LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -Ha hecho bien el Centro de Estudios Martianos en publicar, por primera vez desde su creación en 1977, una compilación con los testimonios más importantes de hombres y mujeres que conocieron a José Martí.
Yo conocí a Martí, impreso en 2012, y en pocos días agotado en las librerías, es un libro de interés para todo aquel que quiera escudriñar la verdadera personalidad del Apóstol y comprobar de qué manera tan injusta ha sido utilizada por Fidel Castro, con el fin de buscar apoyo histórico a su tiranía y sobre todo al funesto acto terrorista que constituyó el ataque al Cuartel Moncada, cuya autoría intelectual achaca al autor de Ismaelillo.
Pero José Martí lo dejó dicho claramente: ¨La tiranía es una misma en sus varias formas, aun cuando se vistan algunas de ellas de nombres hermosos y de hechos grandes¨.
Como si se hubieran puesto de acuerdo aquellos hombres que lo trataron en la intimidad: Collazo, Gómez, Miró, Sanguily, Varona, Tejera, Vargas Vila, los poetas Nervo y Darío, María Mantilla y muchos otros, coinciden en que como trabajador infatigable, desde el alba, era Martí de palabra suave, de carácter franco y enemigo de la mentira y el odio, porque luchó por la independencia sin odiar a los españoles. El reverso de Bolívar, quien amenazaba con la muerte a españoles y canarios, aunque fueran amigos. ¨Es el diablo quien no sabe amar. No hay perdón para los actos de odio¨, decía nuestro Apóstol.
Tenía la bondad del que ha sufrido mucho, pero aun así, era de risa cristalina, llena de frescura y alegría. Sin ser arrogante, estaba pronto al elogio y tardo para la censura. Una República para todos, quería Martí.
Todos lo recuerdan inquieto en su butaca, comiendo poco o casi nada, amigo de verdad, porque comprendía el valor de la amistad. Generoso, porque daba sin tregua. Cuando se aproximaba el amigo, se adelantaba hacia él con los brazos abiertos.
Su amor por la libertad era desmedido. Tanto la amaba que, según Máximo Gómez, era por eso que combatía la tiranía, fuera cual fuera.
Cuando el poeta Amado Nervo lo escuchó hablar por primera vez, creyó en la libertad. También le ocurrió a Vargas Vila, quien dijo: ¨La oratoria de Martí no era hecha para plaza pública, ni para esparcirse en tumulto oleaginoso de muchedumbres en cólera. No escribió su nombre en el mundo con una espada, sino con una pluma ¨.
En su oratoria elegante, ignoró el insulto, no lo usó contra nadie. Con su voz cálida, emotiva, de barítono atenorado, que no tenía el sonido de la fanfarria guerrera, convencía a todos, siempre poniendo por delante su gran amor por la libertad.
En una ocasión, cuando supo que se condenarían a muerte a varios hombres que habían cometido graves delitos, exclamó: ¨Si pudiera, volaría yo para llegar a tiempo, defenderlos y salvarles la vida¨.
Son muchos los que recuerdan sus ojos. Deslumbradores de inteligencia, de mirada intensa, brillantes, con fulguraciones de relámpagos lanzando destellos luminosos. Ojillos tan negros de fulgor sideral, que nunca miraron iracundos.
Sobre las ideas socialistas, fue claro: ¨Dos peligros tiene –dijo-, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, el de la soberbia y la rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados¨.
Así era José Martí, así eran sus ideales de justicia, democracia y libertad, y no como han tratado de hacernos creer que eran.