LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -Toda dictadura es, en esencia, el modo en que un clan mafioso ejerce el poder político. Posiblemente los dos ejemplos más ilustrativos, en Latinoamérica, de cómo una dictadura de partido único genera mafia a su alrededor, son los casos del PRI en México y el castrismo en Cuba.
Como se sabe, el PRI se mantuvo en el poder durante setenta años y generó toda una telaraña de burocracia, corrupción y otras hierbas afines. La inseguridad social y el narcotráfico son los lados visibles de un mal de fondo que ha ido corroyendo las bases de la estabilidad de México como nación soberana.
En Cuba, ya se vivió una experiencia semejante durante la segunda mitad de la década del cuarenta, del pasado siglo. En el periodo posterior a la caída de Machado, tuvo lugar la competencia a punta de pistola por el dominio de parcelas de poder. Los ajustes de cuentas entre facciones y grupos otrora opositores a la dictadura, formaron parte del paisaje sociopolítico cubano durante el autenticismo. Bajo ese contexto se generaron las condiciones propicias para el golpe de estado de Batista.
En las circunstancias actuales, la transición hacia la democracia parece a todas luces un proceso inevitable, pero no es imparable. Aunque de dientes para afuera digan otra cosa, Raúl Castro y su elenco de generales lo saben. El proceso es inevitable porque las dinámicas económicas que toman protagonismo en el país no rendirán frutos sin la instauración acelerada de un estado de derecho.
El proceso no es imparable por la sencilla razón de que, durante décadas, el sistema generó una estructura centralizada y burocratizada, de la cual son deudores determinadas capas poblacionales. En estos momentos, el raulismo navega a media máquina entre las aguas del cambio y el viento contrario del mismo sistema que pretende conservar.
A los niños les dicen que si no se portan bien, viene el coco, o se los va a llevar el hombre del saco. A los cubanos los han coaccionado con varios cuentos semejantes, a propósito de la transición democrática. Uno de estos cuentos habla sobre el surgimiento de las mafias en las ex- repúblicas soviéticas, enmarcando ese proceso en el periodo posterior a la desintegración de la URSS. Lo cierto es que la mafia se generó en las entrañas mismas del partido comunista. Ésta se reacomodó en las nuevas circunstancias, luego de las correspondientes pugnas por la repartición de zonas de influencia. Tales pugnas fueron el lado más o menos invisible de buena parte de los conflictos interétnicos que asolaron a las ex repúblicas soviéticas.
El periodo de inestabilidad social e inseguridad ciudadana que se generó en varios países de Europa del este fue la eclosión de los males acumulados durante décadas. La metamorfosis de la mafia política partidista en mafia con poder económico, no fue un proceso apacible en la mayoría de los casos.
El futuro democrático en Cuba va a heredar todo un cúmulo de problemas amontonados durante décadas de ineptitud, improvisación y violaciones constitucionales. También va a heredar una mafia sistémica disfrazada con el manto burocrático. El mayor o menor poder que esa mafia tenga para influir en zonas decisivas de la vida nacional, dependerá de quienes hereden el poder económico real. Todo parece indicar que en Cuba el generalato y sus descendientes serán los dueños de esas zonas decisivas.
La existencia de partidos políticos y la dinámica de una economía de mercado generaran un país que ahora apenas imaginamos. Pero las garantías para el desarrollo y consolidación de la democracia en Cuba estarán bajo la espada de Damocles de esos dueños del poder económico real y, por tanto, bajo la amenaza de otra dictadura.