LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Uno de los personajes principales de la telenovela cubana “Bajo el mismo sol”, que actualmente transmite la televisión (en su tercera temporada), es un joven gago que labora en un agromercado de La Habana. El Gago mantiene una relación sentimental con Roxana, una muchacha frívola, personaje diseñado al parecer como símbolo de una porción nada despreciable de nuestros jóvenes.
El actor que interpreta el papel del Gago no es portador, como personaje, de algún mensaje positivo o negativo. Su única trascendencia es una marcada discapacidad en el habla, que le impide pronunciar tres o cuatro palabras sin que sobrevengan la trabazón y el esfuerzo inútil por tratar de terminar la frase.
Además, ningún otro personaje lo llama por su nombre, pues para todos es simplemente “el Gago”. Para colmo, se refieren a él en un tono despectivo: “el gago ese”. Como si ser tartamudo fuera sinónimo de inferioridad o falta de inteligencia.
Es cierto que, en general, la sociedad cubana se muestra poco solidaria con los que tienen este “defecto”. La mayoría de las personas no reparan en el hecho de que nadie es gago porque quiera serlo. Se trata de una discapacidad, como ser ciego, sordo o cojo. Sin embargo, a diferencia de la actitud que se adopta con las personas que sufren estas últimas limitaciones, ante la tartamudez casi siempre aparecen la risotada, la burla y la subestimación.
La televisión cubana ha perdido una magnífica oportunidad de tratar un tema tan sensible de una manera positiva. Si a alguien se le ocurrió colocar a un gago en pantalla, también debió idear un mejor diseño para el personaje.
No hay que olvidar que la televisión es el medio de difusión que cuenta con una mayor cantidad de seguidores. Y, por tanto, cualquier mensaje que transmita, llega a millones de personas. Imagino cómo podrán sentirse los televidentes aquejados de la misma discapacidad del personaje de marras. Discapacidad que, por cierto, alcanza el dos por ciento de los habitantes de la isla, según estadísticas médicas.
Los cubanos pudimos apreciar, en el recién finalizado año 2011, un ejemplo correcto de cómo tratar públicamente el tema de la tartamudez. Ello aconteció en el filme inglés “El discurso del rey”, exhibido en las salas cinematográficas de las principales ciudades del país.
Este filme, basado en hechos reales, recrea cómo el monarca británico Jorge VI no podía pronunciar un discurso al asumir el trono, debido a una tartamudez paralizante. Pero a partir de ese momento, la trama gira en torno al tratamiento recibido por el monarca de parte de un logopeda. Al final, como premio al esfuerzo y a la tenacidad, el rey ha superado parcialmente su discapacidad, y logra articular un discurso con que satisfacer a sus súbditos. Su magnífica actuación ganó al actor británico Colin Firth el Oscar al mejor protagonista masculino.
Los directivos de la televisión cubana -tan prestos a censurar otras cosas- debían impedir que este medio emule con ciertos espectáculos nocturnos, en los que algunos humoristas tratan de provocar la hilaridad mediante el mal gusto, el choteo, o la exaltación del defecto físico o alguna característica negativa – en su opinión- de los asistentes.