LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -La prensa oficialista cubana, como seguramente hicieron también los medios de difusión controlados por los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, intentó dar la impresión de un enfrentamiento entre América Latina y Estados Unidos durante la reciente 42 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) celebrada en Cochabamba, Bolivia. Así, una de los programas La Mesa Redonda de la televisión cubana se anunciaba con el siguiente titular: latinoamericanismo contra panamericanismo.
Lo cierto fue, sin embargo, que entre la mayoría de las delegaciones presentes en la cita prevaleció un lenguaje mesurado, que abogó por ciertos cambios que adecuen la organización a los tiempos que vivimos, pero ajeno a la confrontación. En ese contexto fue creada la Carta Social, un mecanismo que, junto con la Carta Democrática, coloca a la OEA en condiciones de servir mejor a nuestros pueblos. Ahora, además de velar por el cumplimiento de los derechos cívicos que garantizan las libertades individuales, la agrupación regional trabajará por el establecimiento de políticas que tiendan a eliminar la exclusión social de los ciudadanos, así como la mitigación de la pobreza.
Fueron únicamente los representantes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de las Américas (ALBA) los que, una vez más, pretendieron asumir el protagonismo del cónclave, con un lenguaje altisonante, más propio de la beligerancia que del diálogo civilizado. En este sentido sobresalieron el anfitrión Evo Morales y el ecuatoriano Rafael Correa. Ellos, al igual que los delegados de Venezuela y Nicaragua, anunciaron la retirada de sus naciones del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), criticaron la labor de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y emitieron agoreros mensajes sobre el futuro de la organización. En el caso específico de Correa, afirmó que: “El Sistema Interamericano de Derechos Humanos no está al nivel de los cambios que se están dando en América Latina”. Claro que el referido Sistema no puede comulgar con un totalitarismo precariamente encubierto, como el que se abre paso en los países donde gobierna la izquierda más radical de la región.
América Latina, por supuesto, es también aquella que aplica una óptica realista en pos de la modernización de sus sociedades. Son los países que mejoran sus indicadores macroeconómicos con la firma de tratados de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea, y que encauzan estrictamente la gestión gubernamental por los principios de la democracia representativa— en especial lo concerniente a las libertades individuales y la alternancia de las figuras y las agrupaciones políticas en el poder—, no obstante estar algunos de ellos gobernados por partidos de izquierda.
Precisamente, apenas concluida la reunión de Cochabamba, varios países latinoamericanos dieron un paso importante en la apertura y la integración económicas; no solo entre ellos, sino también con miras a involucrar a otras regiones, como la de Asia-Pacífico, uno de los actuales motores de la economía mundial. Se trata de la fundación, en la ciudad chilena de Antofagasta, de la Alianza del Pacífico por los mandatarios de Chile, Perú, Colombia y México. Evidentemente, una gestión muy alejada de la belicosidad de las huestes del ALBA.