VILLA CLARA, Cuba. — Hace más de dos meses que los cuentapropistas en Villa Clara ya no venden queso ni yogurt, o al menos no los colocan a la vista en sus tablillas de ofertas. Para acceder a un pedazo de queso criollo, como se le conoce a los elaborados de forma casera, cualquier comprador debe llegar a estos puestos bien recomendado y empacar la mercancía de manera tal que nadie reconozca el contenido de la misma. Una libra, adquirida así, discretamente, ha llegado a costar 400 pesos o más.
Tanto los quiosqueros como los elaboradores de pizzas en Santa Clara se surtían de intermediarios que los trasladaban desde las zonas rurales a la cabecera provincial. La cadena parte desde el campesino, que lo entrega a un costo bastante asequible, seguido por el transportador, que cobra en dependencia del combustible que invierta, hasta llegar a los vendedores, que le imponen un precio por encima, en dependencia de la calidad y la salida inmediata que pueda tener el producto. En los casos del queso y el yogurt son dos alimentos calificados como de alta demanda.
Desde noviembre pasado los campesinos dejaron de fabricar cualquier derivado lácteo, luego de que los gobiernos locales aplicaran “medidas de urgencia” hacia un grupo de ganaderos que desde principios de año “desviaban la leche” y no la entregaban a la llamada “canasta básica”. Los medios de la provincia afirmaron en ese entonces que más de 40 mil niños menores de siete años no recibieron la que les correspondía de forma normada porque cerca de 2.000 productores “no aportaron ni un solo litro a la industria”.
En Villa Clara, más del 80% del ganado se encuentra en manos privadas, los cuales se supone deberían ser los principales responsables de entregar la leche que se vende por la libreta, y tienen la obligación de ceder una parte del ordeño a los centros de acopio, según la cantidad de vacas que posean. Lo restante, puede ser usado para su autoconsumo.
De no cumplir con lo establecido, se les aplica el Decreto 35 de 2021, que establece como infracciones la venta de producciones agropecuarias a otros destinos diferentes a los contratados, sin la autorización que corresponda, con multas “cuya cuantía es el equivalente de multiplicar por tres el volumen de la producción al mayor precio del mercado”.
De acuerdo con un reporte sobre el tema publicado en Granma, existían hace cinco años más de 150.000 vacas lecheras en la provincia, de las cuales solo quedan 114.000 debido, en gran parte, al “crecimiento desmedido del hurto y sacrificio de ganado, de la mortalidad vacuna, de la baja natalidad”. Sin embargo, los problemas con la leche también son una consecuencia de la desmotivación de los productores.
Entre matarifes y pagos atrasados
Tal y como ha ocurrido en otras ocasiones cuando se topan los precios o se aplican medidas que inmiscuyen al campesinado, los productos desaparecen por un buen tiempo del mercado citadino y como resultado, solo pueden ser adquiridos “por la izquierda” y a montos impagables para cualquier familia.
Los ganaderos ilustran que son muchas las razones que les impiden acopiar la cantidad de leche que alcance para venderla al estado y para el propio autoconsumo. “Nos ponen como los malos en este asunto y, como están las cosas, ahora nadie se atreve a hacer queso”, se defiende Ricardo Puente, campesino de la zona de Camajuaní, uno de los municipios calificados como “incumplidores”.
“Sí los hay que dan con la cara y a veces los que se roban la leche no son ni los mismos productores. Nadie sabe el trabajo que se pasa para mantener las vacas en ordeño para que te paguen el litro a veinte pesos nada más”, continua.
Explican los propios campesinos que para elaborar una libra de queso se necesitan aproximadamente cuatro litros de leche. En las zonas rurales, la leche suele comercializarse a menor precio que en las ciudades, a unos 80 pesos cada litro, por lo que en estos momentos les “da más negocio venderla así, que fabricar el queso o el yogurt”.
“Lo otro es que la delincuencia está peor que nunca”, agrega. “No hay quien pegue un ojo vigilando las reses para que no te las maten. Ya no las puedes poner a comer muy lejos de tu casa porque te las llevan en un santiamén”. Otro campesino del poblado Fusté ilustra que “si no aparece el petróleo para trasladar la leche al centro de acopio pues lógicamente no la puedo dejar echar a perder, la tengo que hacer queso o yogurt y darle salida rápida”.
Los problemas con el acarreo de la leche es asunto viejo en Villa Clara y se ha complicado aún más luego de la crisis con el combustible y debido a la falta de personal para realizar este trabajo, por los bajos salarios que perciben quienes la trasladan desde la finca hasta los termos de recopilación. La mayoría de los campesinos también alegan retrasos en los pagos por parte del estado de hasta tres meses, problemas con el alimento animal en temporada seca, la escasez de pienso y otros recursos para cuidar el ganado como las alambradas de los potreros.
Mientras tanto, el queso y el yogurt se han convertidos en productos prácticamente privativos para la mayoría de la población en Villa Clara y en otras provincias aledañas. “Vender queso por libras es una papa caliente, ahora mismo es como tener carne de res”, confirma Amanda, una cuentapropista en Santa Clara que no se atreve a receptar ninguno de estos productos por temor a perder la inversión tras un decomiso. “También hay quien se la juega y sigue haciéndolo por debajo del telón”.
Y es que no han sido pocos los que han sido multados recientemente por los inspectores al no poder demostrar “la procedencia lícita de estos alimentos” o por “aplicarles precios especulativos”. A finales del año pasado también trascendieron varias publicaciones en redes sobre la detención de personas dedicadas al tráfico de queso desde Villa Clara hacia La Habana en ómnibus Yutong.
Al tiempo en que ha desaparecido el queso criollo de los establecimientos en los que vendían espaguetis y otras elaboraciones similares, una barra del Gouda asciende a más de un salario medio en el mercado informal, razón principal de que una simple pizza ya cueste casi mil pesos en cualquier restaurante de la ciudad.
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