MIAMI, Estados Unidos. — Pocos personajes han calado más hondo en el imaginario del cubano que la figura del chivato. Héroes para algunos, personajes despreciables para otros, el informante nunca ha sido bien visto en la Isla. Entonces, cómo se explica que uno de los personajes más populares en la historia de la televisión cubana sea, precisamente, un chivato.
Si se habla de chivatos en Cuba, el más famoso de todos es el Tavo. En la década de los años noventa del pasado siglo, la televisión de la Isla emitió en varias temporadas la serie Su propia guerra, tal vez el dramatizado más exitoso de las últimas décadas. Muestra la historia de Octavio Sánchez Guzmán, magistralmente interpretado por Albertico Pujols, no era más que hombre común y corriente que terminó infiltrándose entre aquellos despiadados delincuentes que compraban y vendían dólares, se enriquecían con negocio ilícitos y se robaban la leche de los círculos infantiles.
El ritmo de la serie, que ciertamente recogía el folclore de la Cuba de los años noventa, hizo perder de vista a los cubanos que muchos de los adversarios del Tavo y de la Seguridad del Estado en realidad eran una fabricación del individuo común y corriente que, asfixiado por el comunismo, terminaba siendo perseguido por los órganos de la Seguridad del Estado.
El tiempo pasó y la mayoría de actores que protagonizaron el gustado dramatizado (César Évora, Orlando Fundichely, Fidel Pérez Michel, entre otros) terminaron abandonando la Cuba comunista, alcanzando el éxito en otras latitudes. El propio Albertico Pujol denunció ser víctima de la censura en la Isla por interpretar a un ficticio Miguel Díaz-Canel en el serie El sucesor, producido y emitido por el portal digital Diario de Cuba. Es probable que, oculto en las sombras, tengan su también su Tavo particular siguiéndoles los pasos.
Posiblemente, El Tavo de hoy ya no estuviese persiguiendo al Puri, sino informando sobre las manifestaciones de las Damas de Blanco, apresando a José Daniel Ferrer o reprimiendo a los manifestantes del 11 de julio, acatando la orden de combate: “¡A la calle los revolucionarios!”