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La moribunda Nueva Trova

LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -En la noche del 23 de  noviembre se celebró en el parque Villalón, junto al teatro Amadeo Roldán, del Vedado habanero, un concierto para recordar el 40 aniversario de la creación oficial del Movimiento de la Nueva Trova. Fueron invitados a cantar músicos como Frank Delgado, Adrián Berazaín, y Bian Oscar Rodríguez (“el B” de Los Aldeanos).

La fiesta popular, que reunió a cientos de jóvenes y adolescentes, fue animada -casi en su totalidad- por la música tecno (o electrónica), el rap, el rock, y el reggae. Algunas canciones de Silvio Rodríguez, como el “Reparador de sueños”, fueron ejecutadas en versiones electrónicas. Aunque supuestamente era un homenaje a la Nueva Trova, apenas se interpretaron canciones bajo ese espíritu musical: una de ellas fue una versión de “Memorias del subdesarrollo”, de Carlos Varela. La fiesta se terminó casi a las 12 de la noche.

El llamado Movimiento de la Nueva Trova nació de una velada en Casa de las Américas, en la cual cantaron juntos por primera vez, y frente a un público, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola. Fue el 18 de febrero de 1968. Y aunque ese día significó el “estreno” de un grupo de jóvenes cantautores, que marcarían la primera generación de esa vanguardia musical en Cuba, se decidió fundar el Movimiento de la Nueva Trova, de manera oficial, en Manzanillo, el 2 de diciembre de 1972, después de una caminata que partió de la playa Las Coloradas, en donde había desembarcado el yate Granma 16 años antes.

El viernes 23, además de la mención a los 40 años de la Nueva Trova, se hizo un énfasis reiterado en que ese concierto estaba “dedicado a la No-Violencia”. Era extraña la conjugación de ambos homenajes, máxime porque ya había  pasado el 2 de octubre. Sin embargo, hay una explicación.

El pasado 10 de noviembre, en la ciudad de Ciego de Ávila, durante un concierto dedicado a la trova, un grupo de jóvenes, que exigía a los intérpretes que pusieran reggaetón, acabó por agredirlos físicamente. Según un comunicado de Cubarte, divulgado por intranet, mientras ocurría el “espectáculo 40 Trova Mix, en el cual intervinieron Adrián Berazaín, Diego Gutiérrez y su grupo, Rochy, DJ Iván Lejardi, DJ V. Joyce, DJ Franka, y el VJ Marcel, un grupo de delincuentes locales, que portaban piedras, botellas y armas blancas, asaltó con violencia a los artistas y técnicos, muchos de los     cuales tuvieron que recibir atención médica en el hospital provincial, y además dañó los equipos técnicos y parte de la infraestructura del espectáculo. // El reclamo de estos facinerosos (…) era que se difundiera en ese espacio y en ese momento reguetón”.

A pesar de la voluntad de hacer una fiesta recreativa, hubo una gran  incoherencia entre el objetivo cultural y el formato del espectáculo. Fue un concierto de homenaje a la trova, en donde casi no hubo canciones de trova. Y un concierto dedicado a la no-violencia, en el cual unos rockeros del público se lanzaban unos contra otros, empujándose, como si fuera un juego caótico de bolas de billar. Si la trova ya no goza del favor de las mayorías, ¿por qué se convoca a un concierto público, en el que para no defraudar los gustos de la audiencia, es necesario recurrir a otros géneros, mucho más populares? Fue tan paradójico, como si la Dirección Nacional de Tránsito decidiera promover un día a favor de la seguridad vial, y planeara la venta masiva de pipas de  cerveza y ron a granel.




El regreso de Habana Abierta

El publico durante el concierto de Habana Abierta

El publico durante el concierto de Habana AbiertaLA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -Aun lamento que en el año 2003 no pude disfrutar el histórico primer concierto de Habana Abierta en Cuba. En aquel momento me fue imposible escaparme del trabajo. Sólo me llegaron ecos, anécdotas y un largo seguimiento a los discos de esta banda de músicos cubanos residentes en Europa.

Habana Abierta, en su actual alineación, está conformada por Vanito Brown, Luis Barbería, José Luis Medina y Alejandro Gutiérrez. Falta ahora en este piquete el, para mi, imprescindible y añorado Boris Larramendi.

En  1995, una pequeña disquera española reunió a varios de estos músicos y les grabó el CD “Habana Oculta”. Luego, vendrían los siguientes discos, “Habana Abierta”, “24 horas”, “Boomerang” y “1,2,3,4”, cuyos temas más populars no dejan de ser “quemados” hasta el cansancio por la legión de fans que tiene la banda en Cuba.

Hace apenas un par de semanas, casi una década después del concierto de 2003, Habana Abierta volvió a actuar en Cuba, en el Salón Rosado de La Tropical. Este show se produjo en medio de un paisaje musical diferente en la Isla, donde hoy prima el detestable reggaetton, y el ambiente soez y violento que lo rodea. El termómetro social tampoco es igual al de 2003, la sociedad se descompone a paso rápido, se ha incrementado aún más la pobreza y se ensancha el abismo entre las cada vez más obvias “clases sociales”. Es esa la Cuba que recibe ahora a los hijos pródigos que regresan.

Decidí que en esta occasion vería a Habana Abierta,  a “como diera lugar”, no quería tener la misma frustración que en 2003. Y a ello me dispuse.

Para llegar al lugar y entrar al concierto, era menester convertirse en mago. Desde las cinco de la tarde las puertas de La Tropical estuvieron abiertas para los que quisieran coger los mejores lugares en el salón. Sin embargo, para quienes llegamos después de las siete de la noche (el concierto estaba programado para las nueve), el área de la avenida 41 y calle 42, en Playa, parecía un circo romano.

Las vallas de metal y el cordón policial abarcaban toda la zona del parqueo. Grandes grupos de jóvenes venían caminando, o se bajaban de las guaguas. Cuando comenzó el concierto, había alrededor de mil personas tratando de pasar el primer cerco para llegar a las puertas de La Tropical.

Cuando desde fuera, se oyó el primer acorde de “Sabes que lo bueno no sale barato”, la avalancha de gente tumbó las vallas y la policía usó spray pimienta y empujones para diseminar la enardecida muchedumbre y restablecer el orden. Al escucharse los acordes del segundo tema tocado por la banda, los centenares de personas que aún esperaban en el primer cerco policial embistieron contra los policías y contra todo lo que se les anteponía para llegar a la entrada principal. Un verdadero tsunami humano sacudió el parqueo.

Los que lograron vencer el caos, optaron por buscar soluciones creativas. Unos (vi alrededor de cien jóvenes) saltaron la cerca perimetral que separa al Salón Rosado del Estadio Pedro Marrero, sobornando a los custodios con 2 cuc para que los dejaran saltar. Otros no tuvieron más remedio que acceder al lugar por la entrada vip , donde  les cobraron 5 cuc (unos 6 dólares), una cifra astronómica, que representa más de una semana de sueldo de la mayoría de los cubanos.

Luego de esperar a que se descongestionasen las puertas, yo y mis amigos logramos al fin entrar a la pista de baile, donde ya no  cabía un alfiler. La gente colgaba de las barandas, bailaba, gritaba… La juventud ardía eufórica, en un ambiente de imaginaria libertad. Se olfateaba el futuro, o al menos eso quisimos sentir. Un cartel, ya muy estrujado, rezaba: “Imagínense un mundo sin reggaetton”.

Lamentablemente, dentro, el audio era espantoso, apenas se entendían las canciones.  Por otro lado, la oferta de cerveza y demás bebidas se agotó  rápidamente, en tanto la muchedumbre clamaba por un “divino guion”. Más que un concierto, el espectáculo, lleno de desaciertos, fue un verdadero “happening”, donde el papel del público fue tan importante como el de los músicos. Una catarsis colectiva.

La televisión no reseñó el concierto, solo ofreció un anuncio previo. Granma publicó una nota informativa el dia anterior y una pequeña reseña del show posteriormmente. Fuera de eso, para los medios estatales este multitudinario evento que conmovió a la juventud habanera paso sin pena ni gloria.

No obstante, y a pesar de los muchos desaciertos del espectáculo, en su segundo viaje a La Habana, los chicos de Habana Abierta nos trajeron, de algún modo, un aire de coraje, libertad  y esperanza. Fue como si dijeran a los de su generación, que es la mia: abran los ojos de una vez, despierten; nuestra Patria necesita un nuevo y “divino guion”.




¡Showtime!

Una escena de Showtime- Foto de Pablo Mendez

Una escena de Showtime- Foto de Pablo Mendez
Una escena de Showtime- Foto de Pablo Mendez

LA HABANA, Cuba, septiembre, 173.203.82.38 -El teatro musical, es quizás el género más difícil del arte de las tablas.  Agrupar a profesionales que tengan la capacidad de cantar, bailar y actuar –todo con calidad– suele ser un dolor de cabeza para los directores que se atreven a incursionar en esta difícil manifestación artística.

Hoy, en Cuba, esta industria de entretenimiento, una de las más demandadas por los cubanos, está saturada simultáneamente de ideología y mediocridad. El desgano, el facilismo y  la falta de creatividad de algunos directores artísticos, a lo que se suman las carencias materiales y las trabazones burocráticas propias del sistema, redundan en producciones mediocres.

Sin embargo un atisbo de esperanza asomó el viernes 31 de agosto en la sala Dulce María Loynaz del Centro Hispanoamericano de Cultura, en La Habana. Allí un grupo de jóvenes actores y cantantes, conducidos por el también joven director, David Guerra, nos entregaron el espectáculo: “Showtime! El universo del teatro musical”, un collage de escenas de legendarios musicales de Broadway. El espectáculo incluyó escenas de los musicales Hair, Gospel, Chicago, Sweet Charity, Cabaret, Rocky Horror Picture Show, Evita, Jesus Christ Superstar y Sunset Boulevard, entre otros.

Lo más positivo de Showtime, es que el público no asistió a una descarga de simples imitaciones. El espectáculo nos entregó una concepción fresca, que imbricó géneros y redimensionó personajes. Los intérpretes no sólo vocalizaron con maestría, sino que, con un alto nivel dramático, comunicaron los conflictos internos de los personajes al público, que respondió con catarsis, lágrimas y cerrados aplausos.

No obstante, hubo aspectos del espectáculo que podrían ser mejorados. Pienso que deberían introducirse cambios en la secuencia de las escenas, puesto que fue palpable el desbalance de ritmos entre el primero y segundo acto. También el sonido no tuvo la calidad óptima requerida, pero tal dificultades no opacó la brillantez del espectáculo.

Quizás Showtime, causó comezón entre los directores establecidos que se encontraban en el público, quienes deben haber lamentado que la concepción de este espectáculo, una idea compartida de David Guerra, Ubail Zamora, Lynet Rivero y Liván Albelo, no se les ocurrió primero a ellos.

Los jóvenes cantantes y actores de “Il gruppetto” (una brigada del Teatro Lírico Nacional de Cuba), la camerata “Vocale Sine Nomine” y  el teatro “La luna”, trabajaron en conjunto durante todo su periodo vacacional veraniego para poder estrenar el espectáculo. Según cuentan sus integrantes, la pasión por el género hizo que asumieran con gusto el sacrificio de sus vacaciones.

Showtime marca un punto de partida. Constituye una muestra de la voluntad de este grupo de jóvenes artistas, que desean “revolucionar” el teatro musical en Cuba, y al mismo tiempo revitalizar la ópera y la zarzuela, géneros también demandados por el público cubano.

Desafortunadamente los teatros de que dispone este tipo de grupos para presentar sus trabajos, no tienen las condiciones técnicas necesarias, especialmente las acústicas.  Sería muy positivo que los funcionarios del Ministerio de Cultura apoyasen a estos apasionados jóvenes que quieren desarrollar el teatro musical, un género prácticamente olvidado en la Isla, cuya ausencia también se ha sumado a las múltiples carencias de este pueblo.




Otra vez Pablo

LA HABANA, Cuba, agosto (173.203.82.38) – El concierto de Pablo Milanés, anunciado para el 27 de agosto en American Airlines Arena, de Miami, desata opiniones contrapuestas en la capital del exilio cubano, donde los promotores de Fuego Entertainment colocaron vallas, pancartas en las paradas de los autobuses y anuncios televisivos, lo cual pasa inadvertido para algunos, pero irrita a centenares de críticos que califican al autor de Yolanda, Para vivir y El breve espacio en que no estás, como “emisario del gobierno de Castro disfrazado de músico”.

En el extremo contrario está el empresario Hugo Cancio, organizador de los supuestos intercambios culturales entre artistas de Cuba y los Estados Unidos, quien afirma que “Pablo Milanés es sin dudas un ícono musical seguido por millones de admiradores alrededor del mundo. Estamos tremendamente entusiasmados y orgullosos de tener la oportunidad de producir su primera gira en Estados Unidos en casi una década”.

Como si fuera poco, Hugo Cancio anuncia por Internet que la presentación en Miami del cantautor cubano “es un evento histórico, único, icónico, una prueba contundente de que nuestra ciudad ha cambiado, que hemos madurado, que somos más tolerantes, sabios, que estamos más unidos, que una nueva generación florece, brota, se esparce…”

Al margen de las exageraciones del presidente de Fuego Entertainment y de las razones de los exiliados que ven en Pablo Milanés al vocero musical de la dictadura cubana, vale aclarar que el dilema es resultado del tradicional posicionamiento ideológico impuesto en la isla hace medio siglo.

Es cierto que Pablo Milanés, como Silvio Rodríguez, fue un cantor comprometido con la revolución y el socialismo. Al fundar el Movimiento de la Nueva Trova a fines de los sesenta ambos pregonaron las quimeras oficiales y recibieron muchísimo apoyo en sus “misiones” dentro y fuera de la isla. Silvio sigue sujeto a los círculos del poder, pero Pablo lleva dos décadas de distanciamiento; en su caso, calificarlo de “oficialista”  equivale a desconocer sus críticas al régimen y su honestidad personal.

Pensemos, además, en el derecho de los empresarios del arte a contratar a las figuras que se ajusten a sus espectáculos, y en el derecho de los artistas a actuar donde deseen. No hay que ponerse en guardia porque Pablo Milanés cante en Miami o Puerto Rico. Pablo, como Silvio, Chucho Valdés o Juan Formell son también hijos del mercado, y gracias al mercado internacional del disco tienen dinero y libertad para viajar; si fuera por los comisarios del régimen sobrevivirían ataditos a nuestras obsoletas empresas musicales.

Nada nuevo ofrecen estos intérpretes porque el tema y las variables de la Nueva Trova son historia antigua, como la “magia revolucionaria” que los contagió en el pasado. En el caso de Pablo, estamos ante un artista que cruza el umbral del pasado y critica a los dioses del naufragio insular; más que un cantor oficial parece un disidente limitado por ciertos credos y compromisos. Aunque Miami es el reverso de La Habana, ¿por qué exigirles otro posicionamiento político?




Camagüey bailó en La Habana

LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -El fin de semana pasado la capital recibió un obsequio especial.  La compañía Ballet de Camagüey, se presentó  en el Teatro Mella, en función de viernes, sábado y domingo.  Presentó para la ocasión un selecto programa  que incluyó Grand Pas de Quatre, El beso de la muerte, Don Quijote, Don Juan, Efímero y Carmen entre otras piezas reconocidas del ballet clásico.

La Dirección General del espectáculo estuvo a cargo de la experimentada Regina Balaguer, responsable de una oportuna selección  de conocidas obras, para un público conocedor de los entresijos de la danza.

Extraordinarios los roles de Oscar Valdez y Laura Rodríguez, en Don Quijote.  La talentosa Laura, fue rigurosa en su actuación y desbordada por un ímpetu volcánico hacia su personaje, muy aplaudida por el publico.  Oscar, desplegó un  apasionado parternaire, muy seguro en su acompañamiento.

Muy interesante, por atrevida, la versión de Carmen que coreografía Osvaldo Beiro, con una mezcla de la música de Bisset y música folclórica cubana.  La puesta muy osada, pero con el síndrome postmoderno de mezclarlo todo, que a veces no funciona.  A veces una propuesta revolucionaria puede devenir aprisionada, trabada, encadenada y anudada.  La fuerza y dinámica de un cuerpo de baile joven talentoso, salvan la escena aunque hay gestos vulgares y libidinosos, impropio para un público de todas las edades, que incluía niños.

Pero lo que más resiente ésta Carmen de las orillas del rio Tínima, es el eterno y siempre frustrante regreso del baile de la chancleta, esa versión cubana, vulgarizada y solariega, del tap norteamericano.  ¿Por qué Osvaldo incorpora la chancleta? ¿Por qué ocurre siempre hasta ahora, con la recurrente danza que tiene poco que aportar al balletomano coherente? Sería bueno saber sus razones.

Otra pieza, muy diferente, fue El beso de la muerte, coreografiado por José Chávez con música original de Ketarov.  El beso, se adapta de manera sublime a nuestra naturaleza y cultura.  Sostiene una fuerza y una provocación, que robó las más profundas exclamaciones de satisfacción al público presente.

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María Antonia

LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – La noche del viernes 15 de abril, el teatro Mella estaba lleno con la presentación de María Antonia, por el Teatro Caribeño de Cuba.  Según la promoción, la “historia trágica, con cantos y bailes, de una mujer negra republicana”. Aunque no estoy seguro, si además de la invitación a ver la obra, el lleno total de la sala se debía a la necesidad de los habaneros de huir del tedio y los desfiles militares que hacían más asfixiante la canícula citadina.

María Antonia es una pieza clásica del teatro cubano, escrita por Eugenio Hernández Espinosa, y  llevada al cine a finales de la década de los ochenta. Se trata de una mirada al interior a la protagonista, una mujer atractiva, sensual, y a su entorno, el solar habanero donde viven ella y los hombres que la aman. Obra signada por lo folclórico, la tradición  y las  leyendas de los negros, como en la relación María Antonia –Ochún y Julián-Changó.

Los protagonistas principales, además de asociaciones intertextuales, gozan con la presencia de Oyá, Obatalá y todo el panteón yoruba.

María Antonia, luego de cuarenta y tres años, sigue siendo una obra de profundo contenido humano y social, a lo que se suma su alcance filosófico.

La larga duración de la obra (dos horas veinte minutos) no molesta al público. Todo lo contrario. Existe una armonía a destacar en la puesta en escena: actuaciones, escenografía, vestuario.  “Coros griegos cruzados con santería” –así calificó la obra el director de televisión, Juan Pin, a la salida del teatro.

La doctora Elsa Brugal, en las palabras de presentación, destaca: “María Antonia evidencia que se sabe objeto y trata de ser sujeto de su historia personal, para convertirse en protagonista de su vida. Como en las conocidas historias de Carmen o Cecilia Valdés, nuestro personaje tiene el síntoma de pertenencia, tema que recorre la obra, y que se denota al pronunciar la ya célebre frase del teatro cubano: “Mío o de nadie”.

Es María Antonia un espectáculo hermoso, refrescante y filosófico, donde Eugenio Hernández, reafirma su potencia como dramaturgo y director. [email protected]




Lo de Rigo no tiene nombre

LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – Recientemente retornó al cine-teatro Astral, Rigoberto Ferrer, con su nueva carga de buen humor en la segunda temporada de su show “Lo de Rigo no tiene nombre”. Una hora y cincuenta minutos de espectáculo con las mil 700 butacas ocupadas por un público conquistado por la risa y que deja al comediante muy bien parado profesionalmente.

Cuando intenté comprar las entradas para los primeros días de presentación, ya estaban agotadas. Me advirtieron que  no había seguridad de que habría otras presentaciones. Con la experiencia de la primera temporada, supuse que a la segunda le esperaba la censura. Para deleite  de todos, Rigo continuó en la escena.

El actor canta, baila y genera el buen chiste que concluye en la crítica al sistema. En esta ocasión no deja de rozar la osadía para mencionar palabras como “cambio”, que pronunciada en ciertos contextos, causa molestia, sobre todo si valoramos la extrema atención que presta el público al diálogo que establece el humorista durante el espectáculo.

La habilidad de enlazar los chistes haciendo memoria de los narrados al inicio de la función, permite al actor repetir una y otra vez los mensajes que, ubicados en diferentes momentos, provocan  la misma risa. Temas como la necesidad de los vendedores de la calle de que les compren sus productos para mantener a sus familias, hasta los que llama “niños endemoniados” que piden con gritos en las  tribunas del gobierno cosas que ni ellos entienden, discurren como eje del espectáculo.

Esta vez el humorista incorpora en el escenario personajes reales, como el manisero que interrumpe el show para vender y sufragar los gastos de la escuela de los hijos. Un vendedor auténtico, que por su espontaneidad, nos hace reír de su situación, que también es la nuestra.

Como desconocía el contenido de la presentación, en la primera temporada no me percaté de la asistencia de ciertos “observadores” camuflados entre el pueblo. Es evidente su presencia, algunos con pantalón militar y camisa civil, otros con rostro estrujado cuando las carcajadas de los asistentes llenan la sala. Quizás por ese motivo el actor decidió hacer su espectáculo con las luces del teatro siempre encendidas.

No obstante, quienes asisten a la función como tarea orientada por  las autoridades también reciben su cuota de burla de parte de Rigo. En esos momentos ríen nerviosos, para no darse por aludidos y ser desenmascarados. Durante el resto de la función, desempeñan el papel de contrapeso, opacados por el equilibrio entre los mensajes del actor y las risotadas de los presentes.

Resulta curioso que al finalizar las funciones de la primera temporada, los comentarios del público al salir giraban sobre lo atrevido del espectáculo; mientras que en esta segunda etapa se escucha entre los asistentes una nueva observación: ¿Viste el tipo de al lado la cara de tranca que tenía?.

Desconozco los niveles de censura impuestos por las autoridades. Resulta claro que en esta ocasión han intentado equilibrar el público, plantando sus agentes como medida preventiva contra cualquier posible explosión de espontaneidad. No es nada nuevo, lo han estado haciendo desde el estreno del polémico filme Alicia en el pueblo de Maravillas.

Burlarse del régimen no es lo mismo que burlarlo. Podemos comentar, hacer parodias, incluso opinar en asambleas cuyo verdadero objetivo es permitir que el gobierno tome el pulso del estado de opinión; pero sólo hasta ese punto nos está permitido. Atrevernos a más nos convierte automáticamente en “mercenarios del imperialismo yanqui”.

Al final del espectáculo, el público sale de teatro comentando el atrevimiento del comediante, pero regresa sin chistar a la realidad, la misma de la que se reía momentos antes. Entonces nos percatamos de que la represión y la censura siguen cumpliendo su función entre nosotros.

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El hombre orquesta

LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – El hombre orquesta es un show ambulante, toca y canta cualquier ritmo, y camina Cuba entera con su carro que empuja para arriba y para abajo.  Cuando va a cantar se detiene y sube a un espacio que tiene dispuesto, se concentra, y actúa como Dios manda.

El carro es una plataforma metálica sobre cuatro ruedas, que también alberga un tanque con tapa para almacenar agua y un compartimiento donde guarda la ropa de él y su mujer, que lo acompaña a todas partes. También viajan con la pareja un par de maracas, un güiro, y una paila con platillos.

Canta desde canciones de los Beatles a Ricardo Arjona, pasando por los Van Van. Su mujer le hace coro cuando entona baladas de la década prodigiosa. Cuando se pasan de tragos suben al  carro y bailan. Tienen un orinal pintado con los colores de la bandera, donde recogen las contribuciones de los que asisten al espectáculo.

Los vi en Guantánamo un par de veces y en Bayamo, en la terminal de ómnibus, rodeados de la multitud  del salón de espera, cuando el ómnibus que iba para La Habana se rompió. Recientemente el hombre orquesta pasó otra vez por Jaimanitas, y regaló a la gente su mejor repertorio, en el parque, donde se instaló una feria agropecuaria. Aquello se llenó de bote en bote.

La gente le hizo coro y el músico se inspiró, tocó la paila y cantó dos temas de la Charanga habanera que puso a bailar al público. El orinal se llenó de monedas de a peso y veinticinco centavos CUC. También  el artista vio un dólar dentro del tibor y varios billetes de a diez y veinte pesos, moneda nacional. El jefe del sector de la policía que supervisaba la feria le preguntó si tenía licencia para presentar el espectáculo.

Respondió con La guantanamera y los versos de Martí: Yo soy un hombre sincero, de donde crece la palma. El delegado del Poder Popular  se acercó, le dijo al agente que no armara líos, que aquel era el hombre orquesta. Se volvió hacia él y le dijo:

-Sigue tocando y cantando, que a la gente hay que alegrarla.

El hombre cantó Lágrimas negras mientras le hacía señas a la mujer para que escondiera el orinal.




Concierto para un Pueblo Triste

LA HABANA. Cuba, enero, 173.203.82.38 – La prensa oficialista se limitó a realizar una pequeña mención de los conciertos ofrecidos por el cantautor Pablo Milanés, junto a su hija Lynn; tal vez los mejores y más emotivos espectáculos ofrecidos en esta ciudad durante el mes pasado.

Es probable que el “olvido” de la prensa oficial, esté relacionado con el título de la canción que Pablo eligió para abrir sus conciertos en el Teatro Mella.  El trovador comenzó los conciertos con “Canción para un pueblo triste”.

Interpretó primero composiciones de Tom Jobim, Victor Manuel y otros compositores foráneos; para más tarde interpretar clásicos de su autoría, como “Días de Gloria”, “De que callada manera”, “Identidad”, “El breve espacio en que no estás”, “Años”, y la mítica “Yolanda”. Durante las casi dos horas que duró el espectáculo interpretó más de 28 canciones.

Según palabras de la propia Lynn Milanés, “Es la primera vez en más de 25 años, que mi padre ensaya, con tiempo para presentar un recital completo, en unión de una banda de jóvenes, en lugar de su grupo habitual. Esta oportunidad es muy especial para mí”.

Ciertamente fueron momentos únicos para todos los presentes que corearon cada canción y aplaudieron de pie, en varias oportunidades.

Lynn Milanés finalizó ambos programas, entre baladas y boleros, con interpretaciones de sus últimos discos, y agradeció igualmente al público. Al finalizar los conciertos se notaba la emoción en las caras de los asistentes; algo muy diferente a las ya acostumbradas presentaciones de artistas nacionales; donde abundan generalmente las manifestaciones de extrema marginalidad, o politiquería.

Aunque los conciertos no fueron publicitados en los medios oficialistas, algo que en el caso de las presentaciones de Pablo ya se ha vuelto habitual, la sala se repletó con público de todas las edades. Pablo puso como  condición para ofrecer los conciertos “que dejaran pasar al público, aunque no tuviesen entradas”.




Lo de Rigo no tiene nombre

LA HABANA, Cuba, diciembre (173.203.82.38) – “Estoy pasando  por un momento de  mi vida…  bueno, si a esto se  le  puede llamar  vida”.  Así comienza  el espectáculo  humorístico  de dos horas de duración el  comediante cubano Rigoberto  Ferrera. Las  presentaciones en el  cine-teatro Astral, de esta capital, se realizan a teatro lleno y el espectáculo transcurre entre  las carcajadas del público.

Los aplausos premian la calidad del humor sin dejar de  lado el contenido de sus chistes, que critican al gobierno, y en ocasiones rozan los  nombres de los  máximos  dirigentes. “Fiii.. lete de pescado emperador”, es un ejemplo de su osadía.

Rigoberto Ferrera, con su particular forma de hacer humor, convierte a los  asistentes en transgresores de las reglas del sistema, burlándose de  los absurdos gubernamentales, con el propósito de ganar las  risotadas de los presentes que, sin  advertirlo, se ríen de  sus propias desgracias.

La identificación de los espectadores con el mensaje del  comediante muestra la necesidad de libertad de expresión de la sociedad cubana. Con la  asimilación de la  burla, que va del doble sentido a la mofa, el  público cómplice, con aplausos y risas, aprueba  las  críticas a la  hipocresía del  sistema. De esta forma manifiesta el pueblo su  inconformidad del  pueblo con los gobernantes, sin necesidad de convocar a  debates manipulados por el Partido Comunista.

Comentarios como “la puso  buena”, “está loco”, “a este  se lo llevan  preso”, se escuchan a la  salida del  teatro. Al finalizar el espectáculo, los asistentes regresan a las calles, a la realidad, con la mordaza impuesta a la nación por el régimen.

En la actualidad, es  común  en Cuba disfrutar en los centros nocturnos de espectáculos humorísticos no exentos de críticas al régimen. Los  comediantes más populares entre nosotros son generalmente los más críticos con los gobernantes, y los humoristas utilizan con maestría la situación del país para hacernos reír, cuestionar y ridiculizar a los que mandan.

Es meritorio que se atrevan a transgredir la censura, si se tiene en  cuenta que los humoristas ponen  en  riesgo su trabajo, ya que pueden ser excluidos del  medio artístico, como ha sucedido en ocasiones. Por eso, como dicen algunos del público al final de sus funciones: “Lo de Rigo no tiene nombre”.

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