El Humor de Arístide

LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -La ocasión fue única. Jamás había tenido la oportunidad de asistir a una exposición de caricaturas políticas, pero no de la República –aunque había unas pequeñas muestras–, ni sobre los males y la voracidad del “Imperio”, sino una donde los protagonistas eran las figuras del gobierno cubano actual, y los temas surgían del impacto que ha tenido su política sobre la realidad y la conciencia nacionales. Esa oportunidad me la dio Estado de SATS, el pasado viernes 18 de mayo, con su Exposición de Humor Gráfico Político y Social CoCodrilo Smile, realizada en el espacio de su sede habitual.
Había un ambiente de fiesta y galería, con niños que iban de paseo acompañando a sus padres, y amigos y conocidos que venían a compartir la experiencia de reírse, y hasta burlarse, de cuanto les ha afectado como naturales de la Isla, y también como personas.
Tras las palabras de bienvenida de Ailer, coordinadora artística del proyecto Estado de SATS, y del preámbulo de Reinaldo Escobar, quien leyó su nota de catálogo para el público fiel, y para el mascarado, pudimos disolvernos entre la risa y el entusiasmo de las obras, y olvidarnos por completo de la incertidumbre de la vigilancia y las dobles personalidades.
Entramos a ver las piezas de la exposición, colgadas como si fueran ropas de una tendedera. (Y así, no le sacaron “los trapos sucios” al gobierno, sino que los lavaron en el agua de la risa.) Unas despertaban carcajadas, otras el asombro, la sonrisa, y hasta la admiración. Algunos comenzaron a decir cuál era su pieza favorita, basados en la fineza del dibujo, la ironía de contraponer dos planos narrativos, y la ingeniosidad para crear y contrastar símbolos.
Debo confesar que, salvo a Garrincha, Danilo Maldonado (El Sexto) y Luis Trápaga, cuyos dibujos conocí por la revista Voces Cubanas, desconocía a los demás artistas. Me sorprendió mucho y favorablemente la obra de Omar Santana, por su excelente dibujo y su sátira reflexiva, y las historietas de Gugulandia, que contrasta la ligereza del animado infantil con la densidad de un tejido alegórico que destuerce los ideologemas políticos.
Y al terminar la fiesta de la exposición vino (¡oh, sorpresa!) el premio mayor: un sorteo donde se regalaban la mayoría de las cartulinas que acabábamos de disfrutar. Hubo incluso familias que tuvieron la suerte de ganar varias obras, y al final hasta se rifaron dos a quienes contestaron más rápido dos preguntas relacionadas con la historia del humor político en Cuba.
Cerró la noche la exhibición de varios videos, uno donde ofrecieron declaraciones para el evento artistas del exilio, como Alén Lauzán, director de TeleGuamá, Afredo Pong, Luis Alberto Ramírez (Katungo), y finalmente el gran Garrincha, que probablemente sea uno de los caricaturistas cubanos más talentosos de las últimas décadas. Otros animados de TeleGuamá, como los de Pupo y Bebo comentando las noticias recientes desde el sofá de una casa, tienen el aliño de la picaresca política, y el que contraponía escenas de la Sierra Maestra con la secuencia de tres hermosas mujeres armadas de fusil, que se desvisten mientras caminan por el campo, como si fueran al encuentro de los barbudos, recordaba aquella gracia de la comedia silente animada por las voces de Armando Calderón. Sin embargo, creo que al calor de la diversión paródica, los actores deben cuidarse de no pasar la línea que separa lo popular de lo vulgar, pues la espontaneidad es como el viento, que en exceso, lejos de avivar, apaga la risa.
Uno de los méritos de la exposición (quizás el mayor) fue crear una onda expansiva de libertad, y hasta de alegría, en todos los participantes al evento; porque si la denuncia de una injusticia, o de un absurdo, es el apretón que drena el pus de la herida, el humor es el bálsamo fresco que la alivia y sana.
LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -Una amiga de Sevilla que alterna la atención a la madre enferma con las búsquedas en Internet, me adjunta en un correo algunos datos e imágenes sobre la mujer del general Raúl Castro Ruz, sucesor del hermano en el trono de Cuba. No visualizo el video pero retengo el nombre de Talía González, la elegida del mandatario, aquella locutora cuarentona de los maratónicos actos sabatinos de “reafirmación patriótica”. Si fuera cierto les deseo que sean felices, más no me interesa el tema.
Admiro mucho a esta amiga pues es solidaria con varias familias cubanas sumergidas en la miseria, a las cuales les envía ayuda de su bolsillo y lo que recauda entre las damas que acuden a su gimnasio. Como ella sabe que no indago en las vísceras del castrismo, si no en los entresijos de la cultura nacional, le doy las gracias y le pregunto por la Madre Patria. En otro mensaje me informa acerca de la crisis y “los indignados de España, pero adjunta un manojo de chistes cubanos.
Algunos chistes son frescos, otros tan añejos como nuestros caciques. En ellos, el jubilado Fidel Castro y el irreverente Pepito siguen en el protagonismo del imaginario popular. En las bromas anónimas ambos interactúan entre la frivolidad y la agudeza. La realidad cubana deviene centro de disparates y alusiones filosóficas de corte existencial.
Los turistas, los letreros, los entierros, el chino, el socialismo, las semejanzas y Hugo Chávez rivalizan en los chistes con el Comandante Castro y el insolente Pepito, más evocados en el exilio que dentro de la isla, donde apenas escuchamos sus peripecias.
Si de chistes se trata, comparto con los lectores la muestra de masoquismo popular enviada por la amiga andaluza, tan conectada a Cubalandia como los nostálgicos de Miami, Madrid o México.
Castro, Pepito, el chino y Hugo Chávez:
“En el Cementerio Colón, durante el entierro de Celia Sánchez, el Comandante murmura: ¡Oh, Celia, mi Celia! Un chino que escucha le dice: ¿Mi Celia? ¡Micelia, hambre y dictadura!”
“El inspector de escuela le pregunta a Pepito: -¿Quién es tu madre?
-La Patria, inspector.
-Y ¿tu padre?
-Fidel, inspector.
-Y tú, ¿qué quieres ser Pepito?
-¡Yo, huérfano, inspector!”
Castro llama a Hugo Chávez y le pregunta: “¿Qué estás haciendo ahora compañero Presidente?
-Yo, estoy bolivarizando al pueblo venezolano. Y tú, ¿qué estás haciendo?
-Yo aquí, Martí-rizando al pueblo cubano”.
La maestra le pregunta a Pepito: -“¿Qué es el capitalismo?
-Es un basurero lleno de carros, juguetes y comida.
-Muy bien, Pepito, ¿y el comunismo?
-El mismo basurero, pero vacío…”
Turistas y semejanzas:
Un turista canadiense pregunta en una tienda de música de La Habana:
-“¿Tienen la canción Morir de amor, por los Hermanos Fabrisa, en 45 revoluciones?
-No, pero tenemos Morir de hambre, por los hermanos Castro, en una sola revolución”.
Un chistoso pregunta a un ingenuo: “¿En qué se parecen el Vaticano y la Reforma agraria de Cuba? Ante el silencio del otro, le dice: En que durante 50 años solo producimos cuatro papas”.
Un sacerdote sus feligreses: “Hijos míos, estoy por creer que Adán y Eva eran cubanos, pues no tenían ropa, andaban descalzos, no los dejaban comer ni manzanas, y les insistían que estaban en el paraíso”.
LA HABANA, Cuba, agosto (173.203.82.38) – Desde el viernes 5 y hasta el domingo 21 de agosto, hubo bullicio de fin de semana en la esquina de 5ta y D, a un costado del parque Villalón del Vedado, en la casona que ocupó el Generalísimo Máximo Gómez a principios del siglo XX, sede del grupo teatral El ciervo encantado, de discreto y sostenido desempeño profesional dentro de la escena cubana de las últimas décadas.
La algarabía comenzó a las ocho y treinta de la noche de viernes a domingo, cuando la actriz Mariela Brito avanzó de afuera hacia adentro saludando con euforia de barrio a quienes esperaban a que la puerta se abriera. La simpatía desatada, el exceso de maquillaje, gangarrias y su acentuada gestualidad, fueron el preámbulo de la interacción con el público, propia de la actuación performance del monólogo Cubalandia, un “paseo por la actualidad más actual de Cuba”, según sus propias palabras.
Ya en escena, Mariela demostró que la “bolá”, “el asere”, “el cabilla”, el “trapicheo”, el peso convertible (cuc) y el peso cubano no son simples vocablos cotidianos de millares de personas, sino soportes sociolingüísticos de quienes intentan cambiar su estatus con nuevas relaciones a través del comercio alternativo y otras formas de sobrevida urbana.
En la actriz reencarnan muchas jóvenes de nuestros días, mujeres alegres, optimistas y audaces que oscilan entre el pillaje, la locuacidad y el deseo de imponerse sin pensar en tantas normativas y trabas burocráticas. Su Cubalandia Excursiones, especie de agencia turística por cuenta propia, con “paquete a tu medida en dólares o pesos cubanos” tiene un sabor satírico corrosivo, pues la mordacidad deviene instrumento para ofrecer una arista de la realidad insular.
Cada día, durante una hora de actuación, la actriz derrochó talento y sentido del humor en un escenario desolado y pintado de negro, con efectos lumínicos y mucho regatón para enfatizar el discurso verbal que transportó al público a la calle, mientras ella respondía al celular y explicaba su propuesta de viaje turístico por centros de La Habana, Varadero, Viñales, Trinidad y Santiago de Cuba, auxiliada por la efigie del indio de la suerte, un poster panfletario de los hermanos Castro y, como telón de fondo, el mapa “Doble Moneda” del artista Lázaro Saavedra.
Hasta la complicidad del público, que resolvía las cuentas y la conversión en divisas, parecía concebida en el guión del vibrante monólogo de “Yara La China”, caracterizado por el despliegue de energía de la actriz, capaz de mantener a los espectadores en tensión. En Cubalandia casi todo se dice acerca de la Cuba de los de abajo, incluidos el camuflaje, las paradojas cotidianas, la cautela, la picaresca, el transporte o los comités de vigilancia. El suyo es el 666, número del Demonio.
Bajo la dirección de Nelda Castillo y la asistencia de Sahily Tamayo, la actuación y performance Cubalandia fue una propuesta de verano que destiló frescura y acercó al público a los problemas del país desde la representación teatral.
LA HABANA, Cuba, diciembre (173.203.82.38) – “Estoy pasando por un momento de mi vida… bueno, si a esto se le puede llamar vida”. Así comienza el espectáculo humorístico de dos horas de duración el comediante cubano Rigoberto Ferrera. Las presentaciones en el cine-teatro Astral, de esta capital, se realizan a teatro lleno y el espectáculo transcurre entre las carcajadas del público.
Los aplausos premian la calidad del humor sin dejar de lado el contenido de sus chistes, que critican al gobierno, y en ocasiones rozan los nombres de los máximos dirigentes. “Fiii.. lete de pescado emperador”, es un ejemplo de su osadía.
Rigoberto Ferrera, con su particular forma de hacer humor, convierte a los asistentes en transgresores de las reglas del sistema, burlándose de los absurdos gubernamentales, con el propósito de ganar las risotadas de los presentes que, sin advertirlo, se ríen de sus propias desgracias.
La identificación de los espectadores con el mensaje del comediante muestra la necesidad de libertad de expresión de la sociedad cubana. Con la asimilación de la burla, que va del doble sentido a la mofa, el público cómplice, con aplausos y risas, aprueba las críticas a la hipocresía del sistema. De esta forma manifiesta el pueblo su inconformidad del pueblo con los gobernantes, sin necesidad de convocar a debates manipulados por el Partido Comunista.
Comentarios como “la puso buena”, “está loco”, “a este se lo llevan preso”, se escuchan a la salida del teatro. Al finalizar el espectáculo, los asistentes regresan a las calles, a la realidad, con la mordaza impuesta a la nación por el régimen.
En la actualidad, es común en Cuba disfrutar en los centros nocturnos de espectáculos humorísticos no exentos de críticas al régimen. Los comediantes más populares entre nosotros son generalmente los más críticos con los gobernantes, y los humoristas utilizan con maestría la situación del país para hacernos reír, cuestionar y ridiculizar a los que mandan.
Es meritorio que se atrevan a transgredir la censura, si se tiene en cuenta que los humoristas ponen en riesgo su trabajo, ya que pueden ser excluidos del medio artístico, como ha sucedido en ocasiones. Por eso, como dicen algunos del público al final de sus funciones: “Lo de Rigo no tiene nombre”.