LA HABANA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -Tras un silencio de semanas, el pasado martes 28 los medios oficialistas cubanos se dignaron volver a referirse al brote de cólera que estuvo centrado en la ciudad de Manzanillo. Como recordaron órganos de prensa radicados en el extranjero —no los del patio—, se trató de la primera vez que Cuba confrontaba una situación similar desde la década de los ochenta del Siglo XIX.
El día arriba mencionado, en el órgano oficial del Comité Central del partido único apareció un titular digno de ser reproducido: “El Ministerio de Salud Pública da por concluido el brote epidémico de infección gastrointestinal por transmisión hídrica en la provincia de Granma”.
Los redactores del régimen, con el obvio propósito de evitar utilizar el nombre de la grave enfermedad, recurrieron a la larga frase eufemística que figura en lo arriba reproducido. Esto lo desaconsejan los manuales más elementales de la ciencia periodística, los cuales recomiendan el empleo de oraciones cortas en los titulares.
También se las arreglaron para, en el texto de la nota informativa, eludir el uso de la “mala palabra”. La única excepción se produjo al citar la variedad del vibrión que se detectó. Claro, el nombre de esta última aparece en latín, idioma en que la enfermedad comienza por una “ch” y termina con las vocales “ae”, algo que para los cubanos normales constituye un enmascaramiento eficaz, a pesar de ser, según Fidel Castro, “el pueblo más culto del mundo”.
Al igual que sucedió con el exterminio, en una noche de invierno tropical, de veintenas de pacientes en el Hospital Psiquiátrico Nacional, la investigación de los hechos y la determinación de las posibles responsabilidades correspondió a los más comprometidos: los burócratas del mismo Ministerio de Salud Pública, que es el cuerpo que se supone que vele por que no haya situaciones de este tipo. Algo así como si un ladrón fuese el encargado de establecer si ha habido o no un robo.
Como era de esperar, los redactores de la nota informativa, pertenecientes a la mencionada entidad, consideraron un deber de elemental justicia “reconocer el papel desempeñado por los trabajadores de los diferentes organismos implicados, en especial”… ¿A que no adivinan cuál? Pues sí: “¡Salud Pública!”. Como reza la frase campesina alusiva al techado de los bohíos, la cual aprendí de mi mujer espirituana: Ellos mismos se cobijan y se alcanzan el guano.
Aclaro que no pongo en duda la abnegación y el eficiente trabajo que hayan podido realizar los médicos y otros especialistas que asistieron a los pacientes y participaron en el control del brote epidémico, ¡pero no pertenecen a ese mismo ministerio quienes en primer lugar debieron haber evitado la introducción de la enfermedad en Cuba?
La nota informativa dedica un párrafo al surgimiento de lo que denomina “casos aislados” del mal en otros municipios de la misma Granma, así como en las provincias de Santiago de Cuba, Guantánamo y La Habana. Al respecto se afirma que “todos esos eventos posteriores… ocurrieron a través de personas que viajaron procedentes de Manzanillo”.
Pero, como es lógico, surge la pregunta inicial: ¡Y de dónde provino la infección que afectó a esta última ciudad? Fuentes independientes afirman que la enfermedad fue introducida en nuestro país por los médicos cubanos que prestaron asistencia a los aquejados por la epidemia de cólera en la vecina Haití.
La explicación tiene lógica, pues el hecho cierto es que el último caso de una persona aquejada por esa dolencia en nuestra Isla se produjo hace más de medio siglo. En ese contexto, se señala que las autoridades sanitarias nacionales, con increíble desidia, omitieron someter al personal facultativo procedente de ese insalubre país a la elemental cuarentena, a fin de evitar hechos como el que estamos analizando.
Pero insisto en que, de todo eso, no se dice ni una sola palabra en los once párrafos que componen la nota informativa. Los atrasados haitianos pudieron precisar que la cepa que los atacó provenía del Asia y fue introducida por soldados nepaleses que formaban parte del contingente de la ONU en ese país. ¡Y la “potencia médica” cubana no puede hacer análoga determinación?
Si nos atenemos al texto del suelto, todo marcha bien en la Isla. Cabría repetir aquí la letra sarcástica del estribillo de una graciosa canción en la que se narran calamidades de todo género: “¡No hay novedad, señora baronesa!”