LA HABANA, Cuba.- El sistema de salud cubano, tan expandido por el mundo, aporta grandes sumas a la cúpula gobernante, mientras para el pueblo no hay médicos, medicamentos ni atención médica efectiva y humana. Año tras año el gobierno incrementa la matrícula de los estudiantes de medicina. Pero el objetivo no es brindar un servicio de calidad al pueblo, sino alquilarlos como mercancía y embolsarse casi la totalidad de ese alquiler.
La propaganda oficial se jacta del sistema médico cubano como si fuera uno de los mejores del mundo, cuando la degradación, la corrupción, el maltrato y la desidia alcanzan a la mayoría de las esferas de este sector, sin que el gobierno emprenda una política encaminada a erradicarlos. Es el pueblo cubano el que sufre a diario estos atropellos, pues la cúpula gobernante, sus familiares y acólitos, tienen acceso a centros asistenciales de óptima calidad, donde no falta nada y el trato es esmerado.
El martes 16 de enero me encontraba trajinando en la cocina de mi casa, cuando el estante se cayó y me partió la cabeza. Ante el estruendo acudió mi vecina, que corrió conmigo para el policlínico Lawton mientras mi hija preparaba el bolso y cerraba la casa para reunirse con nosotras. Ya en la sala de curaciones, una enfermera me preguntó qué me había sucedido mientras anotaba mis datos. Cuando me quité la toalla con que intentaba contener la sangre, ella me miró indiferente, y antes de llamar a la doctora recogió el termómetro que le entregaba un paciente, un hombre entrado en años, que antes de irse se aproximó hasta la mesa, le susurró algo y le puso delante un billete. Ella fingió vergüenza, pero lo guardó enseguida.
Cuando vino la doctora, le expliqué lo sucedido. Miró la herida y me dijo: “Hay que hacerle una placa, y aquí hace más de 3 meses que no hay. Vaya a la Benéfica o a la Dependiente para que la atiendan”. Y nos hizo salir para la sala de espera. Al pedirle una ambulancia, nos respondió que la ambulancia era para casos extremos. Mi vecina protestó, no podía entender aquello, pero sus reclamos chocaron contra un muro de indolencia.
Algunos pacientes que presenciaban lo sucedido se solidarizaron con nosotras. Nadie entendía cómo era posible que una persona mayor perdiendo sangre por la cabeza partida no fuera urgencia suficiente para ocupar a la ambulancia. Mi vecina salió a la calle, pero bajo la lluvia constante era imposible conseguir un carro.
Esta situación se encontró mi hija a su llegada, y preocupada, me propuso ir hasta Porvenir y tratar de parar un carro que nos llevara a la Benéfica. “¿Qué quieres hacer?”, me preguntó. “Yo lo que quiero es quejarme en la Dirección”, le respondí impotente e indignada, a lo que ella me dijo: “Pues vamos”.
Mientras reclamaba firmemente mi derecho a recibir asistencia médica, el personal presente me miraba con desdeñoso desagrado. Una mujer de bata blanca que parecía tener autoridad para ello, desde un buró tomó el teléfono y habló: “Ella tiene mucha energía, cósela así mismo”. Y me indicaron que regresara a la enfermería.
Ahí me cobraron el reclamo. Una de las enfermeras me indicó la mesa de curaciones, pero la doctora, de nombre Norma, en vez de eso me sentó en una silla. Me cosió sin lavar la herida, sin cortar el pelo ni rasurar la cabeza, solo con algo de anestesia, que no fue suficiente. Cuando le pidió un poco más a la enfermera, esta le susurró algo y no se la trajo. Cuando mi hija le dijo que me dolía, al verme crispar las manos y contraer la cara, le ripostaron sarcásticamente que no me podía doler.
Mientras cosían, comentaban que el hilo estaba podrido y así me iban pinchando de más. Sin embargo, al cortarlo (con bisturí en lugar de tijeras) se sentía bastante resistente, lo cual incrementaba mi dolor. Todo el tiempo la doctora Norma se justificaba conque no había los insumos necesarios, y que ella me hubiera cosido de buena gana sin necesidad de haber reclamado. Y no dejaba de repetir que para operarla de un fibroma el cirujano le pidió 8 meriendas (para él y su team).
Luego, al comentar el incidente con varias personas, me han dicho que el servicio de ambulancias solo está disponible por 10, 15 y hasta 20 CUC, que las placas aparecen por un precio, y todos me recordaron que a un hospital hay que aparecerse con una merienda o un buen regalo, y que mientras mejor sean estos, mejor será la atención.