LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – En Rancho Veloz, un pueblo de Villa Clara, provincia central de Cuba, el jabón de baño y de lavar son especies en vías de extinción. Sus habitantes pasan meses apostados en la carretera, a la entrada del pueblo, cazando el vehículo que trae los suministros a la única tienda. Y al verlo acercarse desfilan masivamente detrás de ese vehículo, organizados en un espectacular cortejo, como si fueran acompañando hasta el cementerio a un muerto muy querido por todos.
Las condicionantes de este cuadro, real y muy serio, por más que parezca extraído de una película de Woody Allen, no son patrimonio exclusivo de Rancho Veloz. Se repiten idénticamente en una infinidad de pueblos del interior de la Isla. Así que es fácil entender las razones por las qué muchos de sus moradores están viajando ahora a La Habana para comprar jabas repletas de esos jabones de pésima factura, pero baratos (a 5 y 6 pesos en moneda nacional) que se comercializan en estos días como productos recién liberados de la libreta de racionamiento.
Entre la ansiedad de estos paisanos del interior por conseguir lo que no llega a sus pueblos, y la compra masiva de jabón por parte de los habaneros, preocupados porque saben que el abastecimiento a los comercios estatales no podrá responder a tan alta demanda, ese jabón barato vuela de las tiendas, igual que volaron otros productos (como los chícharos) liberados anteriormente del racionamiento.
Es por lo que la gente (escamada por la experiencia) prevé que cuando el jabón se agote, entonces ya no tendrán más jabón barato, ni liberado ni por la libreta. Se trata de una situación, digamos, corriente, dentro del molde de país virtual en que vivimos, a la deriva entre el desastre administrativo y la miseria económica.
Lo anormal, en todo caso, es la manera tan resbaladiza con que enfoca el asunto la prensa oficial, que ha salido a la calle y le puso el micrófono en la boca a ciertos de pobres diablos para que justifiquen de antemano el desaguisado, diciendo que los especuladores están acaparando el jabón y que ello sucede por culpa de alguna gente del pueblo, a la cual le sobran riquezas y le falta escrúpulos.
Como si fuera tan difícil percatarse de que aquellos a quienes verdaderamente les sobran riquezas en la Isla -es decir, los caciques, sus parientes y protegidos- no consumen jabón barato de manufactura nacional. En lo que sí acertaron es en lo referido a su falta de escrúpulos. Tanto les ha sobrado esa carencia que es lo único que jamás necesitaron repartir mediante la libreta de racionamiento.