MIAMI, Estados Unidos. – Hay devotos del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, el controversial ICAIC, que integran una suerte de secta en los medios sociales. El grupo es capaz de celebrar las fechas más ominosas de una institución que en sus momentos de “gloria” fue el brazo propagandístico armado del castrismo y en sus peores, una zona envilecida de vigilancia, delación y censura con agentes encubiertos al servicio del régimen.
Recientemente, a los mencionados activistas les dio por encomiar un nuevo aniversario de la pérdida del fundador y, por muchos años, presidente del ICAIC, Alfredo Guevara, con numerosas loas y luz para su alma en pena.
Devoto total de Fidel Castro, para quien ideó su aparato de propaganda por antonomasia, enmascarado de entidad con vocación cultural ―antiamericana y europea―, fue el causante primigenio de que figuras notables de la cinematografía nacional tuvieran que tomar el camino del exilio.
Mario García Joya, uno de los genios de la fotografía cubana, quien decidió romper con sus congéneres Korda, Corrales, Salas, entre otros cronistas del castrismo, además de interrumpir una carrera esmerada en el campo cinematográfico, acaba de fallecer como artista libre en Miami lejos del ambiente intolerable que originó Guevara en el cine nacional.
Todas las triquiñuelas que ahora mismo ejecutan los adláteres del régimen como ignorar el fallecimiento de García Joya o finalmente tratar de “lavar” su anticastrismo ―cuando les autorizaron a dar la noticia― fueron diseñadas originalmente y puestas en práctica por personajes impresentables como Guevara.
El hecho de que se filmara meticulosamente la autoinculpación del poeta Heberto Padilla en 1971, para serle mostrada al caudillo, así como escenas insultantes de cubanos desesperados en la Embajada del Perú, durante los acontecimientos del Mariel (1980) se debe, en buena medida, a la lealtad y el desparpajo de Alfredo Guevara por la dictadura que desde entonces desmantelaba la nación.
A pesar de los adoradores públicos del personaje, idiotizados o cómplices, la cultura cubana en libertad no detiene sus conquistas.
El caso Padilla, de Pavel Giroud, donde se incluye aquella noche de horror y miedo, acaba de ganar el Premio Platino al mejor documental y la desvergonzada prensa oficial cubana se refiere a la reivindicación del cine iberoamericano citando a Ricardo Darín y Benicio del Toro, quienes hablaron durante la ceremonia sobre dictadores argentinos e injusticias con actores hispanos en Hollywood, respectivamente.
Ignora la distinción otorgada a Giroud, no solo por el contenido del documental sino por el de su discurso que no se anduvo con eufemismos a la hora de dilucidar la tragedia nacional:
“Quiero agradecer al jurado, a todos los que votaron por nuestra película; les quiero agradecer en nombre de todos los cubanos que estamos hartos de que nuestro país sea un parque temático de una ideología o de una utopía, y de que el dolor de los cubanos no tenga la misma fuerza que el dolor de otras naciones que han padecido regímenes totalitarios”.
Hasta el final de sus días, Mario García Joya dedicó, discretamente, toda su energía creativa a empeños teatrales de su esposa, la actriz y profesora Yvonne López Arenal, dejando siempre bien claro su posición ética, que dio a conocer públicamente, cuando fue invitado a compartir una exposición de fotos de la llamada Revolución en Los Ángeles, en 2001:
“No quiero ser cómplice de tantos ‘descubridores’ que se enriquecen con la pobreza de los talentosos músicos, pintores, fotógrafos, carpinteros o albañiles de la Isla; no quiero ser cómplice de esta ‘izquierda’ bien comida que no escucha y no ve, ni de la que ‘tanto ama a Cuba’, sobre todo, a sus ‘lindos’ mulatos y a nuestras ‘cultas prostitutas’; no quiero ser cómplice de un gobernante que provoca las desgracias y socializa la culpa; no quiero ser cómplice de los que encarcelan porque se hable de libertad o se ‘jinetee’ un pan.
“No quiero ser cómplice del alto funcionario que desde La Habana envía su perrita a un veterinario en París, ni de los sicarios que a manguerazos hundieron el trasbordador con madres y criaturas, asesinos impávidos ante el horror inocente; no quiero ser cómplice del planeado deterioro moral de mi pueblo, del robo de su autoestima y su dignidad ciudadana.
“Tampoco quiero ser cómplice de la cómplice apatía ni de mi propia frustración. Guardaré mis imágenes porque ahora sí pienso en la memoria colectiva y tengo la convicción de que estuve allí por accidente, que en realidad estas fotografías no me pertenecen, que pertenecen a mi país y a sus recuerdos.
“Las guardaré para cuando se pueda contar la historia tal y como es o para cuando, como ahora en ZoneZero, me inviten a exponer mis fotos con mi propio discurso”.
En marzo de 2015 invité al programa de televisión La mirada indiscreta, que por entonces presentaba en el Canal 41, AmericaTeVé, a Yvonne López Arenal y al escritor y pintor Santiago Chago Rodríguez para rendirle justo tributo a la legendaria artista y rumbera cubana Ninón Sevilla, por entonces fallecida.
Sevilla había sido la madrina de la hija de Yvonne y García Joya, en México. Las anécdotas fueron sencillamente deliciosas.
Desde aquel momento, durante cada celebración de la Navidad, recibí una postal de felicitación virtual con fotografías icónicas sobre el mundo del espectáculo cubano que el castrismo terminó por desvanecer. Fue el modo natural que Mario García Joya encontró para agradecerme la invitación a su musa y esposa y la mención de Akuara Teatro durante aquel memorable programa.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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