LA HABANA, Cuba.- Una súbita vuelta de timón destinada a cambiar radicalmente la proyección del Estado cubano hacia el deporte profesional ha abierto las puertas de equipos, ligas y circuitos profesionales de competición para los atletas que deciden mantener su residencia en la Isla. La medida, que tardíamente trata de colocar a Cuba en ambientes de modernidad, no parece bastar a corto plazo para sacar al deporte cubano de la profunda crisis que lo aqueja.
Gracias a la nueva política, que bajo patrocinio de las federaciones cubanas de cada disciplina, permite a los atletas del patio acceder al deporte rentado, por estos días varios peloteros participan en torneos profesionales en Japón, Canadá y México, algunos miembros de la preselección nacional de balonmano marchan a la liga portuguesa, un grupo de jugadoras de polo acuático se incorporan a equipos de la Liga española, un trío de luchadores encabezados por el multicampeon Mijaíl López ya cumplen compromisos en la Bundesliga del milenario deporte, los más prominentes basquetbolistas del país acaban de ser contratados por clubes de El Salvador, Uruguay, Argentina y Brasil y algún que otro voleibolista sobreviviente de los recurrentes éxodos participa en ligas europeas.
Parece solo cuestión de tiempo y trámites para que se concrete la participación de peloteros cubanos en las Ligas del Caribe y no se extrañe nadie si una buena mañana nos sorprende la noticia de una excepción institucional que permita a los peloteros residentes en Cuba jugar en el beisbol rentado de Estados Unidos, algo que todavía impide el embargo norteamericano a la Isla
Según las informaciones brindadas por las autoridades deportivas, los atletas contratados en el exterior podrán disfrutar de la totalidad de sus ganancias monetarias, lo cual los libraría del abusivo despojo a que han sido sometidos los deportistas cubanos desde que el dinero irrumpió en el deporte olímpico, y tributarán a sus compromisos con las selecciones nacionales para participar en eventos importantes previamente programados
No es la primera vez que atletas de la Isla acceden a circuitos profesionales, no debemos olvidar que hace alrededor de dos décadas las estrellas del voleibol masculino participaron varias temporadas en la prestigiosa Liga italiana distribuidos en varios clubes, al igual que los mejores jugadores de balonmano se incluyeron en equipos de las ligas húngara y francesa, hasta que un mal día de fin del siglo pasado sin explicación y previo aviso el alto liderazgo de La Habana decidió unilateralmente deshonrar los compromisos contraídos, dejar literalmente colgados a las contrapartes y cortar las alas de los jugadores que para esa fecha se habían instalado seguros en la élite mundial de estos deportes.
Los resultados de la arbitraria medida no se hicieron esperar, casi todos los afectados por aquella todavía inexplicada vuelta de tuerca poco a poco se marcharon del país, el balonmano cubano desapareció del panorama competitivo mundial y hace pocas horas el conjunto varonil de voleibol fue reconocido en el lugar quince del ranking mundial de la disciplina.
Espero que las contrapartes de las autoridades cubanas en estos nuevos convenios se aseguren en los contratos mismos contra las posibles arbitrariedades e inconsecuencias de unos socios tan poco confiables, aunque por las deplorables condiciones en que se encuentra el deporte en Cuba parezca que la medida debe ser irreversible.
Sin embargo la nueva realidad del deporte cubano reviste otros matices bien interesantes. En primer lugar debemos recordar que aquel día del invierno de 1962 en que se inauguró la primera serie nacional de béisbol amateur, el ex presidente Fidel Castro con irrespetuosa festinación argumental que siempre lo caracterizó aseguró que aquel acto era “el triunfo de la pelota libre sobre la pelota esclava”. Tan miserable aseveración lanzaba al lodo el talento, la entrega y el sacrificio de muchos peloteros cubanos, en su mayoría de origen humilde, que tanta gloria dieron a nuestro país con sus actuaciones.
Más de medio siglo después de aquel día, cuando varios cientos de peloteros “libres” han escapado como esclavos fugitivos de las bondades del paraíso revolucionario, las autoridades cubanas se ven obligadas a aferrarse al deporte “esclavo” para tratar de impedir el colapso total de una de las banderas propagandísticas del régimen.
En este momento no debemos dejar de pensar y mencionar a tantos atletas talentosos y abnegados que fueron privados de demostrar su grandeza en los más encumbrados escenarios solo por satisfacer el puritanismo hipócrita y esa enfermiza ansia de control absoluto de los gobernantes cubanos. No podemos dejar de pensar en los tantos que se vieron obligados a tomar la difícil decisión de separarse de sus familias y de su tierra para cumplir sus sueños. No es perdonable tanto dolor e injusticia por algo que no es ni un crimen ni un delito.
Ahora se crea además otra situación absurda: ya las Ligas Mayores del béisbol norteamericano no son un tabú en Cuba, los periodistas y comentaristas nos bombardean con un torrente de informaciones y estadísticas en las cuales son omitidas solo las actuaciones de los peloteros cubanos que allí se destacan.
Considero que en lugar del papel ridículo de intentar tapar el sol con un dedo y omitir una información que llega a los cubanos por las mil y una vías de la modernidad informativa y mediática, aunque parezca mucho pedir, los gobernantes cubanos debían llenarse de la sensibilidad humanista, del valor personal y político que les ha faltado siempre para pedir perdón a deportistas y aficionados por tanta injusticia y tanto desprecio por el derecho y el mérito ajeno.
Con las nuevas posibilidades que se abren de seguro las condiciones de vida, trabajo y los resultados de muchos atletas y disciplinas mejorarán, pero el ostensible declive del deporte cubano se detendrá solo si se opera un radical cambio de mentalidad en las autoridades de la Isla.
Los gobernantes cubanos, después de verse obligados a declinar su falso puritanismo amateurista, deben renunciar al monopolio sobre el destino del deporte y los atletas cubanos, deben renunciar a apropiarse de méritos que solo pertenecen a los abnegados deportistas y sobre todo desideologizar y despolitizar el deporte para que los atletas cubanos vivan donde vivan, como todos los demás del planeta, puedan sentir el sano orgullo de representar y dar gloria a su país sin imposiciones ni tutelajes.
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