Hablar cuesta caro
LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -Con la telefonía celular nuestros jerarcas tienen la gallina de los huevos de oro, lo que quizás compense el dolor de cabeza que para ellos representa que, con esa tecnología a su alcance, ahora los cubanos pueden comunicarse entre sí y con el mundo. De cualquier modo, siempre les queda a los mandamases el recurso de cortarles el servicio a quienes ellos estimen conveniente, como hicieron recientemente con casi todos los opositores durante la visita papal.
En Águila y Dragones, sucursal de la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba SA (ETECSA) en Centro Habana, antes de las diez de la mañana del pasado sábado 14 de abril, ya más de veinte de “celuleros” habían adquirido, al menos, una línea telefónica. La oferta especial consisitía en que a quien adquiría una línea en 30 pesos convertibles (cuc) le otorgaban un crédito de 30 cuc. Y las colas para comprar o recargar tarjetas eran cada vez más extensas, como a diario ocurre en la mayoría de estas oficinas de ETECSA.
Ese día compré una línea para mi Motorola. Al siguiente (domingo), le instalé el código PIN. Hice dos llamadas de menos de medio minuto y una internacional por equivocación, de apenas segundos. En total, el gasto no debía sobrepar los 2,50 cuc. Por la noche, al examinar el saldo, vi que de los 30 cuc iniciales me quedaban 14 y unos centavos.
Llamé al Centro de Atención a Clientes de Cubacel. La empleada chequeó en el sistema informático: “Qué raro”, dijo, “aquí aparece que su crédito comenzó con 17 cuc y no con 30”. Y me sugirió solicitar un informe de mis llamadas en cualquier Tele Punto.
El lunes me dirigí a la sucursal en Obispo y Habana. Marqué al final de la larga cola que indicaba que el creciente número de celulares va atiborrando la capacidad de la empresa para brindar el servicio del modo rudimentario en que atienden a los clientes y –ojalá- presionando al Ministerio de Comunicaciones a establecer un acceso a internet eficiente y disponible para todos los cubanos, que haría mucho más fáciles este tipo de trámites.
Tras horas de espera, la empleada, llamada Gisel, reiteró la rareza de mi caso, y recomendó que esperara al menos unos días para que un especialista nombrado Juan Ignacio indagara sobre el asunto. Sin embargo, transcurridas unas horas la empleada me llamó por teléfono pidiéndome retornar ante ella para explicarme lo de mis 13 cuc desaparecidos por arte de magia.
Según el especialista, mi teléfono se está conectando automáticamente con una compañía de Nueva Zelanda que me roba crédito. Pero no me podía dar ese dato en el resumen de llamadas sin la autorización de su supervisora. Acudí a la supervisora, Yoharis, y también se negó alegando confidencialidad, aunque me dio un buen consejo: “Deseche ese teléfono y compre uno de los que ofertamos en el país, con todas las garantías técnicas y derechos legales para demandar”.
El celular mas barato no baja de 28 cuc. Pregunté si existe un vínculo entre ellos y la cleptómana compañía neozelandesa. “Ninguno”, respondió tajante.
Pese a las dudas, analizo fríamente mi situación. Dejo a un lado la paranoia con la policía política (que bien se sabe del control que goza en esta área). Me olvido de la de corrupción (que también se sabe hay, y bastante). Incluso admito la historia de ciencia ficción de que me jaquearon con mi teléfono apagado y sin código PIN. Según el especialista me robaron el sábado y yo instalé el PIN el domingo. Hasta llego a aceptar que haya sido un error mío en la manipulación de las teclas. Lo incomprensiblemente sospechoso para mí sigue siendo el por qué no me quisieron vender –sí, leyó bien: vender- un resumen íntegro de mis llamadas.
ETECSA es una entidad codiciosa. Cobra a sus clientes 3 cuc –dos días de sueldo- por un resumen de llamadas, que debería ser gratuito. Y dos minutos de conversación cuestan más que el salario diario promedio de un cubano.
Tengo un amigo que dice que él tiene dos Cadillacs: uno modelo 1959, de dos puertas y cola de pato, que cuando da una vueltecita por el barrio se traga diez litros de gasolina y un Cadillac en miniatura, pero que consume tanto como el grande: su celular.