LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org – Ana y dos amigas tienen una manera efectiva de hacer dinero. Para financiarse la diversión en vacaciones, todo vale. Las tres son expertas en luchar. Un amigo de confianza explora el terreno. Se conoce que los clientes no van a faltar, y el show es atractivo. La primera vez que Ana supo de esta opción para ganarse unos CUC, iba vendiendo un par de zapatos, por encargo de una prima. Llegó a casa de una amiga del preuniversitario, y se asombró por la manera en que ésta dispuso rápido del dinero para comprárselos. La amiga le explicó que ella y otra muchacha se dedicaban a un lucrativo negocio. Ana lo rechazó, pero comenzaba el verano del 2012, y el aburrimiento la mataba.
No quería buscarse un novio, pues ya estaba cansada de que los novios no tuvieran dinero o de que quisieran prostituirla. Tampoco le gustaba la idea de acostarse con hombres mayores que ella, aunque sabía que eso podía ser rentable. En esta ocasión, pudo más la necesidad de tener unos CUC para poder vestirse, lucir bien y divertirse.
Así pues, a los pocos días, tocó a la puerta de su amiga, y se incorporó a lo que, a partir de ese momento, se convirtiría en trío. No estaba convencida del todo. Sin embargo, pronto supo que necesitaría “cogerle el gusto” o no tendría éxito. La primera vez que ella y sus amigas se acostaron juntas delante de un grupo de hombres, se sintió incómoda. No le gustaba la “tortilla”, palabra eufemística con la que se nombra en la Isla al sexo entre mujeres. Sin embargo, cuando vio el dinero en sus manos y, sobre todo, cuando logró resolver varios problemas acumulados, decidió dejarse llevar.
De momento, el encargado de cuidarles las espaldas y conseguir clientes no permitía que el show fuera filmado. Sin embargo, la prohibición duro poco tiempo. Apareció un italiano dispuesto a pagar más por filmar. Luego de cierta reticencia, las muchachas aceptaron. Más adelante, ese mismo italiano y un amigo muy íntimo, pagaron por filmarse y compartir la cama con ellas. Fue la primera vez que Ana vio a dos hombres tener sexo entre sí. Ella cumplía 17 años. Luego, todo se convirtió en rutina, casi como tomarse un vaso de agua.
La primera ocasión en que realmente sintió placer, fue con una pareja de extranjeros que solicitaron estar con ella y con una de sus amigas, solamente. A la otra, le pidieron filmar con una cámara que ellos traían. Previamente, los extranjeros les ofrecieron un papelillo liado como un cigarro, que dentro traía una especie de grasa o aceite. Lo encendieron y todos fumaron.
Cuando comenzaron las clases, Ana fue al preuniversitario con su uniforme y sus zapatillas de marca. Todos sus compañeros notaron el cambio. Durante los fines de semana, las amigas se ocupaban del negocio. También los días entre semana, después de clases. Hace algún tiempo, el muchacho que respalda al trío en “la lucha”, se presentó en casa de Ana como su novio. A la madre, divorciada de un gerente caído en desgracia, le pareció bien. En un aparte con dijo a su hija: “Parece un buen muchacho y se ve que tiene posibilidades “.
Por ahora, las amigas han navegado con suerte. En el preuniversitario, donde esperan concluir los estudios, no ha circulado todavía ningún “video caliente” que las involucre. La vida continúa y las tres se sienten a gusto. Concluye otro año de clases y comienzan los meses de asueto. Las chicas se preparan para dar guerra y ofrecer placer a cambio de lo que consideran una buena paga. Ensayan y renuevan de vez en cuando su “show”, para no perder la frescura. Para ellas, el gobierno lo forman una caterva de viejos decadentes, que defienden un discurso político que no les interesa.