LA HABANA, Cuba.- El 24 de mayo de 1624 Cuba fue declarada “Llave del Golfo”, no solo por su favorable ubicación a la entrada del Golfo de México, sino también porque desde mediados del siglo XVI se había convertido en un puerto imprescindible para el abastecimiento de las naves que se dirigían lo mismo hacia el norte que hacia el sur.
Por su posición geográfica, que propiciaba un tráfico constante en sus puertos y el control del comercio entre el área del Caribe y el continente, la Isla sufrió frecuentes ataques de corsarios y piratas, hechos que obligaron a su fortificación para evitar las cuantiosas pérdidas que aquellas incursiones generaban.
Eventualmente, la Isla llamó la atención de grandes potencias como Estados Unidos, cuyo secretario de Estado y luego presidente, John Quincy Adams, reconoció su trascendental importancia para los intereses económicos y comerciales de la Unión Americana.
El hábil político subrayó la posición dominante de Cuba en el Golfo y el Mar de las Antillas, a medio camino entre la costa meridional norteña y la isla de Santo Domingo. Ponderó igualmente la importancia del puerto de La Habana, a través del cual se articulaba la mayor parte del comercio entre el Nuevo Mundo y Europa.
Adams estaba convencido de que la coincidencia de vínculos e intereses geográficos entre la Isla y Estados Unidos se había producido por voluntad de la naturaleza. En fecha tan temprana como 1823, vaticinó que los próximos cincuenta años serían decisivos para consolidar un plan de anexión en virtud de salvaguardar la integridad territorial del gigante norteño, con la incorporación de Cuba y Puerto Rico.
Los políticos de la gran Unión se inquietaron ante la ola independentista que sacudió al continente americano en el siglo XIX, y reforzó su vigilancia sobre Cuba, a la que prefería bajo el dominio de España hasta que los Estados Unidos fueran lo suficientemente fuertes y estables como nación para anexarla.
Sin embargo, la condición de Llave del Golfo ha sido también una maldición para el territorio cubano desde 1959. Una vez rotas las relaciones con Estados Unidos, otras potencias buscaron servirse de su proximidad al gigante del norte para ejercer presión política. La Crisis de los Misiles, en octubre de 1962, ha sido hasta hoy el mejor ejemplo de cómo, y en servicio de qué intereses tan peligrosos, puede utilizarse la posición geográfica de Cuba, incluso en perjuicio de la nación y sus habitantes.