MADRID, España.- El periodista independiente José Luis Tan Estrada, puesto en libertad este miércoles 1.º de mayo con una multa de 4.000 pesos, relató a CubaNet lo que padeció durante los últimos días, encarcelado en el cuartel general de la Seguridad del Estado, Villa Marista.
En su testimonio denunció que estuvo recluido en una celda de aislamiento, donde nunca da la luz del sol. Lo incitaron, con amenazas, a irse del país, y recibió acusaciones falsas, de las que no mostraron pruebas, de que en el momento de la detención viajaba a La Habana con un maletín con pegatinas para repartirlas e instar a las personas a que no participaran en las actividades orquestadas por el régimen para el Primero de Mayo.
Testimonio de José Luis Tan Estrada
Casi al llegar a La Habana, en el punto de control antes de entrar a la ciudad, específicamente en Mayabeque, subieron al autobús dos vestidos de verde, dos boinas rojas, dos del punto de control y dos policías más.
Los que me secuestran son los dos vestidos verdes. Uno me dice, “usted es José Luis Tan Estrada”, y me pide el carné, mientras que el otro al mismo tiempo me pone las esposas y me dice que estoy detenido por la Seguridad del Estado por el delito de mercenarismo e información falsa.
Realmente tremenda vergüenza en el autobús. La gente se quedó en shock y yo para que la gente reaccionara dije “esto es por decir la verdad“, pero nadie se atrevió a decir nada.
Me bajaron del autobús y me subieron a una patrulla del G2 y ahí hasta Villa Marista. Durante el trayecto me obligaron a permanecer con la cabeza gacha, las manos y los pies cruzados, advirtiéndome de consecuencias si intentaba levantar la cabeza. El chofer comenzó con una serie de amenazas, entre ellas que no levantara la cabeza y que en la patrulla no se hablaba porque me acusarían de desobediencia o desacato.
En Villa Marista fui recluido en una celda de aislamiento, donde nunca se ve la luz del sol. No se sabe si es de día o de noche. Tiene dos lámparas permanentes encendidas, grandes, que no las apagan para dormir. Yo estaba totalmente desorientado. Porque uno les pregunta la hora y no te dicen.
La comida malísima malísima. Yo tengo problemas de estómago y la acidez me golpeó mucho. Entré pesando 79 kg y ahora peso 77 y medio. La pastilla del estómago nunca me la dieron. Incluso cuando tú entras ahí, hay una enfermera que te pregunta de qué padeces. Yo expliqué de qué padecía. Cuando yo me sentí muy mal de la acidez mandé a buscar a la enfermera, pero la enfermera jamás vino. Lo único que me dieron fue una toalla, una sábana y una colcha. No me da pena decirlo, porque es parte de la represión de ellos: Me pasé una semana con el mismo calzoncillo, sin echarme desodorante y bañándome sin jabón.
Los interrogatorios se sucedieron repetidamente, llegué a contar hasta cinco o seis en un solo día. Me acusaron de que yo iba a La Habana a incitar a las personas a que no fueran a las actividades del Primero de Mayo, y que yo iba con un maletín de boletines y pegatinas para tirarlas en la tribuna. Y yo solo llevaba una mochilita con mis cosas elementales, porque pensaba regresar ese mismo viernes o el sábado.
Las amenazas para que cesara mi labor humanitaria estuvieron siempre presentes en los interrogatorios. Según ellos, los represores, mi intención con mis ayudas humanitarias es subvertir políticamente a esas personas, fíjate si son anormales. Y uno hacía de policía bueno y otro de malo. Uno me decía que me fuera del país, “que allá puedes ser lo que tú quieras, crecer profesionalmente”, y el otro me decía que saliera de Cuba porque ellos se iban a encargar de que aquí no sea nadie.
Me dijeron que CubaNet era un medio mercenario, pagado por el imperialismo, y como yo trabajaba en ese medio no era un periodista como tal, que todos lo que trabajamos en Cubanet somos traidores que abandonamos la profesión en que nos formó la revolución y que CubaNet tenía todas las intenciones de dañar la imagen de la revolución.
Ellos estaban locos porque yo hablara, porque yo mismo me incriminara. Me decían el mismo discurso de diferentes formas. Yo no hablé nada, me mantuve en silencio. Yo solamente les decía, “dónde está el maletín con las pegatinas, dónde están las pruebas”.
Sentí mucho temor y pensé que me iban a dejar ahí. Eso está hecho para reprimir. Yo psicológicamente me mantuve fuerte, yo mismo me daba terapia para cuando saliera dar el testimonio de lo que uno pasa ahí, de la represión que uno pasa allá adentro. Es tortura psicológica, desde el carcelero, todo el mundo es un hp. Ellos se sienten impunes allá adentro. Uno, que creo que era capitán, me dijo, “te vas a podrir aquí, gusano”.
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