LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -Hace unos días, Alain salió de la Sección de Intereses de EE.UU en La Habana, con un sobre amarillo y su pasaporte visado. Según me contó, en ese momento sintió algo muy parecido al vértigo. Una sensación dulce y amarga al mismo tiempo. Del lado de allá del Estrecho de la Florida, le espera su madre.
Cuando, en 1980, se produjo el masivo éxodo del puerto del Mariel, ambos no pudieron irse porque el padre de Alain y ex- esposo de ella no autorizó la salida del niño. Hace cinco años, la madre se casó con un antiguo amor. El hombre, ya como ciudadano norteamericano, logró reunirse con ella, sacándola de Cuba.
Ahora Alain se hace muchas preguntas, cuyas respuestas están en el día a día que le espera, a partir del momento en que el avión aterrice en el Aeropuerto de Miami. Sabe que no es lo mismo llegar a abrirse paso en otro país, a los diez años, edad que tenía en 1980, que ahora, cuando ya pasa de los cuarenta. Son treinta años de inercia, abulia y grilletes mentales casi físicos.
La madre le ha dicho todo el tiempo que intente aprender el inglés y que se prepare psicológicamente para una dinámica laboral distinta a la de Cuba. Para Alain va a ser duro, quizás al menos en principio, salir de la monotonía del no hacer casi nada, en la Isla, hacia el trepidante ritmo diario de un mercado laboral competitivo.
Las reglas del juego están cambiando. Podremos afirmar, con razón, que las nuevas regulaciones migratorias forman parte de un lavado de imagen, con el cual el gobierno intenta ganar tiempo y credibilidad frente a la comunidad internacional. Pero el cambio de perspectiva de quienes salen, respecto a la Cuba que es, frente a la que debería ser, va a tener un impacto a mediano plazo en la Isla. En principio, la barrera artificial que divide a los cubanos de adentro y de afuera parece estar cayendo. Nuestras preocupaciones, a la luz de las actuales circunstancias, son muy parecidas.
A comienzos de abril, tres grupos de música rock-metal de aquí consiguieron llegar a Austin, Texas, para presentarse en un importante evento del género. Es la primera vez que bandas cubanas de esta índole logran actuar en territorio norteamericano. Desde el momento en que tuvieron en sus manos el visado, los músicos se hicieron todo tipo de ilusiones y conjeturas sobre el éxito del viaje.
La escena rock cubana ha estado aislada del mundo. Durante décadas, el castrismo reprimió a los cultores y seguidores, marginándolos socialmente. Ahora tolera la existencia de este fenómeno musical. Al mismo tiempo, permite que los comisarios culturales lo excluyan de eventos o festividades populares, de un modo más o menos mal disimulado.
Varias bandas capitalinas del género fueron impedidas de participar en la recién concluida Romería de Mayo, en Holguín. Misteriosamente, a última hora falló el transporte que debía trasladar a los músicos desde La Habana. Es paradójico que a los grupos de música rock cubanos les resulte ahora menos complicado llegar a participar en un evento fuera del país y, al mismo tiempo, sean excluidos de otro evento nacional.
De todas maneras, las frases “fulano se quedó” o “el grupo tal desertó” parecen estar pasando al baúl de los recuerdos. Quizás, de estos grupos que hoy viajan, unos regresen y otros no. Los que retornen, habrán tomado un respiro, fuera de esta olla de presión en forma de isla. Los que decidan no volver, tendrán por delante ese camino dulce y amargo que, como una sensación premonitoria, intuyen quienes obtienen una visa para emigrar.