MIAMI, Florida, marzo, 173.203.82.38 -Faltan pocas horas para que se verifique la visita de Benedicto XVI a Cuba. Será la segunda de un Papa a la Isla, antecedida por la de Juan Pablo II, Mensajero de la Verdad y la Esperanza en aquella memorable jornada de 1998.
Los cubanos se aprestan desde hace más de un año a lo que debe ser otra histórica peregrinación de un Pontífice a la ínsula antillana. No solo por lo que representa, sino porque se produce en el marco conmemorativo de cuatro siglos del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre.
Aunque el régimen que le ofrece la bienvenida a la figura máxima del Vaticano es el mismo que acogió a su antecesor, el panorama que media entre la estancia del papa polaco y el alemán ha sufrido algunas transformaciones. Juan Pablo II fue recibido por un Fidel Castro con evidentes muestras de deterioro físico. Ahora el sucesor de Wojtyla será acogido por Raúl Castro, y de ocurrir un eventual encuentro con el Comandante será en su en su retiro de enfermo en condición de ex gobernante.
Otros detalles, no tan señalados por la prensa de la Isla, confirman que los tiempos ya no son los mismos. Ni siquiera en ese exilio radicado en Miami al que el régimen cubano gusta des caracterizar presentándolo como una mayoría ultraderechista. En esta ocasión se producirá un evento que se frustró en la visita de Juan Pablo. Centenares de exiliados cubanos viajarán a su patria para recibir al Papa en una romería organizada por la Archidiócesis de la ciudad floridana y que cuenta con el visto bueno del gobierno norteamericano.
No obstante lo positivo de algunos gestos, como la autorización sorpresiva dada por las autoridades cubanas al exiliado Andy Gómez, el mismo hecho refleja uno de los aspectos que no ha cambiado en el ambiente. Se trata del permiso que deben obtener los cubanos emigrados para visitar su patria de origen en un acto de injusticia que prevalece junto a la que impide la libertad de salir. A Marcelino Miyares, presidente del Partido Demócrata Cristiano de Cuba, quien aboga por la reconciliación, el diálogo y la supresión de todas las medidas que limitan el intercambio normal entre ambas orillas, le fue denegada la entrada una vez más.
Algunos hechos se han producido coincidiendo con la proximidad de la llegada del Papa. Grupos de disidentes ocuparon algunos templos para hacer escuchar un número de demandas y peticiones dirigidas al visitante pidiendo su mediación en cuestiones que pesan sobre la sociedad cubana producto del sistema político imperante. Algunos reclamos ciertamente razonables como la liberación de presos y la petición de que el Pontífice se encuentre con todas las representaciones de la sociedad civil cubana, incluyendo las que no son reconocidas por el sistema. A esta se unen otras menos sensatas- como la que habla de la subida de salarios- o incompletas en la justeza del reclamo. En este último caso se encuentra la que pide la eliminación de las trabas que impiden la libre salida de los cubanos al exterior.
Hacer peticiones no es un disparate por más que lo aseguren los editoriales oficialistas. Tampoco que estas sean presentadas a una personalidad recabando su apoyo, en particular cuando se trata de la persona del Vicario de Cristo en la Tierra.
El 22 de marzo del 2010 el exiliado cubano Adrián Leiva Pérez, después de numerosas gestiones legales infructuosas, trató de regresar definitivamente a la Isla. Decidió hacerlo por su cuenta viendo que todo esfuerzo resultaba en vano. Adrián murió en situaciones aún por esclarecer en una extraña circunstancia que le proporcionó el medio de llegar por mar a costas cubanas. Según reza en la certificación entregada a su familia su muerte se produjo un 24 de marzo.
Adrián había escrito a múltiples personalidades religiosas, políticas y del mundo de la cultura para exponerles su problemática. Uno de los destinatarios de esas cartas fue Su Santidad Benedicto XVI. “Con todo amor y respeto me dirijo a usted en mi humilde condición de ciudadano cubano para solicitarle que la Santa Iglesia Católica por medio de su persona y de la forma que considere más apropiada interceda y abogue ante las autoridades de Cuba por un trato humano y un cambio en la actual política migratoria de que somos objeto todos los cubanos.”
En aquella misiva Adrián repetía invariablemente su demanda hecha en nombre de todos sus compatriotas sometidos a igual situación. La carta acompañada con copias dirigidas a la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba así como a los respectivos Arzobispados de La Habana y de Miami, denunciaba la figura migratoria conocida como SALIDA DEFINITIVA que aplica el gobierno cubano a los que emigran del país. “…Diversos son los motivos por los cuales han emigrado los cubanos hacia terceros países. Algunos desean nuevamente volver a unirse con su familia en Cuba, pero las disposiciones vigentes se los prohíben o dificultan tal procedimiento.” Una práctica que Adrián calificó de destierro y violación flagrante del artículo 13 de la Declaración Universal de los derechos humanos.
Adrián argumentaba en aquel escrito, como lo haría invariablemente en todos los que escribiera, la necesidad de defender hasta las últimas consecuencias {incluso con la vida} el derecho legítimo de salir y entrar a su país de origen sin necesidad de un permiso ominoso. “Lo ilegitimo es privar al ciudadano del derecho natural que le asiste a estar en su patria.”
Ante esta realidad el exiliado le hacía una petición al Papa que hoy mantiene plena vigencia. “…Le solicito a Usted con todo amor, que la Santa Iglesia con la sabiduría en sus dos milenios de la era cristiana busque los puentes de contacto con el presidente Raúl Castro, de quien se dice es un hombre con sentido y amor a su familia, para buscar solución a esté drama nacional que para nada ayuda a la sufrida familia cubana.” Y añadía:…El gobierno cubano debe entender que la libertad no es una amenaza para la construcción de una sociedad más justa y humana, que el mayor peligro que enfrenta un pueblo y una nación es intentar cortar el ejercicio ordenado y responsable de los derechos civiles como forma sana y cristiana de fortalecer el buen desempeño de las instituciones sociales.”
Al menos a los que todavía se les niega el derecho tienen la esperanza de un cambio en el futuro próximo. En el caso de Adrián ya no será posible aunque finalmente cumplió con su deseo de manera trágica. Su cuerpo está sepulto a muy poca distancia del escenario donde presumiblemente el Papa oficiará una Misa en la capital cubana. ¿Habrá tenido Su Santidad conocimiento de aquella carta cuyo acuse de recibo fue enviado a la dirección electrónica del remitente? Leyéndola constaté una de esas coincidencias inexplicables que produce la vida. La carta de Adrián Leiva a Su Santidad Benedicto XVI fue fechada el 24 de marzo del 2009. Casi a un año de su muerte y a tres de la visita del Papa a Cuba.