LA HABANA, Cuba, enero (173.203.82.38) – Miro a mi alrededor y con tanto desastre como veo, no puedo hacer otra cosa que intentar creer que algo pueda mejorar siquiera un poco en mi país. Pruebo a no ser tan pesimista. Desespero por creerme el cuento chino de que la actualización -que no reforma, ya lo sabemos- del modelo económico, el nuevo eufemismo que inventaron los mandarines para no llamar las cosas por su nombre, funcionará. Pero no hay modo que lo crea. Y les juro que la culpa no es mía.
El domingo 26 de diciembre el titular en la tercera página del periódico Juventud Rebelde, ¿Por qué actualización y no reforma?, me pareció que podría aclarar algunas de mis numerosas dudas. Se trataba de una entrevista de José Alejandro Rodríguez a Hugo Pons, el vicepresidente de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores.
El Doctor en Ciencias Económicas, interrogado acerca de las nuevas movidas en la economía cubana, se apea con un símil adorable: “Estamos haciendo un bonsái en esta pequeña isla”. Lo mejor viene cuando explica: “Es aparentemente pobre e insignificante por su pequeñez, pero expresa una singularidad atrayente, una individualidad muy fuerte. Estamos en un proceso sui géneris, que responde a nuestros orígenes y nuestro destino, a la cultura, historia e identidad de esta nación”.
Así, estamos condenados al enanismo y la indigencia. Sea eternamente nuestra la filosofía de la subsistencia. Bienvenidos al jardín del fracaso perpetuo. Sin caguairán en el futuro, no nos merecemos un árbol nacional. Ya ni siquiera vale la siguaraya. Los palos del monte se convirtieron en leña para cocinar. Sea nuestro arbusto nacional el marabú. Pero hecho bonsái. Con sus ramas y raíces bien recortadas. Que sus espinas crezcan y nos pinchen mejor las rodillas y nos duelan más al postrarnos ante Los Jefes. Sea. Así expiaremos no haber sabido interpretar sus sabias orientaciones y fallarles al no estar a la altura de sus expectativas cuando soñaban con abedules siberianos.
En definitiva, la respuesta de Pons al título de la entrevista es que la susodicha actualización del modelo económico “no puede ser identificada jamás con otras reformas porque ello se hará sin minar las bases del socialismo y de su ideología, sin modificar las relaciones de producción preponderantes”.
No queda otra opción que el pesimismo. Porque la única interpretación posible del nuevo meneíto de la economía cubana, según los Lineamientos para el VI Congreso del Partido Comunista, es: échale más agua y revuelve.
Los Infalibles Jefes le añadieron un cucharón de economicismo puro al agua de alcantarilla para ambas cosas: la sopa y el bonsái. ¿O son la misma? Dicen que es para salvar el socialismo. O para acabar de enterrarlo. Lo principal es seguir su monarquía absolutista y feudal como si cualquier cosa. Ay, Marx, viejo, después de todo, ¿te extrañaremos? No importa el discurso. Trágate la sopa sin chistar y luego aprieta, ya tú sabes qué, y dale a los pedales.