LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Para casi nadie es un secreto que el énfasis de las autoridades cubanas, en lo concerniente al deporte, se encamina a la formación de campeones capaces de obtener medallas y títulos en los principales eventos internacionales. Ello es así porque esas autoridades conservan la mentalidad de la Guerra Fría, cuando encabezar el medallero por países en una olimpiada o juego regional, era tomado como una muestra de superioridad de determinado sistema político.
En ese contexto, cualquier otra vertiente de la práctica deportiva queda en un segundo plano. El deporte como recreación, las competencias a nivel de barrio, así como la enseñanza de la educación física en escuelas y universidades, están entre las actividades relegadas. Lo mismo ha ocurrido con la atención y el mantenimiento de numerosas instalaciones en todo el país.
En La Habana, por ejemplo, los casos de El Pontón, en el municipio de Centro Habana, y el estadio universitario “Juan Abrantes”, exhiben un abandono que puede apreciarse desde el exterior de las instalaciones. Pistas deterioradas, canchas destruidas y piscinas sin agua dan fe de lo anterior.
También en la capital, las instalaciones que sirvieron de sede a los juegos panamericanos de 1991 se marchitan a un ritmo acelerado. La cercanía del mar, así como la falta de un mantenimiento periódico, han hecho mella sobre el velódromo, el complejo de deportes acuáticos y el estadio de atletismo. Estas imperfecciones no solo atentan contra el buen servicio que se les podría brindar a quienes asistan a los espectáculos deportivos, sino que además constituyen un impedimento para la adecuada preparación de los atletas.
Recientemente, y como parte de la actual serie nacional de béisbol, la subserie entre los equipos de Matanzas y Las Tunas corrió el peligro de no efectuarse debido a fallas de último momento en el sistema de alumbrado en el estadio tunero. Según aducen los especialistas, este parque beisbolero afronta limitaciones con la asignación de energía eléctrica, varias de sus torres de iluminación no recibieron mantenimiento en los últimos años, y el sistema, en general, ya es obsoleto.
Pero la gota que ha colmado la copa sobrevino en el Coliseo de la Ciudad Deportiva habanera, la mayor instalación techada del país, construida antes de que los actuales gobernantes arribaran al poder en 1959. Esta instalación siempre ha servido de sede a los equipos cubanos de voleibol que participan en las ligas mundiales de ese deporte.
En el presente año, y ante el colapso total del sistema de climatización del Coliseo, el equipo masculino de Cuba, por segundo año consecutivo, tenía que ir como visitador a las canchas de todos sus rivales, pues la Federación Internacional exige la climatización de las instalaciones como requisito indispensable para la celebración de los partidos. La última inversión realizada en este sentido data de 1974, cuando Cuba fue sede del Primer Campeonato Mundial de Boxeo Amateur.
Entonces, ante la evidencia de que el gobierno no puede acometer la reparación o instalación de un nuevo sistema de climatización por falta de recursos financieros, se decidió solicitar a República Dominicana que prestara una de sus instalaciones para que el equipo cubano oficiara como anfitrión, lo cual fue aceptado por las autoridades deportivas de ese país.
Quién lo iba a decir. La República Dominicana, una nación que apenas aparece en el medallero de la más modesta competición, posee instalaciones más idóneas que las cubanas.