PASO CANOAS, Panamá.- El conflicto migratorio centroamericano ha suscitado el interés de diversas instituciones, organizaciones, figuras políticas y religiosas, así como de numerosos medios de prensa. Sin embargo, se ha mostrado el fenómeno de manera parcial, por cuanto solo se ha insistido en la situación de los cubanos que permanecen estacionados en Panamá o que siguen su recorrido rumbo a Estados Unidos.
La magnitud del fenómeno adquiere dimensiones que van más allá de lo expuesto si se considera desde una perspectiva más abarcadora al incluir la situación de cientos de hombres, mujeres y niños procedentes del continente africano, principalmente de países de la zona noroccidental de dicho continente, así como, en menor medida, aquellos que vienen desde zonas tan remotas como la India, Pakistán y Nepal hasta las costas centroamericanas para continuar una extensa y peligrosa ruta que finalmente los conduzca a los Estados Unidos de Norteamérica.
Las circunstancias políticas, económicas y sociales de los países africanos de los que proceden la mayoría de estos migrantes difieren de las de Cuba; aunque el destino final y la aspiración sean las mismas.
Los africanos que actualmente se encuentran en Panamá y Costa Rica dejaron sus países evadiendo guerras que se han extendido por años. Así lo han declarado algunos entrevistados, procedentes del Congo y Senegal. Otros tratan de sobrevivir en medio de la adversidad de la miseria y la hambruna que azota al continente. La falta de agua potable, la extrema pobreza y el hambre que los predispone a enfermedades, que llegan a adquirir la dimensión de epidemias, han sido otras de las causas referidas por algunos de los africanos, que les han hecho dejar atrás sus países.
La concepción del sueño americano de los africanos difiere grandemente del de los cubanos no solo por cuestiones de idiosincrasia, sino porque el contexto político y social es muy diferente de uno a otro. De cualquier modo, los africanos han asumido con valentía este reto en sus vidas y se han mantenido con estoica firmeza en su propósito. Uno de sus líderes declaró la tarde del miércoles al noticiario estelar de la televisión nacional que había visto morir a algunos de sus hermanos en la travesía. El hambre y la inadaptación al medio en medio del inmenso recorrido por selvas americanas los debilita sobremanera, llevando a algunos a la muerte.
Desde Costa Rica han trasladado a territorio panameño a centenares de africanos que han permanecido en Paso Canoas, zona límite fronteriza entre ambos países, en condiciones infrahumanas. Azotados por el inmenso calor, las fuertes lluvias del verano en este país, así como por la escasez de alimentos y la ausencia de duchas y servicios sanitarios, han resistido y se han mantenido firmes en su postura de no moverse de allí: “no a los albergues”, “no a los refugios”, “somos migrantes y no delincuentes”, han declarado en son de protesta ante el engaño al que fueron sometidos por las autoridades costarricenses, las que prometieron llevarles a sitios seguros y al final les dejaron desamparados en la frontera panameña. Sus líderes han exigido que se les trate como lo que son, como migrantes, con derechos y con libertades. Su único objetivo es continuar la travesía por Centroamérica hasta los Estados Unidos.
La situación se ha hecho cada vez más tensa, se han extremado las medidas de seguridad por parte de ambos países. Cristian Hayer, director de SENAFRONT, se refirió en una entrevista para la televisión nacional panameña al refuerzo de vigilancia en la frontera panameña en espera de cualquier acto violento de los africanos. Por otro lado, en Costa Rica están preparados los miembros de la policía antimotines para evitar cualquier disturbio.
Solo están recibiendo la ayuda solidaria de algunas iglesias, de la Cruz Roja de Panamá, y de aquellos que de manera voluntaria les llevan agua y comida, incluidos algunos cubanos que han compartido lo poco que tienen con sus hermanos africanos. Las autoridades de Costa Rica permanecen ajenas al conflicto, a diferencia de las del gobierno panameño, que están dando muestras de preocupación y han asumido una actitud digna de elogiarse.
La noche del pasado domingo un joven africano de 24 años comenzó con malestar general y fuertes dolores de cabeza, en la mañana del lunes ya permanecía inmóvil, por lo que tuvo que ser trasladado a instituciones de salud con fiebre elevada e intensa deshidratación. Lo que se temía ya es una realidad, el hacinamiento y la falta de higiene son factores desencadenantes de brotes y epidemias. Actualmente hay varios niños y mujeres con diarrea.
La situación para los que proceden del lejano oriente es aún peor. En el poblado de La Miel, frontera entre Colombia y Panamá, presencié cómo fueron maltratados al no permitirles que hicieran parte de su travesía en lanchas con un mínimo de seguridad. En su lugar tuvieron que seguir un largo viaje por las selvas hasta llegar a Puerto Obaldía.
Esta es la otra parte del conflicto centroamericano. Sin duda es también inherente a esta triste historia que se prolonga cada vez más, pero de la que se saldrá pronto. Sabemos que ya en este momento el presidente Juan Carlos Varela tiene la solución al conflicto de los cubanos, aunque aún no se dice nada en concreto. Para los africanos y asiáticos habrá otras opciones, por cuanto las fronteras de Nicaragua no están cerradas para ellos. De cualquier modo, las soluciones han de ser inminentes para el bien de ambas partes: de aquellos que estamos en la travesía y de los países involucrados.