LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – El proceso de otorgamiento de líneas de telefonía fija en Alamar es cada vez menos transparente. ¿Cómo definir quién se merece o no comunicarse a través de ese aparato?
Juana Rodríguez, residente en el edificio SP-2 de Alamar, todavía no se lo explica. Sus hijos contribuyeron a abrir la zanja por la que pasarían las instalaciones que se necesitaban para que todos tuvieran teléfono. “Cuando en el Comité de Defensa se anunció que el retraso en la instalación de teléfonos era porque faltaban quienes asumieran el trabajo más duro –afirma Juana-, todo el mundo se puso en función de eso. Era increíble, hasta los muchachones que se la pasan en la esquina sentados sin hacer nada, cogieron una pala y un pico y rompieron la calle”.
Las cosas sucedieron tal como las cuenta. La gente se alistaba sola, y al fin las instalaciones concluyeron. Cada edificio de la zona tiene capacidad para que se brinde el servicio. Pero nadie aclaró que, a pesar del esfuerzo colectivo prevalecería, a la hora cero, un criterio de selección arbitrario para adjudicar las líneas. Juana Rodríguez fue una de las que se quedó fuera, tal vez porque es ama de casa o porque no lleva tanto tiempo viviendo en ese lugar, o porque uno de sus hijos se manifiesta abiertamente contra el gobierno.
Aunque podemos inferir cuál es la causa de exclusión, nunca sabremos la respuesta exacta, porque Juana no es la única que no tendrá teléfono, Dios sabe hasta cuándo. “Después -dice- que trabajé gratis para la compañía”.