LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -Desde su primer capítulo, la transmisión del serial policiaco Abismo, en el programa televisivo dominical Tras la huella, ha generado encontradas opiniones entre los espectadores.
El rumor de que iba a ser proyectado el verano pasado y no pasó la censura eleva las expectativas, aunque muchos lo habían visto ya en versión pirateada de forma clandestina.
El tema de la prostitución, que por su gran incidencia en la Cuba actual interesa a casi todos los sectores de la sociedad, es rechazado por muchos televidentes, mientras que otros favorecen su difusión como un medio para sanear un “virus” que degrada la imagen de nuestro país y en especial la de nuestras mujeres.
Al amanecer del lunes ya el duelo verbal a favor y en contra de lo visto en el serial sobre las jugosas ganancias que genera la trata de jóvenes prostitutas y sus consecuencias sociales, se adueñó de las colas y las calles para buscar diferencias y similitudes entre ficción y realidad.
La visión de una red de prostitución conectada a través de teléfonos celulares, y los negocios complementarios de tráfico de drogas, así como el alquiler de viviendas, paladares y otros ramos que prosperan gracias al tráfico sexual, alarmó a la ciudadanía, que si bien conoce sobre el tema, no en toda su dimensión.
En la cola para comprar el periódico, cuando una señora expresó que programas así no se debían poner, otra le respondió: “Claro que se deben poner. Quién tenga techo de vidrio que no asome siquiera la cabeza en el balcón”.
Entre las diversas y encendidas opiniones que escuché, un anciano aseguró que jamás en su vida había visto una cosa así: “Las prostitutas de mí época estaban en su lugar, y no como las de hoy, que te las encuentras en cualquier sitio y hasta bajo tu propia nariz”. Y a continuación agregó: “Como mi nieta, que con 17 años se fue con un carcamal tan viejo como yo. Nunca la podré perdonar”.
Cuando alguien dijo como respuesta al anciano, “los tiempos cambian, abuelo”, el viejo le respondió: “pero la moral no”. Y en ese tono, escudriñando el tema, la cola se convirtió en un debate sobre lo que debe ser pasado por la televisión y lo que no.
La realidad es que la prostitución es desde hace años parte importante de la vida nacional. No es posible hacer que desaparezca volteando la cabeza para no ver o excluyendo de la televisión el tratamiento del tema. El mayor peligro no está en publicitarla poniendo de manifiesto el derrumbe ético-social de nuestra nación que la genera, sino en el tratamiento edulcorado que a veces se le da.
En muchos de los últimos filmes cubanos el tema de la prostitución es el denominador común. No se enfoca como análisis, ni cuestionamiento serio, sino como la única forma de sobrevivir. Y aunque para muchos eso no está lejos de la verdad, otros consideran que, aún en medio de esta grave crisis en que nos ha sumido el empecinamiento de la dictadura, pueden existir proyectos de vida que no incluyan la necesidad de alquilar el cuerpo.
Pero como bien señala José Martín Díaz en su artículo El síndrome de la prostituta digna, publicado en El Caimán Barbudo de marzo-abril 2012, en Cuba “la prostituta se ha convertido en un personaje tipo, como el del gánsgster, el vaquero o el asesino múltiple”. Y peor aún, añade el autor que “este personaje de la ficción es básicamente atractivo y por tanto sedimenta simpatías en el imaginario popular”.
Para corroborar esta opinión, basta con ver películas cubanas recientes como Fábula, Extravíos o Club Habana, donde la vía de la prostitución es el único camino hacia la prosperidad, el disfrute y la libertad, entre otros objetivos que están muy lejos de la realidad del cubano común.
No importa que para lograrlos la prostituta de Fábula se involucre junto al padre de su hijo en un triángulo sexual con un italiano; o que en Extravíos la protagonista renuncie al amor para poder abandonar el país.
Según Martín Díaz: “Las prostitutas son nada más la más palpable, evidente y soez representación de esta mentalidad. Su proliferación, un reflejo de que todos nos hemos prostituido un poco”.
Independientemente de cualquier opinión o del modo en que se enfoque el asunto en el cine o la televisión, es un hecho indiscutible que para muchos cubanos, no solo mujeres, prostituirse se ha convertido en el “ábrete sésamo” para lograr un respiro de la miseria y la insatisfacción crónicas en que vivimos, o para escapar de ellas hacia cualquier lugar, en el caso de los más exitosos practicantes del oficio.