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La medida que el MINREX no anunció 

MINREX, pasaporte

CDMX, México. – Este 16 de mayo Cubadebate reseñó las nuevas medidas del Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) sobre los pasaportes cubanos. El contenido del anuncio mitiga las consecuencias negativas de la política de la dictadura contra los emigrados. Desde 1959 y hasta la entrada en vigor de la nueva ley migratoria en 2013, los emigrados y exiliados cubanos sufrieron la confiscación de sus bienes por parte de la dictadura.

Sin derechos y atropellados, los emigrados/exiliados hemos sufrido una política totalitaria ilegal desde el punto de vista del derecho internacional. La Carta Universal de los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) ―de la cual Cuba es signataria― declara la legitimidad de la movilidad interna y externa de los ciudadanos, como un derecho. Sin embargo, regímenes totalitarios como el ruso y el cubano, por ejemplo, han prohibido la libre movilidad dentro del territorio nacional, así como el derecho de entrar y salir del país de origen.

Según Cubadebate las medidas que entrarán en vigor a partir del próximo 1 de julio son las siguientes:

  • Extender la validez de los pasaportes de seis a diez años para los ciudadanos cubanos mayores de 16 años de edad, y fijarla en cinco años para los menores de edad.
  • Eliminar el requisito de prórroga cada dos años y disminuir el costo de los pasaportes en los consulados, fijando el arancel en 180 USD/euros para los mayores de 16 años y en 140 USD/euros para los menores de edad.
  • Equiparar el tiempo de estancia en Cuba de cubanos residentes en el exterior y sus familiares extranjeros (cónyuges e hijos).
  • Establecer, para los emigrados antes del 1 de enero de 1971, el requisito de presentar su pasaporte cubano para ingresar a Cuba, según establece la nueva Constitución de la República.
  • Mantener vigente la prórroga de estancia en el exterior más allá de 24 meses, automática y sin costo, anunciada en marzo 2020 con el objetivo de apoyar a los cubanos que se encontraban en el extranjero en medio de la pandemia de COVID-19.

La política del dictador Fidel Castro desde 1959 fue la de confiscar los bienes materiales de los emigrados y, entre 1959 y 1978, obligar a los futuros emigrados a trabajar en el campo durante varios años antes de poder emigrar. En adición, prohibió todo contacto entre los nacionales y sus familiares emigrados hasta 1978, fecha en que permitió el Primer Encuentro con la Migración. Desde esa fecha, los emigrados que han podido acceder a estos encuentros ―seleccionados con pinzas por parte del régimen―, han hecho la demanda de bajar los precios de los pasaportes y eliminar las prórrogas, así como extender el tiempo válido de los pasaportes. En otros países es normal el precio accesible y la validez de 10 años del pasaporte. Parece que la dictadura reconoce ahora esta demanda de los emigrados.

Sin embargo, los emigrados/exiliados hasta 1978 sufrieron las confiscaciones y los inventarios de utensilios de cocina, sábanas, bombillos etc., un ejercicio de humillación suplementario para los que quisieron y pudieron emigrar. No se trató solo de los grandes propietarios, sino de cada emigrado que perdió bienes materiales como casas y autos. 

Hasta el año 2013, los cubanos que decidían emigrar, debían pagar 150 dólares por el permiso de salida que otorgaba el Ministerio del Interior (MININT). Solo podían pasar 11 meses y 29 días en el exterior luego de su salida para no perder sus bienes en la Isla. 

La página opapeleo.com enumera los bienes materiales y derechos que se pierden al perder la residencia en Cuba. Sin embargo, no menciona los pagos obligatorios al Gobierno cubano. Así, los pagos por concepto de permiso de salida, entre otros obligatorios hasta 2013, han quedado invisibilizados como política arbitraria de la dictadura contra los emigrados. 

A pesar de los atropellos del régimen, los emigrados guardamos en nuestra memoria cada una de las arbitrariedades sufridas. Será difícil enderezar una política migratoria arbitraria como la cubana, sin reconocer primero los derechos de compensación o devolución de al menos cinco generaciones de cubanos.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.




Los cubanos estamos cada vez más divididos

Imagen generada por Inteligencia Artificial

LA HABANA, Cuba. — Tengo a mi única hija radicada en Italia, junto a su madre, desde hace 25 años. No he vuelto a verla en todo ese tiempo. Incluso no conozco a mi nieta, que ya cumplió 10 años. Muchos millares de cubanos tienen situaciones similares.

Hace pocos días, para ilustrarle la inflación que hay en Cuba, le envié a mi hija una foto de tres paquetes de refresco instantáneo de dos litros y le expliqué que me costaron 240 pesos. Su respuesta fue: “¡Qué horror!”

Cuando conversamos con algunos extranjeros y les explicamos la situación cubana nos miran cual si fuéramos extraterrestres. No conciben que lo referido sea verdad. Algunos piensan que mentimos y otros ponen cara de lastima y adoptan una actitud compasiva.

Pero resulta asombroso que algo similar pase con compatriotas nuestros, que, aunque lleven mucho tiempo fuera de Cuba, enfrentaron situaciones similares a las nuestras. A muchos cubanos que viven en el exterior les cuesta trabajo entender a los que permanecemos en el país. Los modos diferentes de vida crean entre nosotros un abismo mayor al que se generó, según el Antiguo Testamento, cuando se separaron las aguas del Mar Rojo para que pasara el pueblo hebreo. Y esa situación de incomprensión, por razones ideológicas o de distancia geográfica, nos angustia y duele.

Muchos compatriotas nuestros radicados en el exterior cuando visitan a sus seres queridos en Cuba se quedan pasmados ante nuestra dura existencia. Las carencias, dificultades y precios de todas las cosas son su sorpresa constante.

Similar es el asombro de quienes tienen la dicha de viajar al exterior para ver a los suyos, y tienen la oportunidad de comparar su existencia con la que ellos llevan en Cuba.

Los cubanos que para visitar a sus familias o por razones de trabajo o estudio salen al exterior, si regresan, cuentan las maravillas que vieron y disfrutaron en otros países, como contaba Marco Polo las experiencias de sus viajes a las tierras del Gran Kan.

Muchos de los amigos que marcharon al extranjero, olvidan con el tiempo a los que quedaron aquí. En los casos en que se recupera la amistad, hay lenguaje y opiniones diferentes. Es que viven realidades diferentes.

Un antiguo amigo mío que vive en Estados Unidos hace años, una vez contactó telefónicamente conmigo, y mientras yo le hablaba de mi realidad, él me contaba lo feliz que se encontraba porque pudo cambiar el carro y comprarse una costosa cámara fotográfica Hasselblad. Era como si me estuviese echando en cara que sus sueños se hicieron realidad, y los míos no.

Muy triste es la división de las familias por motivos políticos e ideológicos. Y son innumerables las familias que están divididas por la posición que toman algunos de sus miembros a favor o en contra del régimen. En no pocos casos han roto sus relaciones y no han vuelto a verse o a comunicarse durante el resto de sus vidas. Lo mismo pasa con amigos o vecinos de muchos años que, por razones políticas, ni siquiera se dirigen la palabra.

Los cubanos estamos cada vez más divididos. Y van siendo mayoría los que están contra la dictadura. Las protestas populares luego del 11 de julio de 2021 (11J), en particular la ocurrida recientemente en Caimanera, y las frecuentes opiniones en contra del régimen, expresadas públicamente y en alta voz, son reflejo de ello.

Las personas que sufrieron la pérdida de algún ser querido que fue fusilado o desapareció en el estrecho de la Florida mientras buscaba alcanzar la libertad, o los familiares de los presos políticos sienten un profundo resentimiento hacia el régimen.

Estamos ante un enorme abismo: de un lado está la cada vez más sufrida población debido a las carencias materiales y la falta de libertades; del otro lado, la alta dirigencia que impone su política represiva y antidemocrática para mantenerse en el poder.

La solución para que se cierre ese abismo que hay desde hace 64 años entre los cubanos será la libertad, y llegará tarde o temprano.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Son los emigrados cubanos quienes pueden decapitar a la bestia

LA HABANA, Cuba.- El año está cerrando con estertores de ahogado. Para la mayoría de los cubanos este ha sido el peor diciembre en décadas, con un arrastre de muertos que ha enlutado a miles de hogares y una guerra sin cuartel para encontrar alimentos. Parece increíble, pero Cuba empeora cada día pese a los pronósticos de un ministro de Economía que junto a Marino Murillo y su Tarea Ordenamiento ha realizado un trabajo encomiable desmantelando lo que quedaba.

Cuba es una tragedia que consume en tiempo récord las energías y la cordura de sus ciudadanos. La gente sigue en pie porque la otra opción es morirse, y lo cierto es que nadie quiere morirse; aunque algunos, de tanto en tanto, lo consideren.

Los cubanos se alistan para viajar a Nicaragua y no precisamente como mulas, pues a las malas entendieron que con este régimen no habrá prosperidad jamás, y el negocio de comprar para revender ofrece cada vez menos resultados entre una población empobrecida.

Mientras esta Isla desdichada sigue perdiendo masa laboral y personal altamente calificado, Alejandro Gil (ministro de Economía) presenta una tesis doctoral cuyo tutor es nada menos que Miguel Díaz-Canel; el enajenado de Yusuam Palacios dice que quiere hacer “comunismo con flow”; el coordinador de Programas del Gobierno Provincial de Cienfuegos advierte, en el colmo del descaro, que para fin de año no habrá carne de cerdo porque sencillamente no existe. Y lo dice con su estampa de alimaña alcoholizada, para que los cubanos sintamos aún más vergüenza de nosotros mismos por tener esa clase de dirigentes: brutos, torpes, inhumanos; tan cutres de aspecto y pensamiento.

Ese mismo tipo que desluce con su facha la imagen de una de las provincias más bellas y orgullosas de Cuba, ha anunciado, como si de un logro se tratara, que se le venderá una libra de carne de res a cada embarazada y niño de hasta seis años, porque la infancia termina pronto en el paraíso de la izquierda mundial. De esa miseria que los dirigentes cubanos consideran una dádiva, solo se beneficiará la ciudad cabecera. El resto de los cienfuegueros que coman lo que encuentren o se mueran de hambre; igual sería un alivio para este régimen que presume de racionar hasta las salchichas y no cesa de construir hoteles donde los turistas consumen todo lo que falta en la mesa de los cubanos.

El propio Díaz-Canel ha exhortado a comenzar el 2022 con alegría y esperanzas como si la crisis fuera a desaparecer en víspera de año nuevo, y los cubanos fueran capaces de sacudirse en un pestañazo el malestar causado por tantas muertes, las penurias, la represión y el aplastamiento irremisible de sus ilusiones.

El desprecio de la dictadura hacia el pueblo no tiene límites, y es compresible. Lo hemos soportado todo. Ahí están las madres de los presos del 11 de julio dando cuenta de los juicios amañados, de la intimidación que sufren por parte de la Seguridad del Estado, de testigos mintiendo descaradamente ante jueces corrompidos por el poder o el miedo.

Ellas se atreven a denunciar mientras el gobierno francés le regala casi 40 millones de euros a la dictadura destinados a supuestos programas de sanidad y saneamiento; pero probablemente acaben financiando alguna obra megalómana para que el fantasma de la Revolución siga dando batalla en el campo simbólico. Ahí está el Centro Fidel Castro Ruz para demostrarlo: un imperdonable despilfarro de dinero foráneo en medio de un escenario socioeconómico signado por la indigencia y la crisis sanitaria.

Europa sigue prodigando favores y Estados Unidos insiste en sanciones que hacen cosquillas a los generales cubanos. Entre esas dos aguas se ahoga el pueblo cubano, que solo tiene una verdadera carta a su favor: la diáspora. Los emigrados pueden poner fin al desastre reduciendo al mínimo la entrada de dinero a la dictadura, porque es evidente que el pueblo se ha llevado la peor parte en esta guerra de desgaste, y ya no puede más.

Su rendición es, de cierta manera, una sentencia de muerte. Los que tienen recursos para escapar, no lo piensan dos veces. Dentro de la Isla mayorea la ancianidad y una creciente “metralla” juvenil, sendas amenazas para un futuro saludable y decoroso. Cuando emigren o mueran esos sectores de población que hoy representan un flujo estable de remesas, el fantasma de la Revolución se quedará solo con sus delincuentes, menesterosos y tracatanes.

Tal será el porvenir de Cuba, y ya que no hay modo de revertirlo, deberíamos acelerarlo para acabar de una vez con la tortura de ver en cámara lenta la degradación nacional. Sería un crimen pedirles a los emigrados que dejen de ayudar a sus familias, especialmente si han dejado atrás ancianos, niños pequeños o seres queridos que padecen alguna discapacidad. Pero es razonable sugerirles que hagan sus cálculos con austeridad y envíen lo justo, de ser posible a través de otros viajeros, para que la dictadura no reciba ni un centavo de más.

Con este mismo espíritu, sería consecuente no exigir el levantamiento de ninguna de las sanciones impuestas por Donald Trump, específicamente la liberación de las remesas, porque 300 dólares mensuales son suficientes para comprar las minucias y tarecos que el castrismo vende, carísimos, a un pueblo desposeído.

Europa seguirá haciendo el papel de tonta, y la Casa Blanca se mantendrá en el juego de no hacer nada que produzca un impacto real. Toca pues, a los emigrados, decapitar a la bestia y no dejarse enredar en el lazo de la inversión extranjera; en primer lugar, porque no es una propuesta nacida del reconocimiento sincero a los derechos de la emigración cubana; en segundo lugar, porque los negocios con un gobierno supraconstitucional son una trampa segura.

Si esos millones de cubanos desperdigados por el mundo se ajustan al plan, dentro de cinco años el castrismo no podrá con el peso muerto de la nación. Hasta los trabajadores del turismo, que vivían un poquito mejor, están abandonando la Isla, con gran perjuicio para el sector.

Al paso que vamos, las huestes verde olivo deberán ser movilizadas a toda prisa, pero esta vez para preparar mojitos y cubalibres, tocar el güiro y regar el césped de la Casa Dupont, en Varadero. Sería la ruina de la industria y del país, la salida pacífica que tanto hemos evocado.

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La tragedia de Surfside y el silencio del castrismo

Surfside cubanos castrismo

LA HABANA, Cuba.- El desplome del edificio Champlain Towers South, en Miami, ha sacudido a Estados Unidos y toda América Latina. La noticia de que varios de sus inquilinos procedían de diversos países del continente ha levantado una ola de atención y solidaridad por parte de los gobiernos regionales, excepto Cuba, pese a que Antonio y Gladys Lozano, y Manuel Lafont, tres de las nueve víctimas hasta ahora identificadas, eran de origen cubano.

La dictadura castrista, que se pronuncia sobre cuanta desgracia ocurre en el mundo, guarda silencio ante tragedias que impactan directamente sobre la diáspora, esa que hoy alivia con sus remesas las penurias de un pueblo arruinado gracias al historial de ineficiencia y corrupción gubernamental engrosado a lo largo de seis décadas.

A pocos días de que el canciller del oprobio, Bruno Rodríguez Parrilla, hiciera su intervención quejumbrosa y cínica en Naciones Unidas, acusando a Estados Unidos de castigar a la familia cubana con el embargo, el régimen se desentiende del pedazo de Cuba que a noventa millas se viste de luto por una desgracia inusual en esos lares; pero que a nosotros, los que vivimos dentro de la Isla, nos toca de cerca y con frecuencia. Por toda respuesta, el medio estatal Cubadebate ha publicado un artículo sobre las posibles causas del derrumbe; una nota extensa, basada en fuentes oficiales del estado de la Florida, que contrasta con la escueta cobertura que dieron al derrumbe del balcón que mató a tres niñas en la Habana Vieja, el 27 de enero de 2020.

La prensa estatal no ha vuelto a referirse al incidente. Nada se ha sabido sobre el proceso legal que supuestamente continúa abierto. La pandemia y la contingencia económica han terminado de sepultar un asunto espinoso que ya la dictadura había silenciado con presiones y amenazas veladas a los familiares de las menores fallecidas.

Sobre lo que pasa en Miami, sin embargo, siempre hay algo que decir, aunque las condolencias por los cubanos muertos en el siniestro, y la preocupación ante la posibilidad de que algunos más sean hallados bajo los escombros, queden fuera del discurso del régimen. Del mismo modo que los inmigrantes cubanos ahogados en 2019 durante la crecida de un río en la selva del Darién no fueron incluidos en el pésame que Rodríguez Parrilla publicó a raíz del lamentable suceso, hoy el gobierno de La Habana no tiene nada que decir sobre los cubanos muertos en el derrumbe del inmueble en Surfside.

El castrismo no puede ocultar que odia a sus emigrados tanto como los necesita. No ha sido suficiente llamarlos ex cubanos y amenazarlos con procesos penales en ausencia si manifiestan abiertamente su rechazo a la ideología comunista. Para el régimen la emigración no es más que una máquina expendedora de dólares; ciudadanos de segunda que mantienen a otros seres de categorías inferiores, escalonadas según el poder adquisitivo de sus familiares residentes en el exterior.

Ningún gobierno latinoamericano, ni siquiera la Venezuela de Nicolás Maduro, trata con tanta maldad a su pueblo; especialmente a ese que hace posible, aun contra su voluntad, la prolongación de un estado de cosas que en poco tiempo destruirá al país. Cuba apenas respira bajo la loma de escombros que se ha amontonado sobre su pecho; un escenario de terror y muerte devenido en hábitat natural, porque es lo que ha creado el régimen desde su llegada al poder en 1959.

La indiferencia del gobierno de Miguel Díaz-Canel ante las víctimas cubanas del colapso del Champlain Towers South es la mejor evidencia de que el proyecto “Puentes de Amor”, promovido desde Estados Unidos por el profesor castrista Carlos Lazo, es un embuste. No puede hablarse de un acercamiento entre naciones, ni de un interés real en la seguridad y prosperidad de las familias cubanas, cuando es la propia dictadura la que dinamita el fundamento de la sociedad y en medio de una tragedia que ha conmocionado a América Latina no se permite siquiera un gesto de empatía.

El castrismo no quiere un vínculo estrecho, en igualdad de condiciones, con su emigración. Un cubano radicado en el extranjero es solo un emisor de remesas, un peón subcontratado por tiempo indefinido a otras naciones, principalmente Estados Unidos, para sostener con ingresos generados por el capitalismo un modelo socialista transformado en califato tropical.

Esa es la única relación aceptable para el régimen. Los emigrados que mueran serán reemplazados por otros; así lo garantiza la interminable crisis económica que azota a la Isla. Lo demás es demagogia, zalamería o lloriqueo para que la Casa Blanca levante las sanciones. Con respecto a la diáspora, el castrismo mantiene vigente la despectiva frase de Fidel Castro cuando los sucesos del Mariel; solo que las circunstancias actuales han echado por tierra aquella prepotente actitud de “no los necesitamos”. La primera parte, no obstante, sigue siendo hoy tan obvia como hace cuarenta años.

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“Jineteros, jineteras”: el verdadero milagro económico del régimen

Grafiti “Jineteros”, en Trinidad, Cuba (Foto: Flickr)

LA HABANA, Cuba. – Según estimados de The Havana Consulting Group, en 2019 las remesas a la Isla rondaron los 3.000 millones de dólares, mientras que el envío de mercancías se acercó a una cifra similar. 

A los 6.000 millones anuales resultantes pudiéramos agregar algún dinero extra si tenemos en cuenta que 623.972 cubanos radicados en el exterior —de ellos 552.895 residentes en los Estados Unidos—, viajaron a Cuba fundamentalmente para visitar a sus familiares o a vacacionar. 

De acuerdo con la misma fuente, en la década comprendida entre los años 2008 y 2019, el total de las remesas a Cuba sumó cerca de 30.000 millones dólares que, agregados a los más de 27.000 millones recibidos en forma de mercancías hicieron un total de 57.269 millones de dólares, de los cuales más del 90 por ciento provino de los Estados Unidos.

Son cifras asombrosas para la nula prosperidad que observamos a nuestro alrededor pero, aún así, junto con los ingresos generados por la industria turística cubana, no solo dejan ver cuáles son las bases sobre las que se sustenta la economía nacional sino, además, demuestran que el régimen cubano ha sobrevivido estos últimos años gracias a los emigrados, a los exiliados y a los extranjeros que hacen turismo. 

Así, pudiéramos continuar deduciendo que una condición indispensable para construir el socialismo “a la cubana” es la existencia de un financiamiento fuerte y constante proveniente de ese capitalismo que, en el discurso del régimen, ha sido el principal obstáculo para el éxito de la “Revolución”. 

Es algo así como el hijo vago que busca independizarse de los padres pero que no renuncia jamás a ser mantenido por estos. El manganzón que huye a encerrarse a fumar y beber con los amigos igual de holgazanes en una cabaña en medio del bosque pero que, regularmente, retorna a hurtadillas a la casa familiar en busca de las provisiones necesarias para realizar a plenitud su “fantasía rebelde”.

Es así de grandiosa y desvergonzada la paradoja de un Partido Comunista “tropical” que, para poder forjar “hombres nuevos” a imagen y semejanza del Che Guevara, necesita incrementar constantemente en el exterior su ejército de emisores de remesas y de vender la Isla en las agencias de turismo como un “paraíso de los placeres”. 

Y así llegan por montones los “yumas” en busca del ron, de las mulatas y los mulatos, del tabaco y del paseo en “almendrón” descapotable. La vueltecita sobre ruedas por este parque temático que son La Habana, Cienfuegos, Santiago de Cuba… ciudades congeladas en una época anterior a 1959, es decir, el momento justo cuando a nadie se le hubiera ocurrido fundir y confundir los conceptos de patria, nación y país con los de gobierno de turno y dictadura.

Pero, retornando a las cifras que escribí al inicio, me gustaría poder deslindar cuánto de ese dinero, con el cual se sostiene un grupo en el poder, proviene de “jineteras” y “jineteros” que, habiendo logrado el sueño de conquistar el amor de su “yuma”, hoy forman parte de los millones de cubanas y cubanos “residentes en el exterior”.

No hay estadísticas oficiales sobre el tema y me atrevo a afirmar que jamás contaremos con nada parecido. Es imposible saber, ni siquiera de modo aproximado, quiénes se casan con un extranjero con el único interés de emigrar, de prosperar económicamente, o quiénes lo han hecho por una cuestión meramente sentimental. 

Sin embargo, de acuerdo con las recientes publicaciones en redes sociales de varios funcionarios del Ministerio de Cultura de la Isla, para el régimen el asunto se resuelve de modo muy simplón: todo cubano o cubano que se case o mantenga una relación de intimidad con un extranjero, fundamentalmente si fuese negro o negra, es automáticamente un “jinetero” y, atendiendo a cuán socorrida es la palabra en los últimos tiempos, y a que no ha habido retractación alguna, esta posiblemente permanecerá en el repertorio “partidista” de ofensas contra quienes se desmarquen del oficialismo.  

Siguiendo tal definición discriminatoria, demencial y reduccionista del MINCULT, probablemente arribemos a la conclusión de que poco más de la mitad de ese dinero ingresado en 2019 por remesas y turismo, o tal vez la totalidad, haya sido aportado por el ejercicio del “jineterismo”, de modo que pudiéramos hablar de un elemento esencial, que define y sostiene nuestra economía y que, por tanto, no debiera ser esgrimido como ofensa.  

Pero si en última instancia y desde una postura moralista el acto de jinetear valiera como ataque al contrario por cuanto albergaría de trueque, de negocio, también se torna imposible averiguar cuántas personas en la Isla hoy viven exclusivamente de practicarlo, es decir, de la prostitución. 

¿Cuántos se benefician directa o indirectamente de esta actividad? ¿Cuántos lo han hecho alguna vez en su vida por conseguir un mejor puesto de trabajo, una beca de estudios, terminar de reunir para comprar una casa, un auto, un par de zapatos o, simplemente, para poder disfrutar de un fin de semana en un hotel o hacer su primer viaje al extranjero, aunque sea de ida y vuelta? 

De haber una respuesta apoyada en datos verificables, quizás muchos, incluidos los funcionarios moralistas, se sonrojarían al descubrir que hay muchos más “jineteros” y “jineteras” que los que pensamos que habitan nuestra Isla y allende los mares.

En mi experiencia personal, conozco de muchos que lo han hecho y lo hacen. Tengo amigos y amigas que aún siendo excelentes médicos, abogados, periodistas, escritores, directores de empresas, incluso funcionarios del Gobierno —defenestrados y en activo—, han “jineteado” alguna que otra vez o han permitido que sus hijos e hijas lo hagan porque, a fin de cuentas, se ha convertido en una práctica común, “normal”, en un contexto donde emigrar, viajar y tener dólares son elementos indispensables para ser considerados “personas de éxito” y “ciudadanos de primera”.

También he sabido de extranjeros y extranjeras que, a pesar de pronósticos negativos, advertencias y malos ratos, se han decidido a traer sus empresas y a mantenerlas en Cuba, ya porque en un viaje que hicieran alguna vez descubrieron el “amor de su vida”, o ya porque se deslumbraron con lo fácil que es salir a la calle y conseguir la compañía y “fidelidad” de un chico o una chica. 

Pero me llama la atención incluso cómo algunos ni siquiera se reconocen como participantes activos de ese universo complejo de “jineteros” y “jineteras”, de alcahuetes y proxenetas, de profesionales y amateurs, del cual conocemos quienes vivimos el día a día en Cuba, con los pies bien afincados en el asfalto hirviente. 

Están los que, asfixiados o mareados por los gases enrarecidos que cargan en sus cabezas, se inventan escalas y categorías morales que les sirven para exonerarse ellos mismos de llamarse por el verdadero nombre de un fenómeno que sin más rodeos es prostitución. Prostitución de calle, de esquina, de tumbadero, de playa o de lujo, de aula, de academia, de hotel, de discoteca VIP o de gimnasio, pero prostitución, sin más juicio ético y moral que el que pueda derivarse de las causas sociales, económicas, políticas que conducen a asumir el comercio del cuerpo como un oficio tan digno o tan reprobable como cualquier otro.

Recuerdo que en los años 90, cuando estudiábamos en la universidad en medio de la hambruna post-soviética del llamado “Periodo Especial”, muchos jóvenes —los y las que tenían los atributos físicos necesarios—, salían de las clases directo a “hacer la calle” para así comer algo mejor que el sancocho de la beca, para comprar la ropa y los zapatos que el gobierno vendía exclusivamente en dólares y a los extranjeros. 

Así, jineteando duro, muy duro, se forjaron como profesionales. Así, trocando sus cuerpos por comida, muchos lograron irse de Cuba al graduarse, y ese detalle en su historia pasada no los hace peores ni mejores. A fin de cuentas somos una nación de sobrevivientes y cualquier cosa que hayamos hecho para seguir con vida nos será perdonada si es que a estas alturas de la vida alguien necesitara del perdón.

No hace mucho, mientras se debatía en las redes sociales la verdadera magnitud y el sentido real de la ofensa lanzada por el funcionario, sobre cuánto de racismo y desprecio guardaba su publicación, la respuesta que un amigo escribió en su muro de Facebook me hizo reír por la ironía que encierra. Para esta persona, “jineteros” y “jineteras” merecen un monumento en medio de cada una de nuestras plazas. Porque en estos tiempos de crisis que no terminan, ellos han sido la tabla de salvación de miles de familias en Cuba. Ellos son el verdadero “milagro económico” de la Revolución. 

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Emigrantes cubanos en Costa Rica piden ayuda a la ACNUR

emigrantes cubanos Costa Rica

emigrantes cubanos Costa Rica
Emigrantes cubano en Costa Rica. Foto archivo

MAIMI, Estados Unidos.- Un grupo de emigrantes cubanos publicó en la plataforma Change.org una petición para que la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) los ayude en la situación en la que se encuentran, desde hace varios meses, en Costa Rica.

Los emigrantes, entre los que se encuentran profesionales universitarios y técnicos, denunciaron en la petición que son víctimas de abusos, explotación laboral, acoso sexual, y desalojos.

De acuerdo a la petición, titulada SOS: Cubanos en Costa Rica piden ayuda para vivir n países con condiciones de seguridad, los emigrantes aseguran que su objetivo es pode llegar a “países de democracia y desarrollo, donde nos posibiliten recomenzar nuestras vidas con seguridad y trabajo honrado y digno”.

Los solicitantes de refugio afirman que desde antes de la crisis creada por la pandemia del coronavirus ya habían sido víctimas de “explotación laboral, acoso sexual, desempleo, desalojos de rentas, habitando en las calles y albergues con personas adictas y conductas repulsivas, ya no tenemos lo poco que trajimos o lo que nos fue extorsionado en fronteras de Centroamérica, vivimos con el constante miedo por la criminalidad en la región”.

“Sentimos que estamos en riesgo de enfermar o de ser alcanzados por grupos que brincan de país en país por la región como aliados comunistas y son alentados por nuestro Gobierno (cubano). Ya hemos vivido historias de asalto y tráfico humano, no queremos volver a pasar por estas cosas nuevamente ni aquí ni en el tránsito por fronteras”, aseguraron.

En la carta, publicada por Gustavo Roberto Jacomino Soriano en inglés y español, los emigrantes cubanos denuncian que han sido abandonados a su suerte, y que ya han recorrido varias vías, pero “no se nos entiende”.

“La solución para nuestro caso está solo en las manos de figuras de gobiernos y caritativas”, que “nos permitan encontrar real seguridad, refugio y empleo, así como que reconozcan a la gobernación de Cuba como una dictadura que nos obliga a emigrar”, dijeron.

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Régimen llama a emigrados cubanos a invertir “sin límites” en la Isla

Cuba, Coronavirus, COVID-19
(Foto: EFE)

MIAMI, Estados Unidos. – En medio de la crisis económica que atraviesa Cuba, agudizada por la pandemia del coronavirus, las autoridades de la Isla volvieron a insistir en la importancia de la inversión extranjera.

Durante la Mesa Redonda de este jueves, el ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera (MINCEX), Rodrigo Malmierca, recordó que los emigrados cubanos que deseen invertir en la Isla pueden hacerlo sin ninguna limitación.

“No existe ninguna limitación para que cubanos residentes en el exterior inviertan en el país”, dijo Malmierca, que explicó además que estudia en este momento un grupo de incentivos que podrían mejorar el funcionamiento de la inversión extranjera en el país.

Entre las nuevas facilidades mencionadas por Malmierca se encuentran:

  • Flexibilizar los objetos sociales de las empresas con capital extranjero y favorecer los encadenamientos con el resto de la economía cubana, incluyendo el sector no estatal.
  • Se aplicará la tramitación y aprobación automática por un año de la prórroga de negocios con capital extranjero en operaciones o que venzan durante la primera etapa de recuperación.
  • Se usarán alternativas para avanzar en la negociación y constitución de negocios con capital extranjero en las actuales circunstancias en que está limitada la posibilidad de viajar de los empresarios.
  • Los consulados en el exterior priorizarán los trámites de otorgamiento de poderes a representantes legales para flexibilizar los procesos de inversión extranjera.

Malmierca hizo énfasis en la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM). Asimismo, aseguró que las condiciones especiales que tiene Cuba de tranquilidad y la estabilidad sanitaria ofrecen garantías a potenciales inversores.

“A pesar del efecto negativo del recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero del gobierno de los Estados Unidos, los resultados de la inversión extranjera en Cuba en los últimos cinco años son mejores que en el pasado, aunque lejos de lo que necesitamos. Tenemos ventajas comparativas que reconoce el mercado”, subrayó.

El alto funcionario destacó que la inversión extranjera será fundamental para sustituir importaciones y evitar así el desabastecimiento y el déficit de alimentos y otros productos de primera necesidad.

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Emigrados cubanos pueden invertir en la isla, dice el régimen

Cuba La Habana

Fotografía de una calle del centro de la ciudad de La Habana
Fotografía de una calle del centro de la ciudad de La Habana (Foto archivo)

MIAMI, Estados Unidos.- Los cubanos residentes en el exterior pueden participar como inversores en su país en las mismas condiciones que un extranjero, eso dijo este viernes el Gobierno de la Isla a través de la prensa oficialista.

La directora general de Inversión del Ministerio de Inversión Extranjera (Mincex), Deborah Rivas, declaró en una entrevista a Cubadebate que la posibilidad de que los cubanos emigrados puedan invertir en Cuba se contempla en la Ley 118 de la Inversión Extranjera, aprobada en 2014.

En ese sentido Rivas señaló que la definición de inversionista extranjero en esa legislación “no señala en ningún lugar la ciudadanía u origen, pero sí queda claro que el inversionista tiene el domicilio y capital fuera de Cuba”.

Asimismo, aclaró que los ciudadanos nacidos en la isla que viven en otros países tienen que acogerse a la Ley de Inversión Extranjera porque “no son residentes permanentes en Cuba. Su capital y sus negocios radican fuera del país y la entrada de esos recursos que aportarán para el negocio es un flujo de inversión que no tiene su origen aquí”.

“Como hemos explicado, no hay distinción en el trato a los inversionistas extranjeros que sean cubanos residentes en el exterior. Igual que para el resto de los inversionistas, el tipo de establecimiento responderá al proyecto que se proponen realizar”, dijo la funcionaria del régimen.

El pasado 31 de mayo el ministro de Comercio Exterior y para la Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca, escribió en su cuenta de Twitter que “la ley 118 de Inversión Extranjera no establece ninguna limitación respecto al origen del capital. En ese sentido los ciudadanos de origen cubano no están limitados para invertir en #Cuba”.

Sobre las condiciones que deberá cumplir un cubano emigrado para convertirse en inversionista extranjero en el país caribeño, Rivas recalcó que son las que establece la legislación, y para presentar un proyecto al Mincex deben hacerlo a través de un órgano, organismo o entidad nacional patrocinador.

En ese sentido, explicó que los patrocinadores son las instituciones cubanas encargadas de presentar al Mincex los proyectos del inversionista extranjero que se correspondan con los sectores de prioridad que se encuentran en la Cartera de Oportunidades de Negocios publicada cada año desde 2014.




Bailarines cubanos emigrados regresan a bailar en el Ballet Nacional

Bailarines cubanos emigrados invitadosael reciente Festival Internacional de Ballet

MIAMI, Estados Unidos.- El Ballet Nacional de Cuba invitó a su más reciente Festival Internacional de La Habana a figuras de la danza que habían abandonado el país hace algunos años, levantando así la prohibición que marcaba a esos artistas cuando dejaban la isla para probar suerte en otros lugares, informó la agencia de noticias AP.

El cubano Rolando Sarabia, quien solía ser comparado con leyendas como Vaslav Nijinsky y Mikhail Baryshnikov y abandonó Cuba para irse a Estados Unidos en 2005, fue uno de ellos, acompañado por su hermano, el también bailarín Daniel Sarabia, y otros renombrados artistas como Taras Domitro, Marizé Fumero y Carlos Quenedit.

Sarabia llevaba 14 años sin presentarse en Cuba, y la semana pasada interpretó el protagónico masculino de “Giselle” durante una noche del XXVI Festival Internacional del Ballet.

Rolando Sarabia en el Festival Internacional de Ballet

Durante años, el régimen cubano ha vetado y prohibido el regreso a la isla de los artistas y atletas que han decidido emigrar.

Daniel Sarabia pocos minutos después de terminar el ensayo de la puesta de un Grand Pas Classique dijo a la agencia emocionado: “Esto es algo muy grande, se han reunido aquí estrellas del mundo entero, pero más importante, los que nos fuimos… Este es mi público, mi público cubano”.

La nota informa que otros artistas emigrados que están en la isla no fueron a bailar sino a dar clases, como la antigua estrella del Boston Ballet, Lorna Feijó. Taras Domitro, quien abandonó la agrupación durante una gira por Canadá en 2007 y cruzó la frontera con Estados Unidos, piensa que es “un honor” volver a bailar en Cuba.

“Esta es la ruta correcta, estamos hablando de arte de ballet, no tenemos que ver con la política”, dijo.




Hugo Cancio cree que ya es hora de cambiar

LA HABANA, Cuba, noviembre, 173.203.82.38 -Si no fuera repugnante, resultaría conmovedora la disposición de ciertos emigrados –ya dejaron claro que ellos no son para nada exiliados- de saltar y mover la cola, agradecidos como perrillos falderos, ante la más mínima  pirueta que haga la dictadura.  Ovacionan al mago que los echó de casa a cajas destempladas antes de que haga el próximo truco: basta que lo anuncie y muestre la chistera. Si saca algo de ella, como es el caso últimamente, entonces es la apoteosis de la adulonería a larga distancia.

Es el caso del empresario artístico Hugo Cancio, que conmovido como  un flan de calabaza por la modificación de la ley migratoria cubana, con  sus trampas y limitaciones y todo, anuncia que ya es hora de que la emigración cambie su actitud hacia la dictadura (*), que para él ya dejó de serlo. Digo, si es que alguna vez la consideró dictadura y no solo un mero accidente histórico que le hacía muy incómodo vivir en La Habana y luego, más que nada “por culpa de la política agresiva de los gobiernos norteamericanos”, le impedía  ganarse unos cuantos dólares a costa de la miseria de los músicos cubanos.

Si personajes como Hugo Cancio cuando hablan de cambiar actitudes se refirieran  solo a condenar el embargo económico, las limitaciones a los viajes de los cubano-americanos y el envío de remesas a sus familiares en Cuba, si predicaran contra esa fea costumbre de revolver viejos chismes, aplastar discos y vociferar como energúmenos en la calle 8 contra los artistas de la isla que viajan a Miami, sería razonable. Pero ellos, en su afán por congraciarse y de que no haya dudas respecto a su condición de “emigrados buenos”, de los que son del agrado del régimen, piden ir mucho más allá en temas tales como exigir la libertad de los Cinco en lugar de la de los presos políticos en su país,  el cese de la represión contra los disidentes o las libertades políticas para sus compatriotas.

Da asco cuando los integrantes de Cuban Americans for Engagement (CAFE) se reúnen disciplinadamente, cual cederistas, en la Sección de Intereses de Cuba en Washington a escuchar las orientaciones del MINREX. El pasado 28 de septiembre, con todo y el cubo de agua fría que les echó por encima el canciller Bruno Rodríguez cuando le imploraron  invertir en Cuba y  compatibilizar  la ley migratoria cubana con los estándares internacionales, ninguno de ellos se acordó de la palabra  dignidad para responderle lo que se merecía el zoquete y emparrillado canciller de la dictadura, que por demás no parecía estar muy al tanto de lo que hablaba, ni falta que hizo para que lo aplaudieran.

Los súper-conciliatorios conceden perdones sin que se los soliciten. Ya no aspiran al diálogo, sino a ser espectadores del monólogo, sentados en segunda o tercera fila, en las sillitas plásticas del MINREX. Hablan de cambiar sin que la dictadura cambie. Basta con que mueva una ficha. O que haga el ademán de moverla.

Ahí están los rehenes a gusto de los diplomáticos-segurosos de las embajadas cubanas en el exterior, víctimas del síndrome de Estocolmo, con varias horas de adelanto en el reloj, prestos a la pesca en río revuelto, el colaboracionismo y la sumisión a cambio de que los dejen hacer negocios a costa de los cubanos. Sea con inversiones, agencias de viajes  o conciertos de timba y reguetón, como los de Fuego Entertainment.  Porque de eso se trata: business as usual. ¿Para qué engañarnos?

Cancio,  Saladrigas, Fanjul,  Aruca y comparsa  se pueden prestar al cambalache y la estafa, OK, pero que no se disfracen de patriotas. Cubanos sinvergüenzas habrá muchos en ambas orillas, pero los bobos ya no son tantos.

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*Texto integro del correo electrónico firmado por Hugo Cancio y circulado por la organización Generación Cambio Cubano el 25 de octubre de 2012

“El gobierno cubano continua revisando y actualizando su política hacia nosotros los emigrados, es evidente que el gobierno busca una relación normal entre Cuba y su emigración.. Pienso que Nunca es tarde para reconocer y rectificar errores y medidas incoherente, contraproducentes y obsoletas.. Nos toca a nosotros los emigrados revisar y actualizar nuestra postura.. Se puede seguir apoyando el embargo económico que azota a nuestro país, la actual política migratoria de Estados Unidos hacia Cuba, la política de mano dura de políticos que están totalmente desvinculados, desconectados de la realidad cubana y jamás han pisado suelo cubano?” Hugo Cancio