SAN JUAN, Puerto Rico – El Papa Francisco visitará en breve a Cuba, y fuentes del Vaticano anunciaron que se reunirá con el tirano mayor Fidel Castro y, obviamente, hará los propio con el dictador general Raúl Castro, amén de otras reuniones protocolares plagadas diálogos y apretones de manos.
El régimen de los hermanos Castro, por su parte ha liberado 3,522 presos comunes. Ninguno de ellos son políticos o de conciencia, Lo cual, tomando en consideración las paupérrimas condiciones de las cárceles cubanas y los maltratos que allí se propinana los presos, parece bien. Pero dejemos claro que tales liberalidades no son producto de la bondad, sino son parte de los intercambios para el espectáculo.
Indudablemente, el Santo Padre apretará la mano de Fidel Castro. Las mismas manos de donde emanaron miles de órdenes para asesinar, fusilar, torturar , encarcelar, reprimir, expatriar, expropiar y robar a millares de cubanos por el solo hecho de pensar diferente o porque su presencia le representaba un potencial contendiente político. Son manos manchadas de sangre que han causado por más de cinco décadas, y todavía causan, un profundo dolor y esclavitud a todo un pueblo.
También estrechará las manos del tirano titular Raúl Castro, las cuales, al igual que las de su hermano mayor, firmaron ordenes de fusilar, martirizar, arrestar, oprimir, hurtar, golpear y desterrar a muchos miles de cubanos por espacio de más de cincuenta años, y actualmente lo sigue haciendo sin el menor escrúpulo.
Dudamos mucho que el Papa ignore todos estos crímenes de lesa humanidad cometidos por los hermanos Castro y sus secuaces. Voy mas allá, y afirmo que lo sabe; porque si hay un lugar bien informado de lo que acontece en el mundo es El Vaticano.
El Santo Padre sabe que por orden de estos dictadores se asesinaron a hombres, mujeres, ancianos y niños frente a las costas de La Habana. Él está informado de las torturas en las cárceles y del presidio político. Él sabe, que miles de cubanos fueron encarcelados por expresar sus opiniones distintas al régimen o simplemente por asistir a oír Misa en una iglesia. El sabe cómo se cerraron las iglesias y como se expulsaron a sus sacerdotes y hasta los encarcelaron. Él conoce cómo un pueblo descontento con el régimen fue forzado a abandonar su patria en frágiles balsas, convirtiendo el fondo del Estrecho de la Florida en el mayor cementerio que tiene Cuba.
Él conoce cómo se les robó, y se les sigue robando, el fruto del sudor de la frente de los trabajadores cubanos y cómo son explotados por el régimen castrista en una singular trata de esclavos del siglo XXI, a cambio de jugosas divisas para alta cúpula gobernante.
Él sabe muy bien cómo, todavía hoy, se les sigue golpeando a las Damas de Blanco y a quienes, en solidaridad con estas las acompañas, cada domingo salen de Misa y desfilan con una flor en la mano, demandando libertad y respeto a los derechos humanos del pueblo cubano.
El sabe que todavía en Cuba hay persecución religiosa, pues justo el día de la Virgen Caridad del Cobre cientos de opositores en Santiago de Cuba fueron detenidos y golpeados cuando se dirigían al santuario de la Patrona de Cuba.
El Papa lo sabe, pero no lo sufre. Lo conoce, pero no lo siente. Porque es un dolor indescriptible el del cubano, difícil de internalizar cuando el látigo del oprobio no ha golpeado en la espalda y en el corazón.
La pregunta entonces es esta: ¿Ira el Santo Padre como pastor religioso o como mandatario de Estado? ¿Cuál de los dos roles prevalecerá: el de la fría y calculadora diplomacia como jefe de estado, procurando salvaguardar los intereses del Vaticano o el de la piedad del hombre religioso, decidido a exigir a un tirano el respeto a los derechos humanos y las libertades de un pueblo oprimido? ¿Qué persigue el Papa: preservar sus templos y un espacio para su clero o solidarizarse con el reclamo de libertad y justicia de todo un pueblo?
¿Y con la oposición? ¿Se reunirá con ellos? ¿Escuchará sus justas demandas? Y si lo hace, ¿Lo hará para adherirse a sus justos reclamos de libertad o simplemente por aquello de hacer un simple gesto propio de lo que Mario Vargas Llosa llamaría “la civilización del espectáculo”?
Quedamos pues al tanto de los acontecimientos durante su visita a Cuba, conscientes de que “por sus obras lo conoceréis”.