LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -Las opiniones vertidas recientemente por algunos periodistas oficialistas sobre la urgencia de renovar las políticas editoriales de los medios, no constituyen ninguna sorpresa. Desde hace varios años, se debate el asunto sin que aparezcan las soluciones.
Los llamados a acabar con la falta de creatividad, con la pueril jerarquización de las noticias y las apologías en detrimento de la objetividad, surgen ahora en el marco de una de las reuniones que preceden el 9no. Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), a celebrase el próximo mes de julio.
Es sintomático que los mismos problemas ya se han “discutido” en anteriores cónclaves del gremio, sin que se hayan resuelto. Se infiere que el asunto recurrente se ha convertido en un pasatiempo, que sirve como cortina de humo, para que las cosas continúen igual.
De nada valen los insistentes llamados a una reforma estilística, formal y conceptual en la manera de hacer la prensa, si el partido comunista –dueño de toda la prensa y empleador de todos los periodistas- es el que define los temas a abordar e incluso la forma en que hay que abordarlos.
Aunque siempre van a predominar intereses que ajusten el producto final, según el punto de vista del patrocinador, en el caso cubano tal premisa se perfila como una realidad que coarta las posibilidades de brindar una información medianamente creíble. Más allá de las prerrogativas del partido único, lo que queda es amoldarse a las circunstancias, callar o rebelarse a través de la palabra, opción que practican muy pocos, por causas que no es necesario explicar.
Algo a destacar en el ejercicio de la crítica desde las entidades adscritas al oficialismo, son las elogiosas referencias a esa entelequia llamada revolución, en aras de un balance que garantice no ser tildado de hipercrítico, mercenario o apátrida en el peor de los casos.
La reunión citada es otro ejemplo de lo que suele ocurrir cuando se discuten temas peliagudos del acontecer nacional. Cada reproche a lo mal hecho tiene su contrapeso laudatorio al sistema, economía centralizada, sindicalismo al servicio del Estado y una prensa que asume funciones de agencia publicitaria de las élites dominantes, en detrimento de su verdadero rol social.
A estas alturas debería haber un consenso nacional respecto a la certeza de que mientras Fidel y Raúl Castro sean los dueños del país, no va a haber un proceso de cambios estructurales.
Esas reunioncillas son parte de la ambientación de una farsa cíclica. Sencillamente, no hay voluntad de cambio. La prensa, salvo esos fuegos artificiales, seguirá haciéndose eco de los bulos oficiales. Las críticas a ventilar en congresos, simposios o a leer en la prensa escrita, serán como rasguños en la piel de un rinoceronte. Irrelevantes.