1

Sordo y sin hogar: el calvario de Enrique Pérez González

Enrique Pérez González (Foto: María Matienzo)

LA HABANA.- Enrique Pérez González es sordo y lleva “rodando en la calle” junto a su familia desde 1999 cuando, descubrieron en el albergue donde vivía que era opositor. Su residencia oficial era Neptuno 256, habitación 10 entre Águila y Amistad, en Centro Habana, pero ese edificio se cayó el 1 de enero de 1996, aunque desde el 13 de enero de 1982 estaban considerados damnificados tras el paso de un huracán.

“Mi número de expediente es 4689/82 y cuando el edificio se cae en el 96 estuvimos 11 días en la calle”, recuerda Pérez González. “Después nos llevaron para Poey 1, que era un albergue de mampostería muy bueno para los que no tienen nada: con baño y cocina dentro de los cubículos”.

Pero entonces “se filtró que estaba haciendo oposición” y por eso le quitaron “el derecho de estar allí, porque los albergues son comunidades de tránsito del Estado”.

Su caso ha tenido muchas irregularidades y apenas en el 2017, a mucha insistencia, ha comenzado a recibir respuestas de los organismos estatales a los que lleva años escribiendo. En total son 35 años en condiciones de damnificado, 18 de ellos “rodando en la calle”, como él mismo dice. Casi toda su vida siendo una persona sorda y que sea opositor es solo una característica más.

En el 2011 se le otorgó una casa a quien fuera, en el momento del derrumbe, su esposa.

“Y no sé si hubo soborno, pero se pronunciaron en contra de lo que está legislado. La madre de mi primer hijo recibió una vivienda en Playa y cogió el expediente mío para beneficiarse ella”, asegura, antes de agregar: “Yo estoy casado con ella legalmente todavía y la ley dice que incluso este beneficio, dentro del matrimonio es divisible”, pero no ha logrado hacerlo efectivo pese a su discapacidad auditiva y a que tiene otros dos hijos de otra unión sentimental, ni pese a que necesita que su actual compañera tenga que ser su intérprete entre su silencio y el mundo, porque su sordera es casi absoluta.

En algún momento pudo entrar a la Asociación Nacional de Sordos de Cuba (ANSOC) porque un amigo le hizo los trámites sin hacerle verificaciones.

“Fui electo al congreso de la ANSOC en el 2013”, y ese mismo año lo expulsaron. “Ellos pueden decir lo que quieran, pero tengo mis papeles de mi trayectoria impecable”, porque aun perteneciendo a la organización progubernamental de discapacitados quisieron condenarlo por un delito administrativo del que salió sin cargos, porque logró demostrar que el almacén que estaba bajo su responsabilidad no tenía faltantes.

Llegó a ser administrativo de la ANSOC porque durante su presidencia en los municipios de Regla y Habana Vieja, “mi lenguaje era muy difícil y me enfrentaba a los presidentes del Gobierno para tratar de solucionar los problemas” de los asociados que representaba. “Y eso que no les decía las palabras que a ellos les duelen, pero yo llevaba a otros sordos conmigo y ellos sabían que soy un látigo”.

Durante el Congreso le registraron la habitación para robarle la información que llevaría, sin contar con la buena memoria de Enrique. “Por eso había que sacarme”, explica. “Cuando llegué del Congreso me estaba esperando en la provincia con un carro patrullero”.

La primera respuesta con respecto a su situación de vivienda la recibieron en 2015 cuando la Fiscalía General de la República les notificó que debían dirigirse a la Dirección Municipal de Albergue de Centro Habana, aunque le aseguraron que en ese momento no existía “disponibilidad alguna para darle una solución inmediata”. En ese mismo documento, la Fiscalía expone los motivos que arguyeron para expulsar a Enrique Pérez González del albergue.

“Me pusieron que yo trabajaba en un contingente y que había pedido la baja del albergue”, comenta el activista. “Les envié una carta de riposta, pero no me sirvió de nada”.

El 12 de mayo del 2016 lo agredieron físicamente en una de las salas del Tribunal Provincial de La Habana.

“Después que la tía de mi hijo me dio la ‘galleta’ me dijo: ‘Yo tengo amigos en el MININT y te voy a mandar a matar’. Me costó seis horas que me aceptaran la denuncia”, y cuenta que querían tergiversado todo y que recibió amenazas de todo tipo, porque no querían aceptar que una oficial del MININT lo había amenazado directamente.

A este calvario se suma que su actual compañera pudo haber recibido en herencia la casa de su abuela en Regla y con esto pudo haberse solucionado el problema de la familia entera; sin embargo, ambos cuentan que apareció un testamento en el que ella quedaba fuera y otro era el beneficiado.

Cartas y documentos que ha enviado a diferentes organismos (Foto: María Matienzo)

A finales del 2017 comenzaron a recibir respuestas más definitivas.

La Dirección Provincial de Vivienda, a través de la Unidad Municipal de Atención a Comunidades de Tránsito de Centro Habana; los poderes populares Municipal y Provincial; el Consejo de Estado; la Fiscalía General y el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, les dijeron que “no hay solución” para su caso.

A Enrique no le extraña la respuesta de la Fiscalía y del Consejo de Estado porque en el primer lugar “ya me conocen”, de tantas quejas que ha puesto, y en el segundo, “llevé hace tres meses una carta y me la rayaron porque tenía las palabras ‘derechos humanos’ y estaba remitida también a las Naciones Unidas”.

Pero el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social debió haberse pronunciado y no remitir su caso al Ministerio del Interior, como le hicieron saber en otra carta.

“Parece que hay un departamento nuevo en el Ministerio del Interior que atiende a discapacitados”, jaranea con una situación que es para llorar. “Eso, en contradicción con la Ley 116 del Código de Trabajo en Cuba, donde la Comisión del Derecho al Ciudadano debe proteger a las personas con discapacidad, pero vieron la denuncia en los documentos”, y no entendieron que su situación, es de bienestar social y no de política, como tampoco lo entendió la fiscal Yaquelín, en Control y Fiscalización del Gobierno de La Habana, quien prefirió seguir politizando una situación humanitaria. Enrique cuenta que le dijo: “Esto es revolución, no capitalismo. Mírame bien que yo sé que tú oyes”.

“Ha agotado todos los recursos”, termina diciendo Pérez González. “Dejé pasar muchos años esperando una respuesta concreta, pero finalmente la recibí. No hay solución para mí, pero cómo no la va a haber si yo soy un ciudadano de este país”. No se resigna a aceptar que los cubanos, mientras más integrados al socialismo, más acceso tenemos a los servicios que el Gobierno ha confundido con beneficios. En su caso eso significa que solo si pertenece a la ANSOC, la única organización que puede certificar su discapacidad, puede entonces acceder a lo que debiera ser su derecho de recibir una atención especial.




“Y después dicen que la revolución no deja a nadie desamparado…”

LA HABANA, Cuba.- Estaba sentado en su silla de ruedas. Apenas con una mano, pues la otra está casi inutilizable, intentaba trabajosamente convertir hojas de papel en cucuruchos. Necesitaba envasar los granos de maní que había acabado de tostar. Posteriormente marcharía hacia la zona del Capitolio, donde los vende por tan solo un peso (5 centavos de dólar). Le urge ganar dinero para sobrevivir.

Se llama Bienvenido Acosta Lobaina, tiene 53 años, carece de sus dos piernas y de algunos dedos de su mano derecha. Padece de diabetes, pero además, posee una bacteria en su cuerpo por la cual lo están “cortando a pedacitos”, según él mismo dice. Su situación de vivienda es el peor enemigo que enfrenta su agravada enfermedad.

Reside totalmente solo en un pequeño cuarto de un solar ubicado en Tenerife número 167, entre Carmen y Rastro, Centro Habana. Cuando llueve, la fosa que pasa por debajo de su vivienda se desborda, por lo que el inmueble se le llena de excrementos.

“Cuando yo tengo que recoger toda esa suciedad en jabas de nylon con un recogedor y una escoba, hasta los pelos de la cabeza se me paran y me da un dolor en el cerebro, porque el microbio que yo tengo en el cuerpo con la suciedad se revuelve y comienza a atacarme”, señaló.

Refiere Bienvenido que desde julio de 2012 comenzó hacer trámites ante el Gobierno Provincial en busca de ayuda para resolver el problema de su residencia. En todo momento decían las autoridades le prometieron que lo ayudarían, le expresaron que le otorgarían una vivienda, que solo debía esperar unos meses; sin embargo, a estas alturas de 2017 aún no le han dado una solución a su delicado problema. Su salud continúa empeorando.

“Son unos mentirosos, aquí cualquiera es dirigente. El presidente del Gobierno Municipal se me esconde cuando voy a verlo, le dice a la recepcionista que me diga que está trabajando fuera del centro y es mentira, entonces me voy al Consejo de Estado y a todas las instituciones de Cuba y es por gusto”, dijo.

Destaca Bienvenido que el estado cubano solo le ofrece, por Seguridad Social, una pensión de 147 pesos, con la cual debe pagar agua, corriente eléctrica, gas y su alimentación, que debido a su enfermedad es bastante costosa. Como el dinero no le alcanza para nada, entonces dice que se gana “unos kilitos” vendiendo cucuruchos de maní.

Advierte que esto lo beneficia por un lado, pero lo perjudica por otro, ya que tampoco puede hacer fuerza. Su silla de ruedas es demasiado vieja, por lo que le cuesta mucho trabajo moverla. Ha pedido una nueva, pero en vano.

Su higiene, producto de la enfermedad de que padece, tiene que ser bien estricta. Como no tiene a nadie que le haga las cosas, tiene que pagar casi diariamente 50 pesos para que le laven la ropa.

“Cuando no lavo diariamente la ropa de cama fundamentalmente, me entra una picazón, y como me rasco, se me hacen llagas, entonces se me pudre la piel y hay que cortar rápido, por tanto tengo que evitar esto a toda costa, al menos para poder vivir unos años más; por eso vendo maní para pagar estos gastos adicionales y poder sobrevivir”, apunta.

A pesar de su condición de minusválido, la policía lo detiene a cada rato por efectuar esta actividad de manera ilegal. Producto de esto le decomisan sus cucuruchos e incluso hasta lo han multado.

Agrega también que tampoco las autoridades de la compañía eléctrica y el gas se han sensibilizado con su situación. Como a veces no tiene para pagar estos servicios, le han cortado los dos. Implorar no le ha servido de nada.

“No les importa que no tengo pies y que ahora casi me estoy quedando sin brazos. He planteado esto a todas las autoridades pertinentes y nada, no me hacen caso, creo que ellos prefieren que me muera para salir de mi”, refirió.

Añade que, para rematar su tétrica situación, como su casa también se filtra, las recientes lluvias le afectaron el refrigerador, por lo que en la actualidad no tiene ni donde guardar los alimentos.

“Esto también se lo planteé recientemente a las autoridades y en el Gobierno me dijeron que eso solo podría ventilarse con los de Seguridad Social. También fui allí y nada, después dicen que la revolución no deja a nadie desamparado”, lamentó.




Dos adolescentes en el reino de la indiferencia

(Foto: Alejandro Tur)

CIENFUEGOS, Cuba.- Los hermanos Manuel y Angélica son dos adolescentes que padecen de una severa enfermedad que afecta sus capacidades cognitivas y físicas. Por desdicha para ellos, desarrollan sus vidas en un contexto social donde la indiferencia parece haber establecido su reino.

Los jóvenes padecen microcefalia, y el varón debutó recientemente con una diabetes.

En el pasado la familia se hallaba un poco más desahogada económicamente, recibían una chequera por cada muchacho, sumado al retiro de José Manuel Aguirre, padre de ambos. Tras la llegada al poder del general Raúl Castro, las normas que regían la política de Seguridad Social hasta entonces cambiaron, lo que derivó en el retiro de una de las chequeras que el Estado les brindaba. Ahora deben sobrevivir con apenas 484 pesos, unos 20 dólares al cambio oficial.

“El salario es muy poco, son 242 pesos que yo gano y la misma cantidad que me dan por ellos, más nada. No tenemos ningún tipo de entrada que nos alivie”, expresó José Manuel.

De inmediato quisimos conocer el motivo por el que le habían retirado la chequera. “No explicaron nada. Yo acudí a Bienestar Social, acudí a veinte lugares, pero nunca me dieron respuesta, sólo, que no tenía derecho”.

Antes del paso del huracán Irma la situación de la familia ya era desesperada, actualmente adquirir los insumos de primera necesidad se ha vuelto exasperante.

“Solamente en medicinas se gasta todos los meses entre 120 y 130 pesos. Y qué decir de los alimentos; más ahora, con el niño diabético. Los alimentos que lleva, nosotros no podemos sufragarlos”.

Según facultativos médicos, la dieta de un diabético debe incluir seis comidas al día conformada por tres meriendas, desayuno, almuerzo y cena. Además, ha de ser rica en frutas, vegetales, lácteos, y equilibrar las calorías, las proteínas y los ácidos grasos. A la familia Aguirre se le hace imposible seguir el régimen alimenticio que la salud de los jóvenes demanda.

José Manuel Aguirre (Foto: Alejandro Tur)

¿Cómo atienden este problema las instituciones gubernamentales? “El Poder Popular lo sabe, acudí a Bienestar Social, acudí a al Ministerio de Trabajo, pero no me resuelven nada”, dice el padre.

Aguirre refiere que “hace como seis o siete años vino una comisión de La Habana (…) Reunió a los jefes de todas las organizaciones; el Sindicato, el Partido, el Poder Popular, todos. Cuando vengo llegando a la casa y veo la multitud, me digo: ‘en mi casa ha pasado algo’. Toda la calle llena de carros, de jeeps, de motos. Cuando llegué vi que había un fotógrafo y todo”.

Añade que la persona al frente de aquella comisión dijo: “Bueno, a ver los problemas que tienen. ¡Una cama, tú! ¡Aquello otro, tú! Y así fue delegando en cada uno. Y yo me dije: ahora sí que se acabó el mundo. ¿Usted vino? Así mismo vino ninguno de ellos”.

Ya hacia el final de la conversación quisimos saber cómo se sentía y esto fue lo que nos confesó: “Figúrese, mal; porque se siente uno alejado del mundo, de la sociedad, de todo. Si Dios quiere, cualquier día viene un alma buena y lo ayuda a uno”.




Para que los sordos sean menos sordos

(Getty)
(Getty)

LA HABANA, Cuba.- En el programa “Universidad para todos” comenzó a impartirse hace varias semanas, por iniciativa de la periodista Dayamí Toledano, un curso de Lengua de Señas. Este curso amplía las posibilidades para la inclusión social de sordos e hipoacúsicos, a la vez que es un paso de avance para acabar con las barreras comunicativas entre sordos y oyentes. Sin embargo, estas teleclases (lunes y jueves, 8:00 a.m.) podrían beneficiarse con más retransmisiones adicionales a las programadas (sábados a mediodía).

Con esta inquietud llamé a la Dirección Nacional de la ANSOC (Asociación Nacional de Sordos de Cuba). Les sugerí otra retransmisión, por ejemplo, en el horario de la tarde de entresemanas o en horario nocturno para que así más personas (por ejemplo, quienes trabajan a esa hora) participaran en el curso. Para mi sorpresa, mi interlocutora exclamó: “¡Usted no sabe el trabajo que nos costó conseguir ese espacio!”.

Las personas sordas e hipoacúsicas aprenden la lengua de señas, además de a leer y escribir, en escuelas especiales. Pero si la comunidad oyente no conoce al menos las señas más empleadas, ¿cómo podemos comunicarnos? Es vital por eso que estas clases estén al alcance de la mayor cantidad posible de personas. Cabe añadir que no son pocos los oyentes interesados en ello.

Según los medios, en aras de la inserción social de los discapacitados el gobierno cubano promueve distintas actividades. Sería bueno que una de ellas fuera incluir un intérprete de lengua de señas en más programas de la televisión —que en definitiva es propiedad del gobierno—. Podría ser en documentales, musicales, y el noticiero nacional. Otra opción sería el subtitulaje, así estarían menos aisladas estas personas a quienes la vida les impuso una limitación, pero que son por lo demás normales.

Hace algunos años, en 2003, en Cuba se inauguró la telefonía pública para sordos e hipoacúsicos. Una de sus grandes dificultades era que había muy pocos teléfonos, además, el proceso de las llamadas era engorroso, pues debían contar con un intérprete de lengua de señas (puente) para transmitir lo que decía el interlocutor. Esta “bondad” de la revolución tuvo muy poca aceptación entre los clientes sordos.

Pero lo que sí revolucionó el mundo de los sordos e hipoacúsicos fueron los celulares. Para ellos se acabó la falta de comunicación, y no necesitaban un puente para hablar. Fue tan notorio el beneficio que trajeron los celulares que algunos sordos se aventuraron en el mundo del negocio. Mi vecina Teresita Montero, por ejemplo, es hipoacúsica, y vende ropa y cosméticos a domicilio. Se los traen de México. Todas las ventas las coordina a través del móvil, y al parecer le va bien.

Luis López es sordo. Aprendió con su padre a reparar refrigeradores y aires acondicionados. Al morir aquel, las limitaciones para comunicarse le dificultaban conseguir encargos, pues aunque sabe lengua de señas, la mayoría de los posibles clientes no. Ahora tiene un celular con el que logra comunicarse. No obstante, afirma que si más oyentes supieran lengua de señas, sería mucho mejor.

La ANSOC es la organización que nuclea a más de 26 000 sordos en todo el país, y además la única permitida por el gobierno, ya que responde a sus intereses. Es bueno señalar que esta cifra no representa la totalidad de sordos de hipoacúsicos existentes en Cuba.




Papas y puñetazos

LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – Por estos días se reedita en los barrios de Ciudad de La Habana el carnaval de la grosería y el fastidio. Las actitudes torcidas se hacen visibles en el mostrador del agro mercado estatal.

Apiladas en los rústicos compartimientos, las papas desatan el frenesí de los ancianos desnutridos, amas de casa, y los profesionales del descaro que marcan varias veces en la fila para vender sus turnos a personas que llegan a última hora, y optan por pagar un extra antes que irse con las manos vacías.

En las multitudinarias concentraciones que provoca la aparición de las papas también hay niños, inválidos y mujeres embarazadas. No es raro que los defectos e impedimentos físicos sean parte de un juego de apariencias para alcanzar las ansiadas papas. Podrían parecer historias ficticias, pero en la lucha por la supervivencia todo es válido.

Enrollarse un bulto de trapos debajo de la blusa, usar sin necesidad una silla de ruedas, o gafas negras y bastón para hacerse el ciego, son recursos usados regularmente con el fin de ganar la prebenda de un buen puesto en la cola.

Algunas veces la venta de papas ha tenido que suspenderse a causa de la magnitud del desorden provocado. El intercambio de groserías y los puñetazos son a cada rato el colofón a las horas de espera bajo el sol. Sumémosle a lo anterior los trasiegos ilícitos de mercancía por parte de los trabajadores de los mercados. Muchos sacos llenos de papas se venden por la izquierda a precios más bajos, tanto a revendedores como a los nuevos dueños de restaurantes.

La esperanza de mejorar la alimentación de la familia llevando unas papas a la mesa, es siempre eso: una esperanza, sin garantías. De estos pequeños infiernos que son los agromercados, se sale casi siempre con fatiga o dolor de cabeza, a veces humillado tras una paliza verbal de otro ciudadano que descargó sus frustraciones acumuladas con el que tenía al lado.

Los profesionales de la marginalidad también hacen zafra en estas disputas. Sólo la policía logra ahuyentar a esta tropa que florece cada vez con mayor fuerza en el caldo de cultivo del socialismo.

En ciertos barrios habaneros lograr llevar a casa la ración de papas es más quimérico que esperar una nevada en la ciudad. Conseguir papas puede quedarse solo en un sueño, imposible de alcanzar.

En medio de este escenario nos siguen diciendo que vamos por el camino correcto.

Incluso nos aseguran que somos uno de los pueblos más cultos del Universo. Algunos de los que nos cuentan esas maravillas virtuales que es Cuba son burgueses de cuna. Son los miembros de la Nueva Clase, esa especie que ha convertido al país en su finca particular.

[email protected]