Rolando Arrojo: “El Dream Team Naranja fue el mejor equipo de las Series Nacionales”

El legendario pitcher revive momentos maravillosos de la maquinaria naranja que ganó tres campeonatos nacionales sucesivos entre 1993 y 1995
Rolando Arrojo-Cuba
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LA HABANA, Cuba.- Esta entrevista con Luis Rolando Arrojo Ávila, el guajiro de San Juan de los Yeras que brilló en los montículos de los equipos Villa Clara, Cuba y Tampa, no necesita introducción. No le hace falta alguna, porque todo lo que uno escriba demorará la entrada de las maravillas que aquí cuenta y analiza el legendario pitcher sobre la maquinaria naranja que ganó tres campeonatos nacionales sucesivos entre 1993 y 1995.

De modo que no voy a decir más. Por favor, entre y siéntese. Le prometo que va a disfrutar a plenitud.

La semilla

“A finales de los años 80 había un grupo de peloteros en la EIDE villaclareña que ganaron todas las categorías infantiles a nivel nacional; un grupo que venía sonando duro y que en los juveniles arrasó. Casi siempre tenían dos o tres figuras en la selección nacional juvenil, y cuando esos muchachos entraron al equipo y Pedro Jova cogió el mando, la tropa se volvió imposible de vencer. Ese equipo volaba en las bases, al campo tuvo la mejor defensa del país, una tremenda ofensiva y sus hombres eran muy respetuosos los unos con los otros, tanto dentro como fuera del terreno”.

El ambiente

“Siempre hay grupos de amigos y de más amigos y de mejores amigos. En Villa Clara, el infield andaba junto todo el tiempo, por lo menos la cuarteta de Ángel López, Jorge Luis Toca, Jorge Díaz Olano y Eduardo Paret. Eran los cuatro mosqueteros; nunca se separaban y compartían hasta el agua con azúcar. Esos caballos se reían de todo y hacían una fiesta por nada. A los veteranos les hacían maldades: Toca me tiró para una piscina en Granma y yo tenía puestos unos zapatos rojos que había comprado en México. Me acuerdo que manché todo el pasillo del hotel con esos zapatos y hasta me quería fajar con él. Así se vivía entonces. Yo andaba más con Oscar Machado, Eddy Rojas, Eliecer Montes de Oca, José Ramón Riscart… Incluso a veces con Rafael Acebey, aunque Acebey era más un lobo solitario. Y Víctor Mesa, bueno, Víctor andaba mucho solo”.

Rolando- Arrojo-Cuba
Rolando Arrojo y Omar Linares. Foto: Pelota Cubana USA

La familia

“No se me olvida que yo le llevaba al equipo muchos cigarros de la fábrica de Ranchuelo; Oscar, Eddy y otros me esperaban como locos, porque entonces más de la mitad de los peloteros fumaban. Éramos una familia. Cuando alguno necesitaba algo no te lo pedía, pero uno se daba cuenta y le hacía regalitos por abajo del telón. No les podía regalar a todos porque era Período Especial y dabas un viaje a México con dos dólares diarios, pero a varios de ellos les obsequiaba cositas cuando nacían sus hijos o tenían necesidades básicas”.

El receptor

“Ángel Lopez era el catcher que hacía ver grandes a los pitchers. Decían ‘Arrojo es buen pitcher’ y no, Arrojo se veía más grande por Ángel López. Ángel era increíble, ni siquiera pedía bola franca. En mi opinión fue el mejor catcher de esa época, que no jugara en el equipo nacional era otra cosa. Nosotros hicimos una mancuerna donde yo le decía ‘si me pides slider para afuera tú te quedas en el centro, y cuando yo vaya a soltar la bola te vas para allá sin miedo, que yo nunca lo voy a dejar al medio’. Y eso lo perfeccionamos”.  

El infield

“En primera estaba Toca, el uno sin discusión porque lo demostró. Se puso el número 14 en la espalda y yo le dije ‘te va pesar’ y me dijo ‘no, no me va a pesar, Casanova va a estar bien representado’, y así fue. En segunda, Díaz Olano no era el mejor de Cuba pero sí el más rápido, y luego en el campo corto estaba Paret. Cuando él empezó, pifiaba algunas bolas en las prácticas y los juegos y eso lo frustró un poco. Yo me le acerqué y le dije, ‘después de Jova tú vas a ser el próximo caballo aquí en el short stop’, y me dijo que no sabía qué pasaba que se le caía la pelota. ‘El problema es el guante’, le expliqué, porque él estaba usando uno de esos Batos viejos. Entonces le di un Mizuno grande y abrió los ojos como un niño y ya no lo vi hacer más errores. Y en tercera, Acebey era un portero. Entre él y la línea no pasaba nada: para la izquierda era un poquito lento pero no se echaba a ver, porque Paret llegaba siempre por detrás. Mis lanzamientos sinkeaban en la zona de adentro y yo creo que entre Paret y Acebey sacaban 10 o 12 outs en los juegos míos. A mí me encantaba obligar a los bateadores a conectar para esa zona”.

Los jardines

“En el outfield entraba en escena Oscar Machado, a mi juicio el prospecto de cinco herramientas más grande que pasó por el béisbol cubano; desgraciadamente a Eduardo Martín Saura no le gustó y estuvo en el banco mucho tiempo cuando ya era un peloterazo de verdad. En el centro estaba Víctor, que se ponía el uniforme y se le salía la energía por los poros. Era como el lobo mayor halando a la manada. Cuando en los juegos de playoff hacía falta un jonrón -no una línea ni un doble, sino un jonrón contra Omar Ajete o Lázaro Valle- ahí aparecía Víctor Mesa. Tenía un bate verde Easton más cortico y cuando lo sacaba yo decía ‘ufff, va para el right field’, y así pasaba. Por último, en el jardín derecho teníamos al mejor brazo de Cuba, solo comparable en potencia y precisión con el de Lázaro Contreras. Porque Capiró era inmenso según dicen, pero yo no pude verlo. Llegado a este punto, no puedo pasar por alto a otros jugadores del equipo que también fueron muy importantes en los éxitos como Osmany García, Michel Perdomo y Amado Zamora. Igual tengo que mencionar a Julio Inufio, un experto robándole señas a los coaches; Ariel Pestano, que entonces era un prospectazo; así como a Eugenio Quiñones, Ariel Sánchez y Alfredo Aveillé”.

El pitcheo

“A la hora de hablar del staff de lanzadores hay que empezar por Riscart, que fue entrenador de todos nosotros: ‘Mermelada’ es un alma de Dios y amigo de todo el mundo. También estaba Montes de Oca, que se hizo grande al igual que Jorge Pérez. Y tuvimos un prospecto que para mí iba a ser el Pablo Miguel Abreu derecho, Idonis Martínez, pero le dolió el brazo y se frustró. No sé por qué no quiso recuperarse y un día me dijo ‘no vengo más, me voy a cosechar arroz con el viejo y mi hermano’. Y luego venían otros lanzadores que también ayudaron mucho como Reinaldo Santana, Jesús Manso, Yoide Castillo, René Arteaga, Orestes Calero, Alain Hernández, Pedro Hernández, José Mesa, Vladimir Hernández, Liván Barceló y Rubén Santos”.

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Rolando Arrojo. Foto: Cibercuba

El director

“Yo no sé qué hizo Jova para imponer una disciplina tan grande. Jova respetaba a todo el mundo y nos daba todas las libertades. Decía, ‘en el terreno juéguenme pelota y fuera del terreno invítenme, que yo voy adonde sea’. Esas cosas se ganaron al equipo. En mi carrera como pelotero nunca tuve un manager tan querido por todos. En el béisbol hay muchos managers que todo el mundo respeta, pero nunca ha existido un manager que todo el mundo quiere. Siempre hay un jugador que tiene algo que decir en su contra. Pero con Jova no fue así. El mejor y más completo. Yo me sentaba a veces a su lado y le decía ‘déjame dirigir tres innings a ver si estoy listo para cuando me retire’, y Jova me decía ‘venga’. Y yo le sugería toques y robos, y se hacían. Qué clase de humildad la de ese hombre. Un monstruo. Recuerdo que muchas veces me decía vete para la casa y descansa, pero pon el televisor y fíjate en los bateadores para que hagas tu estrategia de pitcheo”.

Los asistentes

“Jugadores aparte, había otros muchos protagonistas en los triunfos. El cargabates ‘Misifú’, un caballo de mil batallas; Juanito el delegado, que jugaba cartas con nosotros y nos regalaba tickets para comer doble; Pedro Moré, la estrella que enseñó a batear a todos esos equipos de Las Villas (si había alguno mejor no lo conozco); Luis Enrique González, el Master del coacheo en la esquina caliente; Luis Jova y Ciro Pérez, que pasaron por la primera base; Orlando Chinea, que hacía de entrenador de bullpen; Roberto Pupo, que llevaba unas estadísticas magníficas… Era un equipo increíble”.

La zona oriental

“Villa Clara caía en la zona oriental, a pesar de ser más occidental que Sancti Spíritus. Pero a alguien se le ocurrió ese invento (como muchos inventos locos que se han hecho en el béisbol cubano) y nadie se quejaba de eso. La liga oriental era una liga de mucho bateo y poco pitcheo. Aunque claro, te encontrabas a un caballo en Holguín como Osvaldo Fernández, en Camagüey a Omar Luis y Andrés Luis Martínez, además de Teófilo Pérez, y en Granma estaba Guevara Ramos. Por Las Tunas salía Juan Carlos Pérez, Giorge Díaz estaba en Guantánamo… En cuanto a Santiago, siempre tuvo cuando menos un par de pitchers muy buenos. Para ir a un playoff final en Cuba, había que ganarle a Santiago. La gente decía que Industriales, que Pinar del Río, que Henequeneros, pero qué va, había que ganarle a Santiago de Cuba”.

El secreto del éxito

“A los santiagueros los estudiábamos al pie de la letra. Me acuerdo que Ángel López se fijaba en el bate que usaban los nueve bateadores y en la manera que se paraban en el home. Porque aquello no era fácil: Kindelán, Pacheco, Pierre, Fausto Álvarez, que fue el terror de los pitchers de Villa Clara incluyéndome a mí. Qué clase de equipo. Sin embargo, nosotros le ganábamos en las reuniones antes de los juegos entre lanzador, receptor y el entrenador de pitcheo Pedro Pérez, la eminencia. En esas reuniones analizábamos bateador por bateador y si uno de ellos estaba en racha, Pedro decía que le lanzaran al medio a ver qué pasaba. Pero ese mensaje era para el resto de los pitchers. A mí me decía ‘bien pegado, y si le da va con dolor’. Eso sí, nunca me mandó a dar un bolazo. Si yo di dos o tres bolazos intencionales lo hice en todos los casos buscando la zona del muslo y porque le habían dado a uno de mis compañeros. Yo siempre defendí a mis jugadores y mi filosofía era que mi equipo tenía que estar más tiempo bateando que fildeando”. 

Pedro Pérez in memoriam

“A Pedrito, que en paz descanse, José Ariel Contreras y yo lo ayudamos en todo lo que pudimos antes de su fallecimiento. Después que me fui de Cuba y llegué al All-Star Game de Grandes Ligas en 1998, lo único que yo le pedía a Dios era que Pedro pudiera verme para que disfrutara el fruto de su trabajo. Ese hombre era una estrella. Te miraba y su silencio decía muchas cosas. En una ocasión me separó del grupo en una Selectiva y yo siempre digo que me porté mal pero nunca cuento la razón. Y fue la siguiente: jugaban Ciudad Habana y Las Villas en el Genaro Melero, ganábamos 4×1 en el quinto inning y Luis García me dio un doble. Entonces Pedro Pérez se mandó para el box y sin mirarme a la cara me pidió la bola. Yo le dije ‘cógela en el piso si la quieres’, y él la recogió del suelo y se la dio a Riscart, que vino de relevo. Al otro día Pedro entró al cuarto de los atletas y dijo ‘arriba, los pitchers a entrenar… menos Arrojo, que se va para su casa’”.

Equipo de Ensueño

“¿Qué más puedo decir? Que el Dream Team Naranja fue el mejor equipo de todos los tiempos en las Series Nacionales, y que Villa Clara tuvo al primer jugador de esos campeonatos que asistió a un Juego de Estrellas de la MLB. Caso cerrado”.

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