AREQUIPA, Perú.- Hacia 1770, La Habana enfrentaba preocupaciones por su seguridad ante guerras y saqueos enemigos. A pesar de contar con castillos y murallas, la ciudad carecía de paseos y teatros, y su entretenimiento se limitaba a eventos religiosos y desfiles militares.
La llegada del Marqués de la Torre, Felipe de Fons de Viela, marcó un cambio significativo en la planificación de la ciudad. Considerado el primer urbanista de La Habana, introdujo importantes proyectos como Capitán General de la Isla.
Prohibió el uso de guano en las construcciones, promoviendo mejores estándares arquitectónicos. Su visión incluía la creación de un paseo, la construcción de un teatro y la demolición de la Parroquial Mayor para impulsar la iglesia de los jesuitas, que luego se convertiría en la Catedral. Además, buscó erigir la Casa de Gobierno.
Así surgió el teatro Principal y el Paseo de Paula, llamado así porque frente a uno de sus extremos se levantaba el hospital erigido bajo la advocación de San Francisco de Paula.
Enclavada frente a dicho centro de salud, la iglesia de Paula se erigió a partir de 1668 y, tras su apertura en 1672, se convirtió en un ícono colonial. Tanto la iglesia como el hospital sufrieron la destrucción por un ciclón, pero fueron reconstruidos en 1745.
El hospital de Paula, además de su función médica, contaba con una sección llamada “El Palenque”, destinada al refugio de mujeres mayores. Este lugar multifacético, también utilizado como asilo y prisión, figura en la novela Cecilia Valdés como el sitio donde la protagonista se reúne con su madre.
Asimismo, el teatro Coliseo, iniciativa del Marqués de la Torre, fue construido entre 1773 y 1776 por el arquitecto habanero Antonio Fernández de Trebejo. Realizado en mampostería y madera, ostentaba una arquitectura majestuosa, ganándose la reputación de ser el teatro más bello de la monarquía según testimonios de la época.
Por su parte, el teatro principal nació, durante el mandato del Marqués de Someruelos, cundo el Coliseo experimentó modificaciones y expansiones, cambiando su nombre. En 1846, bajo la iniciativa del gobernador Leopoldo O’Donnell, fue nuevamente ampliado y embellecido.
Conocido también como Teatro de la Ópera, el recinto se dedicó principalmente a este género musical, aunque también acogió dramas, comedias francesas y españolas. Grandes compañías operísticas, incluida la liderada por Vicente García y su hija, la renombrada María Malibrán, actuaron en este teatro.
Sin embargo, la tragedia golpeó al Teatro Principal el 10 de octubre de 1847, cuando un huracán dejó el edificio en ruinas, y todos los esfuerzos por restaurarlo resultaron infructuosos. Finalmente, en 1861, el teatro fue subastado, marcando el fin de una era de esplendor cultural en este emblemático recinto habanero.
El mandato de Felipe de Fons de Viela abarcó desde 1770 hasta el 11 de junio de 1777. Durante este período, La Habana experimentó un notorio crecimiento y desarrollo, siendo calificados como “los más laboriosos y útilmente empleados que había conocido desde su fundación” por el escritor español Jacobo de la Pezuela en su libro Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico de la Isla de Cuba.
Además del florecimiento de la capital, se fomentó el cultivo del tabaco en el interior, dando lugar a la fundación de nuevos pueblos como Güines, Jaruco y la región tabacalera de Nueva Filipina, conocida hoy como Pinar del Río.
Bajo su liderazgo, se avanzó en diversos aspectos, y al finalizar su mandato, entregó el gobierno a Diego José Navarro el 11 de junio de 1777, dejando una memoria detallada del estado en que encontró la ciudad y las mejoras logradas.
Tras su regreso a España, Fons de Viela continuó sirviendo en distintas capacidades, participando en el sitio de Gibraltar y desempeñando roles diplomáticos en San Petersburgo y París. Aunque su vida finalizó en 1784, su legado perdura como un capítulo crucial en la historia de La Habana y su desarrollo durante el siglo XVIII.
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