LA HABANA, Cuba. – El poeta salvadoreño Roque Dalton residió varios años en Cuba y cultivó muchas amistades en los círculos artísticos e intelectuales. A juzgar por lo que siempre han dicho los medios oficiales de la Isla -o más bien por lo que han dejado de decir- se podría suponer que el poeta-guerrillero fue muerto por los escuadrones de la muerte o los militares que combatían a los insurgentes. Pero no fue así: Dalton fue asesinado por sus camaradas de la guerrilla durante una de sus sangrientas querellas internas.
Roque Dalton y Armando Arteaga, acusados de “traición a la causa”, fueron ejecutados en una “cárcel del pueblo” de Santa Anita, al sur de San Salvador, por integrantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) el 10 de mayo de 1975.
Inicialmente, acusaron a Dalton y Arteaga de trabajar para la CIA o de ser agentes de la Inteligencia cubana, pero como no tenían cómo probarlo, finalmente los culparon de insubordinación. En realidad, la traición e insubordinación fueron sus críticas a las tendencias estalinistas que se estaban imponiendo en el ERP.
El asesinato de Roque Dalton fue ordenado por el jefe del ERP, el comandante Joaquín Villalobos. Algunos aseguran que Villalobos se encargó personalmente de volarle los sesos al poeta con una pistola soviética.
Los cadáveres de Dalton y Arteaga, que, según dicen, fueron abandonados en los arrecifes del Playón para simular otro crimen de los escuadrones de la muerte, nunca fueron hallados.
Poco más de un año después del asesinato de Roque Dalton, Villalobos pasó a formar parte de la comandancia general del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
En 1983, Villalobos ordenó el asesinato de Mélida Anaya, más conocida como la comandante Ana María. Fue acribillada a punzonazos, cuando dormía en una hamaca, en Managua, Nicaragua.
Terminada la guerra, convertido en consultor internacional y residente en Europa, Joaquín Villalobos, a pesar de sus crímenes, se empeñó en afirmar que el Ejército Revolucionario del Pueblo que él capitaneaba fue “la más liberal y menos ortodoxa” de las cinco guerrillas que integraron el Frente Farabundo Martí.
En varias ocasiones, Villalobos, que se cree con suficientes méritos y conocimiento de causa para opinar sobre las transiciones humanas en las revoluciones, ha aconsejado paciencia, moderación, pragmatismo y socialismo de mercado al régimen castrista. Él, aunque nunca fue de los favoritos de Fidel Castro y el departamento América de Barbarroja, 40 y tantos años atrás no hubiera dudado en aconsejarles que fusilaran a todo el que oliera a insubordinación.
El problema de los consejos de Villalobos a sus amigotes cubanos es que no se los pidieron y llegan demasiado tarde, cuando ya nada tiene remedio. Los ajustes estructurales que pudieron ser no fueron: chocaron con el inmovilismo de los bonzos retranqueros del PCC.
¿Qué iba a aconsejarles Villalobos de capitalismo? Los mandamases y sus generales-gerentes, expertos en marketing y con amigos capitalistas en el exterior, no tienen mayores problemas en aceptar la acumulación de capital siempre que vaya en exclusiva por ellos y no por los demás, que son todos los que viven del lado de allá del Palacio de la Revolución, el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y GAESA. De ahí los asquitos al mercado y la libre iniciativa privada, los retorcijones ideológicos y la cruzada contra los mercados agrícolas, los vendedores callejeros, los choferes de almendrones y los dueños de paladares y cafeterías. Eso no cambiará por mucho que les aconsejen. Está encriptado en la naturaleza dogmática y patrimonialista del socialismo castrista.
Roque Dalton, que se burlaba de todo, hubiera reído a carcajadas de saber que un día el fiero comandante Villalobos sermonearía a los empecinados compañeros de La Habana.
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