Chuly Ametller: “Yo no quería tener el destino de Armando Capiró”

El pelotero industrialista cuenta por qué decidió escapar de una delegación en 1996.
Jesús Ametller, peloteros cubanos
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LA HABANA, Cuba -. Una parte de la infancia de Jesús Chuly Ametller (Boyeros, 1970) transcurrió en el estadio beisbolero del Hospital Siquiátrico de La Habana, popularmente conocido como Mazorra. Entonces había allí un equipo sólido donde la principal figura era el portentoso Armando Capiró.

El trabuco lo dirigía el abuelo materno de Ametller, y el niño (enamorado a primera vista de aquel juego) se convirtió enseguida en una suerte de cargabates suplente. Se ponía el guante y el casco de Capiró, le fildeaba rodados a Radamés Maceo… Inevitablemente, decidió que quería ser pelotero.

Lo que pasa es que el Chuly, como siempre le han dicho, no tenía el mejor físico. Delgado y pequeño, no pudo acceder nunca a la EIDE, y en la ESPA –por más palos que diera– no lograba encandilar a los expertos. Sencilla y llanamente, era otra víctima de la rígida aplicación de la teoría del somatotipo. La misma que podía haber dejado sin historia a Dustin Pedroia, José Altuve, Luis Crespo o Alfredo Despaigne.

Por suerte, el muchacho persistió. Lo menospreciaron en un sitio, lo ningunearon en otro, y él siguió alzando la cabeza hasta que un día pudo debutar en Series Nacionales, y otro día llegó a la titularidad a raíz de una grave lesión del estelar Lázaro Vargas. Le encomendaron custodiar la antesala de la escuadra azul, y Ametller no dejó que el uniforme le quedara grande.

Eran años de gloria en la Serie Nacional. Ni corto ni perezoso, el Chuly se granjeó el respeto, su nombre empezó a ser repetido en los corrillos, pero justo en ese instante decidió que quería hacer su vida en otra parte. Y vaya si la hizo, porque solo la mala fortuna le impidió salir a los diamantes del mejor béisbol del mundo.

¿Cuáles entiendes que eran tus virtudes y limitaciones para el béisbol?

Lo mío era batear. Tenía habilidades para darme cuenta de muchas cosas que pasaban durante el juego (es decir, lo podía leer con bastante facilidad y se me hacía más sencillo), pero mi mejor condición era el bateo. Y mi mayor carencia fue la defensiva. La jugada de rutina podía hacerla sin problemas, pero no poseía mucho desplazamiento ni mi brazo era el más fuerte.

Siempre dices que en Cuba te menospreciaron pese a tus buenos rendimientos…

Creo que mi carrera tuvo menosprecio por cantidades. Es cierto que resultaba difícil imponerse en esa época porque había mucha calidad: en mi caso, jugaba segunda y tercera, y en ambas posiciones La Habana estaba llena de figuras. Pero sí me parece que pude gozar de más oportunidades, no porque yo las mereciera más que nadie, sino porque me las había ganado. Mis números lo respaldaban.

Chuly Ametller en Estados Unidos

Cítame algún ejemplo de eso.

En mi último año juvenil no hice el equipo Ciudad Habana de la categoría, pese a ser el camarero regular de todo el año en la ESPA. Jugué la provincial de primera con la preselección del equipo, bateé por encima de .400 y, no obstante, en el último corte, cuando había que eliminar a un solo pelotero, me dejaron fuera del Nacional Juvenil. Entonces viene lo inexplicable: supuestamente no estaba al nivel de aquel equipo, pero me incluyeron en la preselección de Metropolitanos. Es algo que no se entiende. Finalmente hice el grado en los Metros, aunque no tuve actuación de ningún tipo.

¿Cómo es la historia de que en tu primer turno al bate te pidieron que te pararas a la derecha?

Eso fue contra Guantánamo, en el Latino. Estaba picheando Osvaldo Duvergel, el juego iba empatado al final del octavo inning, y con dos outs me mandaron a batear de emergente. En el momento que iba saliendo del círculo de espera rumbo al plato, se me acercaron para decirme que me parara a la derecha, que Germán Mesa iba a salir al robo de home al primer pitcheo. Imagínate, zurdo de toda la vida y tenía que estrenarme a la derecha. No sabía ni qué hacer, pero me paré a la derecha, Duvergel fue a lanzar la bola y me salí del cajón, Germán fue out y el juego continuó. Aunque pueda parecer absurdo, siento que eso fue otra injusticia que viví porque me podían haber dado la oportunidad de decidir, ya que por algo me estaban poniendo de emergente.

Chuly Ametller en Estados Unidos

¿Y cómo fue aquella otra del día de los tres jonrones en la Isla de la Juventud?

Ese fue el día más grande de mi carrera. Había doble juego, y en el primero recuerdo que le di jonrón a Liván Hernández. Ya en el segundo encuentro di uno, di el siguiente, y a la altura del octavo fui a batear y me dije “esta es la ocasión de tu vida para dar tres jonrones”. Pero me salió un fly al jardín derecho. Por fortuna, el equipo volvió a hacer muchas carreras en el noveno y pude regresar al home. Esa vez me dije “olvídate del cuadrangular, concéntrate en dar un hit”, y ya tú ves, me pusieron un lanzamiento cómodo, hice un buen swing y salió el batazo. Fue un día inolvidable, todavía lo tengo muy presente.

Hazme un todos estrellas de Industriales.

Cátcher Pedro Medina; primera, Agustín Marquetti; segunda, Juan Padilla; tercera, Lázaro Vargas; torpedero, Germán Mesa; en los jardines Capiró, Javier Méndez y Reinaldo Mantecao Linares; Roberto Colina de designado; Orlando Hernández como lanzador derecho; José Modesto Darcourt como zurdo; y Euclides Rojas en los relevos.

¿Cómo se produjo tu deserción en 1996?

Eso fue en México durante una Copa de Clubes Campeones a la que asistí con Industriales. Roberto Colina y yo lo teníamos planificado desde los entrenamientos en la Ciudad Deportiva de La Habana, y William Ortega se embulló a sumársenos ya en suelo mexicano, cuando vio todas las condiciones que se podían tener para jugar al béisbol y lograr una vida mejor. Así que estando allá llamamos al conocido agente Joe Cubas, de quien Colina tenía sus números de contacto, y al comunicarnos él nos hizo saber su interés en nosotros. Como a los tres días llegó a buscarnos, y en la noche nos vimos en un lugar donde subimos a un carro que nos llevó al DF. Gracias a Dios todo salió bien.

¿La razón para salir de Cuba era únicamente jugar en otro béisbol?

La principal, sí. Yo salí a probar mi calidad en otro béisbol, eso me atraía mucho. Quería ver qué tan lejos podía llegar mi carrera. Pero también pesó bastante el haber visto la vida que llevaba una super estrella retirada. Capiró, después de haber sido uno de los más grandes de la pelota cubana, se buscaba la vida en una bicicleta vendiendo pan, cerveza y otras cosas. Era muy injusto, porque él podía haber tenido muchísimo con las condiciones que trajo a la vida. Sinceramente no quería tener ese destino. Y otro caso que me inspiró mucho fue el del Duque. Estando en esa preselección que salió para México, fue cuando le llegó la suspensión, y lo trataron como un tipo que no valía nada después de que él había podido quedarse previamente junto a su hermano Liván.

Tu rendimiento en las Menores dejó buenos números en 1998 y 1999, pero en 2000 cayó abruptamente. ¿Qué pasó? ¿Y por qué decidiste que lo mejor era que los Cardenales te liberaran?

Fueron muy buenos, no me puedo quejar. El primer año promedié .270 sin nunca haber bateado con madera, y en 1998 y 1999 quedé por arriba de .300. Pero entonces en el 2000 empezaron las lesiones: tuve problemas en la ingle, después en el hombro izquierdo debido a una pesa que se me fue para atrás y me lastimó, y luego llegó lo peor con la lesión en el hombro derecho tras un deslizamiento de manos en tercera. A partir de ahí, ya no pude rendir a tope. Perdí mucho tiempo en recuperaciones, y cuando regresaba debía esperar mi chance porque los Cardenales tenían de regular al jugador que había ocupado la posición mientras yo estaba fuera. San Diego y Oakland mostraron interés en mí, y pensé que me darían la oportunidad si San Luis me dejaba libre. Al final logré el release, pero el reporte de mi lesión era tan grave que nadie se atrevió a volver a darme entrada.

Chuly Ametller con un uniforme de la Menores de los Cardenales

¿Alguna queja que imputarle al trato que recibiste en los Cardenales?

No, ninguna. Al contrario, me enseñaron muchísimo. En mi actual trabajo con los niños me valgo de lo que aprendí en San Luis sobre la mecánica de bateo y cómo se hacen las cosas en el plato, pero también enseño lo que me enseñaron a otro nivel: es decir, consejos sobre la mentalidad que hay que tener para ser pelotero profesional. Te digo más: los Cardenales se demoraron en liberarme porque tenían pensado ofrecerme un futuro como coach. Así que ningún reproche.

Cuando jugaste en Cuba todavía quedaban unos cuantos jugadores de calibre. Comparativamente con lo que viste en Menores, ¿a qué nivel estaba el campeonato cubano de entonces?

En esos años había mucha calidad. Yo vi en las Menores a numerosos peloteros con una calidad infinita, jugué con varios hombres que se convirtieron en estrellas en Grandes Ligas, y te aseguro que la pelota cubana de ese momento era un poco más que AAA sin llegar a Grandes Ligas. Era como una AAAA, digamos, un eslabón entre la antesala y el nivel superior. Muchos de aquellos jugadores cubanos podían haber brillado en las Mayores.

¿Qué opinión te merece la pelota que se juega hoy en Cuba?

Me parece que tiene una calidad individual. Hay peloteros con talento, pero los equipos no son de gran nivel. La misma situación del país, donde cada uno tiene que resolver sus problemas personales, hace que se pierda un poco el sentido de la colectividad. Porque al final es un juego de conjunto con individualidades que ayudan a ganar al equipo. El campeonato ha mermado cantidad.

¿Estuvo bien que los peloteros cubanos de MLB se sumaran al equipo nacional para el Clásico Mundial?

Esa es una decisión muy personal. Cada uno sabe qué es lo mejor para él. Mi criterio es que no debieron haber jugado por Cuba, pero no soy nadie para criticarlos. Ellos son mayores de edad y pueden tomar la decisión que crean mejor en cada momento.

¿Qué sueños te cumplió la pelota, y cuáles no?

La pelota me cumplió un montón de sueños. Vestir el traje de Industriales, jugar en el Latinoamericano a estadio lleno, ser campeón con los propios Industriales, jugar en el estadio de Mazorra delante de todos los muchachos que se criaron conmigo y todas las personas que me vieron crecer, ser campeón también con Mazorra, poder viajar y conocer otros lugares… Y sobre todo me cumplió el sueño de vivir en libertad en los Estados Unidos, tener el chance de jugar pelota profesional, competir contra los mejores del momento en que jugué, y sentirme querido por mucha gente. No fui una superestrella, pero al nivel que Dios me permitió jugar, me sentí muy feliz.

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