión estadounidense, cuando el Estado cubano carecía de jurisdicción legal, política y militar en el territorio donde estaban emplazadas las fuerzas armadas soviéticas.
Afortunadamente, y por la mesura del presidente Kennedy y del gobernante soviético Nikita Jruschov, el destello de luz cegador sólo se ha producido en mi mente. La guerra nuclear que intentó desatar Fidel Castro en mensaje dirigido el 26 de octubre de 1962 al mandatario de la URSS, no se produjo. La humanidad sigue viva; sólo uno de sus hijos, Rudolph Anderson, murió.
En 2014 visité varias ciudades de Estados Unidos, entre ellas Greenville, Carolina del Sur, la ciudad donde nació el piloto derribado en Cuba; y pensé llevar a su tierra natal el puñado de suelo cubano donde cayó, para esparcirlo junto a un roble americano, en un parque cualquiera. Luego pensé que al lugar donde nació el caído, no debía llevarse tierra del sitio de su muerte.
Así permaneció ese terrón de Veguita 3 entre mis libros, hasta hoy. Sobre él plantaré, en mi tierra, un roble blanco para Rudolph Anderson y todos los que sobrevivimos hace 60 años, cuando la humanidad estuvo al borde de la muerte.
A la izquierda, un roble blanco en honor a los sobrevivientes de la Crisis de los misiles; a la derecha, un terrón recogido en el lugar donde cayeron los restos de Rudolph Anderson (Fotos del autor)
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Kennedy, Fidel Castro y las negociaciones secretas durante la Crisis de los Misiles
written by Alberto Méndez Castelló | miércoles, 24 de mayo, 2023 3:00 am
LAS TUNAS, Cuba. — En un discurso conmovedor, como quizás nunca antes había sido pronunciado en la nación estadounidense, a las 19:00 horas (7:00 PM) del 22 de octubre de 1962, el presidente John F. Kennedy informó de la instalación en Cuba de misiles balísticos soviéticos con capacidad nuclear; comenzaba así, de forma pública, la Crisis de los misiles.
El mundo estuvo al borde de una guerra termonuclear mundial en la que “en el fuego de la guerra se quemaría Cuba”, según dijo Nikita Jrushchov a Fidel Castro cuando éste propuso al gobernante soviético que fueran ellos los “primeros en asestar el golpe nuclear contra el territorio enemigo”, Estados Unidos.
Contrariamente a la postura de Fidel Castro, en aquel discurso que ahora cumple 60 años, Kennedy dijo a la nación estadounidense y al mundo: “No vamos a arriesgarnos prematura o innecesariamente a solventar los costos de una guerra nuclear mundial en la que incluso los frutos de la victoria serían como cenizas en nuestras bocas. Pero tampoco vamos a retroceder ante ese riesgo en cualquier momento que debamos enfrentarlo”.
En aquella ocasión se dijo que los misiles habían sido detectados mediante fotografías tomadas por un avión U-2, pero, en realidad, las imágenes aéreas fueron obtenidas en lo que en la jerga del trabajo secreto se llama combinación operativa. Se trató de una modelación que en este caso sirvió con un doble propósito: verificar la señal obtenida de forma secreta y, a la vez, a través de las propias fotografías, hacer la información pública, tratando de mantener secreta la clandestinidad del agente (el coronel de la inteligencia soviética Oleg Penkovsky), quien había proporcionado a los estadounidenses los datos precisos de los emplazamientos de los misiles que luego el U-2 fotografiaría. Así y todo esa combinación de enmascaramiento, el coronel Penkovsky fue descubierto, detenido, torturado y asesinado.
En su discurso del 22 de octubre, Kennedy informó de una “estricta cuarentena” a todos los barcos soviéticos que se dirigieran a Cuba con armamento ofensivo, por lo que el archipiélago cubano fue sometido a un bloqueo naval y aéreo como nunca antes en su historia. Las fuerzas navales estuvieron formadas por 85 000 hombres y 183 buques, incluidos tres submarinos y ocho portaaviones; mientras que la fuerza aérea estuvo compuesta por 2 142 aviones, incluidos los de los portaaviones, una fuerza que estaba compuesta por 75 bombarderos pesados y medianos, 145 aviones de exploración, 165 de patrullas antisubmarinas, 600 de transporte, 790 cazabombarderos y 367 cazas interceptores.
De llegar a invadir el territorio cubano, la fuerza aérea estadounidense tenía planificado sólo para el primer día de batalla 1 190 incursiones, para las que habían alistado 579 aviones de combate.
Así y todo, con suministros para 15 días de contienda, Kennedy optó por la fuerza del bloqueo como medida disuasoria y también por la negociación, realizada por canales diplomáticos con Nikita Jrushchov, con el que, como se sabe, logró un acuerdo pacífico que libró a la humanidad de una guerra mundial nuclear, acuerdo al que, concerniente a Cuba y su influencia comunista en la región, el presidente estadounidense no llegó con Fidel Castro, pese intentarlo empleando negociadores confidenciales.
Quizás, según historiadores estadounidenses, uno de los secretos más guardados sobre la Crisis de los misiles fue la negociación llevada a cabo entre Kennedy y Fidel Castro a través de diplomáticos brasileños mucho tiempo antes de que se desatara la crisis que pusiera al mundo en peligro de destrucción.
Es conocido que el 22 de abril de 1962, el embajador de Brasil en Cuba, Luis Bastian Pinto, se reunió con Fidel Castro para sugerirle que se distanciara de Moscú, ofreciéndole su ayuda y la de su gobierno para servir como intermediario en el conflicto cubano-estadounidense, afirmándole que Brasil era la única vía con real comunicación entre Cuba y Estados Unidos.
El secretario de Estado Dean Rusk había asegurado al ministro de Relaciones Exteriores brasileño, San Tiago Danta, que, desde el punto de vista de Estados Unidos, sólo dos cosas no eran negociables con Cuba: sus vínculos directos con Moscú y los actos subversivos cubanos en otros países del continente. Fidel Castro fue evasivo y se comprometió con el diplomático brasileño, diciéndole que pronto se encontraría con él con propuestas concretas, cosa que nunca hizo.
Kennedy llegó a utilizar al presidente argelino Ben Bella, de visita en Washington el 15 de octubre de 1962, como emisario con Fidel Castro para que dijera a éste, cuando viajara a La Habana al día siguiente, que Estados Unidos no tenía inconvenientes para que en Cuba hubiera un régimen comunista nacional, siempre y cuando no fuera un instrumento del poder militar soviético en la región. Pero cuando una semana antes de desencadenarse la Crisis de los misiles el presidente argelino transmitió el mensaje de Kennedy a Fidel Castro, ya Cuba y los cubanos estaban atados a Moscú, como todavía lo están hoy.
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Michael Davis, el piloto estadounidense que descubrió los misiles nucleares instalados en Cuba
written by CubaNet | miércoles, 24 de mayo, 2023 3:00 am
MIAMI, Estados Unidos. – Profundo en el sótano de la sede del Comando Aéreo Estratégico (SAC, por sus siglas en inglés), en la Base de la Fuerza Aérea de Offutt, el piloto de primera clase Michael Davis estudiaba fotos en blanco y negro a través de una lente de aumento, un día de octubre de 1962, cuando notó algunos objetos “en forma de cigarro”.
Así describe el Omaha World-Herald el descubrimiento por parte de EE. UU. de la presencia de misiles soviéticos de mediano alcance en la Isla, a 90 millas de las costas estadounidenses y en plena Guerra Fría.
Viendo las fotos tomadas por un avión de reconocimiento, Davis sabía que había algo fuera de lo común. Aunque solo tenía 24 años, desde hacía tres estudiaba las fotografías que tomaban los U-2 sobre Cuba.
“Mayor, eche un vistazo a esto”, dijo Davis a un oficial. “Creo que será mejor que llame al coronel”.
Los “puros” cubanos que detectó Davis eran en realidad los misiles, en la parte trasera de los camiones de transporte. El comandante del SAC, general Thomas Power, miró las fotos. Al día siguiente, el presidente fue informado. Durante las dos semanas siguientes, Estados Unidos y la Unión Soviética se volcaron en lo que se conoció como la Crisis de los Misiles, la Crisis del Caribe o la Crisis de Octubre (depende del punto del planeta donde se le nombre).
Davis no pudo compartir su descubrimiento secreto, por supuesto, pero fue nombrado “piloto del mes” de Offutt y recibió un pase de tres días, según contó él mismo a The World-Herald en 2002.
En ese año, el piloto estadounidense también fue inducido en el Salón de la Fama del SAC por su “impacto significativo en el servicio al SAC o su misión”.
La Crisis de los Misiles
En octubre de 1962, hace 60 años, el presidente John F. Kennedy recibió una información inaudita: los soviéticos estaban haciendo de Cuba una base de armas nucleares que apuntaban a Estados Unidos.
Seis días emplearon el presidente y sus asesores, en el Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional, para corroborar, por medios técnicos, y evaluar la información obtenida a través de un agente de inteligencia.
Pero las fotografías, tomadas por los aviones U-2 de reconocimiento, venían a comprobar lo informado por el Coronel Oleg Penkovsky a los oficiales estadounidenses: 42 proyectiles de alcance medio y un regimiento de armas nucleares tácticas estaban siendo instalados en Cuba.
Baterías de cohetes tierra-aire de defensa antiaérea, con 30 km de alcance, habían sido desplegados para proteger las armas nucleares estratégicas.
La fuerzas armadas cubanas estaban siendo reforzadas con lanchas coheteriles, aviones MIG-21, y brigadas motorizadas dotadas con blindados y tanques de infantería del ejército soviético.
A lo largo de la Isla ya estaban emplazadas, o se emplazaban a toda velocidad, armas de destrucción masiva, apuntando contra suelo estadounidense.
A las 7:00 p.m. del 22 de octubre, el presidente Kennedy se dirigió a su país y a la opinión pública internacional, por radio y televisión. Es cuando el mundo conoce que está al borde de una guerra termonuclear.
Kennedy exigió a la Unión Soviética que debía retirar esos proyectiles de Cuba o arriesgarse a una guerra, y anunció el bloqueo naval a la Isla para impedir la llegada de nuevos misiles.
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¡Nikita, lo que se da no se quita!
written by Tania Díaz Castro | miércoles, 24 de mayo, 2023 3:00 am
LA HABANA, Cuba. – Tras el quinto aniversario de la muerte de Fidel Castro, el pasado 25 de noviembre de 2021, cabe recordar aquellos terribles días que vivimos los cubanos durante la Crisis de los Misiles, cuando estuvimos a punto de desaparecer del mapa por primera vez en nuestra historia.
Todo comenzó el día 3 de julio de 1962, cuando a Raúl Castro, estando en una casa de protocolo del Kremlin, le dieron a firmar el documento más importante de su vida: la aprobación para instalar en la Isla misiles con cabezas nucleares.
Dicen que sus manos temblaban y que no podía ocultar su nerviosismo, que lo acompañaban varios colaboradores de Nikita Kruschev y que preguntó: “¿Cómo acabará todo esto?”.
Luego, tuvo una larga conversación con su hermano Fidel y con Ernesto Guevara. Nunca se supo lo que hablaron, pero era de imaginar que aquellos tres hombres estaban de acuerdo con los dirigentes soviéticos, sobre todo cuando Cuba comenzaba a tener dificultades económicas por la escasez de productos alimenticios.
A finales de ese mes, el panorama cubano comienza a cambiar, cuando seis naves soviéticas descargan armas y militares en puertos habaneros y días después el régimen manda a fusilar a casi 500 activistas anticastristas.
Todo estaba listo para una invasión: mientras los países de la OEA expulsan a Fidel Castro y allá en la URSS Kruschev ve tambalearse el socialismo luego de la construcción del muro de Berlín.
En su dacha de Peredelkino, muy cerca de Moscú, con el Politburó reunido junto al corresponsal de la Agencia Tass, pidió que convencieran a Castro de que “no existía otra opción para garantizar la defensa de Cuba que asustar a Kennedy con una guerra de misiles, aunque se sabía que el presidente norteamericano no sería capaz de aceptarla, como lo haría cualquier cretino”.
Fidel consultó la propuesta del Kremlin. Consultó a toda su camarilla política. ¿Cómo convencer a la izquierda latinoamericana, que empezaba a dudar de él, de que no se había convertido en un satélite de la URSS? El Che le dio la razón a Kruschev: “Cualquier cosa que pueda detener a los yanquis merece la pena”, dijo.
Cuando Raúl llegó a Cuba el 17 de julio, luego de varias reuniones, Fidel firmó el acuerdo de la instalación de 40 plataformas de lanzamiento de misiles y envió a Moscú la copia firmada con el Che Guevara y Emilio Aragonés, jefe de las Milicias. Estos le pidieron a Nikita que hiciera público el Acuerdo, según deseo de Fidel, y Nikita respondió: “De eso nada”. Entonces el Che preguntó: “¿Y qué sucedería si los yaquis atacaran a Cuba?”. Kruschev se encogió de hombros y casi se rió. El Che propuso que firmaran todos y Kruschev exclamó: “Yo firmaré cuando vaya a Cuba próximamente”.
En realidad, desde mayo de 1962, la flota soviética había comenzado a instalar bases de lanzamiento y, en julio, ya los buques soviéticos habían comenzado a descargar lo necesario para la “Operación Corsario”, como se llamó en Moscú.
Ya en octubre de ese año había 43 000 soldados soviéticos en la Isla y numerosos misiles nucleares apuntados a Estados Unidos, que podían causar la muerte a 80 millones de estadounidenses.
El mundo se estremecía al borde de una tercera guerra mundial, mientras Fidel pedía a Kruschev que atacara primero en caso de invasión a Cuba.
Al final de la historia, triunfa la paz y la cordura. No obstante, Castro nunca se quitó su uniforme de guerra. Colérico, convocó a un gran mitin el 1 de noviembre. Al cabo de más de 60 años, todavía se recuerda aquella consigna suya para que un pueblo se movilizara y coreara en términos ofensivos: “Nikita, mariquita, lo que se da no se quita”. Esa fue su venganza. Ni siquiera obtuvo sus cinco condiciones para recibir a los inspectores de la ONU.
El 5 de diciembre, todavía enfurruñado al no formar parte del acuerdo de la Crisis de los Misiles, confisca miles de comercios de ropa, zapaterías y ferreterías.
Fuentes:
Cuba-Estados Unidos, Cronología. Jane Franklin, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2015.
Castro el desleal, por Serge Raffy, septiembre 2004, Madrid.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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“The Courier”, o cómo el castrismo casi extingue a la humanidad
written by Alejandro Ríos | miércoles, 24 de mayo, 2023 3:00 am
MIAMI, Estados Unidos.- Desde que se aliara al sistema comunista internacional, el castrismo mostró su habilidad de influencia y expansión no solo en el área latinoamericana, sino en otros lugares distantes y ajenos del mundo, donde cumplieron los designios de la Unión Soviética, como uno de sus más rebeldes y diligentes satélites.
Las escasas obras artísticas que se aproximan a narrar capítulos de tan perniciosas aventuras son bienvenidas y convenientes para las nuevas generaciones.
Existe, por supuesto, una notable diferencia entre los amagos del actual socialismo, disfrazado de oveja, que florece en los Estados Unidos y en otros países democráticos, y aquel universo original, complejo y represivo, aislado por el muro de Berlín, donde el comunismo se sentía a sus anchas desde el punto de vista geopolítico, impelido por líderes reconocidos y respetados en organizaciones internacionales —aunque cometieran crímenes de lesa humanidad— así como por influyentes artistas e intelectuales, de no menos celebridad, quienes solían recibir el Premio Stalin por la Paz, transformado luego en Premio Lenin cuando Nikita Khrushchev denunció, precisamente, los atropellos del estalinismo.
Vale la pena mencionar algunos de los creadores que merecieron dichos galardones, sin entrar a considerar que provenían de regímenes dictatoriales y enaltecían figuras nefastas para el bienestar de la humanidad: Jorge Amado, Anna Seghers, Ilya Ehrenburg, Paul Robeson, Pablo Neruda, Bertolt Brecht, Nicolás Guillén, Louis Aragon, Pablo Picasso, Oscar Niemeyer, Rafael Alberti, Miguel Ángel Asturias, Joris Ivens y Miguel Otero Silva, entre otros.
Eran unas relaciones tan cómplices y oportunistas, que estos famosos culturales no tuvieron miramientos para compartir, con el paso del tiempo, la nómina de premios con crueles dictadores como Fidel Castro, Leonid Brezhnev, János Kádár, Sukarno y el propio Khrushchev.
Afortunadamente el mundo cambió y solo Corea del Norte, China, Laos, Vietnam, Cuba, Nicaragua y Venezuela integran los últimos bastiones de un sistema social en bancarrota, porque el tristemente célebre “campo socialista” ya se disipó para beneficio de la humanidad.
A propósito de estas circunstancias, ahora se puede disfrutar en diversas plataformas de streaming, así como en algunas salas de cine, el thriller político “The Courier” (El mensajero), que vuelve a remontar los tiempos de la llamada guerra fría, cuando el enfrentamiento ideológico no se andaba con suspicacias y a los soviéticos se les ocurrió instalar cohetes, con potenciales ojivas nucleares, en Cuba, dando lugar a la peligrosa Crisis de Octubre o de los Misiles en 1962, cuando estuvimos cerca de la tercera conflagración mundial.
En esta ocasión, la historia se cuenta desde la perspectiva de dos personas que revelaron el secreto militar ofensivo de los soviéticos a las agencias occidentales de inteligencia: un hombre de negocios británico, sin ningún otro atributo, Greville Wynne, y el coronel de la nomenclatura militar soviética Oleg Penkovsky.
Para el primero constituyó una insospechada y peligrosa tarea patriótica de espionaje aficionado. Mientras que, para el militar ruso, veterano de la Segunda Guerra Mundial, leninista convencido, la idea era evitar la escalada de la carrera armamentista en el área nuclear.
La película muestra, en detalle, dos sociedades en las antípodas, una vigilada, represiva, donde los antagonistas son eliminados físicamente y los niños sufren el adoctrinamiento ideológico, entre otras atrocidades.
Y la democracia, con sus errores enmendables, de personas libres, capaces de enfrentarse, duramente, al bullying de funcionarios gubernamentales mediante francas discusiones. Un mundo que corresponde a la realidad del ser humano con sus ambiciones, esperanzas y frustraciones.
Cuando Penkovsky logra viajar a Londres, como parte de una delegación comercial, Wynne lo invita a cenar a su casa. Gesto que no puede reciprocar el militar ruso porque en la URSS le tienen prohibido agasajar a un extranjero en su hogar.
Estas y otras divergencias son constantemente recordadas, como lecciones oportunas para las nuevas generaciones nacidas y criadas en libertad que, extrañamente, suelen buscar una alternativa social a su suerte con un supuesto socialismo democrático.
La película presenta la reveladora reunión de Khrushchev con los cabecillas de su dictadura del proletariado, donde discuten sobre una isla del Caribe a donde han extendido su influencia.
Durante el encuentro, cierto burócrata comenta despectivo: “Cuba ha dado más problemas de lo que vale. Es nuestro único punto en América Latina pero demasiado aislada, no podemos expandirnos desde allí, es un punto débil para nosotros”.
A lo cual responde Khrushchev: “Pero podemos convertirlo en un punto débil para los estadounidenses”, idea que dio lugar a la siniestra instalación de las armas nucleares a pocas millas de territorio americano, por primera vez en la historia.
“The Courier” es una película a la vieja usanza, de héroes y traidores, sin el agobio y la hipocresía de los nuevos parámetros de realización en Hollywood.
Atañe un asunto siempre tan emergente como el de salvar a la humanidad de una ideología donde la crueldad y la violencia se ponen en práctica para sojuzgar al prójimo, a como dé lugar, sin valorar las aciagas consecuencias.
Cine Cubano en Trance con Alejandro Ríos.
Dilucidar la isla y su cultura a partir del séptimo arte que la denota. La intensa quimera de creadores, tanto nacionales como foráneos, que no cesan de manifestar una solidaria curiosidad por tan compleja realidad, es parte consustancial de esta sección
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Gracias, Nikita Jrushchov
written by Ileana Fuentes | miércoles, 24 de mayo, 2023 3:00 am
Nikita Jrushchov y Fidel Castro (Foto: Sputnik/Yuri Abramovich)
MIAMI, Estados Unidos. – No sabemos bien los cubanos cuánto le debemos al tosco primer ministro soviético que dirigió la URSS entre 1953 y 1964, primero como primer secretario del Partido Comunista soviético, y luego también como presidente del Consejo de Ministros, y bajo cuyo patrocinio consolidó el poder en Cuba el máximo desequilibrado que fue Fidel Castro.
No se lo imaginó en su momento nadie, ni los 7,4 millones de cubanos que existían en la Isla en octubre de 1962, ni los 186,5 millones de estadounidenses que habitaban “el imperio” en esa fecha, ni los habitantes de la cuenca del Caribe en aquel entonces.
¿Quién hubiera podido imaginarse lo que vendría si en vez de haber tenido Jrushchov las riendas del poder en Moscú, las hubiera tenido su predecesor ―el sanguinario Josef Stalin― o su sucesor ―el burócrata Leonid Breschnev―, ambos mucho más fríos e inescrupulosos que el viejo Nikita?
Recapitulemos los eventos: a petición del propio Fidel Castro, envalentonado luego del intento estadounidense de invasión por Bahía de Cochinos en abril de 1961 ―que Cuba convirtiera en la victoria de Girón―, la URSS desplazó misiles nucleares hacia Cuba a partir de julio de 1962. Cuando Estados Unidos descubrió las bases nucleares en la Isla mediante reconocimiento aéreo de un avión U-2 de sus Fuerzas Aéreas, el presidente John F. Kennedy exigió a su contraparte ruso el retiro de los misiles. El día 22 de octubre, Estados Unidos ordenó el bloqueo naval de la Isla, y luego de varios días de negociaciones, Jrushchov y Kennedy llegaron a un acuerdo de retirar los misiles de Cuba a cambio del retiro de los misiles estadounidenses de una base turca.
El quid pro quo ruso-norteamericano enfureció al Comandante-en-Jefe. Se sabe que se sintió ninguneado por ambos imperios. El 26 de octubre de ese año, Castro, el gestor del “patria-o-muerte”, le escribía a su “querido camarada Jrushchov” la siguiente súplica:
“En este momento quiero hacerle partícipe de mi opinión personal. Si… los imperialistas invaden a Cuba con el objetivo de ocuparla, el peligro que esa política agresiva representa para la humanidad es tan grande que tras tener lugar ese hecho la Unión Soviética no debe nunca permitir circunstancia alguna en que los imperialistas puedan ser los primeros en lanzar un ataque nuclear contra ella.
Le manifiesto lo anterior porque yo creo que la agresividad de los imperialistas es extremadamente peligrosa y que si ellos de hecho llevan a cabo el acto brutal de invadir a Cuba en violación de la ley y la moral internacional, ese sería el momento para eliminar tal peligro de una vez y para siempre a través de un acto de legítima defensa, y aunque se trataría de una solución dura y terrible no hay otra alternativa.”
La “solución dura y terrible” no era otra que un ataque nuclear desde Cuba hacia Estados Unidos, lo que hubiera sido, sin duda, el principio de una tercera guerra mundial, y en este caso, una guerra termonuclear. En su demencial egocentrismo, Fidel Castro concovaba a “la guerra final de los tiempos contra las naciones del hombre” que se anuncia en el capítulo 16, versículo 16 del libro bíblico del Apocalipsis: el Armagedón.
En 2010, Jeffrey Goldberg, periodista de The Atlantic, entrevistó al ya enfermo y jubilado Fidel Castro. Entre los muchos temas de los que hablaron, Goldberg le preguntó si a esas alturas aún le parecía que su petición a Jruschov de atacar a los Estados Unidos había sido lógica. Castro le contestó: “Después de haber visto lo que he visto y sabiendo lo que sé hoy día, nada de aquello valió la pena”.
Una respuesta cínica, soberbia e impenitente de quien no había dudado ni un segundo en causar la destrucción de la civilización humana medio siglo antes. Ese era el diabólico Fidel Castro. Todo aquel que desde el poder en Cuba hable de continuidad o se inspire en las palabras del Comandante, no hace otra cosa que convocar a Cuba a la destrucción total, algo a lo que estuvo dispuesto el máximo orate.
Ese 30 de octubre, un muy-cuerdo y sereno Nikita Jruschov le contestaba a su “estimado camarada Fidel”:
“En su cable del 27 de octubre usted propuso que deberíamos ser los primeros en llevar a cabo un ataque nuclear contra el territorio enemigo. Naturalmente, usted comprende a dónde nos hubiera llevado. No hubiera sido un simple golpe, sino el comienzo de una guerra mundial termonuclear.
Estimado camarada Fidel Castro, encuentro su propuesta equivocada… Hemos vivido unos momentos muy graves, una guerra termonuclear global pudo haber estallado… Los Estados Unidos hubieran sufrido enormes pérdidas, pero la Unión Soviética y todo el bloque socialista también hubiera sufrido grandemente. Es difícil decir cómo hubieran terminado las cosas para el pueblo cubano. Ante todo, Cuba se hubiera quemado en los fuegos de la guerra. Sin duda el pueblo cubano hubiera luchado valientemente pero, también sin duda, el pueblo cubano hubiera perecido…”.
Si se tiene en cuenta el alcance de una explosión atómica del calibre disponible en 1962, que bien podía alcanzar un radio de 25 a 30 kilómetros, los 7,4 millones de cubanos en la Isla hubieran perecido, o sufrido quemaduras y mutilaciones irreparables. Eso sin contar un probable contraataque estadounidense. Una quinta o sexta parte de los 186,5 millones de norteamericanos también hubiera sufrido semejantes bajas, dependiendo del número de misiles que se dispararan hacia el norte, y hacia cuáles centros urbanos.
No podemos imaginarnos las repercusiones a medio y largo plazo. Lo cierto es que no hubieran nacido los 4 millones de cubanos que nacieron después de 1962. La historia hubiera alterado la consigna de optatividad “patria o muerte” a la de un destino fatídico de “patria y muerte”. Quizás Wikipedia indicaría: “Cuba: país que existió entre 1492 y 1962. Actual desierto”.
En sus memorias, publicadas en 1970 y 1974, Nikita Jrushchov dice sobre Fidel Castro: “Castro era un extremista exaltado, un fanático” que “no comprendió nunca que los misiles soviéticos se colocaron en Cuba para impedir un ataque norteamericano a la Isla, y no para atacar a los Estados Unidos”. Gracias, Nikita Jrushchov, por salvarnos de un genocida.
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La carta de Fidel Castro a Nikita Krushchev que llegó tarde
written by Tania Díaz Castro | miércoles, 24 de mayo, 2023 3:00 am
Fidel Castro y Nikita Krushchev en propaganda de la época. Foto tomada de Internet (antikbar.co.uk)
LA HABANA, Cuba.- Hace apenas dos años los cubanos de la Isla y del exilio nos enteramos que la famosa carta que Fidel Castro envió a Nikita Krushchev el 26 de octubre de 1962, para que disparara primero durante la Crisis de los Misiles, en una situación que puso al mundo al borde del holocausto, no llegó a tiempo.
Según relató el Teniente Coronel retirado Jorge Hernández Garaboto al periódico Juventud Rebelde ese mismo día, pero de 2018, mientras escribía la carta, Fidel había ordenado abrir fuego contra los aviones norteamericanos que inspeccionaban los cohetes nucleares ya descubiertos en San Cristóbal, perteneciente en ese entonces a la provincia de Pinar del Río.
Contó Garaboto que Castro incluso decretó la Alarma de Combate de las Fuerzas Revolucionarias para vencer al Imperialismo cuatro días antes: divisiones de infantería, brigadas de tanques y artillería, batallones independientes con grupos de artillería reactiva, morteros de 120 milímetros, unidades navales de la Marina de Guerra Revolucionaria, baterías de artillería antiaérea, aviones de combate y 269 000 hombres sobre las armas en la primera hora.
Pero el Teniente Coronel nada dijo sobre la visita que Fidel Castro hizo a la Embajada Soviética las noches del 26 y el 27 de octubre de 1962, cuando y donde la carta fue traducida para ser enviada a Nikita Krushchev; una carta que, según el periodista oficialista Elier Ramírez Cañedo, no llegó a tiempo, “…por lo que la URSS, sin contar con la dirección cubana, negoció con Kennedy de manera subrepticia la salida de los cohetes nucleares”, y evitó así una tercera guerra mundial, donde Cuba hubiera desaparecido del mapa.
Dijo Elier Ramírez que el embajador soviético de entonces, Alexander I. Alexeyev, relató que aquella noche de octubre Fidel visitó la sede diplomática y le dictó la misiva para que la hiciera llegar a su destinatario cuanto antes; contó que, estando él todavía allí, remitió un breve cifrado en el que informaba sobre la posibilidad del ataque a Cuba. Unas horas antes los militares de la Embajada habían enviado un telegrama a Moscú en los mismos términos preocupantes.
Foto tomada de Granma
El periodista concluyó su relato de 2018, a 56 años de transcurrido el hecho, asegurando que “aún se intenta tergiversar aquella historia”, que es tan clara como el agua, pues el mismo Krushchev respondió a Fidel: …usted nos propuso que fuéramos los primeros en asestar el golpe nuclear contra el territorio del enemigo. Usted, desde luego, comprende a qué llevaría esto. No sería un simple golpe, sino el inicio de la guerra termonuclear”. A lo que Fidel ripostó: “Nosotros sabíamos, no presuma usted que lo ignorábamos, que habríamos de ser exterminados, como insinúa en su carta, en caso de estallar la guerra termonuclear. Sin embargo, no por eso le pedimos que retirara los proyectiles, no por eso le pedimos que cediera (…) sino que en caso de ataque exterior, y se convirtieran los imperialistas por ese hecho en agresores contra Cuba y contra la URSS, se le respondiera con un golpe aniquilador”.
Cuando el periodista oficialista describió la carta no mencionó dos pequeños párrafos que llaman mucho la atención: “Puede estar seguro que resistiremos firme y decididamente el ataque sea cual fuera. El estado moral del pueblo cubano es sumamente alto y se enfrentará al agresor heroicamente”.
Pero, ¿sabía el pueblo cubano lo que estaba pasando en esos momentos en la Isla? ¿Sabía de la existencia de los cohetes nucleares, instalados en secreto en el territorio nacional? Por supuesto que no. ¿Con qué se defendería el pueblo, con sus cazuelas vacías y sus zapatos rotos?
Por último, el periodista cubano aseguró que dichas cartas han sido utilizadas para sostener la versión de que a los soviéticos, ante las “propuestas irracionales” del líder cubano, no les quedó más remedio que negociar con Estados Unidos de espaldas a la dirección de la Isla.
Más tarde Krushchev fue destituido de forma deshonrosa por el Pleno del Partido de la URSS, pero, ¿no había sido el hombre que evitó una tercera guerra mundial, el hombre que salvó la vida de millones de cubanos, de millones de norteamericanos y de soviéticos?
Una última pregunta: ¿Será que la carta en la que Fidel le aconsejó al viejito Krushchev que disparara primero fue detenida a tiempo en algún buró del Kremlin, o de la KGB, y es al Kremlin y a la KGB a quienes les debemos que hoy 12 millones de cubanos vivan en la Isla, y que más dos millones lo hagan en Estados Unidos?
La lección que tuvimos no fue reconocida jamás por el iluminado líder cubano. La crisis de octubre resultó su mayor fracaso: desapareció el comunismo soviético y fracasó su propósito de invadir a Estados Unidos, aunque desapareciera Cuba del mapa.
Todo gracias a aquella carta suya del día 26 que no llegó a tiempo.
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La guerra nuclear que le pidió Castro a Jruschov
written by Tania Díaz Castro | miércoles, 24 de mayo, 2023 3:00 am
Nikita Jruschov, Fidel Castro y John F Kennedy (foto: american.edu)
LA HABANA, Cuba. – Miente una vez más. Y cuando un periódico nacional de un país miente, es algo muy grave. Pierde confiabilidad. Pero, ¿le interesa acaso cuidar su confiabilidad, precisamente a este periódico fundado por Fidel Castro, para él, por él y siempre para él, en plena efervescencia de su dictadura?
Hace apenas unos días Granma publicó en primera plana que el dictador muerto había escrito el 15 de octubre del 2010, en alusión a una posible guerra entre Estados Unidos e Irán, que nadie puede darse el lujo de ser indiferente a la guerra, que el uso de las armas nucleares en una nueva guerra implicaría el fin de la humanidad, como lo previó el científico Albert Einstein.
Pero, ¿no fue este el mismo Fidel, en medio de las locuras de su época, quien en 1962 no sólo pudo darse el lujo de ser indiferente a la guerra, sino que se empeñó en provocarla?
Si Granma perdió la memoria, muchos la conservan.
El 26 de octubre de 1962, Fidel envió una carta al señor Nikita Jruschov, jefe máximo de la extinta URSS, pidiéndole que iniciara la guerra con sus cohetes nucleares antes de que Estados Unidos invadiera a Cuba, “en un acto de la más legítima defensa –dijo-, por dura y terrible que fuese la solución, porque no habría otra”.
Esta terrible carta, a espaldas del pueblo cubano que, incluso con el paso de los años todavía desconoce, termina aceptando “toda posibilidad de negociación, a pesar de que saben la gravedad del problema”.
O sea que, para este dictador, “el problema” se trataba, simplemente, de hacer la guerra nuclear.
Pero Estados Unidos, en este caso su Presidente Kennedy y el viejito Jruschov, sí calcularon las consecuencias de una guerra entre ellos.
Ambos mandatarios reaccionaron ante la grave responsabilidad que tenían en sus manos y negociaron a espaldas de Fidel, ya dispuesto a entrar en guerra y así lo repitió en su carta: “…nos disponemos con serenidad a enfrentar una situación que vemos muy real y muy próxima”.
Hoy, este mismo personaje, a mi entender diabólico e irresponsable, envalentonado por sus misiles nucleares para atacar a Estados Unidos, quien incluso años después, en 1981 pidió a la URSS le enviara misiles nuevamente para emplazarlas en Cuba, pensando que Ronald Reagan en un futuro cercano atacaría, dice que “nadie puede darse el lujo de ser indiferente a la guerra”.
Es cierto lo que afirma el señor Enrique Moreno Gimeranez, cuando cita a Eduardo Galeano en Granma, con relación a “las guerras que mienten, porque ninguna tiene la honestidad de confesar yo mato para robar, o en nombre de la paz, de Dios, de la civilización, del progreso, de la democracia”.
¿Podría decirme entonces Galeano por qué razón Fidel Castro quería la guerra? ¿En nombre de su dictadura, desaparecido ya el pueblo? ¿Cuáles eran los intereses de Fidel?
¿Es que estábamos, con perdón de los muertos que muertos están, en presencia de un psicópata, como lo diagnosticó la neuróloga Hilda Molina, incapaz de medir las consecuencias de una guerra entre Cuba y Estados Unidos?
Hoy el periódico Granma, para hacer honor a quien lo fundó para él, por él y de él, echa culpas a Irán del conflicto ocurrido en días pasados entre ese país y Estados Unidos. Pero jamás le ha explicado al mundo ni al pueblo cubano que, en el año 2001, reunido Fidel con el gobierno de Teherán, exclamara que “Irán y Cuba, cooperando mutuamente, pueden poner de rodillas a los Estados Unidos”.
La obsesión que tenía Fidel de una guerra entre esos dos países lo llevó a que, el 14 de julio de 2010, el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Manucher Motaki, le saliera al paso para señalarle que esa afirmación correspondía a “maniobras políticas”.
Era evidente que al dictador caribeño no le preocupaba en absoluto que, en noviembre de 2011, la Junta de Gobernadores del Organismo Internacional de Energía Atómica votara mayoritariamente en contra de Irán, ante el desarrollo de sus armas atómicas, donde sólo votó a favor Rafael Correa, de Ecuador, con una abstención. Meses después, el presidente iraní Majmud Ahmadinejad visitó Cuba, Venezuela, Nicaragua y Ecuador, como parte de una gira por América Latina.
Al año siguiente, en 2013, Raúl Castro, el hermano dictador, en conversaciones con el gobierno de Teherán, reiteró sus compromisos para ampliar los lazos “en todos los ámbitos”, puesto que Cuba, dijo “es un defensor del Programa nuclear iraní”, a pesar de que dicho Programa haya motivado varias sanciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a Irán.
El resultado fue de esperar: La penetración de Irán en América Latina y su apoyo a actividades internacionales del grupo terrorista Herzbolá, causaron gran preocupación en el Congreso de Estados Unidos.
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Israel advierte a Irán y Siria: No habrá una nueva “crisis de octubre”
written by CubaNet | miércoles, 24 de mayo, 2023 3:00 am
Avigdor Liberman, ministro de Defensa israelí (AFP)
MIAMI, Estados Unidos.- El ministro de Defensa israelí, Avigdor Liberman, insinuó el miércoles que su país planea seguir atacando posiciones iraníes dentro de Siria tras los enfrentamientos aéreos de este fin de semana.
Al hablar en una conferencia de alcaldes y líderes locales en Tel Aviv, Liberman agregó que Israel no buscaba intensificar la situación con Irán y su aliado Hezbollah, pero que estaba preparado para ir a la guerra si fuera necesario.
El funcionario señaló que Irael no desea “conquistar Líbano ni establecer asentamientos judíos en Siria”. Sin embargo, evocó un episodio de “la historia reciente, cuando la Unión Soviética decidió poner misiles balísticos en Cuba, al lado de los Estados Unidos. El presidente [John F.] Kennedy estaba listo para arriesgarse a una tercera guerra mundial”.
“(Kennedy) dijo: ‘No permitiremos los misiles rusos en Cuba.’ Bueno, Siria está mucho más cerca de nosotros de lo que Cuba está con los Estados Unidos. Por lo tanto, esperamos que las personas actúen de forma lógica, considerada, y no nos pongan en una situación que no nos deje otra opción”.
Llamó a Siria e Irán a “no ser tontos” o “provocadores”.
El ministro de Defensa también pareció confirmar informes de que Irán estaba intentando establecer instalaciones para la producción de misiles avanzados para Hezbollah en el Líbano.
Cuando se le preguntó sobre el tema, Liberman contestó: “Por supuesto algo que me preocupa a mí y al sistema de defensa”.
“Somos conscientes [del problema], y es uno de los grandes desafíos: evitar la producción de armas de precisión en el Líbano. Estamos trabajando con canales diplomáticos, y estamos decididos a evitar la producción masiva de armas de precisión en suelo libanés “, dijo.
Liberman hizo sus declaraciones en la Muni Expo, una conferencia para los gobiernos locales israelíes y el Fondo Nacional Judío, en el centro de convenciones de Tel Aviv.
El sábado por la mañana, un avión teledirigido iraní fue trasladado en avión a territorio israelí, cerca de la frontera con Jordania, donde fue derribado por un helicóptero de ataque IDF Apache. En respuesta a la incursión de drones, aviones israelíes atacaron el centro de comando móvil desde el cual fue operado, informó el ejército.
Durante el ataque de represalia, uno de los ocho aviones de combate israelíes F-16 que tomaron parte en la operación se estrelló en Israel después de que aparentemente fue alcanzado por un misil antiaéreo sirio y su tripulación fue rescatada. La Fuerza Aérea de Israel luego realizó una segunda ronda de ataques aéreos, destruyendo entre un tercio y la mitad de las defensas aéreas de Siria, según el portavoz de las IDF, el teniente coronel Jonathan Conricus.
Aunque Liberman dijo que Israel “hará lo que sea necesario para evitar el afianzamiento iraní en Siria”, prácticamente descartó la posibilidad de realizar ataques dentro de Irán, como han sugerido algunos funcionarios israelíes, incluido el ministro de Educación Naftali Bennett, una influyente voz de línea dura en el gabinete de seguridad.