Scout cubano José Rafael Fernández: “Me han llamado traidor y no sé a quién traicioné”

Nombrado scout del año de los Texas Rangers en 2023, José Rafael Fernández acumula más de una década en esta organización y ha fichado a jugadores como Alexei Bell, Bryan Chi, Aroldis Chapman y Adolis García
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LA HABANA, Cuba.- La primera vez que entrevisté a José Rafael Fernández (Punta Brava, 30 de diciembre de 1966) me despedí de él deseándole éxito a los Rangers de Texas, para quienes trabaja como scout.

Eso fue en 2015. Al año siguiente el equipo lideró el Oeste de la Liga Americana, pero cayó barrido en el playoff divisional ante Toronto. Y luego hubo una seguidilla de eliminaciones prematuras que dieron la sensación de que el anillo de la Serie Mundial estaba aún muy lejos.

Sin embargo, de pronto cambió todo. En 2023 Texas ganó 90 juegos en la etapa regular, llegó al tramo clave con la felicidad de quien regresa a aquel lugar del cual jamás quiso partir y sucesivamente liquidó a Tampa, Baltimore, Houston y Arizona para vivir una alegría —¡ese orgásmico golpe decisivo!— que se le había escapado en 2010 y 2011. El gran trofeo, por fin, entraba en la vitrina.

Magia no hubo. Trampas, tampoco. La fusión del binomio T-T (talento y trabajo) desembocó en una conquista apabullante, con victorias en 13 de 17 juegos de postemporada. Como ya es habitual, Cuba tuvo lo suyo, representada esta vez por los jonrones de un extraordinario Adolis García —MVP de la Serie de Campeonato— y los relevos del veterano Aroldis Chapman.

Para mayor orgullo, tras bambalinas hubo otro héroe cubano, y fue ese scout al que hace varios años le había deseado todo el éxito del mundo. José Rafael Fernández, “El Gallego”, es un hombre que en la Isla trabajó con entrenadores como Rey Vicente Anglada, Víctor Mesa, Jorge Fuentes, Servio Borges y José Miguel Pineda, y que en la MLB ya suma tres lustros en la dura misión de captar los mejores prospectos posibles.

Me tomó mucho tiempo lograr que volviera a concederme una entrevista. Una y otra vez me había dado largas, alegando que se considera “insignificante en este negocio” y que las redes sociales son “un solar gigante plagado de ofensas y mala educación”. Pero ahora las circunstancias resultaron demasiado propicias: esto es, Texas ganó, y para colmo de bienes a él lo seleccionaron Scout del Año de la organización.

El premio se le otorgó recientemente, y en las palabras de presentación se dijo que “sin las recomendaciones de José, los Rangers de 2023 no tendrían a Aroldis Chapman cerrando juegos importantes o a Adolis García rompiendo récords en camino a un Campeonato de la Serie Mundial”.

Eso —aparejado a la generosa mediación de un amigo común, el ex scout René Gayo— condujo irremisiblemente al reencuentro.

—Cuando te eligieron Scout del Año de los Rangers, ¿cuál fue tu primera sensación?

—El miércoles 27 de diciembre, Hamilton Wise (director de scouting internacional) me contactó para darme la noticia del premio. Con toda franqueza te digo que hasta ese momento no sabía que la distinción existía. Al día siguiente llamé a Chu Halabi, quien ha sido mi padre y consejero en este largo camino como scout, y él me explicó en qué consistía el reconocimiento.

En ese instante vinieron tantas cosas a mi mente… Recordé que cuando niño me decían que sería un fracaso en el béisbol, que no lograría nada, que no perdiera el tiempo, pero mi amada madre Juanita me dio aliento y seguridad para seguir luchando. Recordé mis años en el Fajardo y la Vocacional Lenin, a las personas que siempre me apoyaron (principalmente Miguel Valdés), a mi gente del barrio… Esas fueron las primeras sensaciones.

—A partir de todo lo que te ha sucedido en los últimos meses, ¿te consideras un hombre de éxito?

—El exitismo está matando a la especie. La sociedad coloca el éxito por encima de todas las virtudes y, en cambio, condena al fracaso. Hoy, perder no tiene redención, pero a lo largo de la historia muchos grandes han perdido. Para mí la vida en sí misma es un éxito; no vivo con metas porque moriré frustrado. Créeme que me impactó más el último out de la Serie Mundial que este premio. Soy un afortunado y cada día le doy gracias a Dios: ya son 15 años trabajando con los Texas Rangers. Comencé casi llegando de Cuba, sin saber tan siquiera cómo redactar un reporte, con un inglés desastroso, sin idea de esta profesión, y ya tendré un anillo de Serie Mundial y este título. ¿Qué más puedo pedir?

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José Rafael Fernández con Antonio Pacheco, Adolis García y Rolando Arrojo. (Foto: Cortesía)

—¿Hasta dónde pesó “El Gallego” en el éxito de Texas?

—No hay ingenuo que piense que yo pesé en la victoria de Texas este año. Solo soy un grano de arena en el trabajo de la organización; somos un grupo que coordina sus esfuerzos (buscar el mejor talento posible alrededor del mundo) y comparte un objetivo común (ganar la Serie Mundial). En la entrevista que me hizo Even Grant, del Dallas News, sobre la historia de Adolis García, queda claro lo que aconteció. Hoy me tocó acertar, pero muchas veces me he equivocado porque esto no es una ciencia exacta. Para que un prospecto llegue a Grandes Ligas tienen que alinearse muchos factores, y para que tenga impacto a ese nivel, las probabilidades son todavía más escasas. Como decía Leo Durocher, “el béisbol es como ir a misa: muchos van, pero pocos entienden”. Solo vemos las estrellas cuando triunfan, pero detrás de eso hubo un largo proceso de desarrollo en que muchos talentos se perdieron. Por eso siempre he dicho que un Grandes Ligas tiene que ser admirado aunque solo se haya tomado un café en el Big Show.

—¿Alguna anécdota que compartir sobre la Serie Mundial?

—Nunca olvidaré el jonrón de Adolis García para decidir el primer juego. Recuerdo que bajé al túnel de la entrada al palco donde estaba sentado, él iba a consumir su turno al bate y un scout colombiano que trabaja con nosotros, Hamilton Sarabia, me dijo: “Macho, el negrón se la va a mandar a casa de Lola”. Acabando de decirme eso, se armó la algarabía. No pude ver dónde fue a parar la pelota, pero te puedo asegurar que ha sido la emoción más grande de mi vida en el béisbol.

—¿Cuántos peloteros cubanos has fichado hasta la actualidad?

—Muchos desde 2010. Leonys Martín, Andy Ibáñez, José Julio Ruiz, Julio Pablo Martínez, Alexei Bell, Diosbel Arias, Yanio Pérez, Bryan Chi, Andy Rodríguez, Geisel Cepeda, etcétera, además de otros que se me han escapado por cosas que no puedo controlar.

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José Rafael Fernández con Bryan Chi. (Foto: Cortesía)

—¿Estás de acuerdo con que la mayoría de los peloteros de team Cuba en los 80 y 90 podrían haber llegado a Grandes Ligas?

—Los de los 80 y 90, e incluso agregaría a los de los 70, en su gran mayoría hubiesen jugado en MLB. La ecuación es simple: nosotros firmamos herramientas y a ellos les sobraba talento. Tenían una sexta herramienta que eran los instintos para jugar al béisbol, el coraje, la entrega, el amor y la pasión que demostraban. Eran un verdadero espectáculo. El equipo Cuba ganaba desde que hacía el infield antes del juego; era una maquinaria de virtuosismo, de arte beisbolístico. Desde Armando Capiró, que para mí fue el catalizador del cambio de filosofía, hasta tantos de una larguísima lista, fueron muchos los que reunían las condiciones para jugar a este nivel. Lo que sí no se puede saber es el impacto de cada uno de ellos. Para dejarlo más claro, en igualdad de edad, todas aquellas estrellas cubanas vencieron en campeonatos mundiales juveniles a jugadores que después fueron especiales en Grandes Ligas.

—La prensa cubana generó el criterio de que el scout es una especie de ladrón que va al estadio a proponerle dinero al jugador para que deserte. ¿Qué opinión te merece esa creencia?

—Por favor, ese cuento a otro… Yo no tengo una chequera conmigo, por lo tanto eso es una rotunda falsedad. Los jugadores cuando salen de Cuba deben aplicar para una agencia libre que es aprobada por MLB; después de ellos recibir ese documento es que nosotros entramos en el puzzle. Todas las organizaciones reciben la información y comienza un proceso de presentaciones y ofertas, y es en ese instante cuando deciden con quién firmarán. Te hablo a título personal: no ha existido un solo jugador al que yo haya incitado a tomar tal decisión.

—¿Cómo han sido tus relaciones con los equipos Cuba en el exterior?

—En todos estos años de carrera en MLB he participado en múltiples torneos internacionales donde ha estado un equipo de Cuba, y he vivido momentos de guerra fría, he sido como la peste y muy pocos se me han acercado. He recibido ofensas, me han llamado traidor y no sé a quién traicioné.

—¿Qué te llevó a escoger la profesión de scout?

—Jugué mucho béisbol en la niñez y adolescencia, pero carecía de talento, eran más ganas que cualidades. Después fui coach por muchos años hasta que llegué a Estados Unidos, y de manera casuística (estaba en el lugar y la hora correcta junto a una persona que me ayudó) entré en este mundo al que me he acostumbrado. En mi caso sí cabe decir que soy un pelotero frustrado, pero la vida me ha premiado.

—¿Qué virtudes son indispensables para un cazador de talentos, y qué defectos no puede tener?

—Este proceso cubre una combinación de ciencia y arte, y requiere de acumulación de experiencia y subjetividad. Los scouts de béisbol observan y evalúan constantemente las habilidades de los jugadores, herramientas y make up. Esto requiere capacidad analítica y atención al detalle. El scout debe ser una persona meticulosa pero a la vez agresiva, gozar de buena memoria comparativa y tener amor por lo que hace puesto que es una profesión que exige muchas horas de viaje alejado de la familia. La ética y la profesionalidad son intrínsecas a esta tarea, y es muy importante no creerse sabio. Cualquier persona medianamente inteligente sabe que tendrá dudas, porque en la duda vive la humildad. El ego es la parte más peligrosa de este trabajo: debe existir, pero si permites que se salga de control, el error te atrapará.

—Hablemos de la famosa escala 20-80…

—El tema es muy extenso, pero en esencia es un método numérico para asignar un valor o calificación a las herramientas. La invención se le atribuye a Branch Rickey y, lo haya pretendido o no, refleja varias escalas científicas. 50 es el promedio de las Grandes Ligas, entonces cada incremento de 10 puntos representa una desviación estándar mejor o peor que el promedio. Vamos por pasos.

80 es el nivel superestrella: son jugadores que poseen habilidades excepcionales y se destacan entre sus compañeros. Estos jugadores se consideran de primer nivel y tienen el potencial de tener un impacto significativo en el juego.

70 es para jugadores que exhiben habilidades de alto nivel y se consideran muy por encima del promedio. Se desempeñan constantemente a un nivel superior y son activos valiosos para sus equipos.

Los jugadores de 60 tienen habilidades que superan el nivel medio, y si bien es posible que no alcancen el estatus de élite, todavía se les considera muy capaces y contribuyen significativamente al éxito de sus equipos.

50-55 es el jugador promedio. Los jugadores de este rango poseen habilidades que se consideran promedio o ligeramente superiores al promedio. Igual pueden contribuir mucho a sus equipos.

40-45 incluye a jugadores con valor o potencial limitado. Pueden tener notables deficiencias en sus habilidades o carecer de las herramientas necesarias para competir a un nivel elevado.

Mientras, 30 es para jugadores que se consideran como los más débiles entre los prospectos. Es posible que carezcan de las habilidades, los atributos físicos o la experiencia necesarios para tener éxito en el béisbol profesional.

Por último, 20 es un no prospecto.

En cuanto a las herramientas que se toman en cuenta, son Bate-Fuerza-Velocidad-Defensa-Brazo, aunque no deben pasarse por alto los instintos para jugar al béisbol. Y lo más importante es traducir esas herramientas en el juego: por ejemplo, puedes tener piernas muy veloces, pero si no las sabes usar es sinónimo de nada.

—Las máquinas computadoras cada vez llegan más lejos en el béisbol. ¿Llegarán algún día a suplantar a los scouts?

—¿Puede la máquina evaluar a un jugador? ¡No! La máquina compila la información para ser utilizada por el ser humano. El scout es como un ultrasonido: puede conversar con el jugador, puede ver cómo enfrenta las situaciones complejas, cómo reacciona a cada escenario competitivo, cómo hace ajustes, cómo ejecuta los planes… La tecnología nunca podrá secuestrar al cazatalentos, porque es el hombre quien va a los lugares más recónditos a buscar los prospectos. El béisbol como espectáculo entró en una encrucijada desde hace alrededor de una década: se volvió monótono y bajaron los niveles de audiencias. Desde mi óptica, estamos atiborrando a los fanáticos con demasiada información que solo es digerible para expertos y fanáticos-analíticos, a diferencia del fútbol, que no usa tantos números en las transmisiones. No debemos desviar la atención del televidente. Tenemos que volver al juego técnico-táctico y divertido. Gracias a Dios estamos dando un giro; la tecnología es muy importante, pero no puede ser el pollo de este arroz con pollo.

—¿Cuán absurda es la tendencia a dividir a los peloteros cubanos según el “lado del charco” en que residen?

—El béisbol cubano son todos los hijos de Cuba que pisen un terreno. El éxodo de jugadores ha sido masivo; hay centenares de muchachos fuera de Cuba buscando el sueño de ser profesionales. La vida es sólo una y el talento no se puede malgastar. Y muchos han llenado a su país de razones para el orgullo. En la postemporada de 2020, Randy Arozarena fue MVP; Jorge Soler lo hizo en 2021; Yordan Álvarez en 2022; Adolis García en 2023. Yuliesky Gurriel y Yandy Díaz ganaron títulos de bateo, “Pito” Abreu fue MVP de la Liga Americana, Luis Robert logró el Bate de Plata, Aroldis Chapman ha hecho historia en los relevos, “El Duque” se alzó con cuatro anillos de Serie Mundial, Rey Ordóñez alcanzó tres Guantes de Oro…

La lista es larga e incluye a gente como José Ariel Contreras, Liván Hernández, Bárbaro Garbey, Rolando Arrojo, René Arocha y muchos más cuyos nombres y hazañas fueron ignorados en la prensa cubana. Fíjate que Melissa Vargas y Wilfredo León son los mejores jugadores de voleibol del mundo y no se escribe una sola línea sobre ellos. Y lo mismo pasa con Lenier Domínguez. Los atletas cubanos son de Cuba donde quieran que estén y sin importar cómo piensen. No son árabes, ni europeos, ni asiáticos, ni africanos, no son de otro planeta: son hijos ilustres de Cubita la Bella, vivan dentro o fuera de la Isla.

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