QUITO, Ecuador.- La gratuidad en la salud tiene sus ventajas y desventajas. En todos los países del mundo existen centros de salud a los que, de forma gratuita, pueden asistir aquellas personas que lo deseen, de manera especial los de escasos recursos económicos o los que están en extrema pobreza. En este sentido es algo digno de admirar que se tenga acceso libre y gratuito a la salud, que es un derecho del hombre como entidad social y una responsabilidad de los gobiernos de cualquier país. De igual forma hay centros privados con servicios especializados muy costosos a los que pueden acceder aquellos con mayores recursos. Existen además instituciones que facilitan y garantizan la atención médica a través de coordinaciones de seguros sociales y otras modalidades.
En muchas ocasiones la salud pública solo ofrece los servicios básicos; las esperas para conseguir citas médicas pueden prolongarse durante meses, los estudios complementarios demoran otro tanto, y según afirman los propios pacientes “cuando te dan el turno puedes ya estar muerto”. Todo lo contrario ocurre en los centros privados en los que usted puede reclamar lo que desee porque lo está pagando y las políticas de reclamaciones y demandas son muchas veces severas con los profesionales encargados de la atención a pacientes.
Con la nacionalización de todos los sectores en la Cuba de los inicios de los sesenta, se perdía la posibilidad de asistir a las prestigiosas clínicas particulares que fueron verdaderos íconos de la salud; pero fueron nacionalizadas e intervenidas por el naciente gobierno comunista. La pasión no ha de cegarnos; por el hecho de no ser simpatizante de la izquierda no he de expresar la idea de que la salud estaba garantizada, o al menos que la mayoría de la población podía disfrutar de los mínimos cuidados.
En realidad en las primeras décadas del siglo veinte había elevados índices de enfermedades infecciosas, entre ellas la tos ferina, la poliomielitis, la tuberculosis y el sarampión, las que fueron erradicadas desde perspectivas preventivas a través de sendas campañas de vacunación. El acceso a los servicios médicos era limitado, una gran masa poblacional que estaba en la pobreza no tenía la posibilidad de ser asistida. Los enfoques preventivos de salubridad eran prácticamente desconocidos.
Pero de la etapa revolucionaria inicial hasta nuestros días hay una diferencia abismal. Los ridículos salarios de los profesionales – a pesar de ser de los más altos de la sociedad cubana- no son dignos para aquellos que de manera abnegada tratan de ofrecer lo mejor de sí, muchos de los cuales poseen una elevada calificación científica, comparable y muchas veces superior a los de cualquier país del mundo desarrollado. Las posibilidades en el orden económico que tienen aquellos que se marchan a las colaboraciones, en otros tiempos misiones, contrastan con las de aquellos que permanecen en la isla, los que deben tener los mismos derechos y ventajas de los que se encuentran en otros países. Estos son elementos desencadenantes del descontento total de los profesionales de la salud que los ha llevado a asumir actitudes que se apartan de los principios éticos, bajo los que se supone fueron formados, así como del éxodo masivo hacia otros países en los que se puedan desarrollar como profesionales dignos y con mejores salarios y reconocimientos.
La inestabilidad del personal del sistema de salud, en parte por la masividad de colaboradores hacia países como Venezuela, Brasil y Ecuador principalmente, aunque dispersos por todas partes del mundo, y también por el abandono del país y la partida hacia Estados Unidos, España, México, Uruguay, Paraguay y Ecuador, entre otros, ha deteriorado la calidad de la salud cubana, considerada en otros tiempos un paradigma de Latinoamérica.
Las epidemias de cólera, el dengue como entidad prácticamente endémica que llegó para quedarse, los errores en os diagnósticos, las fallas de laboratorios, la escasez de instrumentales y accesorios quirúrgicos, la poca variedad de medicamentos existentes, el estado deplorable de hospitales, policlínicas, consultorios médicos, farmacias y otras instalaciones de este tipo, la negligencia e indiferencia de algunos profesionales en su desempeño, el robo de medicinas de primer orden por los propios trabajadores del sector, la pésima alimentación que reciben los casos ingresados, la espera prolongada para acceder a citas de especialistas y a procederes quirúrgicos, el deterioro gradual del sistema de enseñanza, sujeto a constantes cambios y reajustes para solucionar la falta de profesionales, la falsedad de datos en informes y actas del sector, entre otros tantos males, caracterizan al sistema nacional de salud cubano de estos tiempos.
Como represalia, ante el éxodo de médicos, la dictadura comunista cubana determinó volver a imponer de forma reglamentaria un “permiso de salida” a los médicos que deseen viajar al exterior, con lo que viola el artículo decimotercero de la Declaración de los Derechos Humanaos, que establece que “toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado” y “toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.”
Retornar a la esclavitud no es lo que solucionará el estado de depauperación del sistema de salud cubano actual. Otro pequeño incremento salarial en moneda nacional solo engañará a los pocos que les creen. Ya Cuba ha perdido a la mayoría de sus médicos, muchos de ellos de excelencia, con una trayectoria ejemplar en lo científico y en lo profesoral. ¿Qué estáis esperando? ¿Acaso habrá algún sector que pueda mostrar logros?
No obstante, el 29 de diciembre en el VI Periodo Ordinario de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional, el mandatario Raúl Castro ha sido capaz de referirse a una propuesta de “conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista”, lo que sugiere muy pocas posibilidades de cambio, por lo que la salud se hundirá en las profundidades y el éxodo continuará por otras vías. El aparente paradigma de la salud cubana ya se ha desmoronado y su daño es irreversible, al menos, con los métodos aplicables desde los conceptos socialistas. La presencia de las dos modalidades de prestación de servicios médicos, privada y pública, es necesaria en cualquier país del mundo; Cuba no ha de ser la excepción.