LA HABANA, Cuba. – Alfredito Rodríguez, que entre 1969 y 1990 era el más aclamado de los cantantes pop cubanos, anda por estos días, en Miami, donde reside desde el 2010, celebrando sus 55 años de carrera artística.
Si dedico estas líneas a Alfredito no es porque me gusten sus canciones, nada de eso, sino porque lamento haber sido demasiado duro con él cuando en diciembre de 2006 presentó en su programa televisivo “La Diferencia” al excomandante, exfiscal sumarísimo y censor en el ICRT Jorge “Papito” Serguera.
Es que me indignó ver en el programa a un represor de marca mayor, haciéndose el bueno, diciendo que le gustaba el caviar, las canciones de Elvis y McCartney y que solo lamentaba no haberse “equivocado mejor” en el cumplimiento de sus deberes.
Pero tengo que reconocer que mucho antes de su entrevista a Serguera, estaba prejuiciado con Alfredito Rodríguez. Me caía mal, no tanto porque no me gustaran sus canciones, sino a causa de una bella muchacha llamada Migdalia, unos pocos años mayor que yo y de la que estaba locamente enamorado allá por 1972 pero que no me hacía caso ―ni siquiera se enteró de mi amor― porque solo atinaba a lamentar que el cantante, que había sido su novio, la hubiese dejado por otra.
Alfredito era una estrella pop. Por entonces, en “Buenas Tardes”, lo más parecido a un programa televisivo de música pop que nos estaba permitido a los cubanos, estaba siempre Alfredito, solo o con Leonor Zamora, y Mirta y Raúl, los 5U4 y Los Barbas, con patas de elefante y las melenas podadas hasta donde se las permitían los comisarios, tratando de sonar como los Chicago y cantando en español “Honky tonk women” de los Stones en una versión que titularon “Es tiempo ya de terminar”.
Alfredito tiritaba y se retorcía emocionado, y con él sus admiradoras, cuando cantaba, a la manera de Dyango, aquellas canciones de Sergio Endrigo, “Éramos” y “Lejos de ti”, o remedaba a Julio Iglesias, haciendo muecas y llevándose la mano a la barriga cuando cantaba “Sagitario”, “Buena persona” o “Ay, que me encapricho”.
Sus canciones romanticonas y pegajosas gustaban mucho y le hacían la vida más llevadera fundamentalmente a las pioneritas por el socialismo, a sus abuelitas jubiladas, las amas de casa deprimidas y las cederistas extenuadas por la construcción del socialismo.
Con tantos premios Girasol como recibió Alfredito Rodríguez, ¿quién podía imaginar que a él también los castristas lo censuraron y machucaron? Y eso que en la infausta entrevista que mencioné le expresó a Papito Serguera su agradecimiento por haberlo ayudado en los inicios de su carrera.
A Alfredito le hicieron la vida imposible, al extremo de que una vez, según ha referido, fue con un bate a fajarse a Radio Progreso y poco faltó para que se lo llevaran preso. De eso y más nos enteramos después que en 2009 se quedó en México y pudo, cuando lo entrevistaron, hablar libremente, y quejarse de cuando le censuraban canciones en la radio, le impedían dejarse el pelo largo y usar sacos cruzados porque gastaban mucha tela, y encima de todo eso, lo acusaban en la prensa oficial de deformarle el gusto al público por ser extranjerizante y cantar “canciones facilistas”.
Una vez le quisieron censurar una canción, que por demás no había escrito él, sino el español Danny Daniel, porque decía “por el amor de una mujer, dejé mis venas desangrar”. ¿Quién ha visto a un hombre cortarse las venas por una mujer?, le dijo un comisario machista-leninista. Y menos mal, con tanta homofobia como había por esos años, que no le dio a Alfredito por cantar, del mismo Danny Daniel, “El vals de las mariposas”. En todo caso, si no quedaba más remedio que bailar el vals, los comisarios te invitaban a bailarlo, con las botas rusas puestas, y “donde la hierba es más alta”, como cantaba el trovador Enriquito Núñez.
Allá los que pensaron que las dictaduras totalitarias permitían y necesitaban los estrellatos racionados e inocuos para adormecer a las masas. Ni eso. No todas las estrellas pop del socialismo real tuvieron la suerte de que los mimaran como a Karel Gott para que no se fuera de Checoslovaquia cuando en 1972 estuvo a punto de aceptar un contrato en Múnich y dejársela en los callos a los comunistas.
Hoy, con tantos reguetoneros, de veras que se echa de menos en Cuba a cantantes como Alfredito Rodríguez. Y como ―gusto musical aparte― nunca he dudado que sea una buena persona, le deseo salud, buena suerte y muchas felicidades por sus 55 años de carrera artística.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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