CUBANET .INDEPENDIENTE

31 de diciembre, 2001


Luces y sombras de la agricultura cubana (IV)

La agroindustria azucarera

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Junto a la ganadería, la agroindustria azucarera es una de las mayores sombras de la agricultura cubana y una de las pruebas del agotamiento del modelo económico estatista de Cuba. Ni siquiera tiene sentido contrastar lo actual con lo que pudiera llamarse el supuesto paraíso de la era de las subvenciones soviéticas, por la sencilla razón de que esa época nunca retornará.

La agroindustria azucarera está urgida de elevar sus producciones para encaminarse hacia el mundo de sus derivados, a fin de elevar el valor agregado de su producto. Así lo establece la Resolución Económica del V Congreso del Partido Comunista de Cuba, en la cual se dice que la "producción azucarera deberá incrementarse disminuyendo apreciablemente sus costos a fin de obtener mayores beneficios en relación con los precios internacionales, y alcanzar los siete millones de toneladas como mínimo, con ingresos netos muy superiores a los actuales e impulsar la producción de derivados".

Añade la resolución que "será indispensable un sostenido esfuerzo en la siembra de caña y una disciplina tecnológica que garantice la calidad de las labores agrotécnicas y de corte en plantaciones con elevadas poblaciones y altos rendimientos".

Además de otras importantes decisiones agroindustriales, el documento estipula que en materia de energía "las tributaciones al sistema electroenergético nacional y la disminución de los índices de consumo de combustible por tonelada de caña y de azúcar son imprescindibles".

Aunque las decisiones sobre la agroindustria azucarera aprobadas por el cónclave partidista datan de 1997, son en realidad parte de un conjunto anterior al evento, cuyo origen se remonta a 1993, lo cual obliga a iniciar cualquier evaluación del estado actual del azúcar de Cuba analizando el cumplimiento de los objetivos propuestos, a la luz de la resolución de marras.

De inicio, una agroindustria que llegó a producir más de siete millones de toneladas de azúcar como promedio anual en los 80 no ha logrado estabilizar producciones por año superiores a los cuatro millones; la superficie sembrada de caña cayó en 385 016 hectáreas entre 1990 y 2000. Si en 1995 aún se conservaba con sistemas de riego el 21,4 por ciento de la superficie sembrada, al cierre de 2000 tal beneficio sólo alcanzaba al 9,4 por ciento. La siembra de caña, tras lograr una recuperación en 1997, al plantarse 367 905 hectáreas, cayó a 312 294 en 1998 y a 292 379 en 1999, para alcanzar sólo un discreto aumento en 2000, cuando se sembraron 346 825 hectáreas. Por otro lado, el nivel anual de pérdidas en siembras se mantiene en alrededor de 15 por ciento, y en el 2000 llegó a ser de 17 por ciento.

Crítico el estado del rendimiento agrícola. Si en 1990 era de unas, mediocres a escala mundial, 60 toneladas por hectáreas, al cierre de la cosecha 1999-2000 era de 35,6. Concédase el beneficio de reconocer un déficit de insumos para el mejoramiento agrícola, y anótese como contrapartida una reconocida pérdida de la cultura productiva de la caña de azúcar, lo que ha llevado al extremo de organizar cursos emergentes para enseñar su cultivo, en país que fue la azucarera del mundo.

Parece opinión coincidente que la parte industrial del azúcar de Cuba se encuentra en mejor estado que su lado agrícola, aunque se tiende a olvidar que en las últimas cosechas nada más ha participado alrededor del 60 por ciento de los ingenios y que sólo a partir de la zafra 1998-1999 se rebasó el listón de 11 por ciento en el rendimiento industrial azucarero, considerado el "índice de oro" para evaluar la calidad del proceso productivo. De acuerdo con datos del Banco Nacional de Cuba, citados por el economista Ismael Zuásnabar, el promedio anual en ese indicador durante las zafras de los 50 fue de 12,8 por ciento, jamás alcanzado en decenio alguno de las cosechas posteriores a 1959.

Sin embargo, debe apuntarse la voluntad positiva en la producción de derivados, si bien no debe olvidarse que el éxito de éstos depende de un buen desempeño general, por ahora brillante en ausencia, aunque justo es reconocer un ascenso de la eficiencia energética, de aceptar como buenas las estadísticas oficiales y los reportes de prensa oficiosa, entre lo cual destaca la discreta recuperación en el aporte de la agroindustria a la generación bruta de electricidad. Al filo del año 2000, éste representaba el 6,2 por ciento de la generación total. Mas en 1990 fue del 9,6 por ciento, y estudios sobre el particular estiman que podría ascender hasta el 15 por ciento, en caso de una recuperación plena del azúcar de Cuba.

Llena de contradicciones, en buena parte impulsadas por la emergencia del sector independiente y al socaire de los mercados agropecuarios y el ascenso del consumo en dólares, la agricultura no cañera muestra resultados, pese a todo. Pero su natural contrapartida en las condiciones cubanas, la agroindustria azucarera, va sencillamente barranco abajo para devenir saco sin fondo por el que escaparon sólo en inversiones 980 millones 600 mil pesos corrientes entre 1995 y 2000, sin el beneficio de una verdadera respuesta productiva.

Casi un quinquenio después del V Congreso del Partido Comunista de Cuba, es evidente que se llegará al próximo cónclave partidista sin que se hayan cumplido los objetivos propuestos para la primera industria de Cuba. No es costumbre entre cubanos de la isla formular el problema de la siguiente manera, pero en este caso es la más apropiada: ¿Hasta cuándo el gobierno de Fidel Castro va a seguir desperdiciando así el dinero de los contribuyentes?

Hágase abstracción de los problemas estructurales del azúcar de Cuba, comenzando por un conjunto de aspectos referidos a la propiedad sobre los medios que exigen solución, guste a quien guste, pese a quien pese. Si en general existe consenso acerca de que en las actuales condiciones del mercado internacional, e incluso de las creadas por el eventual levantamiento del embargo estadounidense, Cuba tendría óptimo productivo en unos siete millones de toneladas de azúcar más derivados, tal y como plantea la Resolución Económica del V Congreso del Partido Comunista, entonces un elemental cálculo dirá hasta dónde ha faltado estrategia y táctica, ahora que la industria está a cargo de un general. Para producir siete millones de toneladas de azúcar más derivados, a un mediocre rendimiento industrial base 96 o de 11 por ciento, se necesitan unos 64 millones de similares de caña; para obtener éstos a un no menos mediocre rendimiento agrícola de 60 toneladas por hectárea (lo alcanzado en 1990), se precisa cosechar una superficie ligeramente inferior al millón cien mil hectáreas.

Por lo tanto, al cierre del año 2000, a la agroindustria le "sobran" no menos de 300 mil hectáreas, de acuerdo con la superficie reportada. Paradojas, paradojas cubanas: si entre 1990 y 2000 esa superficie cayó en 385 mil hectáreas ¿no se estará asistiendo a un esporádico movimiento profundo, que desde Cuba profunda se está negando a sembrar lo innecesario? Fuenteovejuna de Cuba hace milagros si le interesa: rescató al maíz del olvido, no de extrañar sería que se haya propuesto llevar la caña a su justo sitio. Y, por supuesto, lo válido para el agro lo es también para la industria: a Cuba le sobran ingenios.

Partidarios del inmovilismo, temerosos de cruzar el Rubicón, llevarán manos a las cabezas y clamarán por el pleno empleo, considerando que del azúcar viven en Cuba 500 mil trabajadores y sus familias, para totalizar unos dos millones de habitantes, casi el 20 por ciento de la población. Pues bien, apúntese que ya existe el esperable desempleo, como desocupación oculta, en tanto que primera razón. Como segunda, mucho por hacer hay en el mundo agrícola isleño, en direcciones ya demostradamente rentables, comenzando por el reto de explotar las casi 800 mil hectáreas de tierras oficialmente declaradas ociosas.

Más que en cualquier otra rama, la crisis del azúcar de Cuba revela la de un modelo; también, desde sus misteriosas entretelas, muestra al investigador los giros inesperados de una emergencia social que, invalidada de expresarse por caminos civilizados y cívicos, lo hace a través de una economía de resistencia. Independientes no cañeros, cultivadores de caña aparentemente embrutecidos, se presentan así como actores de un drama que considero un honor testificar. Sospecho que al analizar la ganadería volveré a encontrarles. Entretanto; bendita seas, Fuenteovejuna de Cuba.

FUENTES: Comisión Económica para América Latina. Anuarios Estadísticos de Cuba 1999-2000. Resolución Económica del V Congreso del Partido Comunista de Cuba.


Luces y sombras de la agricultura cubana (I) / Manuel David Orrio / CPI

Luces y sombras de la agricultura cubana (II) / Manuel David Orrio / CPI

Luces y sombras de la agricultura cubana (III) / Manuel David Orrio / CPI


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