LA HABANA, Cuba, marzo -Latinoamérica y ahora la Unión Europa se acercan a la dictadura cubana sin grandes exigencias. El respeto de los derechos fundamentales, como requisito para estrechar relaciones con La Habana, pasa a un plano más distante del que ya tenía.
La prioridad es garantizarle al régimen su supervivencia como garantía de estabilidad política dentro de la Isla, y tal vez para lograr un aterrizaje suave hacia alguna forma de gobierno menos autoritaria. Es, cuando menos, arriesgado afirmar que el punto final de este recorrido que apenas comienza es la democracia con todos sus atributos.
El socialismo de partido único no va a desaparecer en Cuba por una revolución cívico-militar. Tampoco parece que su fin esté asociado a una mesa de negociación formada por personas del actual régimen, la iglesia católica y los grupos opositores. Si la historia concede la posibilidad de tal escenario, se conformaría cuando los herederos de la gerontocracia asuman el mando, en un plazo imposible de determinar.
Quien afirme lo contrario, está, como se dice popularmente, perdido en el llano. La debilidad de la oposición, en un ambiente social donde la anarquía hace tiempo dejó de ser una excepcionalidad, es una realidad que pesa a la hora de definir políticas. Por supuesto que no son las únicas motivaciones, pero no hay dudas de que han contribuido a que las cosas discurran a favor del pragmatismo conservador.
A esto habría que añadir la poca importancia de nuestro país en el orden geopolítico. Sin grandes atracciones económicas ni relevancia estratégica para los centros de poder mundial, el tema Cuba se disuelve entre la indiferencia y los enroques de interés bien específico. Nada de compromisos respecto a una evolución política que supere el unipartidismo y la imposibilidad de ejercer los derechos fundamentales sin condicionamientos. Eso vendría asociado al desarrollo de la apertura económica.
El único gobierno que mantiene una política de confrontación es el de Estados Unidos, aunque de poco provecho para adelantar la agenda prodemocrática. El embargo pierde cada vez más efectividad a partir de una tendencia a la moderación que incluye a importantes sectores vinculados a la política y la economía de esta nación.
Por momentos parece que las incidencias de los abusos perpetrados por el régimen caen en saco roto. Salvo unas pocas organizaciones no gubernamentales, la mayoría de los gobiernos permanecen impasibles ante las cifras de arrestos arbitrarios, actos de repudio y condenas a prisión por causas políticas.
Resignarse no sería una buena opción ante la secuencia de hechos irrebatibles, pero también hay que tener cuidado con las visiones románticas.
Es necesaria una profunda reflexión en torno a las circunstancias. La oposición y los miembros de la sociedad civil alternativa que no lo hagan quedarán en el camino. Hay que insistir en los esfuerzos por ser más creativos y eliminar la recurrencia de viejos errores que continúan lastrando los planes prodemocráticos.