LA HABANA, Cuba. – La dictadura anda sin cabeza, y no solo porque el “presidente” Miguel Díaz-Canel no trincha ni corta, sino porque las decisiones que se siguen tomando, contra toda lógica y a pesar de las advertencias de reconocidos economistas, parecen estar encaminadas a colocar el país en una situación tan extremadamente precaria en la que no quede más alternativa que venderlo o anexarlo.
Sobre la mesa están las dos posibles metrópolis: Estados Unidos y Rusia. De la primera, los dólares; de la segunda, los disparates. Se habla de una reforma económica a la rusa que no puede correr por cuenta del Kremlin porque no hay dinero para sacar adelante algo que simplemente no existe. Cuba no tiene ni para empezar. Está sepultada en deudas y el conflicto dirimido en Londres es solo un medio tiempo para repensar estrategias, una pausa que ha dejado más preguntas que respuestas.
Justo en el momento en que las instituciones bancarias y financieras de la Isla son menos confiables que nunca, puesto que ni siquiera se sabe a quién pertenece o representa el Banco Central de Cuba, el Gobierno anuncia la derogación de la norma que, desde junio de 2021, prohibía depositar dólares en efectivo en las cuentas en moneda libremente convertible (MLC).
De la nada, sin que los cubanos sepan aún el verdadero motivo por el cual aquella decisión se tomó, ni resarcir a quienes comprometieron sus ahorros en CUC y todavía esperan, con el certifico engavetado, poderlos recuperar en moneda fuerte, el ministro de Economía, Alejandro Gil, asegura que permitir el depósito de dólares es el camino correcto, cuando dos meses atrás decía que había que avanzar en la desdolarización de la economía.
Cuba está a la deriva. Desde la pandemia se intuye con fuerza, sintiendo el desamparo en las tripas, en los huesos molidos de tanto bregar, en los insomnios de preocupaciones y dolores sin medicamentos para aliviarlos. El régimen no tiene otro plan salvo subsistir a costa de los cubanos. Se mueve a ciegas porque sabe que aquí abajo transcurre el proceso de aniquilación que resulta de sus constantes errores políticos y económicos.
Las 63 medidas aprobadas en abril de 2021 para impulsar la agricultura fallaron. El acercamiento autorizado por Biden no ha generado la lluvia de dólares que la cúpula esperaba. Las miles de mipymes aprobadas no han hecho ninguna diferencia en cuanto al poder adquisitivo del peso cubano; más bien han llegado al mercado con tarifas ligeramente menos elevadas que las del mercado informal, pero igualmente impagables para los cubanos que no poseen fuentes de ingresos extra y en divisas.
Es inexplicable la uniformidad de precios en establecimientos que venden prácticamente los mismos productos, casi todos importados. No hay competencia ni variedad, como tampoco se percibe una estrategia comercial. La actitud parece ser “si vendo, bien; si no, también”.
Muy pocas mipymes venden alimentos frescos. La mayoría no produce bienes ni servicios, pues lo que realmente se ha estimulado y legalizado en Cuba es la reventa, más que el emprendimiento.
No se invierte en infraestructura. Hospitales, escuelas, fondo habitacional, termoeléctricas, acueductos, viales, alcantarillado y servicios comunales atraviesan un descalabro continuo que acentúa el malestar y sufrimiento de la población.
A pesar de ello, un Gobierno que jamás ha explicado qué hace con el dinero, pide dólares. Atrae a los incautos anunciando la próxima apertura de comercios creados con capital mixto, que de seguro no van a operar en moneda nacional. Con bombo y platillos se ha divulgado información sobre “El Gran Ferretero” y un nuevo mercado de productos rusos, como si estuvieran llegando barcos repletos de mercancía al Puerto de Mariel.
Basta mirar cuán desoladas están las ferreterías y mercados existentes para entender el engaño y guardarse mucho de engrosar la tarjeta en MLC con los dólares que tanto codician Díaz-Canel y su comparsa de indolentes, que cada día lucen más gordos, aletargados y repulsivos.
Cuando se abran las puertas de “El Gran Ferretero”, sus estantes exhibirán todo lo que lleva tiempo almacenado, para dar la impresión de abundancia en la jornada inaugural y dos o tres semanas después. Las latas de carne rusa ―pura grasa saturada― volverán a la dieta de una población que lleva años envenenándose a golpe de “perritos” y un picadillo mixto de composición incierta.
Los dólares que se recauden irán a las arcas del banco que no es de nadie, o que, a los efectos de deudas millonarias u otras cargas fiscales, sí tiene un dueño: el pueblo cubano, que se convierte en Estado cuando al régimen le conviene. La dictadura quiere pagarle a CRF con los dólares de Liborio más los 50.000 que repartió Tekashi 6ix9nine. Si sobra algo, probablemente contribuya a costear la escaramuza reformista de Boris Titov.
Es una pena que detrás del jaloneo entre Rusia y Estados Unidos para presuntamente ayudar a Cuba a salir del atolladero, se oculten intereses geopolíticos. Sería magnífico ver a la Casa Blanca salirse de la puja y dejarle la Isla a Rusia, para que Putin y sus oligarcas, ahogados ya por las sanciones, tengan que lidiar además con un gobierno inútil, mala paga y ladrón, capaz de arruinar a un país desde la base económica hasta los recursos humanos.
Lamentablemente, esto no sucederá, pero los cubanos sí pueden ponérsela difícil al régimen dejando sus divisas bien lejos de cualquier institución financiera subordinada al Partido Comunista de Cuba. A fin de cuentas, estuvimos dos años sin poder depositar dólares en efectivo y hemos sobrevivido. Mejor aún: aprendimos que más vale un dólar en mano que ciento en el banco, de donde nunca los podremos sacar.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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