LA HABANA, Cuba. – Me encanta el número 11, creo que me gusta desde siempre; tanto que hasta le dediqué, hace ya un tiempo, un cuento breve, quizá brevísimo. Me gusta el número 11, me seduce su verticalidad tan apartada de zigzagueos y curvaturas. Esa devoción me acompaña desde mi temprana infancia. Desde entonces ando venerando la hermosa verticalidad del 11, su empinamiento.
Me gusta el 11 porque tiene la apariencia de dos flechas que apuntan al cielo, ¿a lo superior? El número 11 es, sin dudas, lo más parecido a dos flechas que señalan lo más alto, que pretenden conquistar todos los cielos. Esas flechas que son el 11 parecen que de un momento a otro se despegarán del suelo para surcar el cielo, para alcanzarlo en toda su plenitud.
Tanto me gusta el 11 que una y otra vez vuelvo sobre él, como si no me bastara con aquel cuento breve que incluí en mi primer libro. Y es que del 11 me seduce esa convocatoria con la que parece proponernos abandonar el suelo para que consigamos el cielo. El 11 podría ser una convocatoria a conseguir las alturas, las libertades más profundas, como sucede casi siempre con las cosas más verticales. El 11 me seduce tanto que hasta me vuelve algo cursi, pero no me importa.
Y esa pasión por el 11 se hizo más tremenda en un mes idéntico a este que transcurre, pero de otro año. El 11, con toda su verticalidad, fue capaz de hacer los mayores desafíos de los últimos años de esta Isla. El 11 de julio es el día más recto, y quizá el más justo, es el más atrevido de entre todos los que muestra el almanaque, al menos en este país, y en estos tiempos; eso creo yo.
Un 11 de julio, hace un par de años, Cuba consiguió una altura moral insospechada y desafió al poder horizontal y totalitario, a ese poder que creía haberse apoderado del mes de julio para siempre después del ataque a un cuartel en Santiago de Cuba, pero el 26 tiene demasiadas curvaturas, es muy sinuoso el 26, y es espurio. El poder hasta llegó a creer que era el dueño de todos los meses con sus días, pero la Cuba no hegemónica dio señales de vida, y se mostró en otros días cubanos que no eran 26 de julio.
Cuba, la no hegemónica, dio señales de vida haciendo notar que no todo era 26, que no siempre era 26, como solía cantar una Sara González muy acostumbrada a hacer lisonjas al poder con las letras de sus canciones y con su potente voz; pero finalmente los cubanos dijimos, contrario a lo que creyera Sara González, que no siempre era 26. Los cubanos hicimos notar que julio no era solamente un mes de celebraciones comunistas.
Julio, el que fuera el mes de los comunistas, hizo otras propuestas que no hacían componendas con el poder. Y llegó el 11. El 11 vino a convivir con el 26 de los comunistas, y hasta hizo notar que esa convivencia sería para siempre. Un mismo mes con dos días encontrados; el 26 de Fidel Castro y el 11 de los cubanos libres, de los humildes. El 11 desplazó al 26, o al menos convive con el 26, porque así se hace la historia, con convivencias, aunque sean feas convivencias.
El 11 nos invitó a volar, a subir al cielo, a dejar al 26 en sus curvaturas, en su enredada armazón, en el subsuelo rebelde de julio. El 11 de julio enamoró a la mayoría de los cubanos, nos hizo salir a las calles espontáneamente y no con convocatorias espurias y comunistas. Un día 11 los cubanos se cansaron de asentir, de las reverencias de siempre, de los aplausos, pero el 11 no eliminó el 26, lo dejó allí, en su sitio del mismo mes, para que comparáramos sus sinuosidades con la verticalidad del 11, y conviviendo juntos, porque la historia no puede ser cambiada con ordenanzas.
Y ahora el 26 y el 11 tendrán que convivir juntos para siempre, pero no revueltos. Y yo hasta imagino lo que diría un Fidel enfurecido, que ya no vibra en las montañas, de esas convivencias, de esas connivencias, entre el 11 y el 26 en el mes rebelde. Julio no será solo para los comunistas, y supongo que eso los exaspere, que les provoque rabietas. Quizá nadie pensó en levantarse en un día de julio, pero sucedió, y eso ya nadie podrá cambiarlo. Los comunistas tendrán que compartir sus “rebeldías” con las rebeldías del pueblo, en el mismo mes que creían solo suyo. Y eso me encanta, eso es rebelde, devastador de comunismos. El 11 y el 26 convivirán juntos en el mes que Fidel creyó que era solo de los comunistas, que era siempre 26.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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