LA HABANA, Cuba.- En menos de 72 horas, entre los días 18 y 20 de marzo de 2003, durante la ola represiva conocida como la Primavera Negra, el régimen castrista encarceló a 75 opositores, a los que unas semanas después, bajo acusaciones ridículas, impondrían condenas de hasta 20 años y más.
De los 75 prisioneros, 22 eran periodistas independientes. Algunos –Raúl Rivero, Ricardo González Alfonso, Manuel Vázquez Portal, Jorge Olivera–, de los más emblemáticos.
Con aquella razzia y las condenas que se pretendía fueran ejemplarizantes, la dictadura creyó que acabaría no solo con la oposición, sino también con los periodistas que desde la anterior década ejercían su labor al margen del Estado. Pero no lo consiguió. En pocos meses, a pesar de la represión, el periodismo independiente se recompuso y no solo continuaron su trabajo los que ya existían, sino que aparecieron decenas de nuevos comunicadores alternativos.
En 2007, apenas cuatro años después de la ola represiva que se propuso exterminar al periodismo independiente, este se multiplicó con el surgimiento de Generación Y, seguido por más de una decena de blogs de disidentes. Aquella eclosión de blogs desembocaría en la aparición de las páginas Primavera Digital y 14ymedio.
Posteriormente, aparecerían medios independientes como El Estornudo, La Joven Cuba y El Toque, donde se agruparon fundamentalmente jóvenes, en su mayoría provenientes de la prensa oficial, que en mayor o menor medida de modo contestatario, aunque sin declararse opositores al régimen, buscaban expresarse con mayor libertad y soltura, fuera de los rígidos moldes impuestos por el Departamento Ideológico del Partido Comunista.
Pero, contra todo pronóstico, cuando parecía irreversible la tendencia al fortalecimiento del periodismo alternativo, el régimen parece estar a punto de lograr ahora lo que no consiguió con la ola represiva de hace 19 años: si no aplastar, al menos debilitar y llevar a su mínima expresión al periodismo independiente.
Se esfuerza en conseguirlo, no solo con el endurecimiento de sus legislaciones draconianas contra la libertad de expresión que vienen a sumarse a la siniestra Ley 88, como la que amenaza con penas de hasta cuatro años de cárcel a quien reciba financiamiento del exterior, y que se concretarán en el nuevo Código Penal de inspiración nazi-estalinista.
Por si no fuese suficiente, al acoso, el decomiso de equipos, los arrestos arbitrarios y las amenazas contra los periodistas independientes, ahora se suman los destierros forzosos, cual si estuviéramos en el siglo XIX, cuando las autoridades coloniales españolas expulsaban de la isla a los independentistas y los enviaba a Ceuta o adonde se les antojara.
En los últimos meses, varios comunicadores independientes, amén de activistas opositores, han sido forzados al destierro. Camila Lobón, Ileana Hernández, Esteban Rodríguez y Héctor Luis Valdés Cocho son los casos más recientes. Pero parece que no serán los últimos.
Según testimonios, la Seguridad del Estado está presionando a muchos periodistas independientes, los que más molestos les resultan, para que se marchen de Cuba. Los amenazan con encarcelarlos y con represalias contra sus familiares si no se van.
Y, como cada vez es más difícil la vida en Cuba, y la atmósfera de tan represiva luego de las protestas de los días 11 y 12 de julio se ha hecho irrespirable y promete ser peor, a muchos los represores no tienen que insistirles demasiado y están cediendo, sin mucha resistencia, y preparan su partida.
Ya en los últimos anos se fueron de Cuba y se radicaron en el exterior, alegando distintos motivos, varios de los más conocidos periodistas de la nueva hornada, como Elaine Díaz, Mónica Baró, Carlos Manuel Álvarez, Abraham Jiménez y Harold Cárdenas, entre otros.
A este paso, pronto quedaremos pocos, poquísimos periodistas independientes. Y no podemos darle ese gusto al régimen. No debemos ceder a las presiones y el chantaje. Que el hostigamiento, las amenazas de la policía política y las represalias no son nuevas, siempre han estado presentes y no por ello nos ha vencido el miedo y hemos claudicado.
Es perfectamente comprensible que un preso acepte irse del país si los cancerberos le dan a elegir entre eso o cumplir una larga condena de prisión. Es el caso de varios colegas que han ido de la cárcel a un avión. Lo que no podemos aceptar es que ciertos desaprensivos y medrosos utilicen el periodismo independiente como trampolín para emigrar, yéndose con un aval de opositor al régimen.
Pero no son solo los periodistas independientes los que se van: también, en medio del actual éxodo de cubanos, se están yendo periodistas oficialistas.
En las últimas semanas han desertado varios periodistas de los medios informativos propiedad del Estado cubano. El caso más sonado es el de Yunior Smith, un periodista que hasta hace muy poco, en el Noticiero de Televisión (NTV), lanzaba furibundos ataques contra los opositores y los acusaba de “mercenarios al servicio del gobierno norteamericano”, y ahora, en la frontera entre México y los Estados Unidos, afirma que lo obligaban a actuar así.
Otros no se toman siquiera la molestia de dar explicaciones sobre su actuación como fervorosos voceros del régimen. Se marchan y ya, cual si nada hubiese pasado. Si acaso, se limitan a emitir algún frívolo mensaje, como: “Aquí estoy, Miami”.
Estos periodistas que saltan despavoridos y oportunistamente del barco oficialista a punto de naufragar, dan por descontado que por su colegiatura obtenida en la Facultad de Comunicaciones de “la universidad solo para revolucionarios”, sin importar su pasado al servicio del régimen, no tendrán problemas en encontrar empleo pronto en la TV de Miami.
El periodismo cubano, luego de que en los primeros años del régimen revolucionario se acabara la libertad de prensa, ha sido muy cuestionado. La prensa oficialista por su papel de propagandista del régimen, al punto que Gabriel García Márquez, un admirador de Fidel Castro, la definió como “más hecha para ocultar que para difundir”. Y la independiente, ninguneada, reprimida, a veces confundiéndose con el activismo político, a quien algunos puristas, pese a saber en las difíciles condiciones en que realizan su trabajo, reprochan su “apasionamiento y falta de objetividad”, y el no contrastar suficientes fuentes, entre otros defectos. Por estas razones, Cuba ha llegado a ser calificada como “el país del anti-periodismo”.
En los últimos años y cada vez más, para hacer peor el panorama, muchos periodistas, tanto oficialistas como independientes, a la menor oportunidad se dan a la fuga. Con el reforzamiento del arsenal jurídico del régimen y el agravamiento de la situación económica, se prevé que estas fugas y deportaciones aumentarán.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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