LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – Tras casi dos décadas de debutar en Fresa y chocolate, y luego de compartir roles en cinco filmes, Jorge Perugorría y Vladimir Cruz volvieron a la pantalla grande en la doble condición de actores y codirectores. El filme se titula Afinidades y es un drama psicológico basado en la novela Música de cámara, de Reinaldo Montero.
La película, estrenada durante el pasado Festival de Cine de La Habana, circula en las principales salas de la isla y genera expectativas entre los espectadores, pues la trama es transgresora, alegórica y rompe los estereotipos fílmicos con relación al sexo, lo erótico como descarga eléctrica y elemento de manipulación y reafirmación individual ante los retos de la soledad y el vacío existencial.
Coproducida por Hispafilms y el ICAIC, la cinta gira en torno a dos parejas (J. Perugorría-Cuca Escribano y V. Cruz-Gabriela Griffith) que juegan al intercambio durante un fin de semana en la Laguna del Tesoro, sin pensar en los límites ni en las consecuencias afectivas de tales entregas. Las aguas del gran pantano, el canje corporal, los diálogos y las contradicciones de la segunda pareja infieren la conexión entre el escenario físico y el viaje emocional de los personajes, cuyas experiencias nos identifica o distancia, en tanto sus conflictos aluden a ciertos vértices de la realidad insular.
El ritmo es lento y el tema difiere de las metáforas ofrecidas habitualmente por otros largometrajes cubanos, pero no cabe duda de la identificación de esta propuesta con cambios producidos en la mentalidad de muchos compatriotas. El desenfado del empresario encarnado por Perugorría y su pareja (la actriz española Cuca Escribano) reta los recelos del romántico y culto empleado suyo que accede al “trato” a cambio de conservar su empleo, en tanto su joven y bella esposa (la novel Gabriela Griffith) transita la experiencia y salta los límites.
La socarronería recurrente del barman que los atiende, la belleza natural, las alusiones al país y la banda sonora con canciones de Silvio Rodríguez y la interpretación de Omara Portuondo matizan las escenas, aderezadas por la dirección de arte (Derubín Jacomé), la fotografía de Luis Najmías y la producción de Francisco Álvarez.
Por su inusual rareza, Afinidades me recuerda Las afinidades electivas, filme italo-francés de Paolo y Vittorio Taviani, basado en la obra de J.W. Goethe. Ambas giran en torno a cuatro personajes en conflictos, pero difieren en atmósfera. La puesta en escena de V. Cruz y J. Perugorría discursa sobre las complejidades humanas y propone refugiarse en los instintos ante las incertidumbres y el vacío.
A juzgar por la recepción de los espectadores, los actores-directores salen ilesos de esta odisea cinematográfica, aunque muchos no la entienden, pero les fascina la propuesta erótica y el trasfondo político de ciertos diálogos, a tono con nuestra idiosincrasia y con la necesidad de soñar y sacudir la rutina.