VILLA CLARA, Cuba. — Por segunda ocasión en menos de cinco meses el gobierno de Villa Clara ha decidido topar los precios a una serie de productos agropecuarios con la particularidad de que esta vez las medidas para los infractores serán aplicadas con mano dura y “sin contemplación”.
Justo en noviembre pasado, y como consecuencia del anterior tope, una serie de cuentapropistas fueron multados en Santa Clara con cuotas de entre 800 y 1 000 pesos junto a las llamadas “ventas forzosas” de la mercancía por subdeclarar ante los inspectores o “engañar” a los clientes.
Los precios máximos fijados en esta oportunidad van dirigidos a exactamente 20 productos que van desde las viandas, hortalizas y los granos hasta los alimentos más caros del mercado, que son los frijoles y el arroz, cuyo costo actual sobrepasa los 130 pesos por libra. Además, en los próximos días incluirán en el listado el pan y las galletas.
En las calles y grupos de redes sociales de Villa Clara no se habla de otra cosa que de la nueva medida que entrará en vigor el próximo sábado 11, justo cuando un cuentapropista de la zona centro de la ciudad, identificado como Nelson, confirma que dejará de vender “algunas cosas” en el portal de su casa, o al menos no las mantendrá a la vista de cualquiera.
“En ningún lugar del mundo compras algo a quince pesos para venderlo a diez. Eso no es lógico”, ilustra el cuentapropista, que hoy le rechazó a su proveedor dos sacos de frijoles y otro de boniato ante la duda de que tengan salida antes de que entre en vigor la normativa.
“Para el fin de semana lo único que verán aquí será el plátano burro que es lo que realmente me traen más barato”, insiste.
Hasta que se anunciara el actual tope, Nelson estuvo vendiendo disimuladamente la libra de arroz criollo a 130 pesos y otros tantos productos que infringían la anterior normativa, como la guayaba o la yuca. Durante la etapa de pandemia y confinamiento, cuando se decretaron precios fijos generalizados, mantenía su negocio a puertas cerradas y solo atendía a una clientela “confiable”. Sin embargo, esta vez siente “un poco de miedo” por la forma en la que los medios han anunciado las posibles consecuencias para quienes violen lo establecido.
Según informaron desde la página de la emisora local CMHW, todos los días “saldrán al combate sin previo aviso cinco grupos provinciales de enfrentamiento”. Aquellos que incumplan con las medidas serán sometidos a decomisos y ventas forzosas. En peor situación se hallarán los calificados como “reincidentes” a los que se les suspenderán indefinidamente las licencias de comercialización. En ese sentido, se les aplicaría el Decreto 35, que establece las regulaciones sobre el proceso de comercialización mayorista y minorista de productos agropecuarios.
Hacia la zona del Condado, el carretillero Yuri Sotolongo ejemplifica que tiene la libra de tomates a 25 pesos, a mucho menos que el tope máximo de 42. De acuerdo con este joven, que se gana la vida recorriendo unas diez o doce cuadras al día, el intermediario que lo surte “se va a agarrar de eso para dárselo mucho más caro”, por lo cual se ganará solo “tres kilos” por cada posible comprador o simplemente tendrá que dejar de vender ese producto.
Mientras tanto, en el área de Buen Viaje, uno de los mercados al aire libre más concurridos de Santa Clara, otros dos vendedores por cuenta propia aseguran rotundamente que “tirarán la toalla” aunque pierdan el negocio. Cada puesto para ejercer esta actividad en el lugar cuesta unos 900 pesos a la semana y allí es mucho más difícil “esconder” los productos de los inspectores.
De igual forma precisan que son los intermediarios, sobre todo los propietarios de vehículos de carga, quienes imponen el valor al “por mayor” y no los propios campesinos, ya que son poquísimos los que cuentan con recursos de este tipo para trasladarse a las ciudades a vender lo que cosechan de primera mano.
La lista de los nuevos precios permisibles advierte, por ejemplo, que la malanga no se podrá vender a más de 55 pesos y el arroz a 90. Sin embargo, los santaclareños opinan en redes que la parada la pusieron demasiado alta, que existían productos que se estaban comercializando por un valor mucho menor a los establecidos y que, como ha ocurrido en otras ocasiones, tendrá un efecto bumerang, haciendo desaparecer del mercado los más necesarios.