LA HABANA, Cuba, enero (173.203.82.38) – Entre los muchos daños que el régimen de los Castro ha infligido a la sociedad cubana, resalta la eliminación de muchas tradiciones que nos definían como nación. Esto se ha manifestado, por ejemplo, con el cambio de nombres a calles y entidades, así como la ignorancia de fechas que siempre fueron importantes para los cubanos.
La céntrica Avenida Carlos III, por ejemplo, fue rebautizada como Avenida Salvador Allende en 1973. Sin embargo, el pueblo le siguió llamando por su nombre tradicional, al igual que al centro comercial que se levante en la avenida.
A finales de la década del 60, y con el pretexto de no paralizar las labores de la zafra azucarera en el mes de diciembre, el gobierno anuló las fiestas de fin de año. Otro tanto ocurrió con el Día de Reyes, el 6 de enero. Para reemplazarlo, las autoridades habilitaron el tercer domingo de julio como “día de los niños”, y los días 25, 26 y 27 de julio, fueron declarados feriados, para conmemorar el asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953.
Una muestra de que las prohibiciones en realidad obedecían a fines político-ideológicos, y no eran motivadas por coyunturas económicas, aconteció un seis de enero, hace años. Ese día, del desaparecido Centro Cultural de España partió una carroza que recorrió varias calles habaneras, repartiendo regalos a los niños. Las autoridades cubanas se sintieron insultadas y calificaron el hecho como una provocación contrarrevolucionaria que ofendía nuestra dignidad nacional.
No obstante, el cubano, desafiando la escasez y las imposiciones del gobierno, continuó celebrando a su manera, y a veces hasta clandestinamente, las tradiciones que nos identifican. Una vez que los comunistas comprobaron que muy poco podían contra la fuerza de las tradiciones populares, su estrategia ha consistido en adecuarlas a sus intereses. El gobierno restableció la Navidad para congraciarse con el Papa Juan Pablo II cuando nos visitó en 1998, y no tanto como un reconocimiento de nuestras raíces cristianas. De igual modo se “orienta” a que festejemos la llegada del año nuevo, pero no por lo que significa, sino para festejar el triunfo de la revolución, el primero de enero de 1959.
Mi sobrino me contó que en su escuela, el 6 de enero, hace dos años, regalaron juguetes a los alumnos. Le pregunté si el obsequio se debía al Día de Reyes.
-No, tío –me dijo-; el regalo no fue por los reyes magos sino para celebrar la entrada de Fidel a La Habana, el ocho de enero de 1959.