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Otra vez la iglesia

LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – Convencido de que el sistema de salud debe ser reformado, el Arzobispado de La Habana dio a conocer su propuesta al respecto en un artículo publicado en la revista Palabra Nueva. Se habla allí de crear cooperativas en el sector de la salud, incluso de privatizarlo. ¿No es acaso esta crítica escrita ahora por Orlando Márquez, algo que la oposición interna y los periodistas independientes vienen denunciando desde hace años?

Como los servicios de salud no son los únicos afectados por la ineficiencia, quizás la Iglesia Católica intenta ir más lejos y convertirse en una pieza clave en el rescate de la nación, no solo de los servicios médicos. Es evidente que la Iglesia Católica quiere ser parte de la trama, y ser protagonista de los cambios que se avecinan.

Antes que reformar el sistema de salud, tendría el Estado que desarticular sus compromisos internacionales en materia de salud pública, incluso, suspender la donación y venta de medicamentos a Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, máxime cuando muchos de estos no existen o escasean  en las farmacias y hospitales de Cuba.

¿Tiene sentido que en Venezuela se hayan incinerado 566 mil 590 kilógramos de productos farmacéuticos vendidos por Cuba, según reportó la Controlaría venezolana? ¿Saben los técnicos de laboratorio de Cuba, que trabajan con instrumental reciclado, que 27 mil jeringas desechables se quemaron en ese lote?

Por supuesto, la mayoría del pueblo cubano sabe nada sobre estos hechos.

Desde esta óptica deben ser enfocadas las reformas al sistema de salud, y no de la teoría de privatizarlo; especialmente cuando sabemos que los salarios y el nivel de vida de la población son bajísimos y muy probablemente no alcanzarían para pagar por servicios de salud privados. De cualquier modo, según los lineamientos (del 143 al 148) de la nueva Política Económica y Social que se discutirá en el Congreso del Partido, quedan descartada las cooperativas  y la privatización.

¿Podría quizás interceder la Iglesia Católica para que el gobierno cese el envío de especialistas y médicos hacia África y Centro América, lo cual ha redundado en que nuestra cubana sea atendida por estudiantes de la Escuela Latinoamericana de Medicina, en vez de por verdaderos médicos?

Si la iglesia verdaderamente intenta escalar otro peldaño en su supuesto papel de mediadora, bienvenida sea la propuesta, siempre que sea para beneficio del pueblo.

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¿Dónde están los otorrinos?

LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – El refresco enlatado que tomó el niño en Guanajay le provocó una reacción alérgica que puso en riesgo su vida. No había otorrinolaringólogos en el hospital del pueblo, y hubo que trasladarlo al hospital Calixto García, en la capital. El único otorrino estaba operando, y el niño fue llevado a otros hospitales, pero tampoco había especialistas en ellos.

Por fin lo atendieron como se pudo en el hospital infantil Juan Manuel Márquez, a fin de evitar mayores complicaciones, e incluso la amenaza de muerte.

A principios de febrero se conoció que el hospital Calixto García es el único que brinda a la población consultas de urgencia de otorrinolaringología para las provincias Habana, Artemisa, Mayabeque, e incluso recibe pacientes de Pinar del Río y Matanzas.

Los pacientes deben esperar hasta seis horas para ser atendidos, pues los especialistas del cuerpo de guardia deben atender a otros pacientes ingresados en el hospital, efectuar curas a operados y atender los casos de accidentes de cualquier tipo.

Una de las doctoras dijo a este reportero: “Al salir de la guardia nocturna, sin dormir, debemos continuar consultando durante el día. Acá no tenemos chance ni de respirar, pues no cesan de llegar pacientes con problemas. Los otorrinos escasean en Cuba y estamos sobrecargados de trabajo, y así no hay garantía de realizar un buen trabajo. Pocos médicos y muchos pacientes, aunque siempre hacemos lo mejor que podemos”.

Ese es el precio que pagamos los cubanos por el llamado “internacionalismo” de nuestro gobierno. En la “potencia médica” no hay médicos, porque están trabajando en “misiones” en otros países. El gobierno cubano, tan preocupado por aliviar los dolores de otros pueblos, no parece que le preocupen los nuestros.

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Siervos del melón

LA HABANA, Cuba, diciembre (173.203.82.38) – Asusta pero no sorprende escuchar que entre las variantes que manejan los caciques de Cuba para enfrentar la avalancha de desempleo formal que les viene arriba, está la posibilidad de enviar a muchos de los parados a trabajar en el exterior.

Una de las contribuciones de este régimen a los anales del esperpento es la reformulación del esclavismo como rubro exportable, negocio redondo donde los haya, que han sabido promocionar brillantemente bajo el disfraz de labor internacionalista.

Los malos gobiernos de países subdesarrollados, su atraso endémico, agravado por la siniestra mediocridad de las oligarquías locales, ofrecen un mercado de inagotable demanda que nuestro cacique mayor tuvo el acierto de penetrar, gracias precisamente al propio atraso endémico de Cuba, cuyos profesionales de la salud y de otros sectores ven los cielos abiertos en la posibilidad de servir como esclavos, realizando sacrificios impagables a cambio de las limosnas que les deja caer el esclavista, que es, claro, quien recibe sus salarios.

Que todo sea por el melón, suelen sentenciar puertas adentro esos pobres esclavos, habida cuenta que disponer de limosnas en cualquier divisa extranjera (melón, según el argot popular) equivale aquí a ser tuerto en tierra de ciegos.

No sorprende entonces que los caciques estén tirando el chinchorro para pescar en río revuelto mediante la ampliación de esta variante, facilitadora de remedios rápidos para el desempleo. Tampoco es de extrañar que algunos de esos gobiernos extranjeros que son sus compinches declarados les hagan la pala contratando a las nuevas dotaciones de esclavos, con los cuales, por demás, logran cubrir con fuerza de trabajo barata algunas labores especialmente complejas o peligrosas, y en sitios apartados, para las que escasean los brazos en sus países.

Es lo que no sorprende. Y lo que asusta es la resuelta disposición y hasta quizás el embullo con que nuestros paisanos asumirían el papel de siervos del melón.

Y asusta, sobre todo, que dada la redondez del negocio (alternativa para el desempleo y entrada de divisas frescas con una mínima inversión), los caciques decidan potenciar hasta el tope la exportación de fuerza esclava, desvistiendo al santo en casa para vestir el ajeno, justo en circunstancias en las que nadie duda ya, ni siquiera ellos mismos, que sólo a través del rescate de nuestra perdida laboriosidad, y de la reivindicación del trabajo como medio de solución para los problemas propios y los de todo el conjunto de la nación, alcanzaremos, si no la erradicación, al menos un alivio para las miserias de hoy.

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