Luces y sombras de la agricultura cubana (IV)
La
agroindustria azucarera
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Junto a la ganadería, la
agroindustria azucarera es una de las mayores sombras de la agricultura cubana y
una de las pruebas del agotamiento del modelo económico estatista de
Cuba. Ni siquiera tiene sentido contrastar lo actual con lo que pudiera llamarse
el supuesto paraíso de la era de las subvenciones soviéticas, por
la sencilla razón de que esa época nunca retornará.
La agroindustria azucarera está urgida de elevar sus producciones
para encaminarse hacia el mundo de sus derivados, a fin de elevar el valor
agregado de su producto. Así lo establece la Resolución Económica
del V Congreso del Partido Comunista de Cuba, en la cual se dice que la "producción
azucarera deberá incrementarse disminuyendo apreciablemente sus costos a
fin de obtener mayores beneficios en relación con los precios
internacionales, y alcanzar los siete millones de toneladas como mínimo,
con ingresos netos muy superiores a los actuales e impulsar la producción
de derivados".
Añade la resolución que "será indispensable un
sostenido esfuerzo en la siembra de caña y una disciplina tecnológica
que garantice la calidad de las labores agrotécnicas y de corte en
plantaciones con elevadas poblaciones y altos rendimientos".
Además de otras importantes decisiones agroindustriales, el documento
estipula que en materia de energía "las tributaciones al sistema
electroenergético nacional y la disminución de los índices
de consumo de combustible por tonelada de caña y de azúcar son
imprescindibles".
Aunque las decisiones sobre la agroindustria azucarera aprobadas por el cónclave
partidista datan de 1997, son en realidad parte de un conjunto anterior al
evento, cuyo origen se remonta a 1993, lo cual obliga a iniciar cualquier
evaluación del estado actual del azúcar de Cuba analizando el
cumplimiento de los objetivos propuestos, a la luz de la resolución de
marras.
De inicio, una agroindustria que llegó a producir más de siete
millones de toneladas de azúcar como promedio anual en los 80 no ha
logrado estabilizar producciones por año superiores a los cuatro
millones; la superficie sembrada de caña cayó en 385 016 hectáreas
entre 1990 y 2000. Si en 1995 aún se conservaba con sistemas de riego el
21,4 por ciento de la superficie sembrada, al cierre de 2000 tal beneficio sólo
alcanzaba al 9,4 por ciento. La siembra de caña, tras lograr una
recuperación en 1997, al plantarse 367 905 hectáreas, cayó
a 312 294 en 1998 y a 292 379 en 1999, para alcanzar sólo un discreto
aumento en 2000, cuando se sembraron 346 825 hectáreas. Por otro lado, el
nivel anual de pérdidas en siembras se mantiene en alrededor de 15 por
ciento, y en el 2000 llegó a ser de 17 por ciento.
Crítico el estado del rendimiento agrícola. Si en 1990 era de
unas, mediocres a escala mundial, 60 toneladas por hectáreas, al cierre
de la cosecha 1999-2000 era de 35,6. Concédase el beneficio de reconocer
un déficit de insumos para el mejoramiento agrícola, y anótese
como contrapartida una reconocida pérdida de la cultura productiva de la
caña de azúcar, lo que ha llevado al extremo de organizar cursos
emergentes para enseñar su cultivo, en país que fue la azucarera
del mundo.
Parece opinión coincidente que la parte industrial del azúcar
de Cuba se encuentra en mejor estado que su lado agrícola, aunque se
tiende a olvidar que en las últimas cosechas nada más ha
participado alrededor del 60 por ciento de los ingenios y que sólo a
partir de la zafra 1998-1999 se rebasó el listón de 11 por ciento
en el rendimiento industrial azucarero, considerado el "índice de
oro" para evaluar la calidad del proceso productivo. De acuerdo con datos
del Banco Nacional de Cuba, citados por el economista Ismael Zuásnabar,
el promedio anual en ese indicador durante las zafras de los 50 fue de 12,8 por
ciento, jamás alcanzado en decenio alguno de las cosechas posteriores a
1959.
Sin embargo, debe apuntarse la voluntad positiva en la producción de
derivados, si bien no debe olvidarse que el éxito de éstos depende
de un buen desempeño general, por ahora brillante en ausencia, aunque
justo es reconocer un ascenso de la eficiencia energética, de aceptar
como buenas las estadísticas oficiales y los reportes de prensa oficiosa,
entre lo cual destaca la discreta recuperación en el aporte de la
agroindustria a la generación bruta de electricidad. Al filo del año
2000, éste representaba el 6,2 por ciento de la generación total.
Mas en 1990 fue del 9,6 por ciento, y estudios sobre el particular estiman que
podría ascender hasta el 15 por ciento, en caso de una recuperación
plena del azúcar de Cuba.
Llena de contradicciones, en buena parte impulsadas por la emergencia del
sector independiente y al socaire de los mercados agropecuarios y el ascenso del
consumo en dólares, la agricultura no cañera muestra resultados,
pese a todo. Pero su natural contrapartida en las condiciones cubanas, la
agroindustria azucarera, va sencillamente barranco abajo para devenir saco sin
fondo por el que escaparon sólo en inversiones 980 millones 600 mil pesos
corrientes entre 1995 y 2000, sin el beneficio de una verdadera respuesta
productiva.
Casi un quinquenio después del V Congreso del Partido Comunista de
Cuba, es evidente que se llegará al próximo cónclave
partidista sin que se hayan cumplido los objetivos propuestos para la primera
industria de Cuba. No es costumbre entre cubanos de la isla formular el problema
de la siguiente manera, pero en este caso es la más apropiada: ¿Hasta
cuándo el gobierno de Fidel Castro va a seguir desperdiciando así
el dinero de los contribuyentes?
Hágase abstracción de los problemas estructurales del azúcar
de Cuba, comenzando por un conjunto de aspectos referidos a la propiedad sobre
los medios que exigen solución, guste a quien guste, pese a quien pese.
Si en general existe consenso acerca de que en las actuales condiciones del
mercado internacional, e incluso de las creadas por el eventual levantamiento
del embargo estadounidense, Cuba tendría óptimo productivo en unos
siete millones de toneladas de azúcar más derivados, tal y como
plantea la Resolución Económica del V Congreso del Partido
Comunista, entonces un elemental cálculo dirá hasta dónde
ha faltado estrategia y táctica, ahora que la industria está a
cargo de un general. Para producir siete millones de toneladas de azúcar
más derivados, a un mediocre rendimiento industrial base 96 o de 11 por
ciento, se necesitan unos 64 millones de similares de caña; para obtener éstos
a un no menos mediocre rendimiento agrícola de 60 toneladas por hectárea
(lo alcanzado en 1990), se precisa cosechar una superficie ligeramente inferior
al millón cien mil hectáreas.
Por lo tanto, al cierre del año 2000, a la agroindustria le "sobran"
no menos de 300 mil hectáreas, de acuerdo con la superficie reportada.
Paradojas, paradojas cubanas: si entre 1990 y 2000 esa superficie cayó en
385 mil hectáreas ¿no se estará asistiendo a un esporádico
movimiento profundo, que desde Cuba profunda se está negando a sembrar lo
innecesario? Fuenteovejuna de Cuba hace milagros si le interesa: rescató
al maíz del olvido, no de extrañar sería que se haya
propuesto llevar la caña a su justo sitio. Y, por supuesto, lo válido
para el agro lo es también para la industria: a Cuba le sobran ingenios.
Partidarios del inmovilismo, temerosos de cruzar el Rubicón, llevarán
manos a las cabezas y clamarán por el pleno empleo, considerando que del
azúcar viven en Cuba 500 mil trabajadores y sus familias, para totalizar
unos dos millones de habitantes, casi el 20 por ciento de la población.
Pues bien, apúntese que ya existe el esperable desempleo, como desocupación
oculta, en tanto que primera razón. Como segunda, mucho por hacer hay en
el mundo agrícola isleño, en direcciones ya demostradamente
rentables, comenzando por el reto de explotar las casi 800 mil hectáreas
de tierras oficialmente declaradas ociosas.
Más que en cualquier otra rama, la crisis del azúcar de Cuba
revela la de un modelo; también, desde sus misteriosas entretelas,
muestra al investigador los giros inesperados de una emergencia social que,
invalidada de expresarse por caminos civilizados y cívicos, lo hace a
través de una economía de resistencia. Independientes no cañeros,
cultivadores de caña aparentemente embrutecidos, se presentan así
como actores de un drama que considero un honor testificar. Sospecho que al
analizar la ganadería volveré a encontrarles. Entretanto; bendita
seas, Fuenteovejuna de Cuba.
FUENTES: Comisión Económica para América Latina.
Anuarios Estadísticos de Cuba 1999-2000. Resolución Económica
del V Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Luces y sombras de la agricultura
cubana (I) / Manuel David Orrio / CPI
Luces y sombras de la agricultura
cubana (II) / Manuel David Orrio / CPI
Luces y sombras de la agricultura
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