MADRID, España.- El compositor y músico Manuel Corona Raimundo, nacido en Caibarién, provincia de Villa Clara, el 17 de junio de 1880, dejó un legado que pervive en la cultura cubana, y especialmente en la trova tradicional.
Considerado uno de los cuatro grandes de la canción trovadoresca cubana, junto a los santiagueros Sindo Garay, Alberto Villalón y Rosendo Ruiz, las creaciones de Corona ─dedicadas a la mujer, el amor, el desengaño─ simbolizan y rememoran una época.
Para las mujeres, además de las emblemáticas “Longina”, “Santa Cecilia” y “Mercedes” ─popularizadas por María Teresa Vera (Guanajay, febrero de 1895 – La Habana, diciembre de 1965), otra imprescindible de la canción trovadoresca de la Mayor de las Antillas─, Corona compuso muchas piezas más como “Adriana”, “Graciella”, “La Alfonsa”, “Aurora”, “Mujer divina”, “A Nena”, “La niña”, “Dulce mía”, “A Albertina”, “Lo que fue Josefina”, “A Rosa”, “Dime adiós, matancera”, “Mi virgen venerada”, “A Flora” ,“Angelina” y “Cachita”.
Catalogado de muy enamoradizo, Manuel Corona, que llegó muy joven a La Habana como tabaquero supervisor de una factoría, hizo también no pocas de las llamadas contestaciones musicales o composiciones contestatarias, a numerosos de sus contemporáneos y coterráneos, como “Gela amada”, en respuesta a “Gela hermosa”, del guitarrista santiaguero Rosendo Ruiz, y “Ausencia sin olvido” como contraposición a “Ausencia”, del sagüero Jaime Prats. Cultivó, entre otros géneros musicales representativos de la identidad cubana, la guaracha, la guaracha-son, habaneras y criollas.
Manuel Corona murió el 9 de enero de 1950, a sus 69 años, en la total pobreza, en un cuarto al fondo del bar Jaruquito, en Marianao, La Habana, víctima de la tuberculosis y el alcoholismo. La despedida de duelo estuvo a cargo del notable músico cubano Gonzalo Roig. Sus restos estuvieron en el cementerio habanero hasta 1968, año en que fueron trasladados a su Caibarién natal.