LA HABANA, Cuba.- Es por todos los santafesinos conocido que para las llamadas “elecciones” del pasado domingo, invento maquiavélico para mantener como se pueda una dictadura comunista fracasada y ridícula por ineficaz, han pintado el edificio de la Policlínica, sembrado unas palmitas en los canteros abandonados por años, arreglado las calles principales (sobre todo los baches vitalicios), y colocadas algunas luces en determinadas zonas del pueblo (al parecer para arrojar más claridad sobre su pobreza).
Todo en espera del nuevo dictador, ese que a los cubanos les importa un comino.
Raúl Castro, con un pie en el estribo para salir andando de este mundo, sabe —se lo han soplado las estadísticas de la Seguridad, prohibidas a la prensa— que los pobladores de Santa Fe, localidad situada al este de La Habana, dejaron de creer en esa cosa que se llama castrismo, sobre todo desde 1991, cuando el desplome del imperio soviético dio inicio a la hora mortal de los Castro.
A partir de esos días, o mejor dicho, desde mucho antes, Cuba sufría de una población dormida, obnubilada e indiferente, incapaz de dar pasos concretos para el restablecimiento de su viejo carácter: rebelde ante lo malo, luchadora en aras de una prosperidad económica.
Hoy, si Cuba se quedó dormida, fue a base de discursos kilométricos durante treinta años, con paredones de fusilamientos a tutiplén para amedrentar, e historias mal contadas; obnubilada por tantas promesas y esperanzas perdidas, e indiferente, en espera de algo que ni el médico chino sabe qué es.
El régimen castrista sabe que Santa Fe padece, por su historia además, de un especial abstencionismo a la hora de votar por los delegados del gobierno. Se le conoce como un “pueblo de balseros”, desde mucho antes de la estampida en 1994 de varios miles que se fueron por el mar revuelto y brutal, sin importarles los tiburones para llegar a la liberad.
Además, ¿qué os parece si les digo que prácticamente la mitad de su población total, algo cerca de los cien mil habitantes, vive en viviendas ilegales, sin derecho a nada, ni siquiera a una libreta para la compra de alimentos, verdaderas pocilgas levantadas por ellos mismos con materiales encontrados en las calles, y en zonas del litoral que colindan con el mar y que ni siquiera por el peligro que representan las vidas de estas familias, el Gobierno ha hecho nada por ellos?
Perdón, sí ha hecho algo: en ocasiones dan algunos colchones para dormir, cuando el mar se lleva además de las camas, todo al interior de las casas.
Tal vez esta sea la mayor razón por la cual Santa Fe es un pueblo de opositores, donde cualquier familia tiene un mártir comido por los tiburones en su intento por llegar a Estados Unidos o un sobreviviente que envía dólares. Por estos días de aburridas “elecciones”, Santa Fe no es tan indiferente y el abstencionismo se come a Raúl Castro por una pata. Él sabe, mejor que yo, que el pueblo no aguanta dos elecciones más.